«Las mayores alegrías, y la mayor plenitud, las he sentido cuando he terminado una canción con la que me he quedado satisfecho»
En plena gira de aniversario por sus veinticinco años en la música, y con el disco Copas de yate recién editado, conversamos con Quique González sobre todo el camino recorrido en este tiempo. Una entrevista de Arancha Moreno (autora del libro Quique González: conversaciones, de Efe Eme).
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: FERNANDO MAQUIEIRA.
Se apaga octubre pero noviembre prende una llama nueva: la de Copas de yate vol.1, el primer álbum que Quique González dedica íntegramente a versionar canciones de otros. Y llega solo unas semanas después de arrancar una gira para celebrar sus 25 años publicando canciones (haciéndolas y tocándolas, unos cuantos más). Y acaba de cumplir los 50. Media vida enredado entre sus compañeras aéreas, viajando entre melodías, letras, salas, estaciones, radios y ciudades. Recién aterrizado de Cantabria, sube y baja Gran Vía. No como un policía local -que decía en aquella canción-, sino como un madrileño que se siente casi extraño en esas calles conquistadas por cadenas de comida rápida y tiendas asépticas. Buscamos juntos un bar de los de antes, para sentarnos a tomar un café -o dos- y charlar sobre todo lo vivido. Hoy haremos una panorámica de este cuarto de siglo en el que ha firmado catorce discos y ha dejado una huella más que profunda en todos los que le escuchan.
Llevas media vida tocando y viviendo de la música. Teletransportándote a los tiempos de El Rincón del Arte Nuevo, ¿aún te reconoces en aquel chaval que iba, guitarra en mano, a tocar por los garitos?
Por supuesto. El Rincón ahora cumple 40 años. Me escribieron para invitarme, no sé si podré ir. Pero claro que me reconozco. Siempre lo he dicho, yo me considero un músico de club porque empecé a tocar en clubes así, tengo muy presente ir a tocar al Rincón. La mayoría de los lunes no entraba nadie y me dedicaba a tocar y a escribir ahí, con el camarero, que se llamaba Jose. De ahí vino “Músico de guardia”. Treinta años después lo sigo teniendo muy presente. Tengo cierto orgullo de haber empezado ahí, y por supuesto siento mucha gratitud porque me cogieran la maqueta. En esos tiempos nadie te hacía ni caso, ni las compañías ni los bares.
¿La primera oportunidad nunca se olvida?
No te olvidas de la gente que te la dio. Eso es lo más difícil. Una vez tienes cierto camino recorrido, y viene gente a verte, es un poco más fácil que haya alguien que confíe en ti. Pero cuando no tienes nada eso es muy valioso.
Si haces una panorámica por estos 25 años, ¿qué momentos felices te asaltan primero?
Las mayores alegrías, y la mayor plenitud, las he sentido cuando he terminado una canción con la que me he quedado satisfecho. Más que los conciertos, que también, o que un contrato discográfico. Bueno, el primero me dio mucha alegría, luego se me acabó quitando [sonríe]. Con el primer contrato parece que has llegado a algo, cuando en realidad no es el final, es el principio. Pero lo que se mantiene con los años es terminar una canción que me gusta y a la que le he dedicado muchas horas. Esa emoción es la que más me viene a la cabeza. Recuerdo terminar “Dallas-Memphis” después de casi dos días con César [Pop]. Es una canción supersencilla, pero fuimos rascando y rascando y me dio mucha alegría. “Clase media” también me la dio. Recuerdo terminar “La casa de mis padres” en Almería, estuve con ella meses y la acabé con Flamen [su backliner] en el Cabo de Gata. Recuerdo compartir esa alegría. Si no tienes con quién compartirla es menos alegría, pero si tienes a alguien cerca al que le importa lo que haces, como Míriam [su pareja] o Flamen o César, sabe como una victoria.
Por eso te iba a preguntar: a veces la euforia es más expresiva sobre un escenario, con más gente. En tu caso es más bien en la intimidad, pero también sueles compartirlo con alguien.
En el escenario lo he sentido mucho, he tocado en sitios increíbles y he tenido noches que me han llenado muchísimo, que me han dado esa felicidad del trabajo bien hecho, de comunión con la gente, pero, a diferencia de las canciones, los conciertos se evaporan un poco en tu recuerdo. Duran días, porque luego hay otro concierto. Pero las canciones se mantienen en el tiempo: te queda grabarla, tocarla muchas veces… y hay mucha gente disfrutando de esa canción mientras tú estás en otra cosa. De alguna manera, la canción es la alegría de un fruto, y el concierto es como hacer una fiesta con muchos amigos. Te lo pasas muy bien y es increíble, pero luego se te va un poco.
