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«Si alguien quiere conocer lo que ha sido el pop de guitarras en nuestro país, ha de acudir irremediablemente a este disco»
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Rock Indiana X Rock Indiana
ROCK INDIANA, 2024
Texto: CÉSAR PRIETO.
Que un sello discográfico fuera de canales industriales y llevado adelante con el solo sustento de la ilusión y el amor por la música cumpla treinta años es motivo de celebración, de mucha celebración. Pero si además acompañan el aniversario con un disco doble lleno de hermosas canciones es ya para tirar fuegos artificiales. El sello se llama Rock Indiana y el disco aborda, en conjunto, lo que ha sido el pop de guitarras en nuestro país, ese que, en parte derivado de los años sesenta, pone músculo en las cuerdas y corazón en las melodías. Si alguien quiere conocer lo que ha sido este estilo, ha de acudir irremediablemente a Rock Indiana y concretamente a este disco.
Que además está construido de una manera muy curiosa. Son cuarenta y tres canciones en las que se le pide a un grupo de la escudería que haga una versión de una canción que se haya publicado en cualquiera de las decenas de referencias del sello. Grandes canciones y grupos volcados en ellas no puede dar más que un resultado maravilloso. Los Feedbacks, que abren la serie, son el mejor ejemplo: pura fuerza instrumental en poco más de minuto y medio. Una píldora pop a piñón.
Aunque no lo crean, este estilo que parece tan cerrado aparece surcado por múltiples aguas que se filtran en él. Coke Belda y El Inquieto Roque son afines a Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Bandas históricas como Mamá recuperan una canción de uno de sus discípulos, Mineralwater, y Pablo Solo & Germán Salto interpretan su “Escóndete” con absoluta solvencia. Joaquín Talismán sigue esta estela con su versión de “Guárdame un sitio”, de José María Granados. También hay guiños: Neon Vampire interpreta una canción de Bombones y cuela de rondón compases del “My sweet lord” de George Harrison y Los Imposibles, adalides del pop psicodélico, se marcan una rodaja de punk pop —maravillosa por otra parte— con un grupo de esa estela, Aneurol 50. Por el contrario, Cerro Moreno, abarca una visión más electrónica y Jeremy llevan adelante la psicodelia con un homenaje a Syd Barret. Más facetas: The Neuras acoge una canción de Bronco Bullfrog como si fuera de los sesenta, con su órgano Hammond, Monotors tiran el estilo hasta el rock americano, Juanjo Azagra construye una preciosidad a lo Fleetwood Mac, Biscuit se meten de cabeza en el freakbeat y Coffe and Wine se van a una versión onírica y evanescente. Es que son muchas canciones.
Hay muestras sublimes. Mi adorado Santi Campos dota de belleza musical a una letra estremecedora —y recibe una versión de los gallegos Tesouro—, y mi también adorado Ángel Kaplan, con Bubblegum, se enfrenta a una canción de los Brujos, el grupo de Miguel Ángel Villanueva. Se recuperan también bandas que solo tuvieron una fugaz aparición, pero luminosa, explosiva, como son The Winnerys o la grandiosa “El mundo a nuestros pies” de Martín Max, a la que Mallory Knox añaden una estrofa del “Tenemos que hablarlo otra vez” de Los Modelos.
Parte de las canciones apuesta por el preciosismo. Javier de Torres consigue bordarlo con “Mi paraguas gris”, de su amigo Roger Sincero, que a su vez hace caramelo de “No soy para ti”, de Feedbacks, con unos coros celestiales. Con la de Los Hermanos Dalton —la canción es de Protones— uno no se puede sacar el acogedor estribillo de la cabeza y Bryan Estopa se aleja del power pop para abordar texturas más ensoñadoras. También son maravillosas las opciones de The Seasongs, una canción de Gurus que ha quedado olvidada, como tantas otras del catálogo del sello, y la de Mastrolilli, que hacen versión de Roger Sincero.
Son todas canciones bonitas, con arreglos sencillos y resultados emocionantes. No es para menos, se trataba de recuperar ocho decenas de grupos, entre ejecutores y compositores. Maravillosos músicos haciendo versiones de maravillosas canciones. No hay otra cosa.
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