FONDO DE CATÁLOGO
«Un póker de músicos en un gran estado de forma»
Tras una primera etapa en Savoy Brown, a primeros de los setenta sus componentes alumbraron Foghat, banda británica que Manel Celeiro nos recomienda a través del análisis de su trabajo Rock & roll outlaws.
FOGHAT
Rock & roll outlaws
BEARSVILLE RECORDS, 1974
Texto: MANEL CELEIRO.
Liderados por el galés Kim Simmonds (1947–2022), Savoy Brown son uno de los nombres clásicos del rock británico de la época. Eran los sesenta y la abrumadora cantidad de bandas y artistas que tenían el blues como punto de partida no dejaban excesivos espacios y había que pelear lo suyo para poder asomar la cabeza. Sus conciertos les fueron granjeando paulatinamente un lugar en la escena pese a que su debut, Shake down (1971), estaba compuesto en su totalidad por versiones. Ni uno solo de los temas era de composición propia. El disco pasó sin pena ni gloria y en el siguiente solo permanecía Kim como miembro original. A su lado estaban un par de nuestros héroes, el guitarrista Dave Peverett y el batería Roger Earl. En Gettin to the point (1968) presentaban canciones de cosecha propia que daban indicios del paso adelante que habían dado. Sin embargo, fue su tercera grabación, Blue matter (1969), y en concreto el tema “Train tonowhere”, el que ejerció de trampolín para su consolidación. Ahí ya estaba Tony Stevens al bajo, formando el trío de músicos que abandonaron a los Brown para encabezar su proyecto. Así, en 1971, y tras editar Looking in, Dave, Roger y el citado Tony pusieron pies en polvorosa para dar forma a Foghat, fichando como complemento a un jefazo de la slide guitar llamado Rod Price.
No cabe duda de que nacieron con un pan bajo el brazo, su primer álbum era un gran trabajo de blues rock y boogie con composiciones que ya dejaban intuir su potencial y excelentes versiones de Willie Dixon (“I just want to make love to you” se mantuvo como un fijo de su repertorio) o el “Maybelline” de Chuck Berry. Y con él hicieron su primera aparición en las listas de ventas USA, iniciándose un idilio con el público norteamericano que les supuso cinco discos de oro y uno de platino.
Y es que su triunfo el país de las barras y las estrellas ha sido infinitamente mayor que en su Inglaterra natal (así como el resto de Europa) durante toda su carrera. Uno de los lanzamientos que obtuvieron los citados galardones fue Rock & roll outlaws, puesto a la venta en octubre de 1974, muy pocos meses después de Energizer, editado en enero del mismo año, pero así iban las cosas en esa frenética y gloriosa época para el rock. Producido por Nick Jameson, salió bajo la etiqueta de Bearsville Records, sello con el que estuvieron hasta 1983.
Pero, bueno, lo que nos interesa es el contenido y ahí hay buena tela que cortar. Hemos de ser honestos y escribir que no es su grabación más destacada, lo que no menoscaba el resultado final. Tenemos un póker de músicos en un gran estado de forma, todavía hambrientos y a cuyas capacidades interpretativas no se le puede poner ni una sola pega. Dave Peverett es un sólido guitarrista además de un gran cantante, Rod Price es un solista impecable con un gran dominio de la slide y la sección rítmica, Roger y Tony, nunca te van a dejar tirado.
Dan el pistoletazo de salida con el “Eight days on the road”, original de Michael Gaye y Jerry Ragovov, cambiando el tono soulero de la original por un robusto trote rocanrolero regido por el incesante fuego cruzado de las seis cuerdas y el desgarro de la garganta de Peverett. “Have to see you go” suena natural y sin aspavientos, tan básico como eterno pese a su sencillez de planteamientos, nada fuera de sitio, todo bajo control. En “Dreamer” juegan con cambios de tempo diversos en sus casi siete minutos de duración y presentan unos versos más existencialistas de lo normal en ellos. Para cerrar la primera cara tiran de las acústicas: “Trouble in myway” es un hibrido entre el folk y el blues que pone paz antes de que la aguja llegue al final de los surcos.
El tema titular estalla al darle la vuelta al vinilo, guitarras en celo y fuerza rítmica, forajidos del rock and roll tratando de robar corazones. A continuación llega la historia de “Shirley jean”, una de esas letras que ahora causarían controversia en caso de poder ser publicadas, pero que es un ejemplo de energía rocanrolera, energía que se mantiene en “Blue spruce woman”, blues rock blindado de manual con las doce cuerdas echando humo durante toda su segunda mitad. Doce cuerdas que se desatan en el corte final, “Chateau laffite’ 59 boogie”, uno de esos boogies marca de la casa que en directo crecían hasta hacer levitar a la audiencia. Una oda al bebercio en seis minutos de punzantes solos sobrevolando por encima del recio compás de un bajo y una batería que no dan respiro.
En el presente, Foghat siguen en activo, Dave Peverett falleció a principios del presente siglo y Rod Price lo hizo en el 2005. Comandados tras el sillín de su batería por Roger Earl, no solo rememoran sus éxitos pasados, sino que, sin ir más lejos, acaban de editar Sonic mojo, un correcto disco que se deja escuchar con agrado.
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