«La leva de detractores parece olvidarse de la ductilidad histórica del rock. No hace falta ir muy lejos: Los Diablos y sus inclinaciones por los aromas jamaicanos; las tarantelas castizas de Gabinete Caligari; los devaneos latinos de Los Coyotes. ¿Mestizaje, fusión o libertinaje creativo? Qué más da. Los Planetas eran y son una banda de rock. Antes y ahora. Y como tal suenan. Y como tal construyen sus canciones»
Los Planetas
«Una ópera egipcia»
OCTUBRE/SONY
Pueden entusiasmar o irritar, pero nunca te dejarán indiferente. Cada lanzamiento de Los Planetas es un acontecimiento digno de estudio antropológico. Odios coléricos, tirrias personales enmascaradas en simplezas, sectarismo indie o esforzados ejercicios de librepensamiento. Opiniones para todos los gustos y sistemas nerviosos invaden estos días las curias digitales. Si repelían cuando adaptaban en nuestro idioma la corriente alterna de Spacemen 3, Mercury Rev y Galaxie 500, no hablemos ya del flamenco. ¡Cuánta pretenciosidad, oiga! Sin embargo, la leva de detractores parece olvidarse de la ductilidad histórica del rock. No hace falta ir muy lejos: Los Diablos y sus inclinaciones por los aromas jamaicanos; las tarantelas castizas de Gabinete Caligari; los devaneos latinos de Los Coyotes. ¿Mestizaje, fusión o libertinaje creativo? Qué más da. Los Planetas eran y son una banda de rock. Antes y ahora. Y como tal suenan. Y como tal construyen sus canciones.
Nadie observó hace ocho años que los patrones rítmicos de ‘Dulces sueños’ correspondían a una bulería. Aquella letanía de «Encuentros con entidades» (2002) encajaría bien en cualquiera de los dos discos «oficiales» de flamenco. Llámenlo, si quieren, psicodelia jonda. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Lapso suficiente para profundizar en el camino del tremendismo. Para no estancarse en la insulsez y el agotamiento de «Contra la ley de la gravedad» (2004). Con un pie en la Sevilla de Smash, Veneno y los primeros Triana. El otro, entre Neu! y King Crimson. Así se reinventa el grupo tótem del –cada vez más dudoso– pop alternativo español. Vampirizando seguirillas, sevillanas, colombianas, alegrías, cantiñas, saetas, romeras o malagueñas. En definitiva, lo que jocosamente comentó un sabio de Granada acerca del anticipo del ‘Romance de Juan de Osuna’: ¡un cruce imposible entre los de Klaus Dinger y los Monjes Silos!
«Una ópera egipcia» supone la secuela del ambicioso «La leyenda del espacio» (2007). Para entendernos: su «Hijos del agobio» (Triana, 1977). Veladas en el Sacromonte, reflexiones tóxicas, misticismo lisérgico. Valiente renacimiento que, en esta derivación natural, ahonda en el magma de las relaciones amorosas –el tema planetero por excelencia– e incrementa la creciente espiritualidad coránica de J. El fondo sobre la forma. Sin guitarritas de palo ni quejíos impostados. Insistimos: hablamos de rock progresivo y acibarado. Abren con un instrumental espléndido, a caballo entre el surf y Los Relámpagos (‘La llave de oro’). ¿Cuándo se reconocerán las virtudes de Florent como modulador de sonidos? Como los vinilos, el álbum distingue dos partes. La primera, más pop, llega a levantar sospechas de autoplagio. En especial allí donde aparece La Bien Querida, que rompe el tono general con un dueto a lo Pimpinela (‘No sé cómo te atreves’) y una tecno-sevillana reciclada de La Niña de los Peines (‘La veleta’). La segunda mitad, en cambio, se vuelca en el tormento atmosférico. Y es ahí donde el trabajo crece en intensidad. Mayúsculo Éric Jiménez en la batería y no menos inspirados Florent y Banin en piezas como ‘Atravesando los montes’ o ‘Virgen de la Soledad’. Morente vuelve a sublimar el rock espacial y desquiciado de los granadinos en ‘La Pastora Divina’; seguirilla tradicional en la que se reúne el músculo de «Omega»: Éric y el bajo de Antonio Arias. Como broche, J firma una ristra poética acompasada en secuenciadores que induce posibles horizontes para el futuro. ¿Irán los tiros por esa electrónica que tanto flipa a Florent? Los Planetas continúan buscado su ópera egipcia, su súmmum artístico. No está mal después de dos décadas en órbita.
