Fabián
Adiós, tormenta
VICIOUS RECORDS
El presente 2009 no está trayendo la mejor cosecha en lo que se refiere a rock y pop español. Según avanza el año, pocas obras parecen meritorias de recuerdo, por eso, cuando un disco alcanza una merecida matrícula de honor hay que celebrarlo por todo lo alto. Adios, tormenta es el segundo trabajo discográfico de Fabián, ese cantautor de León que con su primer disco apuntó maneras pero que con este avanza kilómetros respecto a su anterior propuesta, desmarcándose de todos los primos lejanos de Quique González que (con menor o mayor fortuna) invaden el actual panorama.
La principal virtud de Fabián es que ha logrado lo que cualquier músico español debería conseguir, esto es dar con una fórmula que, aún bebiendo del rock de autor anglosajón, funcione en territorio español, con espíritu autóctono ibérico. Todo un mérito. Adiós, tormenta es un disco cargado de melancolía, un trabajo que uno se imagina sonando en El Puerto de Santa María, en Soria, en los prados de Asturias, en Madrid o frente al mar de sol caído. Suena otoñal, pero también nocturno… ¡Atemporal a fin de cuentas!
Estamos ante un trabajo musical hermoso, que sacrifica la perfección a favor de la calidez. Y sí, está grabado con economía de medios, ¡pero qué bien suena! ¡Qué bien aprovechado está el espacio a nivel sonoro! Cada canción es nutritiva de por sí, con mimbres perfectamente entrelazados, un ejemplo de artesanía, un disco rico, que por momentos parece incapaz de contener tanta emoción, tanto sentimiento. Es complejo citar un solo tema, sublime versión de Calamaro incluida.
El guión de la obra está claro desde el principio: Susurro emotivo (“Atardeceres”), íntimo (“Palabras raras”) y poético (“Lugares”). Dylan y Young se cruzan en un disco eminentemente acústico y pausado, para degustar con calma, en introspección personal. Tal es la magnitud, tal es la forma en que desborda al oyente con su sensibilidad que Adiós, tormenta es fundamental para comprender hacia dónde debería ir el folk rock español, para darnos cuenta de que en estos tiempos de crisis (económica y discográfica) el ingenio y la creatividad de un verdadero músico son armas suficientes para abrirse paso. Sensacional.
JUANJO ORDÁS.
Jeremy Jay
Slow dance
K RECORDS/GREEN UFOS
Uno echa a faltar, de repente, una figura que en el mundo del pop resulta, si lo piensas, esporádica, casi ausente: La de ese cantautor juvenil que con tejanos, guitarra y camiseta se integra en su época sin reverenciarla demasiado y picotea de aquí y de allá sin complejos. Eso es lo que fueron Steve Forbet o Phil Seymour, eso es lo que representa Mika, eso es lo que defendió siempre Chris Isaak del que Jeremy Jay toma el acorde inicial de “Wicked game” para abrir “Conter conter”, llena después de alma sentimental y western oscuro.
Apenas nada más hay de su paisano de California, y si se tuviera que adscribir este segundo disco largo de Jeremy Jay a algunas influencias serían básicamente europeas. El tono de las canciones cercano al Bowie más folk en “Whe whrere there” o al más ochentero y preciso en el diseño de atmósferas para discotecas en la canción que da título al disco. También The Smiths dejan su huella y en los gorgoritos que cierran “Where could we go tonight” parece que Morrissey le haya ocupado la garganta.
En su contra, quizás, cierta pretenciosidad que lo aleja de ese espíritu juvenil, en su favor, que sabe tratar a las canciones con emoción y amplitud de registros. Así la aparentemente menor “Slow dance 2” es atravesada por un piano sobrio y preciso y por una voz llena de recovecos y luminosidad que la acerca a los 50. Y «Winter gonder» es una canción de charcos otoñales en la que las palabras hacen de viento.
Y al mismo tiempo, el añadido en la edición española del EP «Love everlasting» permite comprobar que no tiene empacho en jugar con guitarras reggae en «Lite deam» o con aires japoneses en la vanguardista “Jet stream”, lejana y fría, como si Ryiuchi Sakamoto usara guitarras. Así que siendo este un disco magnífico, todavía se adivina que el artista está destinado a crecer mucho más.
CÉSAR PRIETO.
Loreena McKennitt
A Mummers’ dance through Ireland…
QUINLAN ROAD/UNIVERSAL
Aunque no ofrece ningún material nuevo –salvo ese “remix” de “The Mummer’s dance”–, éste es realmente el disco que los fans esperaban alguna vez de Loreena McKennitt: la posibilidad de tener reunidas, en un solo volumen, todas las piezas de su carrera relacionadas con el folclore irlandés. De hecho esta edición sólo estaba disponible hasta el momento a través de la propia web de Quinlan Road, su sello discográfico.
