Scott Weiland
Happy in galoshes
SOFTDRIVE RECORDS
Como autor, Scott Weiland siempre ha estado influido por el rock inglés. Quizá en su etapa como vocalista de Velvet Revolver dicha premisa resultara menos evidente, pero como vocalista de los recientemente reunidos Stone Temple Pilots la mezcolanza entre sonidos propios de Led Zeppelin y melodías Beatles marcaron buena parte de su producción.
No obstante, para poder disfrutar de Happy in galoshes como el disco merece es importante olvidar sus experiencia grupales, incluso su primera incursión en solitario. Una vez libre de anclajes el oyente podrá ser capaz de bucear en una obra más que interesante, un vistazo a las influencias de juventud por parte de un rockero maduro, amado y odiado pero con una personalidad forjada tras años difíciles que marcan su estampa de maldito. Weiland es uno de los últimos dioses del rock, una deidad que decidió coronarse a sí misma, evocando a su propia persona como divinidad y hay que reconocer que con motivos: Posee una voz personal, en escena es casi imbatible y el tipo firma temas notables.
Happy in galoshes es un cruce de caminos entre el White album y Aladdin sane, un trabajo sensible, ecléctico, en el que el vocalista se enzarza en temas variados, intensos e incluso emocionales. Producción justa, adecuada, confortable y detallada pero sin sobreproducción. Canciones de líneas melódicas que parecen provenir de viejos vinilos, letras confesionales y sentimentales en un disco que sitúa a Weiland en coordenadas ajenas a su habitual repertorio pero absolutamente validas. Sí, un americano ha grabado el disco de rock inglés que Inglaterra y el mundo llevaba esperando desde hace años.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Tim Ries
Stones world (The Rolling Stones Project II)
SUNNY SIDE/KARONTE
Tim Ries es saxofonista veterano y ha participado en infinidad de sesiones con patrones a cada cual más ilustre (cuenta con un Grammy, ganado con una grabación de big band de Joe Henderson). Pero ha participado, también a sueldo, en las últimas giras de los Stones, lo que le ha puesto en bandeja las mejores ciudades del planeta. Lejos de holgazanear en su camerino mientras esperaba la hora de probar sonido, tuvo la ambición suficiente de visualizar su propio proyecto: llevar al jazz algunas de las más reconocidas canciones de sus nuevos jefes, con la idiosincrasia (y músicos) propia de los sitios que cada “leg” de la gira le fuera llevando: Tokio, París, Lisboa, Madrid, Los Ángeles, Detroit, Puerto Rico, Brasil… Contó además con la simpatía y participación de los propios Stones, lo que lo convierte en algo muy apetecible para fans.
En Los Ángeles, Mick Jagger tocó la armónica en “Hey negrita”, que contó con sus colegas Charlie Watts y Ronnie Wood y otros músicos de su banda, como Bernard Fowler o Chuck Leavell, que se vieron rodeados de vocalistas y percusionistas africanos. En Tokio, Keith Richards dejó su laxa pero efectiva impronta en “Baby break it down” y “A funky number” (el único tema escrito por el propio Ries), y bajo la atenta mirada del gran Minako Yoshida. En París, Charlie Watts ni se inmutó por el asfixiante calor que sufrieron durante la grabación de “Fool to cry” y “Miss you”, en un estudio carente de aire acondicionado (¡eso sí es tener flema!).
Hasta 72 músicos fueron empleados en todas las sesiones, y muchos de ellos tan reconocibles como Eddie Palmieri (que ejerció de reputado asesor en la muy salsera “Under my thumb”) o Milton Nascimento (que se canta un “Lady Jane” con nota digna de mención). En la parte madrileña llama la atención el zapateado de Sara Baras en “Jumpin’ jack flash”, con la participación flamenca de toda su compañía y posteriores añadidos neoyorquinos. Pero lo mejor del proyecto queda para “You can’t always get what you want”, un espléndido instrumental que Tim Ries no pudo incluir en Life changes, el álbum que compartió con el trombonista Michael Davis, Bill Frisell, Jack DeJohnette y otros músicos de su orbe neoyorquino.
No es el disco de jazz del año, pero el tremendo esfuerzo con el que ha sido creado despierta una curiosidad que sin duda tira de uno merecidamente.
GERNOT DUDDA.
Nick Garrie
49 Arlington Gardens
ELEFANT
En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a sonados regresos de artistas y grupos que fueron importantes en los sesenta y los setenta. Pasada esta primera oleada, llega el turno de solistas y conjuntos con áurea de “malditos”. Es el caso de Nick Garrie, trovador lisérgico conocido por haber grabado en 1969 The nightmare of J.B Stasnislas, un disco editado por la disquera francesa AZ del cual poquísimas copias llegaron a las tiendas, convirtiéndose así en una codiciada pieza de culto.
