«Soy muy maniático, muy neurótico con las letras, y las voy corrigiendo constantemente, y no es que empiece una, la termine y pase a por otra, sino que en un cuaderno tengo doce, quince, veinte letras y las voy corrigiendo»
Hoy se publica «Diarios», el nuevo disco del donostiarra Rafael Berrio, uno de esos creadores maravillosos que, por desgracia, no parecen contar con el aplauso del gran público pero que son apreciados sin reservas por otros músicos.
Texto: JUAN PUCHADES.
«Diarios» es la continuación natural de «1971», el sinuoso disco que el donostiarra Rafael Berrio publicó en 2010: repite productor (Joserra Senperena) e intención musical, entre una cierta sobriedad y grandes arreglos. «Es indudable que es una continuación, la misma portada lo dice todo. Quisimos hacer la segunda parte, porque cuando acabamos ‘1971’ fue como que se nos quedó algo en el tintero, y me gustó tanto la experiencia que quise continuarla más allá. Joserra Senperena también estaba conforme e hice rápidamente otras doce canciones para continuar ese disco».
¿Mientras componías estas nuevas canciones, buscabas para ellas un clima parecido a las del disco anterior?
No, no especialmente: Primero escribí todas las letras, y cuando las tuve me encerré en un local de ensayo como tres meses, y ahí fui buscando las músicas, que a veces es lo que más me cuesta: encontrar el tono musical. Este disco lo he hecho mucho más rápido que otros, porque casi que lo hice en unos seis meses, cuando con otros he tardado, igual, cuatro años.
Da la sensación de que tus letras tienen mucha elaboración detrás, no sé si es así, pero esa es la sensación.
Sí, tienen mucho trabajo. Soy muy maniático, muy neurótico con las letras, y las voy corrigiendo constantemente, y no es que empiece una, la termine y pase a por otra, sino que en un cuaderno tengo doce, quince, veinte letras y las voy corrigiendo, les doy mil vueltas, nunca me quedo con la primera cosa que se me ocurre.
Imagino que buscas la palabra exacta, lo que reportará momentos de cierta ansiedad…
Precisamente es eso, de eso se trata: de encontrar la palabra exacta, que suele ser la más anodina, la que menos significado tenga, y la menos poética, la más corriente. Es así. Pero a veces me paso meses y meses rumiando las letras. Con la música es distinto, porque las letras las puedo hacer casi en cualquier lado, mientras paseo, cuando estoy en la cama, mientras como, en los bares, pero la música es cuestión de encerrarte en un local de ensayo con un instrumento. Son dos trabajos muy diferentes, la música necesita un tiempo y un espacio para ponerte con la guitarra, mientras que la letra es veinticuatro horas al día, algo con lo que estás en los insomnios, en los despertares, en todo.
Hablas de insomnio y el nuevo disco incluye una canción que se titula ‘Insomne’, que habla de insomnios literarios, ¿no?
Sí, habla del veneno de la literatura, del lector compulsivo, que quizá sea yo, aunque tampoco hay que confundir al personaje con el autor, y sobre todo de esa mesilla de luz en la que se van apilando montones de libros, al lado de la cama, montones y montones. Esas horas de insomnio, que yo he tenido temporadas, no siempre, afortunadamente, pero sí temporadas de leer hasta las tantas. Y de eso trata esa canción, y de ese misterio de la literatura, de la comunicación entre los autores, por eso el estribillo dice «leyendo en las horas sin nombre, leyendo en el alma de otro nombre».
Creo que este disco es una producción independiente, aunque lo distribuye Warner, ¿es así?
Es una autoproducción pagada por mí y licenciada por Warner, como el disco anterior.
¿Te da eso una cierta seguridad; comercial, por lo menos?
Sí, todo artista que se pueda pagar los discos de su propio bolsillo, que lo haga, es mejor para él, tiene más control. Aunque no sé, si me hubieran propuesto que me pagaban la producción, igual habría dicho que sí [risas]. Pero no he tenido suerte. En realidad nunca he tenido una producción pagada.
¿Tuviste claro desde el principio que de la producción artística se iba a encargar de nuevo Joserra Senperena?
Sí, como en «1971» él ha hecho los arreglos, porque yo le paso las canciones con guitarra española y mi voz, que es como compongo. Y él ha hecho los arreglos, consensuadamente: me va pasando cosas que comentamos, que van de ida y vuelta por el correo, y a la sexta versión ya nos gusta, pero él es el autor de todos los arreglos y el productor.
