«Lo peor que nos ha pasado a los músicos es olvidarnos rápidamente de lo poco que sabíamos y querer demostrar rápidamente, y si es posible en un segundo disco mejor que en un tercero, todo lo que hemos aprendido, lo bien que toco ahora, lo bien que arreglo ahora. Por eso nos gustan tanto los primeros discos, las primeras épocas»
Ramoncín, bajo el nombre de The Cover Band, ha publicado un disco en el que revisa temas de la historia del pop español en el periodo que va de 1965 a 1975. Una experiencia de lo más interesante que invita a charlar con este viejo amigo de EFE EME, un rockero de estirpe al que, en los últimos años, se ha tratado de ajusticiar, de ningunear y de arrastrar su nombre por el lodo por algo tan sencillo, y admirable, como defender los derechos de todo un colectivo profesional. Incomprensible, pero así están las cosas. El mal está hecho, nosotros solo podemos recomendar la lectura de esta interesante y esclarecedora entrevista con Ramoncín.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Fotos: Cedidas por RAMONCÍN.
Conversar con Ramoncín es un verdadero gusto, algo recomendable incluso para sus detractores. Educado, cortés y elocuente, uno podrá o no estar de acuerdo con él, pero lo que es indudable es que en más de un aspecto ha sido víctima de la sociedad maniquea en la que vivimos. Antes de pronunciarse respecto a él una vez más, sus críticos deberían leer esta entrevista. Más de uno se va a sorprender.
Iniciamos la charla hablando sobre un formato tan caliente y artesanal como el vinilo, formato en el que ha editado su nuevo disco al frente de The Cover Band, y que pronto saldrá a la venta en CD. Con todos vosotros, el ángel de cuero.
«Es verdad que la gente está sacando vinilos. Lo que no había hecho nadie es sacarlo antes que el CD. Creo que el mayor error de la industria, el de todos nosotros como industria, es que hubo un momento en que se apostó por el consumidor más que por el aficionado. El consumidor es el que mete en su MP3 veinte mil canciones, el aficionado es el que tiene la colección que sea de vinilos, sabe dónde está cada uno, los tiene de la “a” a la “z”, los pone, los lee, sabe quién toca, dónde se han grabado, quién los ha producido. Cuando eres aficionado de verdad tienes otro concepto de lo que consumes».
¿Cuándo crees que la industria se empezó a preocupar más por el consumidor que por el aficionado?
Cuando se dieron cuenta de que podían vender lo mismo que habían vendido otra vez sin pagar nada. Yo tengo un problema, de mí solo oyen lo que les interesa, no oyen lo que digo. Lo dije ya hace mucho tiempo. Entre mil novecientos cincuenta y poco, cuando Elvis graba el ‘That’s all right, mama’, y mil novecientos noventa y mucho se produce un negocio solo con vinilos y casetes, un negocio con aficionados. Mecano venden un millón de vinilos de “Descanso dominical”, nosotros vendemos doscientos mil discos dobles de “Al limite vivo y salvaje”, Miguel Ríos vende cuatrocientos mil vinilos de un disco en directo. El negocio se producía con una cosa tan primitiva como es un vinilo. ¿Qué hace la industria? Aparece un nuevo formato y dicen “coño, lo voy a vender todo otra vez, más caro y sin pagar nada”. No masterizaron, solo digitalizaron y relativamente, porque el master que tenían era analógico y en muchos casos se sacó del propio vinilo. Habían desaparecido las cintas, porque nunca las han custodiado como debieran. No sabes los rulos que se han perdido, no sabes los masters que se han perdido. Yo vi tirado mi master de “Barriobajero”, que no pude recuperar, directamente, en la basura. No sabes los rulos que se perdieron en todas las compañías de discos. Entonces llegaron y dijeron “de puta madre, lo puedo volver a vender todo”. Y volvieron a vender Beatles, Stones… Vendieron todo sin gastar nada, en un formato práctico, el CD, que científicamente puede parecer que suena mejor, porque esa combinación de ceros y unos reduce el ruido de fondo. Cuando te lo pones solamente oye la música, lo que pasa es que luego está el oído emocional, el oído mecánico, que no es digital, es analógico. Hay muchas consideraciones, pero la gente se ponía su vinilo y sonaba tan grande, con la aguja, luego metía un CD y decía “hostia, ¡y todos los temas seguidos!, ¡y no tengo que levantarme a darle la vuelta!, ¡y va todo junto!, ¡y le doy a repetir y repite todo!”
El vinilo requiere una cierta concentración.
Claro, es otra cosa. Como tú bien dices, se pierde la concentración, la necesidad de estar en un lugar para oírlo. El vinilo requería llegar a casa, levantar la tapa, ponerlo, limpiarlo, había una ceremonia. Yo entiendo que suena un poco a las batallas del Abuelo Cebolleta, pero el tiempo ha demostrado que si científicamente el CD suena mejor, el vinilo es emocionalmente mejor. Porque tiene ruido de fondo, porque requiere esa afición de tener un objeto delante, de saber quién toca, cómo suena, toda esa ceremonia.
De ahí la idea de lanzar “The Cover Band 1965-1975” en vinilo.
