FONDO DE CATÁLOGO
«Una obra cumbre construida a partir de pequeñas obras maestras»
Esta semana en Fondo de Catálogo recuperamos: Rattus norvegicus, el disco con el que debutaron The Stranglers en plena efervescencia punk, pero con evidencias de virtuosismo y rasgos de complejidad técnica y conceptual. Por Sara Morales.
The Stranglers
Rattus norvegicus
EMI, 19T7
Texto: SARA MORALES.
En 1977, en plena eclosión del punk, The Stranglers eran un bicho raro. Coetáneos a todos los que poblaron la efervescencia del género, ellos, que partían en principio de los mismos patrones ideológicos y conceptuales, iban por su cuenta a la hora de sonorizarlos y plantarlos ante los ojos del público. Insólito en ellos era, ya para empezar, el uso del teclado; tanto, que incluso se ganaron la sorna del sobrenombre “Punk Floyd”.
Y pese a que todas las bandas estaban dando sus primeros pasos y, con ellos, llegando a sus primeros discos, a The Stranglers les costó encontrar su espacio en un escenario en el que los vaqueros y las chupas de cuero eran el atuendo generalizado, mientras que ellos todavía tiraban del pantalón corto y la indefinición estética.
Grabaron este debut, que estaba destinado a llamarse Dead on arrival pero cambiaron al nombre que ha pasado a la historia en el último momento, en apenas seis días. Con la inmediatez intrínseca del decálogo del momento sí cumplieron; con creces lo hicieron, pues aunque la mano del productor Martin Rushent es evidente en el pulido, el disco quedó como una muy fiel instantánea del set en vivo que la banda ya derrochaba por entonces.
La agresividad y la urgencia en el sonido están ahí, cómo no, aunque es cierto que la interpretación de los temas busca la corrección técnica en detrimento del rupturismo, a pesar incluso de que las letras fueran tachadas de sexistas en diferentes medios especializados en el momento de su publicación, en abril de 1977. “Sometimes”, el tema que abre el álbum, compuesto por el líder de la banda, Hugh Cornwell, y “London lady”, con letra y música del bajista Jean-Jacques Burnel, fueron el centro de la diana de todas las críticas. La primera, por relatar una discusión que roza la violencia con una novia, la segunda, por susceptibles referencias a una periodista de aquel momento y de aquella manera.
Un repertorio vertiginoso
Las primeras diez mil copias del vinilo original incluyeron un sencillo gratuito de siete pulgadas que contenía “Peasant in the big shitty” en vivo y “Choosey Susie”. Pero si tenemos que quedarnos con el repertorio del disco tal y como llegó al grueso de los mortales, podemos decir que se trató de una obra cumbre construida a partir de pequeñas obras maestras.
Con “Adiós Toulouse” inciden en el vaticinio de Nostradamus sobre la destrucción de la ciudad francesa y en “Hanging around” recopilan con sarcasmo y acidez el perfil de los personajes que poblaban los pubs de Londres donde actuaban.
La polémica protagonista de “Sometimes” repite rol —aunque esta vez desde otro registro menos dañino— en “Strange little girl” y “Ugly” se remite al soneto Ozymandias que publicó Percy Bysshe Shelley en 1818, sobre la política subyacente en el movimiento literario.
Estaba claro que a The Stranglers también les movía el espíritu combativo, el impulso de intentar cambiar las cosas, la búsqueda de otras formas de interiorizar el sistema y la práctica vital en él mejorada e igualitaria. Lo único que ocurrió es que su forma de expresar todo aquello siempre fue más compleja que la de su compañeros de movimiento, menos directa, quizá; y buena muestra de ello es lo que hicieron con “Down in the sewer”, la pieza que cierra el disco compuesta, a su vez, por cuatro secciones: “Falling”, “Down in the sewer”, “Trying to get out again” y “Rats rally”. Una especie de metáfora sobre la ciudad de Londres, sus habitantes, su dinámicas, su tradición y sus rutinas, a partir del movimiento migratorio del entorno rural a la ciudad que, pese a lo prometido y lo soñado, termina desencantando.
El culmen de un disco que también habla de vivencias propias en casas okupas —(“Get a) Grip (on yourself)”—, que eleva la figura de la clase obrera con incisión en la cultura minera y se concentra todo ello bajo el bautismo común de la rata que propagó la peste negra, rattus norvegicus.
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Anterior entrega Fondo de Catálogo: Coplas del ciego (1983), de Luis Pastor.