“Real”, de Lydia Loveless

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DISCOS

“Se aleja del country, cierto, pero se acerca a otros géneros abriendo sus miras y demostrando que su carrera tiene tanto recorrido como su talento”

 

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Lydia Loveless
“Real”
BLOODSHOT RECORDS

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Los que descubrimos a Lydia Loveless con discos como “Indestructible machine” (2011) viendo en ella a la gran esperanza del rock norteamericano femenino no podemos evitar sentirnos ligeramente defraudado con las primeras escuchas de este “Real”. Lo mejor de todo es que este es uno de esos discos de largo recorrido que consigue disipar esa sensación con las escuchas sucesivas hasta hacerte llegar a la conclusión de que, sin llegar al nivel de sus precedentes, la joven de Ohio ha conseguido, de nuevo, hacer un trabajo notable que no estará en lo mejor de su discografía, pero sí por encima de la media de sus coetáneos.

“Loveless” tira aquí de una asombrosa madurez para sus 25 años y apuesta por letras de marcado carácter introspectivo, en las que intenta -como ella misma asegura- que sus canciones le sirvan de terapia para soportar el paso de unas etapas en su carrera musical que, quizá, esté viviendo demasiado rápido. Pero si en lo lírico apuesta por ese cambio, en el sonido se decide por la continuidad, por lo que se pone en manos de nuevo del productor Joe Viers y repite con la misma banda. Lo que te descoloca en las primeras escuchas puede ser eso, el hecho de alejarse un pasito más de las raíces para abrazar otros géneros como el power-pop y que el nivel de las canciones, en conjunto, haya descendido ligeramente. Además, aquí no hay singles como aquel irresistible ‘Steve earle’, con lo que, sin ser negativas, las primeras impresiones te dejan una extraña sensación de inconsistencia, sobre todo en lo que respecta a la segunda mitad del álbum.

Es cuestión de dejar para el tiempo y darle más oportunidades a la galleta para quedar atrapado de nuevo por Lydia Loveless. Su voz sigue sonando tan personal y espléndida como siempre con su acento del Medio Oeste, sus historias íntimas, llenas de pequeños detalles que te atrapan poco a poco y la sensación de caos que transmiten las guitarras en sus momentos más álgidos pasan de ser incomprendidas a ser esperadas con ahínco. Se aleja del country, cierto, pero se acerca a otros géneros abriendo sus miras y demostrando que su carrera tiene tanto recorrido como su talento.

 

 

Anterior crítica de discos: “Monstruos”, de Leiva.

 

 

 

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