Claro, sobre todo haciendo como hacemos una revisión de discos que fueron todos en vinilo, pues la oportunidad de oírlos luego en otro formato ha sido porque los han digitalizado, que no masterizado.
Además, se puede descargar con un código incluido en el vinilo.
No puedes hacer un vinilo y que haya un chaval que diga “joder, pero es que a mí me gusta Ramoncín, a mí me gusta la Cover Band, pero es que no tengo plato y no quiero comprármelo”. Pues así te compras el vinilo como un objeto y te llevas dentro una tarjetita, que además es muy mona, que lleva un código mediante el que te puedes descargar en alta calidad digital el vinilo. Y luego la industria siempre pide que se haga un CD. Si lo abres en edición CD, ves que lo hemos hecho exactamente igual que un vinilo, dentro lleva también el DVD del videoclip de ‘Viento de otoño’, en el librito hay otras fotos y he escrito un texto más o menos largo, contando un poco lo que pienso de todo esto.
¿Por qué sacarlo con el nombre de The Cover Band sin que aparezca el de Ramoncín en la portada?
Porque creo que es darle la responsabilidad a la banda. Una de las cosas que me gustaba mucho cuando hacía cine es que eras uno más en el engranaje, tienes que hacer tu trabajo. Cuando haces un disco de Ramoncín eres responsable de todo.
¿Fue un proyecto grupal desde el principio?
Claro. Hubo una lista que hizo todo el mundo [se refiere a su banda]. Luego preguntamos a amigos, familiares, conocidos y salió otra lista. Entonces empezaron a coincidir las canciones y a repetirse. La última decisión la tomo yo, al fin y al cabo soy el productor ejecutivo y el padre del proyecto, pero respeto la mayoría de lo que aparece. Yo les dije [a su banda] “este es vuestro proyecto, quiero que hagamos como cuando hacemos una versión de una canción para tocar en directo”, es decir, la tocamos con nuestros mimbres como si la fuéramos a incorporar al repertorio en vivo. Ni hacemos una cosa irreconocible, ni nos ponemos estupendos y convertimos la canción en otra cosa, ni hacemos un cover, o sea, lo traemos a nuestro rollo. Y luego yo me ocupo de los arreglos vocales, dirijo todo ese curro, y dirijo toda esa producción.
Una cosa importante es que creo que se conserva la inocencia de estas canciones, esas melodías, esa forma de cantar al amor así, tan directamente.
Coincides con algo que digo en el libreto de la versión CD. El otro día leía esta biografía que le han hecho a Clint Eastwood en la que le ponen mal, nos cuentan que es un roñoso, nos cuentan una serie de cosas del tío que no sabíamos, y hay una cosa que el autor utiliza como si fuera algo a reprocharle. Dice que no le gustan los guionistas, si no le gustan los guionistas, pues es algo reprochable, pero dice que el tío suele rodar sobre el primer borrador de guión, y lo dice como un reproche. Yo cuando veo las películas de Clint Eastwood, y más ahora después de saber esto, digo “joder ¿esto lo ha hecho con un borrador de guión?” O sea, con el primer borrador ha hecho “Sin perdón”, “Gran Torino”, “Million dollar baby” y “El intercambio”. Con esto pasa lo mismo. Creo que hay un borrador de las canciones que lo hace quien la compone. Y, por lo general, el cantante-compositor es menos músico –digo en general, ¿eh?–, que la mayoría de los músicos con los que luego graba. Los músicos son músicos, han desarrollado una técnica. Mientras yo pongo dos acordes, mi guitarrista pone cuatro y hace un solo entre medias. Esto es así casi siempre. Pero la canción la he compuesto yo, he hecho el borrador de la canción, sé lo que quiero que sea ese disco. Solo hay que coger los discos de Elvis en la Sun Records. Llega, Sam Philips le ponía allí un single, lo oye, a la tercera dice “ya me lo sé”, se va, lo toca y a la segunda toma está grabado. Porque tienen un esencia… Lo peor que nos ha pasado a los músicos es olvidarnos rápidamente de lo poco que sabíamos y querer demostrar rápidamente, y si es posible en un segundo disco mejor que en un tercero, todo lo que hemos aprendido, lo bien que toco ahora, lo bien que arreglo ahora. Por eso nos gustan tanto los primeros discos, las primeras épocas.
A veces acumular conocimientos puede bloquear la creatividad.
Yo estoy convencido de que sí. Sobre todo porque te metes en un estudio y allí empieza todo dios a opinar y todo el mundo a pensar. Y esas canciones, cuando ellos las hicieron, las hicieron como las hicieron, grabando en una tarde, en una sesión, después de haber oído el tema tres veces y a tomar por culo. Nosotros hemos cogido esas canciones y las hemos grabado de la misma manera.
Se nota.
Es que yo llevo peleando con esto desde siempre. Creo que en “Miedo a soñar” lo conseguí. En “Miedo a soñar” estamos tocando las canciones. Algunas se las pasé a los músicos en el mismo estudio, porque si consigues pasarles la estructura de la canción y las notas, no necesitas más. Luego trabajas sobre ellas. Es lo que decía Mike Tyson: “Cuanto menos tiempo estemos en el ring, menos posibilidades tenemos de que nos hinchen a hostias”. Y yo lo digo siempre. Cuando vamos a ensayar, cuando vamos a grabar, ellos se ríen por que les digo: “Chicos, lo de Mike Tyson, ¿eh?”
