John Mellencamp
Life death love and freedom
HEAR/UNIVERSAL
Compuesto en quince días, Life death love and freedom
parece grabado de tirón, sin grandes aspavientos, con lo básico, sin
necesidad de darle muchas vueltas, capturando un sonido natural que
arrope unas canciones directas que hablan, como evidencia el título, de
vida, muerte, amor y libertad. Para que el resultado sea tan diáfano, o
crudo, según se mire, Mellencamp ha contado con un viejo amigo en las
labores de producción, el músico T Bone Burnett, quien el año pasado se
puso una medalla al mérito sonoro al bordar el Raising sand que unió a
Robert Plant con Alison Krauss (y que como siga por este camino, va a
comenzar a cotizar a la misma altura que Rick Rubin).
En todo
caso, parece que John Mellencamp está en un punto en el que no se anda
con rodeos: en sus últimas entrevistas echa pestes de la industria
discográfica y se suma a la oleada de músicos que defienden el sonido
del vinilo frente al del CD –que, por cierto, está muy bien, pero ya podían
haber alzado todos la voz hace 15 años– y explica que en este álbum ha
tratado de recuperar esa esencia que daban los discos antes de la Era
del CD. Y funciona, Burnett y él han logrado una sonoridad desoladora,
tranquila, en la que el rockero parece más interesado por lo
tradicional que por la electricidad y los himnos para ser coreados. Su
voz arenosa se arrastra, susurra al micrófono en compañía de la mínima
instrumentación. Así, canciones como “Longest days” (sólo un par de
guitarras y un melódica) o “Whithout a shot” resultan estremecedoras.
Pero también hay sitio para las buenas vibraciones y el ritmo, como en
“My sweet love”.
Un disco no demasiado amable, denso y oscuro
pero mordiente, de los que van calando poco a poco y que de ningún modo
merece pasar desapercibido, aunque ya sabemos que John Mellencamp nunca
ha contado con demasiados devotos en nuestro país. Pero esta es una
gran oportunidad para acercarse a él pues estamos ante la que
probablemente sea su mejor obra, y una de las esenciales de este año.
JUAN PUCHADES.
Le Punk
Mátame
LA FÁBRICA DE CHOCOLATE/WARNER
Por
fin lo hicieron. Le Punk se libraron de gran parte de su bagaje
folclórico europeísta para caer en las manos del pop. En su anterior
trabajo, precisamente cuando más brillaban era cuando la influencia de
Goran Bregovic era eliminada en favor del descaro crápula. Bien, eso es
a lo que se han dedicado a hacer en Mátame: canciones de pop,
rock, directas a la memoria. Reducidos a cuarteto tras la espantada de
dos de sus miembros, más de uno creíamos que los metales y teclados
dejarían de ser condimento indispensable en el guiso, pero no ha sido
así, y ahí siguen apoyando canciones extraordinarias que reciben bien
arreglos pero que también podrían sostenerse sobre sus fornidas patas.
Lo más emocionante de todo es que ya podemos hablar de un “sonido Le
Punk”. Su rock tabernario, cabaretero y europeista ya es propiedad
registrada: guitarras crujientes y dolorosas, la áspera voz de Alfredo
Fernández y juegos teatrales y tragicómicos. Las calles de Berlín,
París, Praga o Madrid podrían ser el marco ideal para “Mátame”. El
hermoso sonido de la derrota superada, la ironía del que sabe perder
para ganar, la banda sonora de una cantina llena de nobles bandidos.
Suenan más limpios que nunca (la mano del productor Juan de Dios, de
Deluxe, se nota lo suyo) y quizá sea esta su gran ocasión para llegar a
un público más amplio. Al fin y al cabo calidad nunca ha estado reñida
con popularidad, ahí tenemos a Pereza, Bunbury o Amaral entreteniendo
al vulgo con grandes conciertos y a estos chicos hits no les faltan. Es
más, tienen una capacidad casi innata para mezclar la intrascendencia
de la filosofía de la resaca con verdaderas declaraciones políticas y
humanistas. Una mezcolanza curiosa que no deja de lado sus numerosas
señas de identidad. Ahora solo necesitan que sean cada vez más los que
les presten atención. No somos pocos sus seguidores pero ¡qué bien
funcionarían a gran escala!
Bunbury llévatelos de teloneros, hombre.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Jackson Browne
Time the conqueror
INSIDE/NAÏVE
El
tiempo corre de forma desigual para el creador de “Running on empty”.
