Neil Young
Fork In the Road
REPRISE/WARNE
Sucede con Neil Young lo que sucede con los actores carismáticos, genuinos y veteranos: su sola presencia sirve para llenar la pantalla. En este caso, es evidente, nuestro protagonista llena los altavoces del reproductor. Como el personaje de esa antigua película que se ha visto mil veces, el señor Young se las arregla para conservar el atractivo en cada nuevo visionado.
Inspirado por su Lincoln Continental del 59, crea un trabajo orgánico que gira en torno a los coches y las carreteras. ¿Es su Lincoln Continental un coche moderno, equipado y tuneado como cualquier último modelo? La respuesta es no. Porque no es éste un disco redondo, no, tampoco una obra maestra, ni mucho menos. Este álbum es sencillamente el viaje de un hombre, que se mueve en su personal cambio de marchas con urgencia y fuerza, señalando la necesidad de sentirse vivo, luchando sin descanso y con dignidad contra los elementos de lo previsible y anodino.
Fork in the road guarda la fascinante imperfección de Living with the war. Ambos comparten ese ritmo trepidante con amplificadores saturados, abrasivos riffs y un Neil Young que canta como pidiendo sitio donde no lo hay. En esa extenuación, surge la belleza a modo de himno en “Just singing a song” o el brote de fiereza de “Johnny Magic”. Dos temas seguidos, de los diez del álbum, que son como sus señas de identidad. La fragilidad mística cuando dice aquello de “únicamente cantando una canción” con la dinamita interior que estalla, sin más remedio para el oyente que dejarse llevar, con ese “Johnny Magic” machacón y contundente. Salvo por esas bases de hip hop sin estridencias de “Gough up the Bucks”, es un disco sin grandes sorpresas, pero que ilustra al artista y a la persona que se hallan en Neil Young. Su Lincoln Continental es como un Gran Torino. Porque Neil Young recuerda a Clint Eastwood, moviéndose por la pantalla siempre con los mismos gestos y las mismas manías, conocedor de su entorno y sin renunciar a sus pecados.
Pincha Fork in the road. En esto del rock, como en el cine, siempre ha habido quienes dejan su sello hasta en la cosa más simple, y te dejan con la certeza de que morirán matando.
FERNANDO NAVARRO.
La Banda del Pepo
Tanto por hacer
GALILEO MUSIC
Se anuncia como el segundo álbum del cantante y compositor murciano Pepo Sánchez, cuando realmente se trata de la última producción de un supergrupo: todos sus componentes proceden de lugares tan representativos de lo que suena aquí como L’Ham de Foc, Malvariche, Jerez-Texas, Malagüero o la banda de Miquel Gil. En el ánimo de los presentes está conectar el folclore del sur de la península y el flamenco con los ritmos modales del norte de África. ¡Y vaya si lo consiguen! No hay una puesta en escena tan arriesgada y experimental como en el glorioso primer trabajo de Radio Tarifa, pero buena parte de su empuje –contando con la propia voz aflamencada de Pepo– apunta sin duda en esa dirección. También ayudan mucho las versiones que hacen: “Al amor”, de Javier Ruibal, y “Dime”, de Lole y Manuel.
En el grupo está por supuesto Efrén López, que desde su experiencia en L’Ham de Foc aporta todo ese arsenal de guitarras españolas sin traste, zanfona, rabab afgano, cümbüs, saz, baglama… Esto por la parte que conecta con las músicas de raíz, porque –si se quiere– también hay lugar para reivindicar el rock andaluz que se hacía en la década de los 70, tan libertario él (algunos solos de guitarra eléctrica así lo corroboran). Por mencionar, “Llévame”, uno de esos temas que nada más dar contigo te atrapan irremisiblemente. O “Tanto por hacer”, con ese encendido final que nos lleva directamente a Omega, el trabajo conjunto de Morente y Lagartija Nick.
Lujosa presentación de doble cuerpo que, además del CD de audio, incluye un generoso bonus DVD con un interesantísimo “making of” de cómo grabaron todo. Algún día todos los discos se harán así.
GERNOT DUDDA.
Pet Shop Boys
Yes
EMI
Recuerdo la primera vez que escuche “Suburbio” en la mítica pista del Studio 54 de Barcelona. Mediados de los 80. Me tuve que agarrar a la barandilla del piso superior para no caerme del asombro, de ese verdadero asombro que emana de no saber qué es lo que estás escuchando pero entenderlo como esencial.