Se lo han aprendido, ¿no?
Se lo han aprendido. Y en esto creo que lo han demostrado.
¿Va a haber más partes de The Cover Band?
En principio el volumen dos está firmado, será el periodo “75-85”.
«Para mí los cuidados son intensivos en mi vida en general y la voz es un instrumento que puede ser cada vez mejor. De la misma manera que puedes ser cada vez mejor guitarrista, con la voz puede pasar lo mismo, y me he ocupado de ella más que de cualquier otro instrumento que toco, aporreo o hago llorar»
CUANDO EL DIABLO CANTA
¿Y tú disco en solitario? Se supone que se iba a llamar “Cuando el Diablo canta”
Se llama, digo se llama porque existe.
¿Está grabado?
Tengo cinco temas ya terminados. Quiero terminarlo en el mes de marzo. Si lo termino en el mes de marzo lo podemos editar rápidamente, porque como ahora tengo esto para editarlo [se refiere la tarjeta de “The Cover Band 65-75” con código de descarga digital] puedo hacer una cosa rápida e inmediata.
Bueno, yo prefiero un vinilo.
Yo te prometo que a partir de ahora voy a sacar vinilos de todos mis discos. No sé si ediciones tan largas como los tres mil discos de de The Cover Band, pero por lo menos un mínimo de quinientos vinilos me voy a hacer, aunque todavía haya que ir a encargarlos a Francia, solo por el gusto de verlos y tocarlos.
¿Qué línea llevan los nuevos temas?
Yo creo que son muy Ramoncín, pero se nota algo, hay un puntito de frescura que me gusta mucho. No grabo un disco completo desde “Miedo a soñar” [1998]. Grabé cinco canciones para “Ángel de Cuero. Veinte años de canciones” [2000] pero pensando que iban a ser eso, cinco canciones.
¿Va a ser un disco menos denso que “Miedo a soñar”?
Sí. Va a ser menos denso porque hay canciones que están muy despojadas. Hay un tema que se llama ‘El cuchillo y la herida’ que va a ser como ‘Como un susurro’ del año 2000, un poco más jazzístico, con una trompeta en medio que trato de tocar yo. ¡Todavía no lo consigo, pero bueno! He notado que, sin tensarlo ni exigirlo, en una canción que se llama ‘Huellas de sangre’ hay algo de Louisiana, de Willie De Ville, de sonido Nueva Orleans. Y me he dado cuenta de que en un tema que se llama ‘La punta de la aguja’ hay algo del pop británico. Lo que quiero hacer son 14 canciones que me pide el cuerpo hacer, que me gustan. Hay una que se llama ‘Sombras y sueños’ que está instrumetalizadísima, dos violines, dos baterías, piano, tres guitarras, muchos coros, y me gusta. Es de esas canciones densas como ‘Tormenta en la carretera’, de esas que yo hacía siempre, la última de la cara B, esa larga para terminar el disco. Me sale todavía alguna cosa de esas. Hay cosas que vamos a grabar con un piano, un bajo, la voz y a lo mejor un saxo, una trompeta o el violín. Liberar un poco eso que decíamos antes, esa obligación de que aquí toque todo el mundo, unos arreglos de cojones, que todo el mundo vea todo lo que sé, todo lo que he aprendido. Con lo único que me he llegado a poner muy pesado es con mi voz. Por que no he dejado de trabajar y mi voz es como una nueva vieja voz.
De hecho, en The Cover Band se aprecia que tienes nuevos matices en la voz.
Sí, es que para mí es mi nueva vieja voz. No tengo un cambio radical del tono, como le ha pasado a Springsteen, por ejemplo. Sus mismos fans decían: “¿le ha cambiado mucho la voz, no?, ha terminado teniendo una voz muy grave, demasiado ronca”. Yo no digo ni que esté bien ni mal. Me gusta más la frescura de la voz que tiene Paul McCartney con setenta años.
Tú siempre te has cuidado mucho la voz.
Muchísimo. Para mí los cuidados son intensivos en mi vida en general y la voz es un instrumento que puede ser cada vez mejor. De la misma manera que puedes ser cada vez mejor guitarrista, con la voz puede pasar lo mismo, y me he ocupado de ella más que de cualquier otro instrumento que toco, aporreo o hago llorar. He dado muchas clases, he buscado todos los profesores que podían llevarme hasta lo más lejos. He dado clases magistrales con Alfredo Krauss. Tres clases en las que di un paso de esos que dices he subido un piso, no solo un escalón. Además, viene muy bien para según qué tipo de canciones, viene muy bien saber que puedes llegar ahí.
Siempre, incluso cuando eras más joven, has tendido a proyectar mucho la voz.
Sí, la rompí en mi primer disco más de lo que debía y la suavicé más de lo que debía en “Arañando la ciudad”, pero el resto del tiempo he tratado de cantar con mi voz y ya está, intentando llegar lo más lejos. En el disco de The Cover Band, en el tema ‘No se puede ser vago’ de Miky y Los Tonys, todas las voces son mías. Las chicas también, las chicas soy yo.