Cuarenta años después, Nick Garrie regresa con 49 Arlington Gardens, una colección de canciones de delicada factura. En este “comeback”, Garrie ha sido arropado por músicos de la órbita de Teenage Fan Club, BMX Bandits, Travis… Es decir, la “creme de la creme” del pop escocés. Ciertamente, 49 Arlington Gardens desprende esa melancolía de las producciones de muchas bandas escocesas, en las que el pop se cruza con el country folk y, en el caso de Garrie, con sus querencias francesas. Los arreglos y las armonías son de ensueño y las letras dulces y epatantes. Todo ello contribuye a que este sea un disco de agradable escucha que debería servir para recuperar para siempre a Nick Garrie, aunque mucho nos tememos que continuará siendo un artista para minorías.
ÀLEX ORÓ.
Dub Colossus
A town called Addis
REAL WORD/RESISTENCIA
Dub Colossus es el proyecto de Nick Page, fundador de Transglobal Underground y componente de Temple of Sound, otra importante banda seminal del llamado ethno-techno. Fascinado por el riquísimo subsuelo musical etíope, decidió viajar a su capital, Addis Abeba, y tratar de dar con el eslabón perdido que ensambla el dub y el reggae jamaicanos con la música tradicional local, que responde por el nombre de Azmari.
Desde mucho antes de la caída del emperador Haile Selassie, Etiopía conforma un importantísimo hecho diferencial respecto del resto de la música africana. Y Page supo encontrar en esta grabación de campo esa conexión que le llevó derechito a los hipnóticos grooves que en los 70 estaban a la vuelta (o no) de los singles de Lee “Scratch” Perry o de cualquiera de aquellas maravillas de Trojan o Island, por ejemplo. Para lograrlo, se apoyó en instrumentos como el krar (arpa tradicional), la flauta o el messengo (violín de una sola cuerda), manejados diestramente por importantísimos músicos locales, muchos de los cuales regresarían con él a Bath para completar las sesiones con todo el lujo de los estudios Real World. Como el veterano Bahta Gerbrehiwot o el gran Feleke Hailu, cuyo padre ya trabajó con el legendario Mahmoud Ahmed. O divas como Tsedenia Gebremarkos, Sintayehu “Mimi” Zenebe (la Edith Piaf etíope) o Teremag Weretow, dueña de una impactante voz lastimera.
Esa delirante mezcla entre el Farfisa en clave telúrica, esos saxos dislocados, el bombeo del bajo y esas voces etéreas producen un extraño efecto de alienígenas con el mismo color que el rocoso paisaje de la meseta. Inducen a un indescriptible estado hipnagógico.
GERNOT DUDDA.
Hank Williams III
Damn right, rebel proud
CURB RECORDS
La tarea que Hank Williams III está realizando en el country es digna de encomio. Fiel a sus raíces, el nieto de Hank Williams carga, quizá inconscientemente, con la responsabilidad de remozar y revitalizar un género partiendo de una reubicación contextual. Estamos en 2008 y Williams III entiende que es un buen momento para defecar sobre el Grand Ole Opry y reivindicar a un punk como GG Allin. Perfecto. Pero no sólo por su situación temporal, sino por sus maneras. Este tipo sabe cómo encender las cuerdas y prender fuego a sus canciones, con el espíritu de un «song writter».
El componente romántico existe, eso está claro. Estamos hablando de un familiar directo de una leyenda, de un tipo que se siente un verdadero fuera de la ley que poco tiene que ver con el country pop. Pero no es óbice para desdeñar su obra, especialmente si tenemos en cuenta que Damn right, rebel proud es un gran disco en el que las leyendas sobre supervivientes de bar, resacas y olvidos vuelven a cobrar vida. Caliente y abrasador, salvo alguna tierna parada en el camino, la vereda por la que transcurre es ardiente, una autopista en llamas con aroma clásico. Hank Williams III hace honor a su estirpe con un disco de country puro que, si no fuera por su necesaria y moderna temática, bien podría haber sido parido en los años dorados de la música de forajidos.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
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REEDICIONES Y RECOPILATORIOS
Varios
Ibérico jazz. Las producciones de Antoliano Toldos 1967/1972
VAMPISOUL
En España hay una gran afición por el jazz. Cada año se celebran decenas de festivales, hay sellos discográficos especializados y músicos como Carles Benavent, Jorge Pardo o Perico Sambeat son reconocidos internacionalmente. Pero para llegar a esta situación, propia de una sociedad más o menos avanzada, se ha tenido que cruzar un desierto de incomprensión cultural y fracasos comerciales. Por eso, resulta extraordinariamente agradable descubrir que en la España del desarrollismo, del ye-yé, de los cantautores y las folclóricas también hubo quien aposto por el jazz más vanguardista. Prueba de ello es Ibérico jazz, un disco (editado en CD y vinilo) que recopila los mejores cortes grabados por el sello Calandria entre 1967 y 1972.
Calandria era una discográfica dirigida por Antoliano Toldos, un compositor y productor bregado en la música orquestal de baile más comercial de principios de los sesenta y la composición de cortes para las cartas de ajuste de TVE. A finales de la década, Toldos contó con la colaboración de instrumentistas emergentes como Pedro Iturralde o Manolo Gas para grabar una colección de singles de jazz que son los incluidos en el disco.