EDUARDO TÉBAR.
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The White Stripes
«Under great white northern lights»
THIRD MAN/¡POP STOCK!
No es una mala estrategia: El disco en directo de The White Stripes llega en el momento justo, cuando se alzan algunas voces que les acusan de haber agotado su fórmula minimalista y es conveniente una mirada retrospectiva para poner de manifiesto la importancia de su trayectoria. «Under great white northern lights» contiene todos los hits de Jack y Meg White (‘Blue orchid’, ‘Jolene’, ‘Seven nation army’), por lo que funciona estupendamente como recopilatorio de éxitos para quienes les han conocido tarde, y el impecable sonido hace justicia a sus enérgicas actuaciones, pero el as que se guarda en la manga es el impagable documental de Emmett Malloy que captura en imágenes la peculiar gira del dúo por Canadá, que bascula entre los shows en grandes auditorios y los conciertos de carácter gratuito en centros culturales, parques y hasta una bolera. Un retrato ajustado que descubre una faceta inédita de la pareja y que les pone a ras de tierra, lejos del endiosamiento de otras grandes estrellas del rock internacional. La guinda de tan suculento pastel es el texto de presentación del DVD, firmado por el cineasta Jim Jarmusch.
EDUARDO GUILLOT.
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Salif Keita
«La différence»
Universal Music
El Caruso africano cierra brillantemente su trilogía acústica con este digno sucesor de «Moffou» y «M’Bemba», dos trabajos hercúleos que marcaron su regreso a Bamako con la sana intención de ganar proximidad con su pueblo y de cantarle con pie firme al orgullo de su tierra, tan llena de carencias como de riqueza. Pero Keita también se siente a gusto en la francofonía y no pierde ocasión para mostrarse en la portada cual deslumbrante Henri Salvador, tocado de sombrero de ala ancha y todo.
El disco no podía empezar mejor. Se abre con ‘La différence’ –probablemente una de las canciones más directas y contundentes jamás hecha por el malinés–, donde curiosamente canta por primera vez sobre su condición albina, hecho del que nunca tuvo problemas en hablar en sus entrevistas y que le llevó a crear la Fundación Salif Keita para los Albinos. Hace una nueva versión de su propio ‘Folon’, más intimista –y con la guitarra de Bill Frisell de sutil invitado–, para recordar que en Malí todavía le queda mucho camino a la democracia. Y en ‘San ka na’ abre la espita de su maravillosa coral femenina para recordarle a sus paisanos de la orilla del Níger la importancia de cuidar los recursos naturales. Pero lo que más le va a llamar la atención a muchos es la sutil incorporación de elementos musicales de Oriente Próximo en dos o tres piezas del álbum, reconociendo unas influencias no tan palpables a priori en la música del Oeste africano. Cómo no, le acompañan Kante Manfila y Djelly Moussa Kouyate, sus dos guitarristas fetiche.
Un trabajo maravilloso, de principio a fin.
GERNOT DUDDA.
