«A Ray Heredia le correspondía enganchar al público de Pata Negra, a los disidentes de la inercia comercial de los Ketama y rebasar el lirismo de Manzanita»
Este domingo se cumplen 25 años de la muerte de Ray Heredia, autor de “Quien no corre, vuela”, uno de los discos más importantes del nuevo flamenco. Eduardo Tébar ahonda en su figura de la mano de Jorge Pardo, El Negri y Pepe Luis Carmona.
Texto: EDUARDO TÉBAR.
Foto Ray Heredia: MARIO PACHECO.
Foto Jorge Pardo: MANUEL NARANJO.
El 17 de julio de 1991 moría de sobredosis Ray Heredia. 27 años. Tan solo un mes después de la publicación de su primer disco, “Quien no corre, vuela”, cima del llamado nuevo flamenco. El álbum de ‘Alegría de vivir’ testimoniaba el borboteo de un Madrid que encontró mecenazgo en la figura de Mario Pacheco y la casa Nuevos Medios. “El más íntegro de los que hicieron sellos indies en los ochenta”, según J, de Los Planetas. Al cabo de un cuarto de siglo, ni siquiera el todopoderoso Google permite rastrear la vida de Ray. Un par de fotos tomadas por el propio Pacheco, alguna con los Ketama primigenios que fundó con José Soto ‘Sorderita’ y Juan Carmona ‘El Camborio’. Poco más. El pasado 4 de junio tuvo lugar un homenaje en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. Y ahora se prepara con sigilo la filmación de un documental y un lanzamiento en el que participarán, entre otros, Rubén Blades, Alejandro Sanz, Vetusta Morla y Antonio Carmona. Verán la luz de manera simultánea en otoño.
Avanzado a su época, “Quien no corre, vuela” se presentó a la par con el debut de La Barbería del Sur. En la sala Revólver y ante espectadores como Andrés Calamaro, sagaz visionario del maridaje de la rumba y el rock. La urgencia de conectar con su tiempo azuzó al flamenco joven, que nunca volvió a ser tan fresco ni desinhibido. Ray emergía como una versión gitana de Prince: compuso todos los temas, los arregló y tocó todos los instrumentos (guitarras flamencas y eléctricas, bajo, percusión, piano a pelo). “Vivía y sentía al límite”, contó Teo Cardalda, aquí productor y músico ocasional, a menudo criticado por exceso de azúcar, que firmó su mejor obra tras Golpes Bajos. El afán de búsqueda refulge en ecos brasileños, estribillos de canción melódica italiana y mullida esencia pop. El músico se permite incluso arrinconar la pureza jonda en un epílogo (‘El padre de la criatura’, un fandango de Manolo Caracol) con su cuñado, el inmenso tocaor Enrique de Melchor, y su padre, el bailaor Josele Heredia.
A Heredia le correspondía enganchar al público de Pata Negra, a los disidentes de la inercia comercial de los Ketama posteriores a “Songhai” y rebasar el lirismo de Manzanita. Era el eslabón natural de una cadena por la que pasaron Lole y Manuel, los hermanos Amador y Kiko Veneno. Se ha difundido que acompañó a Camarón. Escribió para La Susi. Tenía los aditivos para una carrera de impulso internacional. “Yo la busco y no la encuentro / mi alegría de vivir”. Un diamante loco fulminado por la heroína. Hoy le reivindican nombres que sacaron trabajos importantes en aquel año 91 (Tomatito, Diego Carrasco), hermanos legítimos (los Carmona, El Negri, Sorderita) y generaciones siguientes (Estrella y Soleá Morente, Lin Cortés, La Negra, Miguel Campello, Fernando Vacas o Alba Molina). “De Heredia es de donde ha salido el pop flamenco de Alejandro Sanz”, decía Mario Pacheco.