Veintitrés años después me temo que ni el pop ni yo estamos para deslumbramientos y nos conformamos con que sigan existiendo discos tan correctos y tan acogedores como Yes, sobre todo después de algún pequeño fiasco anterior de Neil Tennant y Chris Lowe. Incluso más que correcto porque seguramente entre el primer single “Love, etc” y el experimento que se dejan para el final, fluyen nueve canciones más que alcanzan ese nebuloso estado fronterizo entre la buena artesanía y la emoción.
Porque sí, porque Pet Shop Boys son tan emocionantes como lo pudiera ser –y cito el primero que me viene a la cabeza– Leonard Cohen. Lo que ocurre es que visten su emoción de vitalidad y eso es trampa y confusión a la vez. Hagan un ejercicio, escuchen la octava canción del disco, “King of Rome”. Es la balada, cercana al trip-hop en este caso. Y mientras la van escuchando imaginen que esa misma voz y esa misma melodía están acompañadas únicamente por una leve guitarra acústica. Pues es tan pura, que si te la imaginas así, despojada de adornos, es aún más impresionante.
Vamos a los datos técnicos, la producción de este su décimo disco corre a cargo de Xenomanía, y su criterio ha sido respetar y potenciar el sonido clásico del dúo. De hecho, las notas originales, vienen dadas por las colaboraciones musicales ajenas, no por la producción. Una de ellas abre “Did you see me coming?”, la guitarra de Johnny Marr que, al fin y al cabo, deja paso a unos Pet Shop Boys a todo tren y llenos de marcas de fábrica: esos saltos de ánimo y de pies, esas voces, esas descargas de arreglos que entran en los espacios desocupados… Otra cierra la cinematográfica “Beautiful people” –la armónica soplada por el mismo Marr evoca inevitablemente a Morricone–; con una orquestación del canadiense Owen Pallett que encoje el corazón.
Lo encoge, quizás, un punto menos que esos violines de “The way is used to be”, una ruptura amorosa en la que la voz sobrecogedora de Carla Marie Williams apuntala esa especial querencia a fundir pistas de baile con melancolía. Cada canción, al fin y al cabo, merecería un largo ensayo. Desinhibida y criticada por ligera “Pandemonium” tiene en su descargo ser un ejercicio de pop luminoso destinado en principio a Kylie Minoge, que comenta la turbia relación entre Kate Moss y Pete Doherty. Vaya, están al tanto también de la actualidad rosa.
El disco viene acompañado de singles de todo tipo y una edición con extras de remezclas que añade la más apetecible, un “This used to be the future” en el que participa Philip Oakey de The Human League. En fin, ningún detalle nuevo en la carrera del grupo, la música que es para masas no soporta demasiados cambios. Son los Pet Shop Boys, es cierto, y la maquinaria del negocio también actúa aquí, pero afortunadamente lo hace desde la inteligencia y la elegancia.
CÉSAR PRIETO.
Yani Como
13 formas de reparar un corazón
ART DE TROYA/LOCOMOTIVE
Yani Como no es el cacofónico nombre de un artista japonés. Es la simpática denominación que ha adoptado este quinteto burgalés que basa su propuesta musical en la espontaneidad de sus canciones, que aglutinan influencias del más diverso pelaje. Desde los primeros Radio Futura pasando por Parade, la psicodelia “made in” Deluxe, Los Planetas o los REM más ochenteros.
13 formas de reparar un corazón, incluye, tal y como indica el título de este segundo larga duración de Yani Como, trece canciones, trece recetas para levantar el ánimo. La receta del Dr Yani Como incluye cucharadas de jarabe amargo como “Sugus de limón”, pildorillas lisérgicas (“Nada importa”), remedios caseros (“Supermercados”), terapia emocional (“Gravedad”)… Todas las canciones están arropadas por la cálida voz de Quero, el cantante del grupo, y unos arreglos grandilocuentes. No obstante, el sonido del grupo mantiene ese aire amateur que hace que discos como este se conviertan en entrañables.
ÀLEX ORÓ.
Xavier Baró
Lluny del camí ral ?
QUADRANT RECORDS
Ningún marco mejor que el del Festival de Músiques Disperses, que anualmente se celebra en la ciudad de Lleida, para presentar Lluny del camí ral, el álbum que hasta la fecha se contabiliza como la novena entrega del cantautor de Almacelles, Xavier Baró. Un disco para gozar a flor de piel de la sensibilidad poética de este creador irrepetible y que ha grabado junto a algunos de los músicos habituales en ésta su última etapa creativa; es decir, el guitarrista castellonense ex Coyotes Ramón Godes y el organista Víctor Verdú, aunque también ha habido oportunidad de contar con la presencia en formato “guest star” de otros amigos artistas como el inclasificable cantautor e instrumentista ponentino Ángel Ot, o la sorprendente corista Esther Duaigües.