¿Qué? ¿En falsete?
Todo falsete, pero falsetes en distintos tonos armónicos. En ‘98.6’, una de las voces femeninas que hay en el coro soy yo. Me divierto mucho con esas cosas, me divierto porque puedo hacerlo [risas].
Foto: Rafael Martínez (elkissvis).
«Durante mucho tiempo he defendido a un colectivo silencioso, cómplice, hipócrita e insolidario. Pero, claro, no son todos. Si tú me preguntas si volvería a hacerlo diría que no. Lo haría de otra manera, haría lo que hago ahora. Lo único que estoy haciendo ahora en el terreno legal es defenderme a mí, defender mi honor»
POLÉMICAS VARIAS
Sé que has tenido una buena relación con Teddy Bautista, ¿cómo es esa relación a día de hoy?
Siempre que le he visto durante estos 18 años que he estado allí y le he visto hablar de otras cosas, le miraba y veía al Teddy que me gustaba a mí. No dejo de ver al Teddy que iba por la calle Ancora, en mi barrio, en el Paseo de las Delicias, a buscar a la hermana de Begoña, cuya hermana era la que me gustaba a mí. Le veía y me parecía Dios. Era un tío grande, que estaba muy cuadrado, con esas patillas… Y yo siempre que le he mirado cuando hemos estado hablando de cosas, algunas interesantes y otras peñazos que nos hemos comido ahí, me he dicho: “¡Es Teddy, tío! ¡Hostia, es Teddy!” Es el tío por el que me he falsificado carnets de identidad para poderle ver.
¿Crees que su labor al frente de la SGAE es incomprendida?
Creo que sin esta polémica de los últimos cinco o seis años, podríamos decir que es el mejor Presidente de una asociación de autores del mundo. Por que la SGAE, cuando nosotros entramos, recaudaba tres mil quinientos millones y ahora, con crisis, todavía sigue recaudando sesenta mil millones. Si hablamos de eso, ¿eh? Que es al final de lo que se trata. La SGAE es una empresa privada que recauda el dinero de unos socios, para repartírselo a esos socios. Y a la gente se le olvida eso. Teddy ha hecho maravillas en la SGAE. Y no hay que olvidar que los primeros años estuvo de Consejero Delegado, cobrando una dieta. No era Presidente del Consejo ni nada. Lo que pasa que luego se hicieron unas reuniones en el Palacio de Magalia, en la provincia de Segovia, donde redactamos, discutimos y debatimos haciendo ejercicios espirituales, encerrados en celdas, en un castillo.
Como los padres de la Constitución.
Te lo juro. Para hacer los nuevos estatutos. Llegamos al consenso de que ese tío, si mañana perdíamos unas elecciones y llegaba otro, le podía echar a la calle y haberse dejado la vida ahí. Yo iba, él estaba. Entonces, creo que si nos hubiéramos ahorrado esta polémica entre todos, que creo es un error de todos…
¿Exactamente de qué polémica hablas?
De todo, de todo este rollo de la piratería, del canon, de la boda, de los peluqueros… Nos lo podíamos haber ahorrado perfectamente con un poquito más de dialogo y sinceridad por todas las partes y nadie dudaría de que Teddy es una persona extraordinaria, con una capacidad de trabajo asombrosa y honrado a carta cabal hasta donde yo puedo defender. En los 18 años que he estado en la SGAE te aseguro, te garantizo, te doy mi palabra de honor de que nadie ha hecho nada que no sea legal. Pero fíjate lo que te digo: Si alguien saca mañana un papel, una acción, una actuación de que se ha producido algo ilegal en el tiempo en el que yo he estado en el Consejo de Dirección, me voy a los tribunales a demandar a quien sea, aunque hayan pasado veinte años. A ver si la gente se entera ya de quién coño soy yo. Si mañana me demuestra alguien que en un momento determinado, mientras yo estaba en la SGAE, alguien ha metido la mano en el cajón, se ha manipulado o malversado un céntimo, el primero que va a ir a los tribunales soy yo a demandar a quien coño lo haya hecho. Y, desde luego, a pedir las actas, que se quedan ahí para siempre. Dentro de cien años alguien podrá decir que quiere ver un acta de la reunión del veinticuatro de julio de mil novecientos ochenta y nueve en la que Ramoncín hablaba de la música en la calle. Y ahí tiene que estar. Lo que quiero decir con esto es que hay que saber de lo que se habla. Llegados a este extremo, es lo que yo opino. ¿Qué pienso que ha pasado en los últimos tiempos? Pues, ahora que ya me he ido y que lo veo desde fuera, lo que ha pasado es que no tenemos ni puta idea de comunicar. Que esa gran empresa, maravillosa, enorme, plagada de grandes estrellas del cine, la danza, el teatro, la música ligera, no tenemos ni puta idea de comunicar. Ni la más puta idea. No entiendo cómo ha sido posible que le hayamos mandado a la gente un mensaje… Mire, esto somos y esto hacemos, y cuando nos equivocamos estamos dispuestos a abrir un debate. Un debate, ¿eh?, no que yo diga que creo en la propiedad intelectual y a que uno me llame hijo de puta, que es lo que está pasando conmigo cuando digo algo. O cuando alguien dice que yo he dicho algo, que eso también es la hostia. El que aparece por debajo no dice “no estoy de acuerdo” o “te equivocas”, te dice hijo puta, ladrón, chorizo, cocainómano… Una cosa acojonante. Que como sea todo eso como cocainómano, de puta madre, porque no lo soy nada. Sinceramente, creo que, en este momento, o la SGAE se abre del todo a la sociedad –porque aunque sea un asunto privado, ha terminado formando parte de la sociedad– y al debate o… Sinceramente, ojalá supiera lo que va a tener que hacer. Pero esta casa o se abre al debate y trata de explicar de manera que se entienda claramente lo que hace y reconoce sus errores…
¿Qué errores piensas que ha tenido?