Entiendo que él va grabando por su cuenta...
Sí, en la primera fase yo le paso esas maquetas y él, en su casa, las va vistiendo. Él es el único que puede hacer, por ejemplo, esos arreglos de viento. Joserra domina el lenguaje del rock y el lenguaje de la orquesta, una cosa que es rarísima en un músico español. Porque normalmente, o pertenecen a un mundo o al otro, y digo español porque eso igual no ocurre en Inglaterra, Estados Unidos o Francia, donde los músicos tienen más contactos con los dos mundos: músicos de vanguardia pueden estar haciendo rock, o al revés.
¿Piensas que sigues estando en el rock?
Hombre, yo me considero un cantautor rock.
Lo que pasa es que escuchando el disco, y no lo digo ya por el lenguaje que empleas en los textos, sino en tu propia interpretación, hay una actitud como de trovador clásico, que en principio parece alejada del rock, y que nos llevaría a intérpretes, tal vez, de los años setenta.
Sí, a ver, muy poca gente conoce mis anteriores discos, pero indudablemente vengo del mundo del rock, y es verdad que en los últimos años me ha gustado este modelo. Pero si lo que he hecho en estos dos discos lo hubiera hecho con un bajo, una batería y una guitarra, nadie diría nada, nadie me hubiera apeado del concepto del rock, pero como lo hemos hecho sin batería, y con esos arreglos orquestales, puede parecer que no es rock. Esos arreglos están hechos un poco en homenaje a Juan Carlos Calderón, que acaba de morir, que a Joserra Senperena y a mí nos encanta: ese Serrat de los primeros tiempos, de «Mediterráneo», con esas orquestas de los años setenta que se usaban para cantantes españoles, Cecilia, la primera Mari Trini.
Sí, que no se reivindica a la primera Mari Trini, y era maravillosa.
Sí, mucho. Incluso el primer Julio Iglesias.
Decías que si las canciones las interpretaras con bajo, guitarra y batería estarías haciendo rock, en un caso en el que podemos visualizarlo es en las dos versiones de ‘Sé libre, sé mía’: la que has grabado tú y la que grabó Mikel Erentxun, con una impronta más pop.
Es verdad, esa canción la cogí precisamnete porque cuando estábamos haciendo el recuento de canciones para el disco me di cuenta que faltaba una canción en acordes de tonalidad mayor y sabía que estaba componiendo todo en tonalidad menor, igual que el disco anterior, que es como me sale componer ahora, y el rock es, por lo general, tonalidad mayor. Entonces, me di cuenta que necesitaba algo más cercano del pop o del rock, y como por entonces acababa de escribir esa canción para Mikel –cuatro letras que le hice para su disco anterior–, pensé que también la podía cantar yo, e hice mi propia versión. Aunque Mikel también la hizo muy desnuda, con una guitarra y voz.
«Considero este disco como una ópera bufa, una comedia, pero una comedia muy solemne, o al contrario, una cosa solemne, pero al borde de la carcajada»
En ‘Alegría de vivir’ vienes a decir que con el paso del tiempo vamos perdiendo la alegría de vivir, ¿lo crees?
Sin duda, sí, yo lo noto [risas]. Es un tópico, pero claro que se va perdiendo la alegría de vivir y las cosas te van aburriendo cada vez más: ¿dónde está ese espíritu de ayer? El «ubi sunt» de tu alegría anterior, tu juventud perdida, tu beatitud perdida. De eso trata la letra, del declive; de eso trata en general el disco, del declive y de la decadencia.
En esa canción está muy lograda esa explosión sonora final, que no sabes si el tipo ha encontrado la alegría de vivir o ha llegado, por fin, a la muerte.
[Risas] Es una cosa irónica. Pero es que, en el fondo, este es un disco muy irónico.
Hablando de ironía, en Bandcamp, donde tienes alojado el disco, los tags lo adscriben al género «comedy», eso sí que es una gran humorada.
Claro, claro, pero yo considero este disco como una ópera bufa, una comedia, pero una comedia muy solemne, o al contrario, una cosa solemne, pero al borde de la carcajada. Así lo considero, como el anterior. Hay mucha gente que no ve el humor en estos dos discos, pero yo creo que lo tienen.
Es que son discos de una presencia muy solemne…
Claro, y yo también soy así en el escenario, me pongo muy serio y declamo con mucha solemnidad, pero en el fondo lo que estoy diciendo son cosas muy irónicas. No puedes hablar de cosas tan terribles sin humor, sería absurdo, sería muy vanidoso, lo único que puede salvar esas cosas terribles que se dicen es el humor, la ironía o la autoparodia. Y todas las canciones son así.