Si nos atenemos al aviso del propio artista de que estas últimas creaciones avanzan hacia lo introspectivo más que sus anteriores Flors de joglaria y que tienen como particularidad estética la búsqueda de la profundidad, a nadie debería extrañar que dichas composiciones surgiesen de la quietud de la noche y de, sin duda, gran paz espiritual de su creador. Cómo muy bien se pudo comprobar en la presentación en vivo del trabajo, el resultado en conjunto de esta colección, con canciones como “Miro amb els meus ulls”, “Submergit en el riu”, “Una nit als aiguamolls” o “El mag de l’envelat”, en sus dos versiones vocal e instrumental, es de una belleza suprema. Atención también a su labor de compositor de música para un poema de Jacinto Verdauer –“Vora la mar”– y la de versionista inverosímil para conseguir extraer del “Ora, Catalina” de Pau Riba, matices y texturas insospechadas.
En conjunto, esta nueva colección de canciones junto a la ya conocida actitud esteparia de su creador en términos de difusión, colocan a Baró en una dimensión “outsider” alejada absolutamente del “mainstream” pero que le sigue granjeando un respeto y admiración por parte de mucha gente de la que pocos pueden vanagloriarse actualmente. Visto lo visto y oído lo oído, un auténtico disfrute.
JAVIER DE CASTRO.
Trilok Gurtu
Massical
BHM/INDIGO MUSIC
En su nuevo trabajo de estudio, el gran batería y percusionista indio se supera a sí mismo y a su entorno musical más inmediato. Acuña la expresión “massical” para señalar filtraciones populares que vienen del mundo de la música clásica, con Mozart influyendo decisivamente, por ejemplo, en el Bollywood actual. Y se nota que le gusta (hay piezas que demuestran su gran querencia por este género, como “Mumbai shuffle”). También hay otras en las que dispensa sus muy elevados homenajes a Don Cherry (“Seven notes to heaven”) o John McLaughlin (“Kuruksetra”), viejos compañeros de fatigas. Para Trilok Gurtu, cualquier elemento que guarde concordancia con su sagrado eje (Africa-India) vale si se integra con perspectiva propia y disfrutando de hasta la última nota tocada (lo que a la vista del entusiasmo que le pone a todo, nadie duda).
Ha contado una vez más con su viejo amigo Jan Garbarek, que aporta a una balada como “Bridges” ese aliento tan personal de su saxo. También aparece “Etnosur”, dedicada al famoso festival de Alcalá la Real (Jaén), que él ya considera su segunda casa.
Massical es una maravilla sonora de principio a fin, que se merece –y no por tópico– aquello de “música más para disfrutar que para teorizar”. Un trabajo sublime que viene a poner las cosas más complicadas aún a quien se empeñe en poner una frontera reconocible entre el jazz y las músicas del mundo.
GERNOT DUDDA.
Second Coming
Lejos del extraño
BIP BIP
Los valencianos Second Coming son una de esas formaciones nacidas bajo el paraguas de las influencias de los sonidos mod y sesenteros, el problema de muchas de estas bandas es que no saben tomar estas referencias como un “punto de partida” y más bien las consideran un “final de trayecto”. No es el caso de Second Coming, que desde 2003 han evolucionado constantemente hasta conseguir un estilo definido que han plasmado en Lejos del extraño, su tercer larga duración. La banda que lideran los hermanos José y Tony Fayos apuesta por una vigorosa lectura de la psicodelia, alejándose de conceptos miméticos y aproximándose al pop espacial e incluso bailable. Tomen como ejemplo “Sigo sin saber” o el tema que da título al LP.
Second Coming es un grupo que tiene todavía campo por recorrer y margen para mejorar y acabar de perfilar un sonido que de momento les está ofreciendo buenos resultados artísticos. Cuentan con nuestra confianza.
ÀLEX ORÓ.
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REEDICIONES
Loquillo
Balmoral
DRO/WARNER
Al año de su primera edición llega una nueva versión de Balmoral. ¿Demasiado pronto? En absoluto, se trata de un relanzamiento cuidado lleno de suculentos extras que bien pueden interesar tanto al que ya haya disfrutado del disco como al que se acerque a él por primera vez. El disco original añade “Sol” en su remezcla rockera (sí, remezcla pero sumamente interesante) y “Cruzando el paraíso” a dúo con Calamaro. Dos buenos añadidos al ya de por sí excelente disco. Por su parte, el jugoso DVD contiene dos interesantes documentales (uno generoso en duración sobre la grabación del disco y otro más corto sobre el mítico local madrileño que da título al trabajo), los clips rodados hasta el momento para promocionar el álbum y el concierto que Loquillo dio para Radio 3 con cinco temas que suenan a gloria en sus versiones en vivo.