Mientras la foto de portada revela con señales que el eterno querubín
del flequillo ya tiene 60 años, su voz sigue mostrándose tan fresca,
cálida y reconocible como siempre. De la misma manera, sus canciones
también parecen despertar desiguales pasiones: quienes le ven venir no
parecen estar muy de acuerdo en que el rey de los medios tiempos y
compositor de bellísimas canciones de amor dedique tanto espacio en un
disco a sus ideas políticas.
Time the conqueror es su
primer trabajo nuevo en seis años (y el primero de estudio “no
multinacional”), hecho que arranca un primer escalofrío de emoción nada
más escucharle cantar la primera nota. Con el imprescindible apoyo de
su banda, Jackson Browne cuida hasta el último detalle las cuestiones
narrativas, que sabe yuxtaponer con mucha clase a la mera condición de
cantautor. Le acompañan en la aventura los mismos músicos con los que
ha estado rulando en los últimos 15 años: Kevin McCormick (bajo), Mark
Goldenberg (guitarras), Mauricio “Fritz” Lewak (batería) y Jeff Young
(teclados y coros). Pero atención (¡novedad!): incorpora a dos
vocalistas femeninas para que le hagan coros, lo que en canciones como
“The drums of war” o “Giving that heaven away” le acerca a lo que en
este sentido suele hacer gente como Roger Waters o Leonard Cohen.
Otra novedad: en “Live nude cabaret” rompe con su mito de artista de
clara sensibilidad femenina. Al igual que los últimos Steely Dan, le
canta aquí a las tribulaciones morales de un maduro hombre de familia.
Respecto a los nuevos contenidos de su “libro rojo”, éstos hay que
buscarlos en “The drums of war” (inútil guerra de Irak, una y otra
vez), en la larga y rocosa (pero intensa) “Where were you?” (tirón de
orejas a Bush Jr. por su pasividad en el desastre del Katrina), la
genial “Going down to Cuba” (¿por qué seguimos con el embargo?) y “Off
of wonderland” (homenaje a John Lennon: en los 60 vivíamos mejor).
Por lo general, con o sin panfleto, se trata de un trabajo
sencillamente delicioso que no deja de aportar nuevos clásicos propios
a su carrera (“Going down to Cuba”, “Just say yeah”, por ejemplo);
brochazos de oro que aspiran a esa condición de “evergreen” que no está
en la mano de muchos músicos conseguir. Tendremos ocasión de
comprobarlo personalmente el próximo año, cuando venga por aquí de gira
en mayo.
GERNOT DUDDA.
The Cure
4:13 dream
GEFFEN
The
Cure vienen a ser como una de tantas bandas paradigmáticas de un
género: hacen siempre lo mismo y siempre gusta. Nadie quiere novedades
de ellos, sino canciones oscuras, atmosféricas, luminosas incluso,
opresivas si es necesario, pero siempre melancólicas. Al fin y al cabo
es lo que mejor saben hacer aunque la inspiración no siempre haya
estado de su lado. No obstante, es justo decir que se trata de una
banda cuya trayectoria supera los treinta años y que envejece con
dignidad y en buena forma. Llevan diez años encadenando trabajos
destacables y 4:13 dream no es una excepción. Aquí hay muy buen
material e incluso novedades, pues trabajando como cuarteto las
canciones se resuelven de forma más concisa y quizá resultando menos
sobrecargadas. No es que sean particularmente accesibles ni que se haya
disminuido la carga de información sonora por tema, las canciones
siguen estando bien condimentadas para asegurar nuevos detalles escucha
tras escucha, pero se aprecia cierta saludable ligereza.
Esta
vez Robert Smith ha metido mano en la producción y ha hecho que las
canciones luzcan, pero sobre todo que se aparten de la claustrofobia y
robustez que el productor Ross Robinson aportó a su anterior trabajo.
Él conoce mejor que nadie a su criatura y hace bien en gestionar la
obra en su complejidad, aunque eso implique más quebraderos de cabeza
(componer, ejecutar, ordenar y dirigir no es sencillo menester). De
todos modos, el esfuerzo ha merecido la pena, Smith puede estar
bastante orgulloso de su nueva creación, que sin aportar nada nuevo al
menú sigue destacando al cocinero como un chef sin igual en lo que se
refiere a la preparación de platos góticos. Fácil de asimilar por sus
seguidores y un tanto complejo para aquellos que no suelan lidiar con
las somnolientas e irresistibles vocales del Tim Burton de la música.