El prime error ha sido el hermetismo en la comunicación. Las cuentas de la SGAE son transparentes. Cuando Víctor Manuel dice que las cuentas de la SGAE están colgando con chinchetas en las paredes no está diciendo ninguna barbaridad, es que es la obligación de la SGAE. Tú eres autor y tienes todo el derecho a ir a la SGAE a ver las cuentas. Pero no solo tú, sino que la SGAE está sometida a una auditoría externa, a una propia y a una que le hace el Ministerio de Cultura. Y no solo eso, también a la que le quieran hacer todas las sociedades de gestión del mundo que tengan negocios con la SGAE; es decir, todas. Es muy difícil meter mano en el cajón. En cambio, eso que es tan transparente, la SGAE no ha sabido explicarlo. La SGAE se ha vuelto completamente legalista. Tienes que explicarle al ciudadano porqué en una peluquería, si ponen música, el peluquero tiene que pagar tres euros al mes. Se lo tienes que explicar a la gente, decir “mire, esta es la razón». Y luego, estaremos de acuerdo o no estaremos de acuerdo, pero “mire, esto se produce por esta razón”. A mí cuando me dicen que la SGAE ha metido a un señor con una cámara en una boda, te juro que no me lo creo. No te digo que no lo haya hecho, pero te juro que no me lo creo. Si yo estoy allí y me dicen que van a meter a un tío con una cámara me levanto y me marcho. Si yo estoy en una junta y todos votan que sí, yo dimito. Una cosa es que vayas al Salón Torres y digas, oiga, usted por hacer una boda aquí tiene que pagar unos derechos, porque lo dice la ley. Es una empresa y vive de eso. Es más, ¿es legal que la SGAE vaya a una boda que se está celebrando en un almacén de melones donde ponen música a cobrarle un dinero por eso? Creo que sí. Ahora, ¿es moral? No. Hay que saber distinguir lo que es legal y lo que es moral. Ahora, que me diga un peluquero que él no quiere pagar los tres euros que tiene que pagar por poner música en su peluquería… Pues yo le preguntaría por qué compra los periódicos y las revistas. Para dar un servicio.
¿Y si el peluquero te dice que él ha traído ese disco de su casa y que es suyo y lo pone en su peluquería?
Lo que hace se llama comunicación pública: «Tiene razón en lo que usted dice, pero la ley dice que lo que usted hace es comunicación pública. A mí no me diga usted nada, yo hago lo que me dicen que puedo hacer». Hay que hablar con la gente, hay que dialogar con la gente.
Ahora mismo estamos en el centro de Madrid. Seguro que a veinte metros en una casa hay un chaval descargándose un disco…
Lo hace porque puede.
Sí, ¿pero a ti eso te molesta?
No. A mí no me molesta en absoluto, te lo juro.
Ahora viene un chico y te dice que tu música le parece cojonuda pero que la tiene toda descargada. ¿Qué le dices?
Pues le digo que es una pena, que qué putada porque los discos están muy bien. Me sentaría a hablar con él. He visto a artistas a los que le han preguntado en la tele la pregunta del millón: “Entra un tío en tu camerino con un disco pirata, ¿se lo firmarías?» Y dicen que sí, para quedar estupendos. Nadie quiere decir nada que les pueda perjudicar. Pues en vez de decir sí, me gustaría decir «ven, entra, ¿no tienes pasta para el disco? Te lo regalo yo». El que me conoce, la gente que es habitual mía, sabe que soy extremadamente generoso. Yo doy conciertos y en la entrada regalo discos y libros a la gente, desde siempre. He dado un concierto, se ha grabado la primera parte, a la gente le hemos regalado el CD y en su casa se ha podido descargar el concierto entero 24 horas más tarde. He sido siempre generosísimo en eso. Cuando alguien no ha tenido dinero le he mandado el disco. Ahora me llama mucha gente porque no encuentran “El tocho cheli” y yo se lo mando. A ver, no puedo mandar veinte mil, pero mando los que mando. ¿Por qué un chaval se descarga ilegalmente toda la colección de un artista que le gusta? Primero porque puede hacerlo. Segundo, porque está oyendo que, moralmente, se puede hacer. Y tercero, porque hay una polémica abierta en torno al precio de las cosas y a la cultura de lo gratis, que yo, sinceramente, jamás pensé que se fuera a producir. Porque yo no he dudado en pagar tres mil pelas por un vinilo cuando tenía diecisiete años, aunque tuviera que juntar cinco para pagarlo. Tengo vinilos comprados en el rastro, por ejemplo el “Tonight, tonight” de Neil Young en cartón duro de verdad, el “Thick as a brick” de Jehtro Tull completo, el “Aladdin Sane”, que se abría o uno de mis favortios de esa época, el “If I could only remember my name”, el disco en solitario de David Crosby, que en España no salió y tocan medio Jefferson Airplane, medio Grateful Dead, tocan también Nash y Young y pone detrás 3.750 pelas. ¿Sabes lo que eran 3.750 pelas cuando tenía diecisiete años?