Cuando se editó el año pasado, Balmoral supuso para Loquillo un paso más en su excelsa trayectoria, su primera incursión en solitario dentro del rock. En su día fue un gran disco, tiempo después parece ir confirmándose como un trabajo que podría alcanzar la categoría de clásico con facilidad y esta edición es una buena forma de meterse a fondo en una obra de tal categoría. Disfrutar la música que contiene, fagocitar la información de los documentales y saborear cada una de las canciones que se incluyen en directo supone un rico menú para el que pretenda conocer Balmoral en su integridad. ¿Por pedir? Que se hubiera incluido un concierto completo.
Por cierto, esta nueva edición, de por sí interesante, ayuda a revalorizar la primera tirada limitada que se hizo del disco hace un año –la que se presentaba en formato vertical–, pues temas como “El creyente”, “Tatuados” o la versión en estudio de “Canción del valor” solo se podían localizar en esa primera tirada.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Bee Gees
Odessa
REPRISE
Tras la reedición no hace demasiado de Beegees’ 1st, (1967), Horizontal e Idea (ambos de 1968) en un lujoso pack que recopilaba en formato CD y sonido remasterizado además de numerosos temas extras y abundante información escrita y gráfica suplementaria, los portentosos tres primeros álbumes del quinteto que formaron los hermanos Gibb, nos llega ahora, con idénticos visos de espectacularidad editorial, la que con justicia debería ser considerada su obra cumbre, al menos en lo que refiere a la primera y sin embargo más rica de sus etapas creativas.
Seguramente influenciados por el White album de los Beatles, y por los aires progresivos y conceptuales que empezaron a respirarse por todo el orbe musical occidental a finales de la década, Barry, Robin y Maurice, acompañados ya únicamente de Colin Petersen, puesto que el guitarrista Vince Melouney ya había optado por dejar al grupo, se sacaron de la manga –y de su inmenso talento pop, por supuesto– el doble vinilo de larga duración Odessa, una obra magna de lirismo preciosista con la que el grupo venido de las Antípodas, pretendió –y quizás consiguió, quién sabe– dejar marcado en letras de oro para la posteridad, su nombre. Y a fe que su esfuerzo valió la pena.
Tras poblar las listas de éxitos a ambos lados del Atlántico, con gemas imborrables del calibre de “Massachussets”, “Holyday”, “To love somebody”, “I can’t see nobody”, “World”, “New York’s mining disaster”, “Words”, “I’ve gotta a message to you”, en menos de dos años, al tercero tuvieron la ocurrencia –desfachatez juvenil– de despachar este auténtico desparrame instrumental y, sobre todo, vocal, donde la ampulosidad y exquisitez de sus voces alcanzaron sus cotas expresivas más altas. También las letras, puesto que se inspiraron para varias de las composiciones en muchos aspectos grandilocuentes del Imperio de Su Graciosa Majestad británica, además de otros significativos iconos intelectuales relacionados así mismo con las grandezas pasadas de aquel país históricamente glorioso.
Coincidiendo con el cuarenta aniversario de su lanzamiento, el cofrecito primorosamente forrado en terciopelo carmesí que, a imagen y semejanza de la presentación primigenia original, recoge ahora esta reedición del cuarto álbum de los Bee Gees, recupera las dos ediciones monoaural y estereofónica lanzadas de manera indistinta entonces. Para completar tan suculenta entrega, todos los seguidores incondicionales de la etapa sesentera de los tres hermanos Gibb –incluido quien esto escribe– podremos disfrutar de un CD suplementario con 21 bonus tracks a base de maquetas, tomas alternativas, mezclas diferentes, dos cortes absolutamente inéditos y hasta un spot promocional utilizado en la campaña de lanzamiento del álbum de 1969. También de un cuadernillo de información y fotografías a todo color, un póster y un adhesivo con la tipografía clásica del nombre del grupo que adornaba su batería.
En resumen, una entrega popera de lo más sugestiva que debería hacer las delicias no sólo de sus fieles, sino de cualquier escucha con suficiente sensibilidad para apreciar tamañas joyas pero también para perdonar otros pecados musicales posteriores.
JAVIER DE CASTRO.