El Negri: cuñado y compañero
Enrique Heredia, El Negri, tenía 16 años cuando grabó las percusiones de “Quien no corre, vuela”. Ray Heredia estaba casado con su hermana, María Heredia. Su sobrina, Triana Heredia, se crió con él en la casa de sus padres. No había cumplido la mayoría de edad cuando, en junio de 1991, vivió la doble puesta de largo en la Revólver madrileña: los estrenos en sociedad de Ray Heredia en solitario y La Barbería del Sur. Sobrino-nieto de Sabicas, El Negri comenzó a pisar escenarios con solo 13 años, nada menos que gambeteando con el clan de Enrique Morente. Acaba de publicar el single ‘Navegaré’, anticipo de un disco que llegará en octubre, “Mi tiempo”, para el que ha versionado ‘Alegría de vivir’ a dúo con Calamaro. Paradoja: la revisión que llevó a cabo La Barbería del Sur en 1999 contabiliza casi un millón de reproducciones en Spotify. Más que la original. Aquella Barbería ya andaba reducida a dupla con El Negri y Juan José Suárez ‘El Paquete’. Hasta en los pequeños detalles se cruzan sus biografías: el mayor éxito de La Barbería del Sur fue una canción de Ray Heredia.
El Negri: «Conviene restar escabrosidad a la muerte de Ray. La heroína jodió a mucha juventud española del momento»
¿Qué recuerdas de “Quien no corre, vuela”?
Vivencias como cuando vino a casa de mis padres para enseñarme ‘Lo bueno y lo malo’. Sinceramente, aquello no me gustaba. Le dije que me parecía una cosa fea. Yo era un chavalillo. No llegaba todavía ahí. El otro día estuve escuchando el máster original del disco en casa de Teo Cardalda y fue emocionante. Me acordé de conversaciones concretas para cambiar arreglos e ideas.
¿Crees que fue un adelantado a su tiempo?
Él iba un pasito por delante en aquel momento. Artistas como Antonio Carmona o yo mismo venimos de ese sonido y de ese camino. Después, cada uno se ha desarrollado y ha tomado su forma. Ray abrió una ventana para el flamenco y, sobre todo, para el flamenco en Madrid. No hemos podido valorar hasta dónde hubiese llegado. Yo creo que su destino era romper la baraja y hacer cosas extraordinarias. Tristemente, no le dio tiempo.
Ray fundó Ketama y abandonó el grupo en 1987 porque no le iba el rumbo latino. Sois la generación que empezó a romper los esquemas flamencos partiendo del mismo flamenco.
No se ha vuelto a repetir este fenómeno. Madrid era la hostia a finales de los ochenta y principios de los noventa. Entrar en las oficinas de Nuevos Medios suponía encontrarte a Golpes Bajos, y montañas de discos y libros en mesas de cristal. Por allí aparecían fotógrafos y pintores que ahora son clásicos: García-Alix, Ceesepe… Todos estábamos emergiendo. Los flamencos nos mezclábamos con artistas de otras disciplinas. Ahora me da la impresión de que todo está más colocadito: los poperos por un lado, los flamencos en otro, los del jazz en otro… Dudo que algo así se vuelva a dar en España. Salvando las diferencias, fue como la Generación del 27. Algo que marca todo un siglo. Aún falta tiempo para asimilarlo con verdadera perspectiva. Lorca, Dalí y Buñuel eran genios, pero también una pandilla de amigos que montaron un lío en el mundo. Ketama, José Soto Sorderita, Ray Heredia y La Barbería del Sur montamos nuestro lío. De ahí salieron cosas relevantes.
¿Le consideras la voz de aquel Madrid?
Ray Heredia es Madrid. Madrid auténtico. ‘Alegría de vivir’, ‘Lo bueno y lo malo’, ‘Quien no corre, vuela’… Es Madrid en aquel periodo. Otros músicos te recuerdan otra esencia, otros territorios. Kiko Veneno huele a Sevilla. Pero Ray es un Madrid genuino de los ochenta. Como Ketama o La Barbería. Los músicos hacemos música para el mundo, pero con nuestras raíces.
¿Alguien sospechó su final?
Conviene restar escabrosidad a su muerte. La droga jodió a mucha juventud española del momento, en especial en los ambientes de la música, el cine, la fotografía o la moda. Somos gente inquieta y la droga hizo estragos. Él fue una víctima más de aquel desbarajuste, como tantos otros músicos y artistas. Había mucha desinformación. Nuestros niños saben ahora que la droga hace mal.