Una burrada.
Cien pavos de ahora por comprar un disco. Y éramos chavales que estábamos estudiando, hijos de obreros. Nos juntábamos cuatro o cinco, lo comprábamos, nos íbamos a casa de uno… Era otra cosa.
De todos modos, yo también comprendo una vertiente melómana ahí. Si hay chavales que tienen una pasta limitada… Tú imagínate que eres joven, tienes un pasta limitada para comprarte unos vinilos pero, además, puedes descargártelos. Seguro que también lo haces.
Yo creo que nos los hubiéramos descargado. Completamente seguro.
Es natural, tú imagínate al chaval que piensa: “Joder, lo puedo tener ya en vez de esperar cuatro meses”.
Bueno, pero, vamos a ver. Yo me quería colar en el cine, otra cosa es que no sepa que colarse en el cine no mola. Yo iba al cine y a lo mejor había una sesión que no podías ver y decías, joder, si yo me pudiera colar me colaría. O sea, si hubiera una ventana por detrás y, si además incluso después de haberme colado, cuando el acomodador viniera a echarme la gente dijera “oiga, oiga, no le eche usted al chaval, que el cine es muy caro”, me habría colado con más motivos. Creo que estos matices son importantes. Pero si yo me cuelo en el cine, me pillan, me sacan de la oreja, nadie me defiende e incluso pueden llamar a la policía… Entonces, colarse era un riesgo, incluso aunque me hubiera querido colar. O ibas al Corte Inglés y veías aquellos cochecitos de las cajas Matchbox, eras un crío, no los podías tener y no los podías pagar. Y claro, si hubiera podido habría cogido uno y me lo habría guardado en el bolsillo y me lo hubiera llevado. Pero no lo haces porque piensas “como me lleve ese coche y me pillen me la gano. A pesar de que son carísimos y dinero no tengo”. Eso es indudable. Otra cosa es que la gente no se dé cuenta de quién está haciendo el negocio de esto.
Hablamos de las plataformas de telecomunicaciones.
A mí, que yo llegue a mi casa y me descargue para mí videos de youtube y canciones de tal… Chico, si no tengo dinero, me gusta la música, me gusta el último de Sabina y no tengo pasta, yo quiero tener el tema de Sabina, el vídeo de Sabina, porque me mola y, como puedo, me lo descargo. De lo que me quejo y me he quejado siempre es de que alguien se lucre con eso.
Te entiendo.
Pero, aparte de eso, es mentira que sean descargas gratuitas. Pagan un ADSL todos. Están pagando a Telefónica, a Orange y a Vodafone. Pero qué coño va a ser esto gratuito. ¿Por qué la gente se paga un politono en el teléfono y luego no quiere pagar una canción? ¿Cuánto se paga por veinte segundos de un politono en un teléfono? Hasta un euro y pico por una cosa que hace “ña ñan ña ñan” y lo pagan sin ningún problema. Lo harán porque no se lo pueden descargar de otra manera. Posiblemente, si lo pudieran descargar de otra manera no lo pagarían. Sinceramente, te digo que la gente tiene que elegir. Quien quiera comprarse un vinilo que se compre un vinilo, quien quiera comprarse un CD que se compre un CD, el que quiera descargarse las canciones en Itunes que se descargue las canciones en Itunes, el que quiera comprar los temas de uno en uno que los compre de uno en uno, el que quiera entrar en una página donde un chico le regala su música gratis que la tome gratis, yo nunca he estado en contra de esto. Yo estoy en contra de que la gente hable de la gratuidad de este asunto y lo único que es gratuito es cuando nos guindan una canción a nosotros y en cambio están pagando la ADSL. Oiga, que usted está pagando y ese señor está encantado de la vida de que usted se tire diecinueve horas bajándose “Avatar”, por mucha tarifa plana que tenga. Yo me quejo de que un tío se lucre. El «peer to peer» sin ánimo de lucro considero que es difícil de estar en contra. Lo que pasa es que comunicación pública. ¿La radio por qué paga? Porque hace una cosa que se llama comunicación pública y recibe por eso un dinero de sus anunciantes. Pero a mi que un tío diga “oiga, yo abro el archivo de mi disco duro donde tengo veinticinco mil canciones y las regalo”, primero no encuentro la formula legal de decirle que no puede hacerlo, seguramente la hay, ¿eh?, no digo que no, pero yo no la encuentro.
Y siempre que sea gratis, moralmente no te parece mal.