El mundo de ensueño y pesadilla de The Cure sigue vivo, alimentando un
imaginario y mitología sin parangón en el mundo artístico y musical.
Unos clásicos en plena forma.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Joe Zawinul & The Syndicate
75th
BIRDJAM/INDIGO
Josef
Zawinul grabó con su Zawinul Syndicate en verano de 2007 este
vibrantísimo directo en Lugano (Suiza), para celebrar su cumpleaños
número 75. Apenas dos meses después moría de cáncer de piel en un
hospital de Viena, pero nadie podía dudar que llevó hasta el último
suspiro una fuerza, un empeño y un entusiasmo por la música
inigualables. Sin necesidad de mencionar la expresión world music, todo
el mundo sabía que fue uno de los primeros en llevar al jazz esta
mezcla igualitaria de ritmos autóctonos e improvisaciones. Sacaba un
extraordinario partido a sus teclados analógicos –odiaba lo digital– y
su expresión a través del vocoder concedía a su música un áurea muy
especial. La presencia mayoritaria de piezas largas en este repertorio
–un trepidante “Orient express”, “Madagascar”, “Café Andalusia”, “Fast
City/Two lines”– convierte también este doble CD en un homenaje a su
banda, formada por veteranos como el batería marfilense Paco “Where is
Paco” Sery o la cantante congoleña Sabine Kabongo (ex componente de Zap
Mama). Incluye también la grabación que hizo apenas seis días antes de
su muerte en una ciudad húngara con su viejo compañero Wayne Shorter.
Los dos se enfrascaron en una nueva versión del celebérrimo “In a
silent way”, la canción que el propio Zawinul escribió en 1969 para el
primer disco eléctrico de Miles Davis y en cuyo quinteto los dos
tomaron parte. Su hiperactividad permite pensar que 75th no
será su única grabación póstuma; que “el abuelo” (como le llamaban
cariñosamente los representantes españoles de su casa discográfica)
tiene aún cuerda para rato.
GERNOT DUDDA.
M83
Saturday=Youth
MUTE
Instalados
en la feliz conjunción entre la electrónica de sus paisanos Justice y
la recuperación de modelos añejos para las pistas de baile, M83 ha
preparado un disco que se desmarca de los juegos ambient de los
anteriores y aplica sus búsquedas a estructuras de baile. Siguen
apareciendo paisajes lacónicos como en los diez minutos de “Midnight
souls still remain” que cierran el disco en clave de mantra, pero se le
da cancha también a explosiones a la manera de los ochenta, de esos
ochenta etiquetados siempre como banales, pero que fuera del baúl
recuperan valor. De hecho, el piano de salón que se escucha justo al
apretar el play en “You appearing” se va tapando con cadencias
tecnificadas que ofrecen grandilocuencia a lo Simple Red. La facción
“tirando al 85, teclados y falsetes”.
Durante las primeras
estaciones del disco encontramos realmente eso, emoción impostada, lujo
de sky, cercano, ufff, a las canciones de teletienda, pero implacable
en la ejecución de baterías monocromas y resplandores de fuegos
artificiales. Arrebatador para gourmets del estilo que siempre sabrán
ver la parte New Order.
Pero, por otro lado, la variedad de
referentes es tan amplia que pueden picotear sin problemas entre el
bosque de sonidos. Vamos allá; el riff envolvente de “Graveyard girl”
excita tanto la vena como un remix de The Cure, el single “Couleurs”
desempolva las ambientaciones y los bajos continuos de Visage, “Too
late” enternece con la lentitud industrial y romántica del “Dazzle
ships” de OMD.
El resto, música atmosférica, a veces
vanguardista a veces de disco pub, ahora animada ahora esquelética.
Elástica y dependiente del momento. Dos discos en uno, del evanescente
no distingo calidades, del enérgico aviso que no se lo pueden perder.
CÉSAR PRIETO.