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Fionn Regan
«The Shadow o fan Empire»
HEAVENLY/NUEVOS MEDIOS
En las últimas temporadas hemos asistido a la eclosión de una vigorosa escena folk-pop-rock tanto a nivel internacional como nacional. Podríamos decir incluso que estamos ante una cierta sobresaturación de la oferta, por lo que cada vez es más difícil separar el grano de la paja. Por eso no es de extrañar que haya artistas que, como Dylan hizo en su momento, hayan optado por «electrificarse» como modo de diferenciarse del resto. Es el caso del irlandés Fionn Regan, cuyo anterior trabajo, «The End of History» (2006), recibió grandes elogios por parte de la crítica de medio mundo, que llegó a compararlo con Nick Drake y el mismísimo Dylan. Regan ha dado, efectivamente, un paso al frente pero no ha abandonado la influencia de los cantautores clásicos ya citados. Ha vestido sus canciones con guitarras eléctricas y pianos y se ha rodeado de una banda que le arropa en esta nueva entrega musical. La apuesta le ha salido bien al irlandés, consigue mantener el encanto, la proximidad, la calidez y la belleza de sus letras. Se acerca al country en ‘Genocide Matinee’, a Dylan en ‘The Shadows of an empire’, al pop en ‘Potection Rocket’ y el disco mantiene, en general, un tono brioso, fibrado y hermoso. Habrá que estar atentos a los próximos pasos del irlandés aunque esperemos que no tarde cuatro años en grabar otro disco.
ÀLEX ORÓ.
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She & Him
«Volume Two»
MERGE RECORDS
Cuando uno entra en este disco, porque hay discos en los que se entra y otros que entran en ti, indudablemente abre la puerta a la placidez más absoluta. Vienen críticas que le achacan que no acaba de explotar, pero uno no sabe para que es necesario que las canciones exploten por obligación, como un valor absoluto. Adoptar un tono menor también es emocionante, y más en un momento en que la tensión, el barroquismo, las estructuras laberínticas vuelven a ser moneda corriente en el pop. Y se agradece la búsqueda consciente de naturalidad, de clasicismo, de limpieza.
Porque este «Volume Two’ contiene joyas que no deslumbran pero que son prodigios de sencillez, electricidad desarmada. Tomemos modelos: un lejano parecido en las líneas del estribillo en ‘Me and You’ al ‘It’s my party’ de Lesley Gore se resuelve en la tibieza de las guitarras, en ‘Brand New Shoes’ la canción se desnuda como Holly Golightly desnuda ‘Moon river’ desde su escalera de incendios, dejando en su voz pura y clara vida. Y es que el disco es un pequeño tour por todos los estilos en que la música popular resulta medida y transparente. Tomemos el single, ‘In the sun’, aunque Zooey Deschanel la convierte en maravillosa, casi da rabia que no esté en el repertorio de las Ronettes. Tomemos ‘Over it Over Again’ y estaremos en un punto equidistante entre los Beatles y la Motown, tanto se puede imaginar cantada por las Crystals como por Paul McCartney. Quizás sean las dos mejores canciones.
Y entre medias un ‘Ridin’ in my Car’ –versión de NRBQ– en la que salen coros de Burt Bacharach, un ‘Don’t Look Back’ que en su aire de felicidad recuerda levemente a Sarah Records, la fanfarria y el tono country de ‘Lingering Still’ y la versión del ‘Gonna Get Along Without You Now’ de Skeeter Davis que demuestra que tras la reconstrucción disco de Viola Wills –maravillosa por otra parte– puede seguir siendo una canción enorme sin ningún tipo de adorno.
Puede no ser casual, el disco acaba con una nana de belleza extrema. Quizás sea eso, quizás esta música sólo sea parte de la ensoñación. Así que agradezcamos que no explote. Nos podría devolver a la realidad.
CÉSAR PRIETO.
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Maria Rodés
«Una forma de hablar»
B-CORE
Nueva voz femenina para el panorama del folk-rock español. O no tan nueva. María Rodés debutó discográficamente el año pasado formando parte del dúo Oniric con Andy Poole. Ese trabajo se tituló «Sin técnica» (Cydonia, 2009), una broma de María dirigida a sus profesores de canto, que solían minusvalorar su técnica vocal al cantar. Oniric se disolvió al poco tiempo de editarse el disco y ahora María Rodés nos presenta «Una forma de hablar», su debut para B-Core, un sello que hasta ahora se había especializado en fibrosos sonidos guitarreros.