¿Hay que entender que muchas, o algunas de las canciones, están narradas por un mismo personaje: el insomne es el mismo que tiene tan mala reputación, el que ha perdido la alegría de vivir?
Esa es una buena pregunta, no me lo había imaginado, no lo había pensado… Hombre, habiéndolo titulado «Diarios», quizá sí, quizá podamos pensar que es el mismo personaje. Esto me lo tengo que pensar. No, son canciones heteróclitas, sin una coherencia.
En ‘Santos mártires yonquis’, claramente hablas de los personajes de una época, ¿no?
Claramente, sí, es una época muy determinada, por eso dice en «los albores de los tiempos». Está tratando mi primera juventud, los primeros ochenta, cuando un montón de personas se iban muriendo por el jaco, y tantos amigos que se han muerto posteriormente, tanto por el sida como por enfermedades derivadas del caballo, un montón de amigos de mi misma generación. Y pensaba estos pobres amigos míos, esta generación española de la que nadie ha hablado, que murió a causa de la heroína. Pero he intentado que esa canción también estuviera llena de ironía, de humor, no podía hacerlo en una clave demasiado rimbombante.
Aquellos tiempos los viviste desde una banda de rock, UHF, que fue un grupo que tuvo una cierta proyección nacional, o eso nos parecía a los que escuchábamos a Ordovás…
[Risas] UHF no tuvo ninguna importancia, es un pecado de juventud que tengo yo ahí, éramos como todos entonces, muy malos. Todos los que salíamos en los años ochenta no teníamos ni idea de tocar nada, éramos más atrevidos que buenos, pero, bien, empezamos cuando estalló la nueva ola en España, que también estalló en San Sebastián, por supuesto, como tantos otros, como Derribos Arias, La Banda Sin Futuro, Poch… claro que me acuerdo, grabé mi primer disco en el año 80 y era menor de edad, tenía 16 o 17 años, y llegamos a tocar en Madrid, en el Rock-Ola. Nos lo pasábamos muy bien, pero no es que yo sea un nostálgico.
Regresemos al presente, en ocasiones has escrito canciones para otros: ¿en esas circunstancias, te pones en su piel, o no, solo cuentas la tuya?
Tampoco he hecho muchas cosas para otros, me gustaría hacerlas, la verdad; tuve una temporada que pensé en hacer un repertorio B, digamos: el A sería el mío y el B para otros artistas, pero luego me di cuenta de que era un mundo muy difícil de alcanzar y lo dejé. Pero he compuesto letras para Mikel Erentxun, básicamente, y una canción para Sole Giménez, letra y música, y poca cosa más. Una letra para La Oreja de Van Gogh, pero es anecdótico, en su primer disco. No, no he hecho gran cosa.
Mikel creo que te pasa las músicas y tú les pones letras. ¿Es complicado trabajar así?
Sí. Mikel es un grandísimo melodista, tiene una melodías maravillosas, preciosas, compone muy bien. Y un letrista se tiene que ceñir a la melodía, y cuanto más se ciña, mejor. Y claro, ceñirse a la melodía pues según cuál sea es complicado, sobre todo si la melodía está planteada en términos anglosajones, para el inglés: ahí es muy difícil meter siquiera con calzador el español, hay que tener mucho oficio. Por eso mis letras nunca las hago después de la melodía, las hago antes. Claro, las de Mikel cuestan mucho más trabajo, y tienes menos libertad, muchísima menos, porque estás constreñido por la melodía. Pero es un oficio, y muy bonito, a mí me gusta mucho hacerle letras a Mikel.
La letra de ‘Sé libre, sé mía’, que ambos habéis grabado, no es exactamente la misma en su versión y en la tuya, hay variantes.
Sí, pero eso es culpa de Mikel, porque yo le voy mandando una, luego otra, luego otra versión, la tercera, la cuarta –porque corrijo constantemente– y aparte, como él las quiere muy rápido, igual cuando él está cantando la segunda, yo ya he hecho la cuarta. Porque Mikel es muy impaciente y quiere enseguida la letra, y yo, en lugar de esperar a tenerla del todo, le voy mandando adelantos, y luego al final nos hacemos un lío: está la 01, la 02, la 03, ya no se sabe [risas].
Él canta «sé libre en el mundo y mía por hoy», que en tu versión no está.