Elastic Band
Boogie beach days
ROCK ON! MUSIC
Si
la psicodelia moderna (no la mimética de los sesenta) existe, este es
uno de los mejores ejemplos que ha dado el pop español. Elastic Band es
un grupo granadino que ha adaptado al siglo XXI todas las influencias
de los más aguerridos sonidos de los sesenta, transformándolos en algo
tremebundamente moderno y bailable. Para ello ha utilizado madolinas
sintetizadas, samplers y tecnología varia, banjos, guitarras folk y
secciones de metal que convierten este disco en una calidoscópica
experiencia pop. Destaca también la voz del cantante y coproductor del
disco Pablo Román, que aporta calidez a todo el disco. En Boogie beach
days encontramos canciones como “Something special”, en la que en
algunos pasajes parece como si los Beach Boys se hubieran hecho con un
Casiotone. “More!! (Body)”, es una mezcla de pop playero y Herb Alpert,
mientras que “Sunny day” es una mixtura de Burt Bacharach, Love y
tecnología moderna. Tras varias escuchas, Boogie beach days te atrapa y se convierte en algo compacto, vintage y fresco a la vez, en una ración triple de diversión.
ÀLEX ORÓ.
Varios
Gaudeamus 10
UNIVERSIDAD DE OVIEDO
Con
motivo de la celebración del cuarto centenario de la fundación de la
Universidad de Oviedo, esta longeva institución asturiana ha pretendido
unir aspectos de su tradición ancestral a su actual visión moderna de
las cosas, sacándose de la manga un pero que muy atractivo producto
discográfico. Se trata de un álbum de versiones donde se muestran
recreaciones y adaptaciones del tema original que sirve de himno
secular a todas las comunidades universitarias y que desde hace siglos
se canta en latín durante los solemnes actos académicos que se celebran
frecuentemente. Los protagonistas, un puñado de artistas actuales todos
ellos provenientes o afincados en el principado de Asturias, que
interpretan y expresan su universo personal mediante música como
vehículo de comunicación popular. El encargo, en este caso, ha sido
trasladar sus singulares expresivas particulares a un tema común y
demostrar que caminos tan dispares como los que representan cada uno de
ellos, pueden confluir en el fondo pero nunca en la forma.
Para empezar, música electrónica con el DJ Dark la eMe que además ha
sampleado al divo Mario Lanza para las partes vocales; Nacho Vegas
& Xel Pereda, partiendo de una sonoridad casi country y como sólo
ellos saben hacerlo, recrean en castellano el himno universitario dando
al conjunto sonoro un dulce aire naíf. Increíble debut conyugal de Paco
Loco, uno de los productores españoles más acreditados de los últimos
tres lustros, con la magnética y extraordinaria voz cómplice de Muni
que en una recreación del “Gaudeamus” en inglés, nos hace recordar a
cantantes enigmáticas como Nico o Patti Smith; los Koniec, han optado
por conservar la pieza en su lengua original pero llevándola a su
territorio, para darle ese barniz característico suyo que abarca
estilos como el latin, el funk o el house pero con una clara vocación
hacia la pista de baile; entre los grandes supervivientes de la primera
camada del indie español, los Manta Ray son sin duda un punto y aparte;
aquí, respetando también el latín original, ofrecen un curioso
ejercicio pop-rock de exploración de lo inhóspito a base de crear, de
nuevo, uno de esos universos que les hicieron diferenciales; el
cantautor Toli Morilla, por su parte, logra, mediante un vistoso
arreglo a voz e instrumentos acústicos, extraer de la pieza un ritmo
sorprendentemente contemporáneo; posiblemente la versión más rockera de
todas las ofrecidas en el disco sea la de Jorge Muñoz-Cobo, el
carismático líder de los Dr. Explosión, que en su actuación convierte
el himno universitario en una auténtica descarga garaje-punk tras pasar
por su particular batidora sónica influenciada como nunca por las
guitarras distorsionadas de los Kinks; el instrumental de Xuacu Amiela
entronca con la mejor tradición folclórica asturiana mediante
irrenunciables sonidos de gaitas y otros instrumentos populares; otro
elemento distintivo de esta curiosa colección lo constituye el
organista Ramón Prada que despacha a bordo del órgano de la iglesia de
Santa Marina de Puerto de Vega (s. XVII) una fenomenal creación donde
tradición y modernidad entroncan sin estridencias; para acabar, y como
contrapunto de todo lo escuchado, una interpretación a capella del Coro
Universitario de Oviedo siguiendo sin más la ortodoxia del “Gaudeamus”
propia de los grandes actos universitarios. ¿Alguien da más?
JAVIER DE CASTRO.