“La sombra te cuenta una realidad, no se lleva el crédito muchas veces”
Tras cerrar la historia de Calle 13, René Pérez gira con su proyecto Residente. El rapero, compositor y productor portorriqueño actuará el próximo 21 de julio en el Festival Pirineos Sur, en el Auditorio Natural de Lanuza. Antes habla con Chema Domínguez.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
La libertad de expresión es la mejor expresión de libertad que cualquiera puede manifestar. En el caso de Residente es un imperativo para su música, también en sus palabras, en sus textos; pocos ejemplos mejores hay de versatilidad musical. Una prueba de ADN y las huellas que encierra son el inicio del nuevo camino en solitario de Residente, René Pérez, después de Calle 13. El estreno se llama como él con todo el sentido del mundo. La exuberancia del paisaje de su Puerto Rico natal y las maravillas e intrigas de sus numerosos ríos subterráneos están en «Residente», pero también un catálogo impresionante de melodías, armonías y recursos musicales de buena parte del planeta, todo pasado por una de las personalidades más inquietas y arrolladoras en lo que va de siglo. A pesar del enorme cansancio promocional, Residente me recibe con ganas de explicarse, cercano y amable, un tipo como no hay dos.
Aunque el disco sigue una línea de tiempo concreta, quiero empezar por el final, por ‘Hijos del cañaveral’. ¿Representa la síntesis del viaje al llegar a la identidad propia, o es un punto más?
No es un punto más, porque es un tema sobre Puerto Rico y es mi país, están pasando muchas cosas allí, fuerte, con la educación pública y en general con una junta de control fiscal que nos tiene clavados, que está metiendo el gobierno de Estados Unidos con una gente del gobierno de Puerto Rico, y es una forma de controlar mucho más de lo que nos tienen controlados: todo, todo, todo, todo, es horrible. ‘Hijos del cañaveral’ intenté hacerlo para unificar en lugar de separar por partidos políticos, contar la historia de Puerto Rico y de nuestra identidad. Ahí doy un ejemplo de identidad. «Aquí todos llevamos en la espalda el número 21» (se refiere al mítico jugador puertorriqueño de béisbol Roberto Clemente), que es como nuestro Maradona o nuestro deportista más importante, hay mucho más a lo largo del tiempo porque nuestra identidad son nuestros portorriqueños, nos han defendido, nos han representado, qué más grande que eso. Empiezo con un poco de la historia y luego cuento el ahora y el futuro, como en la canción de mi hijo ‘Milo’: antes de que naciera, el presente y el futuro.
Musicalmente, ‘Hijos del cañaveral’ pisa suelo puertorriqueño y nada en el Caribe. En ella cuentas con una fantástica voz para el fraseo del estribillo, muy de raíz. ¿Buscaste fuera del circuito musical para encontrar ese brillo que desprende?
Es un tipo que se llama Francisco «Cholo» Rosario. No es un tipo conocido, quizá lo sea en su barrio, entre la música jíbara. Nosotros ni siquiera tenemos cantante jíbaro conocido, y justo la voz de él queda bien, de campo, viste, del que trabaja la tierra. Me tomó tiempo la selección porque no quería trabajar con alguien muy conocido, ni alguien que no tuviese esa voz. Hay algunos trovadores que cambiaron el estilo de cantar y cantan, no sé, como baladistas de ahora, y él mantiene eso.
‘El futuro es nuestro’ incluye la balcánica y acertada intervención de Goran Bregovic. ¿Estaba previsto desde el inicio o el viaje te llevó a él?
Yo con Goran siempre quise… Le conocía ya hace tiempo y hace poco conocí a (Emir) Kusturica en México. La música de Goran siempre me interesó. Empecé a buscar qué tengo dentro de mis genes, pasé por Berlín, subí a Polonia, estuve con unos gitanos allá y luego me fui con Goran y trabajé con él en el estudio en una maqueta. Luego la trabajamos un poco más en Nueva York, donde grabaron las voces en un hotel, yo quería grabar con sus coristas.
El texto de ese tema, ‘El futuro es nuestro’, es de los más provocadores y demoledores. ¿Cómo lo empiezas?
Cuando estaba en Serbia leí un artículo de un policía que se estaba quejando de los gitanos, decía que «son malos, pillos y roban, pero lo que más me molesta es que predicen el futuro mal». Y me pareció interesante que él creyera en la predicción del futuro, y cómo carajo él sabía que lo habían predecido mal. Entonces dije: “Voy a hacer un tema prediciendo el futuro mal”.
¿Crees que estás equivocado cuando dices que «Tendremos internet por todos lados porque naceremos con WIFI en el culo», además de otras cuestiones?
