Renascence, de Cymande

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DISCOS

«Disfrutan de esta etapa postrera de sus vidas, sin que hayan tenido que traicionar su legado ni haberse adaptado a postulados modernos para ganar nuevos adeptos»

 

Cymande
Renascence
BMG, 2025

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

El documental Getting back: The story of Cymande (2022) puso de nuevo la atención en el grupo de funk británico Cymande, que estuvo activo tres años, entre 1971 y 1974, editando tres discos. La mezcla ecléctica de funk, jazz, soul, reggae, calipso, rock y música africana —lo que ellos llaman nyah rock— no disfrutó de la repercusión que merecía en su momento, aunque luego fue descubierta por una generación posterior, ávidamente saqueada por los artistas de hip hop.

La resurrección llegó en 2006, aunque no se tradujo en nuevos trabajos, salvo un elepé de 1981 con grabaciones sobrantes y un álbum de 2015 (A simple act of faith) del que casi nadie se enteró. Ahora, 51 años después, cuando buena parte de sus nueve componentes debería estar disfrutando de una bien avanzada jubilación, llega el disco que por fin los sacará definitivamente del ostracismo. El título no puede ser más adecuado, Renascence, que en jamaiquino significa renacimiento, algo comprensible dados sus orígenes en la comunidad afrocaribeña del Reino Unido.

Aunque el disco se abre con una guitarra funk llamativa, una percusión contagiosa y un bajo potente, los primeros temas —y buena parte del disco— se mueven en unos parámetros reposados, desde los que van hablando de desigualdad, materialismo o discriminación, unas denuncias un tanto genéricas que parecen no querer señalar a nadie en concreto. A la altura de “Coltrane” —dedicado, claro está, al saxofonista del jazz— el álbum se anima un tanto, recordando a Isaac Hayes o Curtis Mayfield. “Sweden” o “Carry the word” suben las revoluciones, aunque el sonido se muestra en todo momento demasiado pulido, con más cuerdas que nunca, lo que no les hace del todo justicia y choca con sus canciones más crudas y sucias de los inicios.

Se comprende esa voluntad de mostrarse más claramente, expresando cierta paz interior, algo en lo que la edad y experiencia seguro que tiene mucho que ver. En repetidas escuchas, el disco va calando y se aprecian mejor estas piezas relajantes y bellas, que suman cuando se acompañan de invitados como Celeste (“Only one way”) o Jazzie B de Soul II Soul (“How we roll”), y que pueden llegar perfectamente a seguidores de proyectos de ahora como Sault o Ezra Collective. Nadie pidió un nuevo trabajo de la banda pero, ya que aquí está, merecen disfrutar de ello en esta etapa postrera de sus vidas, sin que hayan tenido que traicionar su legado ni haberse adaptado a postulados modernos para ganar nuevos adeptos.

Anterior crítica de discos: III, de Grande Amore.

 

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