Claro. Y yo no me quejo de eso, sino de que tú te descargas algo mientras otro está haciendo un negocio. Del tráfico que provocas en un sitio para levantarle las canciones del último disco a Loquillo hay uno que se beneficia, que es el que tiene publicidad en su web y gana mucha pasta, que no son dos pesetas. Se está viendo cuando llegan a los tribunales, cómo les defienden abogados, cómo tienen pasta para pagar bufetes y cómo llega el juez y les dice “oiga, que es que usted ha sacado beneficio de cien millones en un año con esta historia”. Lo que no podemos hacer es castigar al último, al chaval. Cierre usted al que da la posibilidad de descargarse una cosa ilegal, vaya usted a ver quién es ese tío que está dando la posibilidad de que se hagan unas descargas ilegales y él se está beneficiando. ¿Pero usted porque va a ir al chaval?, que al fin y al cabo se pone delante del ordenador. Oye, si los jamones se pudieran coger gratis, no compraba nadie un jamón.
Llevas ya tres años y medio fuera de la Junta Directiva de la SGAE ¿Qué tal te han sentado esos años?
Fatal, porque la gente sigue pensando que sigo en la SGAE, todavía me toca más los cojones.
¿No estás más desestresado?
Ojalá pudiera estar desestresado. Cada vez que se acuerdan de la SGAE van y se acuerdan de mí todavía. Acuérdese usted de Jorge Drexler, de Soledad Giménez, de Teo Cardalda. ¿Qué coño se acuerda usted de mí si yo hace tres años y medio que no estoy allí?
Creo que hay muchos artistas, y no voy a decir nombres, que se han beneficiado de ti en el sentido de que les has defendido, ellos se han quedado con una sonrisa por delante y las hostias te las llevado tú.
Es que cuando llueven hostias la gente se pone debajo del paraguas. Yo por otro lado lo entiendo, porque cuando llueven hostias quedarse es un poco masoquista.
¿Pero no te has sentido utilizado a veces?
Te voy a decir la verdad. Cuando me refiero al colectivo digo que he defendido durante mucho tiempo a un colectivo silencioso, cómplice, hipócrita e insolidario. Pero, claro, no son todos. Si tú me preguntas si volvería a hacerlo diría que no. Lo haría de otra manera, haría lo que hago ahora. Lo único que estoy haciendo ahora en el terreno legal es defenderme a mí, defender mi honor.
Creo que tienes contratados abogados.
Para quien me injurie y calumnie, para quien me amenace. Porque rápidamente han dicho: “Es que este no deja que hablen”. No, cuidado, usted dice que no le gusta mi cara, ni como ando, ni como canto, ni como escribo, pues de puta madre. Lo que no voy a permitir es que digas que soy un ladrón, un cocainómano… Cuando dices que soy un ladrón tienes que ir al juez, decírselo y llevarme a los tribunales. Y a mí no me ha juzgado nadie por nada, nadie me ha acusado de quitarle nada a nadie. Se han dicho cosas como que me he quedado con canciones de gente, ¡cosas que son flipantes! Y a base de repetir una mentira, obra de un podrido cerebro como el de Joseph Goebbels, se trata de convertir en realidad.
¿Te has llegado a sentir perseguido?
Sí, sí. Todavía reconozco que me siento un poco perseguido. No soy paranoico, ¿eh? Además, yo soy un tío que está en la calle, camino, paseo a mis perros, monto en bici, me siento en las terrazas y el 98% de las veces no me insultan. Me he pasado diez años en la SGAE currando por todo el mundo, por mejorar las condiciones de sus trabajadores. La dieta que les daban a los Consejeros era una mierda, yo me he peleado por las dietas de mis compañeros, por todo. Recuerdo que una vez Miguel Ríos dijo: “Yo duermo muy tranquilo porque Ramoncín defiende mis derechos sentado en un rincón de la SGAE”. Eso era la SGAE para mí, me sentía orgulloso. Yo pasaba por la SGAE con mi hijo y le decía: “Mira, aquí está tu padre. Un día en una placa pondrá que tu padre y un grupo de rockeros con pendientes convertimos esta Sociedad en la primera Sociedad del mundo”. Y de pronto, en un periodo de tiempo de seis o siete años, se deteriora. A mí nadie me dijo: “Sal ahí a morder a alguien”. Salí porque creía que lo que tenía que hacer era defender a mis compañeros. Quería a Miguel Ríos sintiéndose orgulloso de que yo defendiera sus derechos.
Uno puede comulgar o no comulgar con las ideas de cualquiera, pero hubo momentos que me parecieron muy dolorosos, como el concierto del Viñarock. A mí la idea de llevarte a ese festival me pareció bonita, porque creo que en cierta forma eres padre ilegítimo de muchas bandas que suelen aparecer en él.
¿Sabes lo peor del Viñarock? Que se perdieron un concierto que no van a volver a ver en su puta vida. Se perdieron un concierto con una banda rodada, con un repertorio y un sonido brutal. Lo que más me jodió fue por la gente que vino a verme. Pero ese fue mi punto de inflexión.
Hubo una lluvia fuerte de objetos en el escenario.