Pepe Luis Carmona: vecino y compadre
Pepe Luis Carmona abanderó con Ray Heredia la ola de los novísimos del flamenco. Creó La Barbería del Sur en 1990. En 1998 dejó su impronta en un disco solista de perfil raro, “Caído del cielo”, donde pasajes de jazz y funk se intercalaban entre tientos, soleares, fandangos, martinetes y bulerías. Mucho ha llovido hasta su regreso en 2015 con “La vida llega”, otra vez en Nuevos Medios. El álbum contiene una versión de “Su pelo”, rematada con Raimundo Amador y Jorge Pardo. “No quería hacerla solo con un piano, que es como la resolvió él, pero guarda su esencia. Raimundo es de la generación de Ray Heredia y tiene conexión con él. Siempre hay que hacer las cosas por algo. La escucharon María y su hija, y se pusieron a llorar. Incluso flipó María Pacheco [hija de Mario Pachecho y actual directora de Nuevos Medios]. El sello ha vuelto con mi disco. Lo primero que quise con mi regreso fue recordarle, era un genio y molaba mucho”, confiesa. Aún de luto por el fallecimiento del patriarca Juan Carmona Habichuela, Pepe Luis disfruta de su tierra. Cambió el ajetreo de Madrid por la mística de Granada. Tan pronto uno se lo encuentra en la cueva de Curro Albaicín o improvisando un acústico en Discos Bora Bora.
¿Con qué te quedas de Ray Heredia?
Me quedo con unos versos: “Solo quiero estar / solo caminar / yo solo”. Sin ser un gran poeta, era un gran poeta. Sin ser un gran cantante, era un gran cantante. Sin ser un gran guitarrista, fue un gran guitarrista. Era una persona con mucha información. Eso le llevó a desarrollar cosas que otros no desarrollan. Sin ser un gran nada, fue un gran todo.
¿Te sorprendía su lado compositor?
Tenía las cosas claras en un mundo en el que casi nadie tenía nada claro. Y ya no solo en la música. Era un tipo extraño. Posiblemente no le conocían en profundidad ni sus ocho o nueve amigos. Era un buen sagitario. Un tío aventurero y vital. Era un tío que se bebía la vida.
¿Qué sentiste en el reciente homenaje en Sevilla?
Era mi hermano. En el homenaje en Sevilla rememoré con Agustín Carbonell Bola aquellas escapadas de los tres al parque de atracciones. Estábamos siempre juntos los tres. Nos admirábamos y nos queríamos. Estoy presente en los proyectos en curso sobre su figura porque quiero engrandecer su recuerdo. Era una persona muy especial.
Pepe Luis Carmona: «Era una persona con mucha información. Eso le llevó a desarrollar cosas que otros no desarrollan. Sin ser un gran nada, fue un gran todo»
Y erais vecinos.
Salíamos de los ochenta creando mucha música. Pienso que fue el mejor movimiento que se ha producido dentro del flamenco. El mejor para mover el flamenco en el mundo, aparte de Paco de Lucía y Camarón. Grabamos juntos los debuts de La Barbería del Sur y Ray Heredia en Nuevos Medios. Sí, vivíamos enfrente el uno del otro durante los últimos ocho meses de vida de Ray. Aprendí mucho de él. Poca gente dice: “Yo con un disco me quedo aquí”. Y él se quedó ahí con un disco.
La historia de vuestro fichaje por Nuevos Medios resulta rocambolesca.
Pata Negra estaba ahí y tenía su público, igual que Ketama. Fue una época bonita. Yo tenía 21 años y con 23 me llama Sony. Éramos cantaores y guitarristas y, de repente, nos vimos con 3.000 personas abajo. A veces me preguntaba qué música estábamos haciendo. La Barbería la formé con Roberto Montero [el escritor Montero Glez]. Me escuchó cantar y empezó perseguirme. Decía que tenía el nombre de un grupo para mí, pensaba que era un loco. Era un poco mayor que yo. A la vuelta de una gira por Alemania me cuenta que ha conseguido una actuación de Pepe Luis Carmona con La Barbería del Sur en San Juan Evangelista. Y por un pastón. Rápidamente avisé a colegas: Rubem Dantas, El Negri, Antonio Carmona, Jorge Pardo… No teníamos material. Hice media parte con José Miguel [Carmona], cantando flamenco puro por tangos. Mario Pachecho estaba allí. Me pidió que me pasara por la oficina. Llamamos al Negri y a Josemi, y firmamos. Y entonces responde Mario: “También vamos a fichar a Ray”.
