Ride me back home, de Willie Nelson

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DISCOS

«Ride me back home es un disco notable que se siente y se disfruta con esa cierta inquietud de que podría ser el último»

 

Willie Nelson
Ride me back home
COLUMBIA, 2019

 

Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.

 

Willie Nelson empezó el nuevo milenio con energías renovadas y un excelente ritmo de publicaciones. Combinó varios directos con trabajos de estudio agradables que se perfilaban como un más que decente último tramo para una carrera musical imprescindible que lo ha convertido, más que en leyenda, en todo un icono de la música country.

Pero el de Texas aún tenía guardadas algunas sorpresas. Quizás su trabajo como “catador” en su compañía de producción y venta legal de marihuana le haya dotado de energía y creatividad adicionales —como él mismo asegura—, y en esta segunda década del siglo se ha descolgado con una serie de discos exquisitos del que acaba de llegar una última entrega.

En Ride me back home —su sexagésimo noveno disco de estudio— volvemos a encontrar el tema de mortalidad y la mirada orgullosa al pasado vivido, aunque en este caso la reflexión no es tan profunda como en la brillante trilogía consagrada a este tema, integrada por Band of brother (2014), God’s problem child (2017) y Last man standing (2018). Aunque notable, el nuevo trabajo no alcanza a alinearse con los anteriores por una cuestión no tanto musical como conceptual. El veterano firma solo cuatro de los temas, tres de ellos en compañía de su productor habitual Buddy Cannon, mientras los otros siete cortes proceden de figuras tan solventes como las de Billy Joel o Guy Clark. Aunque buenas todas las canciones, se advierte esa cohesión tan íntima que dotaba de mayor calado a los citados trabajos.

Una de las piezas de Clark, “My favorite pictures of you”, depara no obstante uno de los mejores momentos del álbum, y es la composición ajena que más destaca junto a las nuevas canciones de Nelson. En “Come on time”, el músico, de 86 años recién cumplidos, mantiene un ácido diálogo con el tiempo, al que comienza presentando como “su amigo”: «Tiempo, al ir pasando, ¿por qué dejas estas líneas en mi rostro? / Seguro que me has puesto en mi sitio / Venga, tiempo, venga / parece que tú estás ganando la carrera». Aún con el reloj en la mano, el calendario más bien, “One more song to write” es una tierna declaración de intenciones con la vista puesta en el final inevitable, aunque aún optimista por sentir que todavía quedan tiempo y energías para hacer cosas: «Tengo una canción más por escribir / aún tengo un puente más por quemar / tengo aún una noche sin fin / una lección más por aprender».

Por otro lado, mientras en la blusera “Seven year itch” parece bromear con bastante ironía sobre su pasado crápula, “Stay away from lonely places” suena a descarte del disco dedicado a Frank Sinatra el pasado año, con la salvedad de que en lugar de estar compuesta por Cole Porter o George Gershwin es una pieza de Nelson que el «Viejo Ojos Azules» hubiera disfrutado grabando, con un ambiente de nightclub muy en la línea de su “One for my baby”: «Mantente alejado de los lugares solitarios / hasta que aprendas a vivir solo / Y alguien te estará esperando para extenderte sus brazos / para permanecer contigo al menos hasta el amanecer / Y recuerda que la tristeza prospera / En un corazón que nunca sonríe / Así que mantente alejado de lugares solitarios por un tiempo».

Musicalmente, el disco es heredero en conjunto del anterior proyecto de Nelson, el citado homenaje a Sinatra My way (2018), en el que combinaba un ambiente jazzístico de medianoche con sus sempiternos sonidos country que son marca inconfundible de la casa, como la armónica de Mickey Raphael o la carismática “voz” de «Trigger», la guitarra del tejano. Elegante, amable, con la combinación justa de tragicomedia en la mejor tradición wilderiana y donde cada instrumento y cada nota encajan con precisión suiza; Ride me back home es un disco notable que se siente y se disfruta con esa cierta inquietud —como cada película de Eastwood— de que podría ser el último, y con el que Willie Nelson vuelve reafirmar su decisión de morir con las botas puestas. Y relucientes.

 

 

Anterior crítica de discos: Where the action is, de The Waterboys.

 

 

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