Coque Malla
La hora de los gigantes
DRO/WARNER
Siempre es interesante contemplar el crecimiento de los grandes músicos, comprender su madurez. Y, desde luego, Coque Malla lleva años desarrollándose como tal. Los Ronaldos dejaron un gran repertorio y sus aventuras en solitario siempre han sido interesantes, pero su adecuado punto de cocción como autor en solitario llega ahora.
Hubo dos momentos que marcaron una inflexión a nivel creativo en la carrera de Coque. Y no me estoy refiriendo a su primer trabajo en solitario, sino al segundo. Sueños fue un discolibro editado por El Europeo, un volumen intelectual, cargado de información, textos y muy buena música, aunque lo suficientemente experimental como para llegar a desorientar a su propio creador. Pese a ello, hoy día podemos hablar de aquel discolibro como un trabajo de categoría, etéreo aunque definido y onírico. Pero ante todo se trató de una vía para que Malla rompiera corsés y saltara al vacío. La segunda inflexión vino mediante el breve retorno de Los Ronaldos, donde aportó nuevos temas de altura a la resurrección: Maduros pero con el toque juvenil adecuado. Algo indicaba que la mente del creador no estaba parada, que algo tramaba.
Y ahora es el momento en el que se presenta ante el público como rockero maduro, preparado para facturar discos tan memorables como este La hora de los gigantes. Rock adulto, soberanía artistica, Malla se muestra capaz de parir grandes composiciones, de fraguar excelentes ideas y subyugarlas al formato de canción.
Prende la mecha la intensidad de un medio tiempo como “Hasta el final”, Dylaniana y castellana, un perfecto ejercicio de estilo que marca la pauta del sonido orgánico que luce el álbum. Directo, clásico. Rock, pop, música tradicional, soul, referencias que Malla maneja con soltura, material sólo adecuado para un músico vocacional. El acertado single “She’s my baby” le permite batir a las estrellas internacionales de pop sintético y prefabricado con una canción directa, potente y asimilable, mientras que la stoniana –y soul– “Abróchate”, comprime parte del legado de Richards y compañía con astucia y carácter.
El rítmo del disco está cuidado, como si se tratara de un guión perfectamente estudiado: El groove casi funky y negro de “Me olvido de ti” o la reposada y hermosa “Berlín” llegan en su justo momento, exactamente igual que la oscura “Los hombres grises tienen trajes nuevos” (¡con una soberbia interpretación vocal!) o el extenso tema final, el que da título al CD, que clausura la colección con matrícula de honor y cierto regusto inglés.
Y según se suceden las escuchas uno cambia de opinión: El disco cada vez parece mejor, dice más cosas y resulta imposible escoger un tema favorito. Al fin y al cabo hablamos de música cercana, alejada de cinísmos, llena de alma y entrega por parte de su autor y de una banda que entiende perfectamente la dirección de su líder, ayudándole a matizar y centrar una sonoridad, insisto, elegantemente clásica a la que también han contribuido el coproductor Mauro Mietta y José Nortes en los controles, un caballero que es sinónimo de calidad en el estudio. Y a un disco memorable le seguirá, seguro, una gira memorable: con este material nada va a fallarle a Coque.
JUANJO ORDÁS.
Eva Cortés
Como agua entre los dedos
UNIVERSAL
De partida, y para una cantante de jazz, Eva Cortés tiene todos esos ingredientes que, blanco y en botella, la deberían predestinar a unos razonables niveles de éxito: destacados rasgos de personalidad en su voz, unos excelentes músicos ejerciendo de escuderos protectores, un origen exótico (nació en Honduras, vive entre Madrid y París), una vida viajada amén de juventud y hermosura… Pero aún hay “ese algo más”, que no cuesta encontrarlo en canciones como “Te me escapas” o “Azul”, en las que sabe enredarse con gracejo seductor entre los arreglos que ha elaborado para ella el pianista cubano Pepe Rivero. Es importante no olvidar que ella compone letra y música de la mayoría de las canciones, lo que no es muy habitual si la primera imagen que se proyecta de una artista es la de cantante. Aquí los “standards” que se ha animado a hacer –“La vie en rose”, “You don’t know what love is”– parecen serlo más como un guiño natural a su residencia parisina que por el hecho de enfilar su carrera por el repertorio ajeno (lo que a la vista está no necesita). Como corresponde a la ocasión, los músicos son de lujo y parecen intervenir con especial motivación: Piraña, Bobby Martínez, Antonio Serrano, Toño Miguel, Manuel Machado, Mark Mondesir, Yadam, ¡Jerry González!… Nombres que simbolizan un jazz que cada noche cuece a fuego lento (y sin hora de salida) en los recoletos clubes de la capital. Elegante y pizpireto.