Y le dais una vuelta al flamenco.
Metíamos contrabajo, palillos… Ray era más arriesgado. Ya no era la típica rumba, hacíamos una música elaborada. A la gente le gustaba y venían a vernos. Eso no ocurrió en ninguna otra parte. Pasó ahí. Todo tiene un porqué. La Barbería no era tal Barbería. Roberto Montero me insistía: “Tengo el nombre para este proyecto y tienes que hacerlo tú”. Yo estaba trabajando en el teatro Alcázar y el tío venía todos los días a verme. Después ha demostrado ser un tipo súper inteligente. Volví de Alemania y me encontré 5.000 carteles en Madrid con mi nombre. Lo que sucedió en los noventa será difícil de repetir.
Sin embargo, a finales de los noventa te desencantaste del nuevo flamenco.
Se estaba desvirtuando todo. Yo quería seguir cantando por soleás y por seguiriyas. La fusión con el funk ya está hecha. Y el flamenquito es horrible. La última etapa de los jóvenes flamencos acabó desgastada. Yo soy flamenco y hago lo que me sale del corazón.
En “La vida llega” también has versionado ‘El sitio de mi recreo’. ¿Antonio Vega y Ray Heredia representan dos maneras de relacionarse con la heroína?
Ray Heredia fue una víctima de la mierda que había. Yo era su amigo y no sabía nada de esto. Me acuerdo de todo porque tengo memoria fotográfica. La noticia me pilló en Sevilla, de promoción con El Paquete. Fue una locura. Nadie sabía por qué se había muerto. No fue como con Antonio Vega, que todos sabíamos que andaba metido en eso. Hay yonquis al uso y yonquis nada predecibles. Sabíamos que Ray coqueteaba, pero pensábamos que era mucho más inteligente que la droga. Al final no pudo salir de ahí.
Jorge Pardo: el raro de Los Canasteros
Jorge Pardo participó en el concierto de homenaje, el 4 de junio en Isla de la Cartuja. En 2013 recibió el premio al Mejor Músico de Jazz Europeo, que otorga la Académie du Jazz francesa. En 2015 le otorgaron el Premio Nacional de las Músicas Actuales. Al abrigo de Nuevos Medios, grabó saxos en “Quien no corre, vuela” y formó parte de la gestación de La Barbería del Sur, como el bajista Marcelo Fuentes, en San Juan Evangelista. “Por aquel tiempo ya había echado a andar el sexteto de Paco de Lucía y “La leyenda del tiempo” de Camarón, proyectos en los que estuve involucrado. Conocí a Ray en el tablao Los Canasteros, en Madrid, donde yo tocaba. Yo no era un músico de la tradición flamenca. Me llamó la atención que era un flamenco atípico. No seguía la tradición, sino que iba a su aire. En parte, era lo que también me pasaba a mí. Se produjo una curiosa y lógica comunicación entre flamencos raros. Esta es la sensación que conservo con más fuerza”, comenta de camino a Almuñécar, donde este domingo le conceden la medalla de oro de la ciudad y firmará una baldosa en el paseo Bulevar del Jazz, dentro de la vigesimonovena edición del festival Jazz en la Costa.
Jorge Pardo: «Era un flamenco atípico. No seguía la tradición, iba a su aire. Entre nosotros se produjo una curiosa y lógica comunicación de flamencos raros».