(Sonríe) Yo creo que no está tan mal, hay cosas no tan alejadas, y hay cosas que usé, como las de la religión, jugando un poco. Hay mucha gente dentro de la Iglesia que está en contra de la homosexualidad. Si se enteran que en la Biblia había homosexuales y entienden que se pueda comprobar eso, ¿qué pasará? Empecé a preguntarme cosas así, si Cristo es negro, que hay cristianos, no muchos, pero que pueden ser más racistas, que esté fumando opio… Me pareció que era gracioso y con humor. Pero es real lo de las cucarachas, eso va a pasar, vamos a comer insectos.
Sí, anuncias que el país con más insectos controlará las demás naciones, así que México será la nueva potencia mundial.
Porque no va a haber carne. La nueva proteína va a ser la de los insectos. Hay más gente que vacas, por ejemplo. Eventualmente pasará, a menos que las clonen, no sé.
Con Calle 13 ya tirabas algo de ironía, además de las novedades hay de cada etapa de Calle 13 en «Residente».
Una de mis hermanas, Ile, me mandó un mensaje bien bonito. Le encantó el disco porque tenía diferentes partes de mi carrera, y esta es una, ese humor que quizá en el pasado no estaba, o estaba en ‘Los idiotas’ en «Multiviral», pero no de la misma manera, este es más fuerte.
Citabas al principio a tu hijo Milo, al que dedicas la canción que lleva su nombre. Él forma parte de tu viaje y lo continuará.
‘Milo’ nace por un sueño que tuve con un coro africano. Soñé que estaba en África con él por alguna razón, creo que estaba preocupado porque tenía que ir a África a lugares complicados porque estaban ocurriendo ataques del ISIS, de Boko Haram y de Al Qaeda, sabía que iba a ir a zonas de riesgo. Me levanté un día con un coro y lo grabé, y ese coro lo llevé a Acra, en Ghana, y lo grabé con unas coristas africanas que encontré por internet. Mucha gente la encontré en el momento, pero mucha otra la encontré así, buscándola directamente. Con otro de mis hermanos que trabaja conmigo, Gabriel, encontramos ese coro. Voy allá, grabamos el coro que soñé y ahí empiezo a escribir el tema, y decidí separar el antes de que naciera, el durante que llega hasta ahora, y luego un par de consejos para el futuro. Me hubiese encantado que durase diez minutos la parte de los consejos, pero duraba mucho (sonríe con amplitud) y lo corte ahí. El principio del tema habla de cómo lo estábamos esperando, y el coro de africanas está cantando sobre eso también, cómo la naturaleza reaccionaba a su llegada.
En ‘Milo’ le dices a tu hijo: «Viniste a enseñarme cómo es que se aprende». Como padre no puedo sentirme más identificado.
Porque te estás dando cuenta desde que nace de que estás aprendiendo un montón de cosas que no sabías. Cuando escribía estaba haciendo una búsqueda interna también, y tuve tiempo para pensar en mi durante el viaje completo, durante todos los viajes, el que hice a Siberia, mayormente. Yo ya sabía que tenía déficit de atención, pero descubrí un montón de cosas, que mi déficit de atención es gigantesco. Son siete tipos, yo tengo cuatro y es sólido, tengo mi psicóloga, me mantiene y se me hacen complicadas algunas cosas, me pierdo rápido en las conversaciones, de tener un despiste eterno. Los despistes son lo más gracioso para mi, pero en el mundo en el que vivimos es difícil vivir así. Teniendo un hijo una de mis preocupaciones era esa: que con algo que se te vaya pueda pasarle algo a él. Desde que nació he estado tan hiperconsciente que él me ha enseñado a regular eso, y de ahí nace el tema. Cuando estoy con él me siento más seguro porque sé que estoy mucho más alerta.
‘La sombra’ es un trayecto aparte, aunque tiene su importancia en la ideología de «Residente».
Me gusta mucho porque es una mirada nueva a la sombra, no sé si alguien había utilizado la sombra de forma positiva. No es totalmente positiva, pero sí habla de la sombra como la verdad de las cosas, la realidad, la luz es una mentira. La luz te quiere enseñar esto que es plano y la sombra te dice: “No, esto tiene vuelta”. La luz te quiere decir que esto está volando y la sombra te dice: “No, esto está en el suelo, mira la sombra”. La sombra te cuenta una realidad, no se lleva el crédito muchas veces. Solo un artista que tiene que dibujar la sombra se entera de que existe la sombra, pero la gente por lo general no dice: «Ay, mira que linda la sombra en el piso», rara vez puedes escuchar eso. Lo habitual es: «Mira qué linda la puerta, que es azul», cuando en realidad debería ser decir “Mira que linda es la sombra, que hace que esa puerta la puedas ver como es”. Así es África. África es una sombra para el mundo, la realidad de allí no la ves como la sombra. La sombra está desde el principio de la humanidad, al principio de todo estaba la sombra, África igual, es el principio de la humanidad, y la luz trata de evitar que esa sombra sobresalga, que es todo lo que ataca África. Y nada, es medio filosófico, pero va por ahí.