Entonces, ¿no recuerdas con nitidez los conciertos? ¿Se te fijan más las sensaciones, o una canción determinada, que toda la noche?
Eso es. Luego los recuerdos son mentirosos. Puedo pensar en un concierto que recuerdo increíble, pero si lo viese ahora quizá pensaría que no estuve tan bien. Pasa ahora, que crees que has tenido una gran noche y cuando lo has grabado y lo escuchas no te parece tan bueno. Si lo disocias del público, del ambiente, del momento, a veces te puedes llevar una decepción. Me dan mucha envidia los tenistas y muchos deportistas que recuerdan cada jugada del partido, cada punto jugado. Es como si nosotros recordásemos cada sílaba, cada parte de la canción. A mí no me pasa, a los deportistas sí. Eso sí que lo envidio, ¡o no! A veces es mejor dejarlo ahí, en la memoria.
En el lado contrario, en 25 años también habrás acumulado decepciones y sinsabores. Hay un momento en el que se pierde la inocencia, y que puede poner en peligro la afición, ¿no?
Claro. Al principio es como si fuera un juego. Luego también, pero al principio hay mucha candidez y mucha ingenuidad a la hora de gestionar una banda, de creerte lo que te dice el tío de la compañía. Crees que las relaciones con tu banda están basadas en tus reglas de la amistad, y no funciona así. Mantengo muy buenos amigos de cuando empecé, pero al principio piensas demasiado en ti mismo, te miras al ombligo y te olvidas de las necesidades de los demás, intentas ocultar ciertas carencias e insatisfacciones que tienes… y no sirve de nada ocultarlas, de eso te das cuenta luego. Pero bueno, al final se nivelan las relaciones. Cuando empiezas tienes la idea superromántica de montar una banda de amigos, que todo el mundo apueste por ella y anteponga tu proyecto a todo lo demás, pero la vida no funciona así, la gente tiene otras necesidades aparte de tocar contigo. Eso me costó entenderlo y no tomármelo como algo personal. Lo he entendido muy tarde, pero he llegado al punto de darle la vuelta. Si Jacob tiene que mandar a un sustituto, en lugar de irritarme lo veo como una oportunidad de que venga otro músico igual de bueno, pero que aporte otras cosas y suene diferente. Llegar a esa idea me ha costado mucho. Yo preferiría que viniese siempre Jacob, pero que venga otra persona también aporta cosas, y eso es bueno.
«Siempre que toco “Aunque tú no lo sepas” tengo a Enrique en la cabeza, y ahora que tocamos “Tarde de perros” me acuerdo de la noche lluviosa que nos dejó»
Cuando uno se dedica a lo que le gusta, transformar esa visión romántica en una visión mercantilista es una bofetada de realidad muy bestia. ¿Puede que por eso cueste más ver con claridad esto que cuentas?
Sí, no tiene que ser una visión romántica al cien por cien ni mercantilista al cien por cien, tiene que haber un equilibrio para que todo funcione, y un entendimiento. Salir de tu visión unidireccional y abrir la vista a las necesidades de los demás, entender el contexto y la situación y ponerte en los zapatos de la otra persona, porque a la larga te da más cosas entender las posiciones de los demás. Salir de ti te ayuda a entenderte.
Algunos trabajamos con ordenadores y con personas, tú trabajas con canciones y con personas. ¿Cuál es la mayor lección que has aprendido de un mánager, para bien o para mal?
Visto con distancia, salvo con uno de mis mánagers, me podría tomar una cerveza con cualquiera y estoy agradecido. No todos los mánagers son iguales, aunque haya una serie de patrones que se repiten misteriosamente a lo largo de los años. [Manuel] Notario fue de los primeros en apostar por mí, y supongo que tuvo que realizar una inversión, hay mucho trabajo para convencer a la gente. Hay otras cosas que no me gustaban, pero eso no se lo puede quitar nadie. Me enseñó un montón de música, me llevó a muchas tiendas de discos. Y Polako tuvo la valentía de crear un sello para mí solo después de que nos negásemos a pagarle a Warner un porcentaje de los conciertos. Eso para mí está por encima de los desencuentros y de las desavenencias y de las relaciones tóxicas que a veces se establecen con los mánagers. [Se queda pensativo] Una cosa que he aprendido es que, cuando un mánager reúne a la banda y dice: «Hola, chicos, vamos a hacer un paquete», normalmente es porque algo falla. Te están intentando vender un aspirador roto, eso sí que lo he aprendido.