Son canciones muy representativas del horizonte local irlandés –que ella extrapola de forma tan sublime a una “realidad atlántica” superior–, y que en más de un caso se han hecho célebres a través de sus propias adaptaciones y arreglos. Títulos maravillosos como “Bonny Portmore”, “Huron Beltane fire dance”, “She moved through the fair” o “Never-ending Road (Amhrán duit)”. Los que ya conocieran las sofisticadas versiones que ella ha llevado recientemente en sus directos –como en su célebre concierto de La Alhambra–, van a reencontrarse aquí con el origen sencillo y prístino que tenían en estudio. Una buena forma de ver también la evolución de la canadiense, realmente una mujer muy fiel a sí misma y a esa mezcla de realidad y leyenda que siempre nos transmite con sus canciones. Aquí encarnándose en la figura de los Mummer’s, aquellas troupes de comediantes que recorrían Irlanda de pub en pub llevando la diversión y el misterio en sus representaciones. Un disco esencial.
GERNOT DUDDA.
Cool Frog
Inlet
ROCK INDIANA
De las infinitas clasificaciones en las que el melómano puede incluir un disco de su colección, hay una que, por su simpleza, puede pasar inadvertida. Se trata de la categoría “disco que te da el pildorazo por la mañana” o lo que es lo mismo, aquellas rodajas sonoras que te alegran el día. Inlet, el segundo trabajo del trío de Cerdanyola del Vallès Cool Frog, es uno de estos discos.
Los Cool Frog no engañan. Sus referentes sonoros son el punk, el power pop y la new wave, por lo que la totalidad de las once canciones de este CD están supervitaminadas con lo mejor de estos géneros. The Jam, Graham Parker, The Vapors, por citar sólo algunos nombres fácilmente rastreables en el universo sonoro del trío catalán, están presentes en este disco, que suena poderoso, afilado y enérgico. El grupo califica su estilo como “power wave” y realmente no es una apuesta novedosa pero te lo hace pasar bien. Y eso no es poca cosa.
ÀLEX ORÓ.
George Harrison
Let it roll
EMI
Más que digno recopilatorio dedicado a una figura tan esencial como fue George Harrison. Tanto con los Beatles como en solitario siempre mostró un carácter y personalidad que hacían de él un músico único, sin cuyas contribuciones el catálogo de los de Liverpool atesoraría menos calidad: No nos olvidemos, Harrison no solo escribió algunos de los temas más emblemáticos de la banda (“Here comes the sun” y “As my guitar gently weeps” entre otros), sino que su pericia instrumental como guitarrista ayudó a aportar los mimbres que engrandecerían míticas canciones de los ingleses como “Come together” o “I feel fine”. No era un virtuoso pero sí dueño de su sonido, algo que pocos pueden decir.
Let it roll hace justicia a las múltiples facetas que Harrison cultivó a nivel musical. El humanitario (con su bien intencionado concierto por Bangladesh), el rockero, el arquitecto pop (qué hermosa “My sweet lord lord”) y el explorador musical (Brian Jones y él fueron las primeras estrellas occidentales de rock y pop interesadas por la música étnica e india –aunque dicha vertiente ha sido un tanto arrinconada en la selección–). El recorrido que plantea esta colección hace parada en algunos de los momentos fundamentales dentro de su repertorio, extrayéndose la parte perteneciente al cancionero Beatle del citado concierto en Bangladesh (escollos legales de por medio) y, eso sí, sin hacer parada en los Traveling Wilburys, el supergrupo que formó en su día junto a Dylan, Lynne, Petty y Orbison (otra vez las licencias). En cualquiera de los casos, el optimismo de Harrison, sus melódicos solos y la alegría que destilaba queda patente en Let it roll. Hermosa portada, buen contenido gráfico y escasos créditos (¡es fundamental saber a qué disco pertenece cada canción y quién colabora en ella!) rematan una obra lujosamente remasterizada que ilustra gran parte de una vida dedicada a la artesanía musical.
JUANJO ORDÁS.
Abe Rábade
Piano solo
NUBA/KARONTE
El pianista gallego prosigue su impecable carrera en pos, una vez más, de un jazz espiritual que esta vez le permite conexiones con otras disciplinas. Las once piezas de este trabajo fueron concebidas originalmente para acompañar el espectáculo Jazzia, una síntesis de jazz y magia que el propio Rábade y el ilusionista Kiko Pastur han llegado a representar juntos. Esto conlleva un romanticismo clásico que entronca con la época en la que los pianistas amenizaban las funciones de cine.
En términos de puesta en escena, sus seguidores van a echar a faltar el monumental 3D de su septeto como Ghu! Project –que es de donde él viene ahora–, pero se van a reencontrar con el igualmente maravilloso Rábade de los detalles y los recovecos. Sumamente delicado y sutil. Gozoso en las distancias cortas. Pero tampoco hay que fiarse del todo: en “Booguie bogui”, por ejemplo, recuerda con ese final tan “a lo piano preparado” que esto no deja de ser jazz y que si hay que servir de vez en cuando un inesperado y explícito golpe de efecto, para eso está él. Cada canción viene acompañada de una frase que sustenta el “background” personal que Abe Rábade utiliza en cada caso como idea de partida.
El trabajo, qué duda cabe, funciona perfectamente por sí solo, sin el necesario trasfondo mágicoo. Aunque a medida que te adentras en él, aumenta nuestra curiosidad sobre cómo sería también completo, en toda su dimensión mágica original.
GERNOT DUDDA.