Justo antes de la sombra están ‘Guerra’ y ‘Apocalíptico’. Sin duda, deben ir así, agrupadas.
Sí, sí. ‘Guerra’ lo construyo porque me hago la prueba de ADN, me marcan todos los países, veo que tengo sangre del Cáucaso, y que allí tienen cientos de guerras a lo largo de la historia desde los alanos. Ahí digo: “Esta gente estuvo en guerra, todo es guerra, voy a hacer un tema sobre la guerra”. Voy allá y me mezclo, voy a Osetia, Georgia y Armenia. Había una guerra entre Osetia del Sur y Georgia en 2008, empiezo a colaborar con esta gente que se odia y los meto dentro del tema, y los tambores son de Osetia, el panduri que es como una guitarra es de Georgia y las voces son de Chechenia, que acusaron de terrorismo en Beslán (Osetia del Norte) de matar a casi más de 300 personas, entre ellas doscientos y pico niños, una cosa horrible. Esas voces las meto ahí, porque ellas no son nada culpables, son unas pacifistas, son muy buenas, pero son de allá. Mezclé todas esas voces en un tema que habla de la guerra.
¿Y ‘Apocalíptico’?
‘Apocalíptico’ sale cuando voy a Beijing (Pekín), porque Shangai es diferente. Beijing parece que está en el post-apocalipsis con toda la polución. Tienes cosas superlindas a nivel estructural, pero todo se ve así, como después del apocalipsis, cuando por la polución no puedes ver esa puerta que está ahí enfrente. Ahí agarré y mezclé musicalmente. Iba a trabajar con Philip Glass, me reuní con él y al final no pudo. Fue una pena porque lo veía mucho, muy metido en ese tema.
¿Por qué piensas en Philip Glass?
A mí me gusta «Interstellar», y me gustó la música de Hans Zimmer, pero yo sé que basada en Philip Glass, porque cuando empecé a oír los tonos, dije: «Esto es «Koyaanisqatsi»» (1983)”, o sea, Philip Glass en ese momento. Ahí es donde digo: «Tengo que trabajar con él». Vine al Palau de la Música, se grabó, y el organista Juan de la Rubia es espectacular, muy bueno, pero me faltaba algo. Fui a Londres, conseguí la misma capilla donde trabajó Hans Zimmer para la película y trabajé con el mismo organista, que se llama Roger Sayer, y cuando empezó a sonar dije: «Ahí estamos en el sonido».
‘Dagomas en Tamale’ y los interludios como ‘Entre montañas siberianas’ hacen de «Residente» todo un mapa mundi musical y lingüístico a escala. ¿Qué te ha ido sorprendiendo más: los sonidos o las formas de expresión que ibas descubriendo a través de tu ADN?
El ADN de las dos formas ha sido interesante y complicado. La parte del lenguaje y las letras, a pesar de que es lo que más hago, se me hace más difícil que la música. Con la música siento que cuando tienes un concepto sólido la vas creando, aunque toma tiempo. Pero escribir… Quizá sea porque como he escrito tantas cosas no quiero que se parezcan. Con la música es más abstracta la cosa, no es tan literal ni tan directa como la letra, que la entiendes enseguida, en la música puedes esquivar un poco más eso. La letra me tomó más tiempo y por ende se me hizo más difícil la parte de la traducción, yo soy bien analítico con todo, y en parte por el déficit de atención que tengo, te quedas en algo y no sales de eso, es un problema, porque nunca terminas. Me puse a traducir, imagínate, de español a inglés, de inglés a chino y que fuese exacto, yo quería que la china dijera: «Se le quema la piel al sol», pero ellos no lo podían decir porque no le veían sentido. Yo les decía: «No importa, quiero que sea lo mismo que estoy diciendo». Tuve que acoplarme a eso y ellos acoplarse también a lo mío, y decir que «el Sol se quema a sí mismo». Yo nunca lo diría, pero quiere decir eso, de una manera poética. Era difícil esa parte con la letra y explicarle a personas que están en guerra que van a colaborar en un mismo tema.
En ‘Somos anormales’ y ‘Una leyenda china’ queda patente todo este trabajo, lenguas, sonidos y ritmos muy diferentes y entrelazados, una más rotunda y otra más dulce. Da la sensación de que fueran las primeras que compusiste, ¿marcan de alguna forma la línea a seguir de «Residente»?