Toldos grabó un poco de todo: jazz bailable, que no tiene nada que envidiar a los temas incluidos en cualquiera de los volúmenes recopilaciones de prestigio como Mojo Club Dancefloor Jazz (“Opaco” e “Ibérico jazz”); bebop (“Jazz a las 3”), momentos absolutamente cool (“Nocturno jazz”)… firmados por formaciones como Quinteto Montelirio, Quinteto Diamond, Toldos y su Grupo, Conjunto Estif o Conjunto Segalí, combos que suenan absolutamente contemporáneos y modernos pese a grabar sus discos hace ya más de treinta años. En Ibérico jazz, Vampisoul rescata del olvido unos sonidos que merecen tener su propia página en la historia del jazz español.
ÀLEX ORÓ.
José María Granados
Guárdame un sitio
ROCK INDIANA
Ahora que la carrera de Mamá parece estar a punto de reactivarse es un buen momento para recordar la obra en solitario de José María Granados y su pop elegante, sin complejos y cristalino.
Guárdame un sitio recopila algunas de las grandes canciones que incluyó en sus cuatro discos en solitario desde que decidiera regresar en 2001. Un regreso que fue modesto, como lo es la producción de cada una de las canciones aquí compiladas, ajustada pero certera. La genialidad de este autor es que la economía de medios no es más que un leve obstáculo, pues cuando las canciones gozan de una estructura sólida el armazón no deja de ser más que prescindible. Junto a dos temas inéditos, otro de nuestros arquitectos sonoros (hace poco mi compañero Juan Puchades reflejó con justicia al gran Guzmán) presenta esta bonita colección de canciones facilmente asimilables, de difícil composición y perfecta melodía.
La sensibilidad de Granados a la hora de contar –y rematar– historias es sublime, madura y posiblemente ganaría más con una producción que se ajustara más a la madurez que demuestra como autor, aunque esas guitarras de acordes limpios se antojan adictivas. Esperemos que el regreso de Mamá no le impida seguir regalándonos canciones en solitario. Y si te gusta esta muestra, a por los discos completos, que Rock Indiana los vende a sólo cinco euros.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Los Sirex
Los Sirex gritan!
THE SPANISH INQUISITION RECORDINGS
Este vinilo de extraña procedencia –muy probablemente se trate de un pirata en toda regla– se interna en el repertorio más rockero –rhythmanblusero, sería más acertado– de Los Sirex, la gran banda barcelonesa de los sesenta. Se trata de algunas de sus primeras grabaciones remasterizadas y que sirven, una vez más, para comprobar cómo Leslie, Holgado y el resto del grupo eran una máquina perfectamente conjuntada que desplegaba con poderío su sonido propio y característico, muy por encima del de la mayor parte de formaciones de la época y de los que mejor han aguantado el paso del tiempo; quizá por ello, Los Sirex todavía siguen, más o menos, en activo.
Es una experiencia deliciosa dejarse seducir una vez más por canciones como “El tren de la costa”, “Qué haces aquí”, “El tranvía”, “La ratita” (otra prueba de primigenio flamenco-rock), “Yo grito” o “Faldas cortas, piernas largas” (qué letra más tonta, ¡pero menuda melodía y arreglos!). Aunque, seamos sinceros, este LP no aporta mucho más que el placer de poseer otro vinilo de Los Sirex, ¡lo que para sus seguidores no es poca cosa! ¡Ah, el jodido coleccionismo enfermo!
JUAN PUCHADES.
Miles Davis
Kind of blue (50th anniversary)
SONY BMG
Impresionante reedición en formato de lujo de una de las obras más míticas de Miles Davis. Kind of blue marcó una época, remodeló el panorama jazzero y dibujó nuevos horizontes, todo en 1959. Davis llevaría su visión musical aún más allá de lo sellado en los surcos del álbum que nos ocupa aunque lo hiciera tomando derroteros radicalmente diferentes a los esgrimidos en esta obra clave. Bitches brew y su trabajo en los años 70 abrirían la veda de la fusión, pero la apertura de miras, el ensanchamiento de libertades artísticas, de la improvisación libre la marcó esta, su obra más paradigmática. Un ejercicio libre del genio humano de un creador insaciable, presa de las musas y del esfuerzo en un disco que rezuma corsés rotos mediante el vuelo de los instrumentos en un orden casi místico.
Esta edición de lujo encontramos el LP original en vinilo azul de 180 gramos, así como un doble CD conteniendo de nuevo el disco más piezas inéditas de las mismas sesiones y tomas alternativas –casi como estar presente en tan mítica grabación. Además, todo esto se complementa con un DVD (¡con subtítulos en castellano!) y un precioso libro de sesenta páginas con fotos de la época y textos documentales (amén de complementos de memorabilia). La edición definitiva.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.