GERNOT DUDDA.
Souvenir
Drum, sex and dance
JABALINA
Fieles a la cita, puntuales, el dúo navarro abre cada dos años su caja de música. Y ha tocado ahora su quinta referencia que, si las cuentas no fallan, supone el décimo aniversario de su carrera. En esta ocasión han seguido la estela del brillante 64 –espíritu eléctrico, baile y sensualidad–, no podía ser menos; el sendero estaba tan bien trazado que era una lástima no continuarlo.
Siguen apostando por los paisajes franceses. No sólo es el remedo de Gainsbourg en el título o en la pulsión cálida de la electrónica que conecta “Ta machine” con “Love on the beat”, sino también el desparpajo vocal de “Yelle” que Patricia asume y acoge para cantar cada vez mejor y serpentear entre las máquinas en “A cause de Moi” –que compone ella misma– o en la resplandeciente “Fille d’en face”. Siguen aplicando texturas bailables a las canciones a la manera de los 80 como en “RRR”. O llegan casi al italodisco en “The sun goes out”, su primera canción íntegramente en inglés que quizás sea un guiño a Johan Agebjörn y a su producida Sally Shapiro.
Pero al mismo tiempo derivan hacia dibujos más industriales, más secos y duros. La que da título al disco, la ambientación de “Monkey see monkey do” como si se hubiera maquillado una canción de Joy Division con pinturas de Le Tigre. O el experimento suave, frío y solemne en “De sang froid” que conecta tanto con los 80 como con Ladytron. Se acercan, pues, al electro punk más actual y lo apuntalan con unas guitarras que Jaime pulsa cada vez con más artesanía y que se acercan tanto a Duane Eddy como a Cansei de Ser Sexy.
En resumen, tráfico de influencias, lo que ha sido siempre Souvenir, un relato de cincuenta años de música pop encajado en la elegancia de Jaime Cristóbal y Patricia de la Fuente. De nuevo, para quitarse el sombrero.
CÉSAR PRIETO.
Lenine
Labiata
UNIVERSAL
Que de por sí sea su primer trabajo nuevo en seis años lo convierte en un esperado objeto de devoción. A diferencia de sus obras anteriores, las once canciones de Labiata (nombre dado a un tipo de orquídea, una de sus favoritas) nacieron directamente en el estudio, en un tipo de “work in progress” mantenido con su banda (de hecho la primera vez que cuenta con músicos estables para todo el proceso de elaboración de un disco). Pero lejos de desembocar en un experimentalismo ajeno a su genio narrativo, las canciones son absolutamente puras, genuinas y conmovedoras. Hace años alguien inventó aquella memez de la MPB (música popular brasileña) para preservarla de vaya usted a saber qué. Dieciséis años después de su debut, Lenine demuestra que es un creador infalible y esencial en el mapa actual de la música brasileña; perfectamente alineado con gente como Paulinho Moska o Arnaldo Antunes (quien de hecho colabora en un par de temas, “O céu é muito” y “Excesso Exceto”). Todos ellos forjaron su preciadísima personalidad precisamente con esa “mixtura” de elementos que hacen todavía más complicada una definición cerrada para su propuesta. Los escépticos –si los hay– tienen una oportunidad para convencerse en el concierto que dará en Madrid este próximo 25 de marzo.
GERNOT DUDDA.
Daniel Merino
Malos tragos
LA CASA CON RUEDAS
Hay discos que prometen más de lo que ofrecen, y este Malos tragos es uno de ellos. Sí, porque el rockero Daniel Merino (Barakaldo, 1975) tiene maneras, una voz personal que sabe emplear con soltura, escribe estupendas melodías y a la brillante producción de este su segundo trabajo pocos peros se le pueden poner. Sin embargo, las letras caen con demasiada facilidad en lugares comunes, en historias de chicas rubias y chicos despechados, y así, a estas alturas, es difícil convencer y menos conmover.
Pese a ello, “El túnel” es una canción perfecta, con una melodía arrebatadora y un estribillo demoledor, imposible no escucharla varias veces, aunque, ay, el resto de la letra es bastante tópica. También sale bien librado en el country de “Vuelve a casa”, en la muy Secretos “No cambiaré por ti” y en la simpática “La princesa y el mendigo”.
Si Merino lograra rubricar textos de mayor profundidad poética y encontrara argumentos narrativos más imaginativos, nos encontraríamos ante un gran disco. Por ahora, lo dicho, promete. Veremos qué sucede en próximas entregas.
JUAN PUCHADES.
Para consultar el Rockola de la semana pasada, pincha aquí.