Fíjate que sí, cómo lo sabes. La primera que salió en realidad fue ‘Desencuentro’, es con la que más puede sentirse una desconexión, a pesar de que todo está conectado y hay un concepto, pero porque está la cantante francesa Soko y le da esa cuestión con el idioma y su interpretación. Cuando estoy haciendo ‘Desencuentro’ se me ocurre hacer todo basándome en el ADN. Tengo ADN de Francia y por eso dije: “Bueno, lo incluyo”. Lo único es que no fui a Francia, la empecé en Nueva York, pero trabajé con Soko desde acá, le metí una trompa francesa por debajo, unos detallitos, por eso quise hacer el video en París y mezclarlo con todo el proyecto. ‘Somos anormales’ vino después de ese, y también estaba escribiendo ‘Guerra’, estaba escribiendo varios a la vez, pero estos a nivel musical estaban moviéndose: ‘Guerra’, ‘Una leyenda China’ y ‘Somos anormales’ estaban desde antes, llevaban un tiempito ahí cocinándose. Luego llego a Siberia y allí, recopilando el sonido, se convierten en más grandes. ‘Somos anormales’ y ‘Una leyenda china’ los trabajo con Rafael Arcaute a nivel de producción y composición.
Has sido muy transgresor con tu primer clip, ‘Somos anormales’, jugando con ese contraste duro que ya apareció en vídeos de Calle 13 como ‘Muerte en Hawai’ pero al revés, aquí hablamos de alumbrar vida, bueno, vidas. ¿Es mejor no dejar indiferente al público?
Estaba bueno como una salida de algo nuevo, es el nacimiento. Dije: «Mira, voy a explicar el nacimiento de la humanidad. Vamos a hacer un parto, pero quiero hacerlo cómico y gracioso. ¿Qué tal si esta mujer africana está pariendo gente deforme? Pero ya grande, que no sean bebés». Empecé a darle vueltas. Vamos a ver si esta gente deforme empieza a separarse en grupos, entre limpios y sucios, como la sociedad, y al final terminan mezclándose, teniendo sexo, juntándose, y eso es lo que somos ahora. De ahí salió la idea, y es el primer video que dirijo, me gusta mucho, es como épico, medio Jodorovsky, tiene un humor interesante. Es un nacimiento de mi propuesta, mi carrera, como algo que está naciendo también de nuevo, está bueno que choque de entrada. No podía salir con ‘Desencuentro’ como primer vídeo propio, iban a decir que es lindo, pero lo admiran gracias a que salió primero ‘Somos anormales’. Si te gusta es gracias a que saqué primero ‘Somos anormales’, si saco ‘Desencuentro’ primero no te iba a gustar tanto, o a algunos les iba a encantar y otros iban a decir que es muy suave. Pero ya no se siente tan suave porque tiene el historial del huevo y la vagina, el nacimiento y todo eso.
Quiero volver a ‘Una leyenda china’, una de las canciones más trabajadas y sugerentes del disco, donde dices: «Aquí la realidad es más poderosa que los sueños». ¿De dónde sale esta afirmación?
Cuando llegué a China quería inventarme una leyenda. Lo primero que piensas es en la cantidad de gente, empecé a pensar en la reproducción, de ahí me fui a la sexualidad, pasé por muchas etapas. Iba a ser un tema más sexual, por eso necesitaba una prostituta china que cantase bien. Una persona de mi equipo fue a buscar y me llamó diciendo que creían que era un viejo que quería coger a las chinas, pero encontró una cantante. Al final acabó cantando para ‘Apocalíptico’. Antes de viajar empecé a escribir y se me ocurrió que todas las leyendas son así de grandeza y jodienda, pero al mismo tiempo veo que todos los vídeos de China eran cosas grandes, pero gracias a la cantidad de todos estos seres humanos pequeños, y no en tamaño, sino al lado de un dragón. Al lado de un dragón un ser humano es pequeño, pero son grandes gracias a esa cantidad de gente que tienen. Se me ocurre hacer la historia de un saltamontes que quiere ser dragón, ahí empiezo a escribir sobre la leyenda china y digo: «Aquí la realidad es más poderosa que los sueños», porque la realidad es muy dura allí, te da en la cara cuando llegas, es sólida.
Aparte de Puerto Rico, y después de todos los países y continentes que has visitado para «Residente», ¿dónde has encontrado tu esencia?
En cada país he encontrado algo. En África, rítmicamente, encontré esencia de Puerto Rico y por ende mía, en Siberia encontré la tranquilidad con la que me solía sentir cuando iba al lago cuando vivía en Trujillo Alto. Esa tranquilidad era parte de mi, de mi esencia cuando era chico porque yo no vivía en la ciudad. En cada lugar encontraba algo, en Osetia encontraba esa cuestión de colonia que tiene Puerto Rico… Cada lugar era una pieza mía, no sentí que había un lugar, sino que cada lugar formaba parte de mí.