Yo creo que sí. Veinte o veinticinco tíos, o treinta, o cien, tirando cosas con muy mala hostia, tirando CDs convertidos en estrellas ninja que se clavan y que si le dan a alguien en el cuello lo matan, porque aquello es un puto desierto y te puedes morir. Hubo un momento que me quedé plantado y me dije: “Si aguanto dos minutos, nos ponemos a tocar y ya está”. Pero pensé: “¿Poner en peligro la vida de esta gente? ¿Qué nos dé una pedrada a alguno? Anda y que les den por culo”. Si en el Viñarock tocaron ochenta grupos ese año, setenta y nueve cobraron derechos de autor por su concierto. Yo no. O sea, el que defendía que esa gente cobre sus derechos no pudo tocar. Por eso, cuando tú ahora me preguntas si volvería a hacerlo, diría no. Ahora diría que voy a defender los derechos de Miguel Ríos, Loquillo, Bunbury… Pero eso no se puede hacer. Cuando te sientas ahí defiendes los derechos de todo el mundo. ¿Sabes lo que es oír decir a un artista de los que se consideran auténticos, no diré el nombre, que está en contra del canon y tú sabes que es el tío que más canon ha cobrado en los últimos cinco años?
Sé de quién hablas, pero vamos a dejar que la gente piense.
¿Tú eso como lo digieres? ¿Crees que voy a estar matándome y llega el artista auténtico a decir que está en contra del canon cuando eres el que más canon has cobrado en los últimos cinco años? Tú eres un hijo de puta, pero sobre todo eres un hipócrita. Y a mí me podrán acusar de muchas cosas, me pueden llamar lo que quieran, pero incoherente e hipócrita no me puede llamar absolutamente nadie. En este momento me jode muchísimo que cuando pasa algo con la SGAE se acuerden de mí. No por la gente, me jode porque hay una Junta Directiva que no sale y dice: “Oiga, que las hostias son para mí, no para este”
Hay algo que no me pareció incoherente pero si me llamó la atención. Y no es el hecho de que participaras en Operación Triunfo, porque a estas alturas debe quedar claro que tú en su día firmaste un comunicado en contra de la financiación del programa, no del programa en sí y jamás lo atacaste. Pero cuando escucho ‘Putney Bridge’ y cantas “Si vuelven los del pop es que algo anda mal”… Los del pop estaban en Operación Triunfo.
Era puro pop.
¿Qué hacías allí?
Es un puro acto de incoherencia y que no tiene que ver con nada. Simplemente dices: ¿Por qué no? Cuando me lo pidieron dije: No, olvidadme. Y de pronto, cuatro días antes, me llama uno: “Oye, perdóname, es que vamos muy mal de tiempo. Te dijeron hace cuatro meses que…”. Digo, ¿oye, me estás hablando en serio? “Sí, sí, te queremos aquí”. Pero, vamos a ver, ¿para qué me queréis allí? Primero, yo no he visto el programa nunca. Vi un poco de la primera edición, pero no sé de qué va, no conozco la estructura. ¿Para qué me queréis allí? Que yo no voy a ir a pelearme con nadie. Bueno, déjame que lo piense. La gente habla del dinero y del dinero no hablamos hasta mucho después, porque yo no hablo nunca de dinero hasta que doy el sí.
¿Y qué es lo que te atrajo? Porque no se me ocurre nada.
La tele, tío. Esa cosa que tengo yo con la tele. Créeme que es el programa de tele más espectacular en el que puedes estar. Hablé con la gente y me decían: Te van a dar sin compasión, pero si llegas allí como tú eres y la gente ve que eres un tío educado, que sabe de lo que habla y tratas a la los chicos con respeto, puede estar bien. Y dije, pues es verdad. Alguien tiene que ir allí y decirle a los tíos lo que piensa musicalmente, que creo que es lo que hice.
¿No te aburriste?
Sí, muchísimo. Me aburrí un huevo. ¿Sabes lo peor? Ver a los artistas consagrados hacer allí el ridículo, les he visto cantar muchísimo peor que el peor de los chicos de Operación Triunfo. Es acojonante ver la poca gente que hay capaz de defender una canción en directo. Y en eso los reyes somos los del rock. El rockero cuando se sube a un escenario a cantar domina la escena, lo tiene todo planeado, ha invertido un tiempo, un dinero en personal para que eso suene.
Y que es una cuestión más de alma que de técnica.
Sí, el rockero tiene algo que el directo lo saca adelante. Pero toda esa gente pop, esa estrella mexicana que vino y media hora antes no quería cantar… A mí todo eso me divirtió mucho, las tripas me divirtieron mucho. Conseguí que destrozaran el ‘Born to run’ [risas], que hicieran un poquito de rock por ahí.
¿Tú propusiste ‘Born to run’?
No, no. Yo propuse que hicieran otra cosa y alguien dijo “¡pues que hagan ‘Born to run’!”. Yo cuando lo vi dije: “¡No lo puedo creer!”. Bueno, vamos a ver, creo que es un juego de televisión, en el que yo no sé si pintaba algo o no, posiblemente no pintaba nada. Desde luego, si preguntas a aquellos chicos que pasaban por ahí, por esa especie de cámara de Torquemada, todos te dirán: “Ramón es un tío muy educado que me gustaba que me valorara”. Risto y yo no nos enfrentamos en ningún momento y una cosa es verdad, dije exactamente lo que quise decir, voté exactamente a quien quise y no hubo nadie, en ningún momento, que me dijera “hay que” o “esto no”.