Fíjate, le puse un mail a Mike: «Ten cuidado, coge la letra 04». Y a Mikel, llega un momento en el que eso le da un poco igual. Mira, no lo sabía, me lo estás diciendo y no me acordaba de este verso.
Sí, es que es llamativo, porque es un verso, el de su canción, con un componente incluso feminista, que la tuya no lo tiene: «Sé libre en el mundo y mía por hoy».
Sí. Pero eso tiene más gracia, ¿no? Pero no lo sabía, hace tiempo que no escucho «Eléctrica PKWY» y no me acordaba. Pero es culpa de los dos.
Por cierto, ¿qué relación tienes con los dos Duncan Dhu, porque colaboras con Mikel y en tu disco le das las gracias a Diego Vasallo?
Bueno, con Diego tengo una relación muy estrecha desde hace muchos años, una relación muy íntima y muy entrañable. Le tengo una admiración enorme, como el gran artista que es. Siempre lo he pensado. Aparte, por supuesto, como persona, es una grandísima persona. Ya te digo, es una relación de amistad, respeto y admiración desde hace mucho tiempo. Además, compartimos la misma tertulia literaria todos los miércoles.
Anda, ¿tertulia literaria?
Sí, yo hace años que sostengo una tertulia literaria con poetas de San Sebastián, con Karmelo C. Iribarren, con Ramón Eder, Pablo Casares, con Emilio Varela, muchos poetas y escritores donostiarras. Son tertulias relacionadas con la literatura, y estamos Diego Vasallo y yo. Nos reunimos a beber y a hablar de libros, nos reunimos en un restaurante como privado, y estamos hasta que acabamos la última botella.
¿Tienes la sensación de ser un músico de culto, y un músico para músicos, de esos que gustan, principalmente, a los músicos?
Sí, lo sé. El otro día Sabino Méndez publicó un panegírico en «Babelia» [suplemento cultural del diario «El País»] que me sacó los colores, que se lo agradezco mucho, es una persona a la que admiro muchísimo. Pero, sí, a los músicos les encanta lo que hago, es verdad. Pero, no sé, quiero pensar que los músicos estamos más en la vanguardia de las cosas que se cuecen. Es una cuestión de fases, si este disco tiene buenas críticas, ese primer conocimiento, puede que pase al público, supongo que será así. De todos modos, yo estoy muy orgulloso de tener un público muy minoritario y muy conocedor, muy entendido, eso me encanta.
Tampoco has puesto las cosas fáciles, grabando a lo largo de los años con diferentes nombres (Amor a Traición, Deriva).
[Risas] Tampoco me lo he tomado nunca muy en serio. Además, siempre he pensado que si las canciones son buenas, salen adelante por sí mismas. Al final la obra siempre sale adelante.
En todo caso, tu obra no es fácil de localizar, está dispersa en pequeños sellos, ¿no fastidia un poco eso, que esté perdida?
Sí, tengo todos los discos descatalogados, algunos son inencontrables de todo punto, ¡incluso el master! Nunca grabé dos discos con el mismo sello, menos estos dos últimos que los ha licenciado Warner. Parece que casi al final de mis cuarenta y tantos, tengo una cierta estabilidad con Warner, que no sé si seguirá, por las cosas están muy mal para las casas de discos.
¿Tienes pensado salir a presentar el disco en directo?
Sí, no tengo una relación larga de fechas, porque no me han salido. Pero tengo alguna cosa. Estoy ensayando con una banda un poco disparatada que he formado, en realidad será un trío. He cogido los dos rangos barítonos de una orquesta, que son el fagot y la trompa, y los he unido a un contrabajista, y yo con la guitarra. Es un experimento, Joserra Senperena se quedó pálido cuando le dije que iba a ir con un fagot y una trompa y me dijo «o inventas algo maravilloso o es una porquería», y creo que está sonando estupendamente. Pero no descarto para nada ir solo con la guitarra, porque hoy en día, lógicamente, todos nos hemos hecho cantautores.
Sabino Méndez, en su artículo, comentaba que te había visto tocar en un par de ocasiones en librerías, ¿es habitual?
Tú me decías que gusto mucho a los músicos, pues los escritores, los poetas, se dejan querer. En Madrid, las últimas veces que he tocado ha sido en las librerías La Buena Vida y en La Central, y me siento como pez en el agua. Voy con una guitarra eléctrica, porque detesto las guitarras acústicas, o bien voy con eléctrica o con española.
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