Ciertamente, María Rodés tiene una manera muy particular de cantar. Murmura, susurra sus composiciones. Las arrastra hasta los territorios que domina. Para algunos, puede recordar a la voz y al estilo de Christina Rosenvinge, aunque algo más minimalista en los arreglos y la producción, que ha corrido a cargo de Ricky Falkner, el productor de moda de la escena musical catalana (Love of Lesbian, Sidonie, The New Raemon, Sanjosex…). No obstante, «Una forma de hablar» tiene un sonido más consistente que «Sin técnica», que desprendía un cierto aire maquetero. Esta entrega de la Rodés tiene piezas tan redondas como la melancólica ‘La nana del agua’ o que enamoran como ‘A lo mejor’. ‘Una forma de hablar’, la canción que da título al disco, es un tema que atrapa gracias a que María juega con elementos como los silencios y las palmas y la tierna ironía de su letra.
En definitiva, un disco sólido que permite a Rodés jugar en la primera división de las damas del folk-rock hispano, una escena musical que no deja de alumbrar nuevas artistas y que corre el peligro de una cierta saturación.
ÀLEX ORÓ.
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Polock
«Getting Down From The Trees»
MUSHROOM PILLOW
Se decía de ellos que eran la gran esperanza pop surgida en Valencia en mucho tiempo, y no era para menos. Los casi imberbes Polock eran capaces de tramar sobre el escenario un espectáculo que se sostenía por sí sólo durante más de una hora –algo que muchos con tres y cuatro discos ni siquiera consiguen– merced a un ilusionante repertorio en el que la alargada sombra de The Strokes, apuntalada en una pericia instrumental heredera de la mejor escuela neoyorquina –los diálogos guitarrísticos de Television eran también parte del menú– se conjugaba con todos los apriorismos que puedan darse cuando hablamos de una banda con enorme potencial comercial. Y a las pruebas de la celebración del Greenspace’08 nos remitimos, cuando hacían sombra a Giulia y los Tellarini y a quien se pusiera por delante.
Casi dos años después, el saldo ofrecido por su primer largo demuestra que los presagios no andaban errados. Y que la grabación del disco en Berlín no ha sido ni mucho menos un capricho. Permutando el acelerado traqueteo de guitarras de los cacareados Strokes por la punzante jovialidad de Phoenix, la banda de Papu y compañía debuta a lo grande con un disco excepcionalmente redondeado, bien pulido en el estudio y plagado de melodías euforizantes, en el que prueban que no sólo saben repetir dianas en forma de singles potenciales (‘High On Life’, ‘Sometimes’, ‘Tangerines & Unicorns’) sino que también derrochan savoir faire cuando bajan el pistón (‘Nice To Meet You’, ‘Not So Well’, ‘Faster Love’). Y tan comerciales como para ser plato de gusto tanto de la generación MTV como de la que ya las ha visto de todos los colores. Una apuesta segura.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
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Kick Out
«Here we go again»
AUTOEDITADO/BARFLY
Punk rock de calidad es lo que ofrece este cuarteto madrileño, en la línea de los mejores Social Distortion o incluso Rancid o The Clash. Afortunadamente estos tipos están bien preparados culturalmente hablando y no tienen absolutamente nada que ver con todas esas bandas pusilánimes de supuesto punk juvenil que piensan que todo el movimiento comenzó con Green Day y Offspring (que tampoco son punk, pero eso es otra historia).
Muy buena producción y presentación, aunque corren los tiempos que corren y desde su web ofrecen la descarga gratuita de este «Here we go again», un adrenalínico compendio de temas inmediatos y naturales entre los que destacan las implacables ‘Summer days’ y ‘Riot city sinners’. La gran virtud del disco es que condesa su enérgica propuesta con una mezcla muy limpia, lo cual les situa en el lugar adecuado para que incluso los ajenos a sus influencias puedan sacar partido a su demoledora propuesta. Los lunes no volverán a ser lo mismo.
JUANJO ORDÁS.
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