Pardo guarda una imagen del músico madrileño “muy creativo y muy revoltoso”. “Coincidíamos en las noches de Madrid. Ketama comenzó con Sorderita, Ray Heredia y El Camborio. Él estaba en ese germen, que no era ni más ni menos que jóvenes flamencos que querían cambiar las formas. No la esencia, pero sí las formas”. Intentamos verificar: ¿tocó Ray Heredia en el combo de Camarón? “Yo no tengo conciencia de que él tocara con Camarón, que se ha convertido en un mito después de morir. Pero en aquella época Camarón andaba también por los tablaos”. Jorge Pardo, ocho años mayor que Ray, mantiene la inquietud por la fusión. En sus conciertos está ofreciendo un adelanto de “Djinn”, disco que publicará en septiembre con dosis de groove, flamenco prístino y electrónica. “Habría que preguntarle a un sociólogo qué pasaba en Madrid en aquella época. Quizá sea atribuible al cambio social tan fuerte que se vivió en nuestro país con la muerte de Franco y la llegada del aire nuevo de la democracia. Todos lo vivimos de una manera muy especial. Todo el mundo estaba ávido de hacer cosas nuevas y abrirse al exterior. Mi generación y la de Ray fuimos hijos de ese proceder”.
Soleá Morente y Lin Cortés: novísimos de hoy
Poco se han advertido algunas de las sorpresas que aguarda “Tendrá que haber un camino”, el primer álbum de Soleá Morente. Como el “Romancero gitano” de Federico García Lorca o el entronque de ‘Dama errante’, adaptación del ‘Winter lady’ de Leonard Cohen, con ‘Lo bueno y lo malo’ de Ray Heredia. El segundo corte más conocido de “Quien no corre, vuela” es una canción premonitoria. Un canto bellísimo a la pérdida y a la muerte. “Es un guiño descarado. Observé una coincidencia entre los acordes de Leonard Cohen y los de Ray Heredia. Salió por casualidad y fue uno de los momentos por los que me di cuenta que merece la pena dedicarse a esto. Dos personas y dos mundos que se encuentran mediante unos acordes. Quizá, yo lo recalqué más”, apunta Soleá. “Es uno de mis estandartes y de mis ejemplos. Lo admiro muchísimo. ¡Yo quisiera ser Ray Heredia! Es un modelo a seguir en la música. Por desgracia, murió muy jovencito”. Existen vínculos familiares entre El Negri, los Heredia y los Morente. “De pequeña veía a Ray cuando pasaba por casa. Siempre nos ha parecido un ángel. Era ese tipo de ser humano tan sensible que no soportó la vida. Me recuerda mucho a Antonio Vega o Amy Winehouse. Ese tipo de artistas que emocionan porque tienen una sensibilidad sobrenatural”.
El cordobés Lin Cortés también rindió tributo a Ray Heredia en Sevilla. En un cartel compartido con artistas como sus vecinos El Panky y La Negra, Estrella y Soleá Morente, Jorge Pardo, Tomatito, Sorderita, los Carmona (Antonio, Juan, Josemi y Pepe Luis), El Bicho o Diego Carrasco. Y hay algo de émulo de Prince y de la filosofía de Ray en su trabajo, como demostró en 2014 con el heterodoxo “Gipsy evolution”, un atrevimiento de vanguardia pop en territorio flamenco. Sobrino de una leyenda del cante, El Pele, actor secundario en las bandas de Raimundo Amador, Vicente Amigo o Rosario, Lin Cortés se reconoce continuador de los nuevos flamencos. “He mamado de ahí. Soy un producto de lo que he escuchado: Ketama, Pata Negra, La Barbería”. Ya cerca de cumplir los 40, Lin pertenece a una generación educada sentimentalmente con “Quien no corre, vuela”. “Ray Heredia solo sacó un disco, pero fue muy original. No se ha vuelto a hacer nada que suene igual. Ketama estaba cerca, pero él tenía su rollo”. ¿La gran aportación de Ray Heredia? “La libertad. No tener prejuicios. Y la originalidad”. Lin Cortés no llegó a conocer en persona a Ray, pero ha llorado con su viuda. “La María dice que le recuerdo mucho él. Nos emocionamos juntos hace muchos años”. Y sitúa el inicio del cambio en Camarón y Enrique Morente. “Después se ha estancado todo. No salen cosas sorprendentes. Cosas que te descoloquen. Esa modernidad la sigo viendo en gente como La Negra”.