Ahora estás recuperando íntegramente Salitre 48 en vivo, tocando “Tarde de perros”, la canción que le dedicaste a Enrique Urquijo. ¿Has pensado mucho en él al volver a este disco, y en concreto a esa canción?
Yo le tengo muy presente, como admirador de su música, como fan, como mentor que fue… Que él hablara de mí hizo que cierta gente se interesara por mi música. Siempre que toco “Aunque tú no lo sepas” tengo a Enrique en la cabeza, y ahora que tocamos “Tarde de perros” me acuerdo perfectamente de la noche lluviosa de noviembre cuando nos dejó Enrique, y recuerdo ese puente, en la M30, cruzándolo ida y vuelta y pensando en esta canción. Las canciones tienen esa capacidad de teletransportarnos a etapas y momentos y eso es absolutamente maravilloso, y esa magia sigue intacta y me sigue sucediendo con un montón de canciones.
El año que viene se cumplen 25 años de su muerte. ¿Crees que hemos cuidado el legado de Enrique lo suficiente?
[Piensa] Tengo la impresión de que no, de que se tendría que haber valorado más, e insistido más, en subrayar el legado de un autor de canciones fundamental en la historia de la música española. Pero creo que las canciones que escribió Enrique han cuidado de él, han aguantado bien el paso del tiempo al estar tan bien hechas. Al seguir siendo tocadas por Secretos se mantienen jóvenes y presentes en la memoria emocional de la gente. Creo que las canciones sí que están cuidando bien de Enrique porque Enrique cuidó muy bien de las canciones.
Qué bonito, que las canciones cuiden del autor cuando ya no está.
Creo que sí, que el latido y la personalidad de Enrique siguen en sus canciones. Hoy venía del aeropuerto en taxi y en la radio sonaba “Pero a tu lado”, y he pensado en lo que estamos hablando ahora mismo, sin saberlo.
Ojalá tus canciones te cuiden así de bien en el futuro, ¿no?
Ojalá. Es una manera muy extraordinaria de dejar tu huella en el mundo, a través de las canciones. Cuando yo ya no esté, las canciones estarán por ahí, mi voz estará sonando en algún bar, en un taxi o en el cuarto de alguien, o en algún coche. Tú no estás, pero hay algo que sigue ahí. Aunque ya no te importe, porque ya estés criando malvas, para la gente que te quiere, o que te quiso, es bonito. Es una forma de seguir flotando en el aire aunque no estés de cuerpo presente.
Al revisitar tus primeras canciones, ¿te han venido también viejos recuerdos de tu primer productor, Carlos Raya?
Claro. Raya es la persona más importante y más influyente de mi trayectoria. Tuve la inmensa suerte de cruzarme con él y sigo aprendiendo cosas que me enseñó, y hace tiempo que no hacemos cosas juntos, desde Ajuste de cuentas. Estuvo a punto de producir Las palabras vividas, pero por fechas no pudo ser. Le veo trabajar con otros artistas y me encanta que le vaya tan bien. Que siga haciendo tan buenos discos hace que la música en España suene mejor y tenga más calidad. Todo lo que ha hecho con Fito, con Leiva, con Tarque, con Señor Mostaza… ha hecho sonar a todo el mundo mucho mejor. Vaya privilegio haber hecho esa colección de canciones con Carlos, todo lo que me ayudó, también en la composición, en las estructuras de las canciones, lo valiente que fue conmigo, las decisiones que tomamos juntos… yo tuve confianza en él. Si me hubiera tocado un productor chungo, que solo va por la pasta y que tiene un negocio con el de la compañía, no sé si mi carrera hubiera sido un desastre, pero sí distinta. Carlos no fue solo un productor, fue un hermano mayor, un profesor de guitarra, un compañero, una mano derecha… muchas figuras a la vez. El otro día le llamé por su cumpleaños. Él nunca se acuerda del mío, que es tres días después, pero yo siempre me acuerdo del suyo [risas]. Bueno, alguna vez se ha acordado. Hablo con él con cierta regularidad y se lo digo: «Joder, Carlos, he aprendido mucho contigo, y sigo aprendiendo». Y él me dice: «Yo también», pero sé que yo aprendí más que él. Aunque no trabajemos juntos me gusta saber que está ahí, que hemos hecho seis o siete discos juntos y que hay un montón de historias y de canciones y de trabajo, y todo el talento que ha puesto al servicio de las canciones.
