«La suya es una obra de gran riqueza musical y sobre todo literaria, pues la calidad de sus textos, su profundidad y complejidad compositiva, resultan de una trascendencia indiscutible»
Raimon, el viejo cantautor comprometido, ahora se muestra más suyo que nunca en su nuevo disco, «Rellotge d’emocions», el primero con canciones nuevas en catorce años. Javier Márquez lo desmenuza para nosotros.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Ahora el grito es susurro, el arrojo se ha sosegado y la rabia ha dejado paso a la reflexión. A sus 71 años Raimon ha sabido envejecer artísticamente con la misma resolución que demuestra su excelente aspecto físico. A pesar de lo que mantienen muchos amigos de los clichés, desconocedores por completo de su trabajo, el Raimon de la canción protesta, el del ‘Diguem no’ y ‘D’un temps, d’un pais’, no es más que una de las caras de este poliédrico artista.
La suya es una obra de gran riqueza musical y sobre todo literaria, pues la calidad de sus textos, su profundidad y complejidad compositiva, resultan de una trascendencia indiscutible. Y si en los sesenta y setenta supo materializar la frustración, el miedo y el desasosiego de parte de la población española a través del grito cantado, con el paso de los años esa voz, sin perder jamás su enérgica presencia, fue volviéndose cada vez más intimista, incluso cuando era necesario lanzar duros varapalos.
Su último álbum de estudio con nuevas canciones se editó en 1997, «Cançons de mai». Durante este tiempo transcurrido, Raimon no ha permanecido en absoluto mano sobre mano. A sus giras anuales se le suman la revisión de su integral, diversos directos conceptuales (como el consagrado a la poesía de Salvador Espriú, en 2002) y algunos momentos tan especiales como la celebración de su legendario concierto en el Olympia parisino, que se saldó con la edición de un doble álbum que recogía los recitales de 1966 y 2006.
Es con esa revisión en vivo de su música como han ido creciendo, poco a poco, las canciones de este nuevo disco de Raimon que acaba de salir al mercado con el sello Picap. Como de costumbre, el cantautor de Xàtiva ha ido puliendo cada composición a base de mucho interpretarla ante el público, limando palabras, notas e inflexiones de voz allá donde ayudase a embellecer el resultado final.
Y el fruto de ese trabajo lo reúne «Rellotge d’emocions» (Reloj de emociones), un disco marcado por la nostalgia aunque no sea nostálgico; con la reflexión sobre el paso del tiempo como leitmotiv. Un trabajo que, como el resto de las obras de su autor, exige ser degustado con mucha calma y atención. Con arreglos y dirección de Manel Camp i Jordi Badia y producción de Annalisa Corti, el disco recoge diez canciones, nueve de ellas compuestas por Raimon y una con texto de Espriú. Sorprenden gratamente unos arreglos musicales contemporáneos, con ecos jazzísticos en ocasiones. El piano y una percusión suave son la base de la mayoría de las piezas, sazonadas con cuerdas y esos vientos de cámara (oboe, clarinete, trompa) tan del gusto del cantautor.
El disco se abre con ‘A l’estiu quan són les nou’ (En verano cuando son las nueve), una emocionante declaración de amor a su mujer, Annalisa, que supone una excelente continuación a ‘Com un puny’, una de las obras cumbres de Raimon, que compuso cuatro décadas atrás, cuando comenzó la relación. Si en aquellos versos evocaba la ansiedad del amante por reencontrase con la mujer de sus pensamientos, en esta ocasión el cantante le agradece el tiempo y las experiencias compartidas. Y lo hace, además, sin caer en sensiblerías y alejándose de tópicos, alabando la vida y el amor compartidos por dos personas independientes que no pierden su individualidad en favor de la pareja: “Para que tú puedas ser tú / yo no he dejado de ser yo, / para que yo pueda ser yo / tú no has dejado de ser tú. / Tú y yo hemos querido / siempre ser dos”.
Le sigue a esta canción la entrañable ‘Si miraves l’aigua’, una curiosa y agradable propuesta que dibuja, a través de diversas imágenes y a modo de metáfora vital, el discurrir de un río. A base de repeticiones y de una suave entonación, el tema busca emular ese sosiego que provoca escuchar el agua corriendo por su caudal: “Blanca, blanca, blanca / bate contra la roca / el agua, el agua, el agua”.
Del verso que abre el tercer corte del álbum, ‘Punxa de temps’ (Espina de tiempo), se ha tomado el título del disco. En este caso ya no se recurre a metáforas bucólicas para hablar del paso del tiempo. No es una reflexión figurativa sino más bien una verbalización de los sentimientos que surgen al recordar el cantante un momento concreto de su juventud, cuando, el primero de mayo, su madre y él hablaban por teléfono y cantaban los primeros versos de ‘La internacional’ con letra popular: “Arriba los de la cuchara, / abajo los del tenedor, / que mueran todos los fascistas, / viva el brazo trabajador”.
Ofrece ese corte una de las melodías más conseguidas del disco, aunque es el cuarto tema, ‘Mentre s’acosta la nit’ (Mientras se acerca la noche), el más redondo de este trabajo, tanto en lo concerniente al texto como a la concepción musical, trabajo instrumental y vocal. Como se apuntaba antes, Raimon ya no compone canciones para ser gritadas, pero aún eleva la voz para recalcar algunos versos con certera inteligencia. Hermanada conceptualmente con la anterior, esta canción tiene tal fuerza que se erige en vertebradora de todo el álbum, tiñéndolo de ese aire de nostalgia que no nace de añorar un tiempo pasado, que en absoluto fue mejor, sino de recordar parte del mismo, y de pensar en cómo ese pasado ha conducido a este presente. Al hablar de cómo se escapan los años, el inquieto cantautor es consciente de que, a pesar de su vitalidad, no puede cambiar las reglas del juego: “Con más recuerdos que proyectos, / con más pasado que futuro, / con un presente frágil, como siempre, / con una vida que huye”.
‘Diré del vell foc i de l’aigua’ es el poema de Salvador Espriú que Raimon ha musicado en este disco, logrando una de las canciones en las que despliega con mayor riqueza los muchos matices de su voz. Unos arreglos más orquestales y detallistas acompañan a estos turbadores versos, que comienzan: “Diré del viejo fuego y del agua. / Si quema mucho la nieve, / mucho más hiela la llama”.
Y es justo en este ecuador del disco cuando el Raimon más intimista deja paso al compromiso social, la crítica y algún que otro verso satírico, entrando de lleno en materia con ‘Bagdad’ 91 (La guerra en directe)’. Es una composición que toma de referencia la primera guerra del Golfo para denunciar cómo se manipulan las informaciones bélicas al ofrecerlas de forma impactante, censurada e interesada, convertidas en grandes espectáculos televisivos. Es interesante el tratamiento melódico e instrumental del que se ha dotado a esta pieza, con oboes y flautas sobrevolando la voz susurrante, dando a la composición un aire de fábula de terror para niños, aunque la crudeza de sus versos nos recuerde que no se trata de ningún cuento: “Esconden a los muertos y los heridos. / Muestran con gran precisión / lo que quieren que se vea: / fogonazos de luz / verdosa luz / el impacto de muchos proyectiles”.
En esa revisión del paso del tiempo de la que antes se hablaba, Raimon no deja atrás Valencia, una ciudad que él quiere tanto como a él lo ignoran sus políticos. En manos del PP desde hace años, el cantautor no se cansa de lamentar lo difícil que le resulta conseguir hueco en sus teatros para los recitales. Pero política aparte, la relación de Raimon con la ciudad es buena, y en ella ha pasado momentos importantes que evoca en ‘He passejat per València, sol’ (He paseado por Valencia, solo), título que, a sabiendas de lo ya comentado, no puede ocultar su doble lectura. Esta canción constituye un buen ejemplo de la capacidad del artista para componer melodías desenfadas, urbanas, con ciertas pinceladas de fino humor, como en esos versos iniciales en los que explica: “He paseado por Valencia, solo / donde hay gente que me quiere mucho, / donde hay gente que me quiere poco / donde hay gente que no me quiere nada”.
El octavo corte, ‘Terra negra’, es un destacado homenaje al pintor y escultor Antoni Tàpies (autor de la portada del disco de Raimon de 1970 «Per destruir aquell qui l’ha desert»). Raimon firma aquí uno de los textos más bellos de todo el disco, con el que trata de reproducir las claves de la obra del maestro barcelonés.
El penúltimo tema, ‘Cançó d’un cor que crema’ (Canción de un corazón que arde) es tal vez la pieza menos perdurable del conjunto, aunque no por falta de atractivo por su parte sino más bien por exceso de sus compañeras. Nueva reflexión sobre el ser humano y su compromiso vital, con una musicación más aséptica, y de la que cabe destacar los versos: “Si cuando cantas piensas / en las palabras que dices, / nunca sabrás lo que dices / con las palabras que cantas. / Si no piensas y no cantas, / todo eso que te ahorras”.
Y si antes hablaba de Valencia, para cerrar el álbum Raimon nos lleva a la Barcelona de comienzos de los setenta con ‘Barcelona ‘71’. Se trata de una arriesgada creación de rima libre con la que se dibuja la estampa de aquellos días de lucha e ilusiones de cambio. La canción combina una concepción musical marcada por la melancolía con unos versos en los que asoma de vez en cuando la fina ironía del de Xàtiva: “En la Universidad, los grises, / como otros muchos días / desde hace muchos años, / se disponen a entrar en las aulas / ávidos de cultura / y de realizar ejercicios gimnásticos / sobre las cabezas de los estudiantes, / que no quieren entender / la sutil teoría del orden público”.
Un disco a la medida de la alta calidad a la que nos tiene acostumbrados Raimon, y que tiene la virtud de esconder nuevos detalles, matices e imágenes para cada nueva audición que nos regalemos. Por cierto, que nada mejor que escuchar estas canciones en directo, como ocurre con el resto de la obra del valenciano, que sigue desenvolviéndose sobre las tablas con la maestría que le dan la experiencia y una incombustible ilusión adolescente.
Estas son las próximas citas en directo de Raimon:
Madrid: 18 de febrero en el Teatro de Madrid.
Barcelona: 18, 19 y 20 de marzo en el Teatro Tívoli.