Raya fue tu principal apoyo durante casi una década. A partir de ahí cogiste las riendas en tu carrera y luego has tenido otros socios, bien en la composición, como César Pop, bien a la producción, como Toni Brunet. ¿Son, quizá, las dos personas en las que te apoyas más ahora mismo, musicalmente hablando?
Sí. César durante muchos más años, después de Avería, en todos estos discos: Daiquiri, Delantera, Me mata si me necesitas y el disco de Luis [García Montero]. César hace otras cosas distintas, a veces más de las que hacía Carlos. Es letrista, también, y muy bueno. A la hora de construir las canciones y tener una visión desde fuera, César es la persona que necesito. Por mis limitaciones y porque me gusta tener a alguien al lado en quien confíe, que me proponga cosas en las que no he pensado y que me diga si un tema no lo ve, o cosas así. Y Toni, a partir de Las palabras vividas, ha sido fundamental. También es muy cancionero y muy cancionista, aunque César es más autor y Toni más productor y más técnico que César. La combinación de los dos me ha dado muchas cosas. Las canciones que escribo últimamente se las mando a los dos, a ver qué me dicen. En los últimos años, Toni está conmigo en directo y ha producido mis discos.
Siguiendo con la retrospectiva, pasaste unos años en Universal, y después, fugazmente, en Warner. ¿Cómo valoras tu paso por ambas?
Ahí era muy peleón, muy celoso de mi independencia y muy poco confiado en su manera de funcionar y de tratar a los artistas. Pero es lo que te decía con respecto a los mánagers: apostaron por mí, y ahora el negocio es absolutamente distinto a cuando yo empecé, pero supongo que ellos también tuvieron que aguantar ciertas cosas mías, de pelear mucho. No me arrepiento, ¿eh?, pero nunca fui un artista dócil, peleaba mucho las cosas que creía que no eran justas, y no estaba vendiendo un millón de discos. Ellos también tendrían cosas que decir de mí, de lo fácil o difícil que era. Supongo que lo normal es no llevarte bien porque ellos lo suelen ver solo como un negocio. Hay personas dentro de las compañías que no, pero en general las grandes corporaciones no están en esto por amor a la música, sino porque era un gran negocio para ellos. Y supongo que lo sigue siendo para ellos, pero yo también tengo ahí lo mío. Tampoco ha sido tan importante, lo que pasa es que cuando publiqué la carta de Peleando a la contra y me fui [en 2003], ser independiente y editar tus discos era una cosa muy rara. Había gente que lo veía como un suicidio comercial y artístico, y a mí sin embargo me empezó a ir mejor cuando me desligué de aquellos contratos. Pero bueno, de alguna manera lo sigues pagando.
¿Cómo?
Bueno, me mandan la liquidación del primer disco y según sus cuentas les sigo debiendo dinero, y es un disco que les costó cuatro duros y que, evidentemente, hace muchísimo tiempo que empezó a ser rentable para ellos, porque para mí, no.
Ser dueño de tu catálogo te proporciona libertad. Hubo un momento en el que salían reediciones tuyas de los primeros discos con las que no tenías nada que ver, pero ahora sí manejas las riendas. Y los acabas de reeditar todos en vinilo, además.
Una caja como esta hubiera sido imposible hacerla con ellos, inviable. Los tres primeros discos son suyos, y Avería y Ajuste de cuentas son de Warner. Hemos podido llegar a acuerdos para editarlos en vinilo, supongo que porque les interesa.
Porque ellos se siguen llevando un porcentaje de esos discos.
Evidentemente, porque esos discos siguen siendo suyos, pero yo soy el dueño del resto de los másters. Puedo cuidar del catálogo, y cuando yo no esté esos discos serán de mi hija y podrá hacer con ellos lo que quiera. Para mí es importante, porque no le voy a dejar muchas más cosas que mis canciones. Me importaba antes de tener una hija y ahora mucho más.
¿Has calculado el número de canciones que has grabado?
No sé el número exacto, pero en el cancionero salen como 140 canciones, hay alguna versión, pero entre las grabadas y no publicadas, rondarán las doscientas.
«Cuando yo no esté mis discos serán de mi hija y podrá hacer con ellos lo que quiera. Para mí es importante»
Las últimas están en Copas de yate, tu nuevo disco de versiones. Lo escribí en la nota de prensa: parece un disco de autor, hay una voz propia sin ser composiciones tuyas. ¿Ese era el mayor reto, que sonasen a ti siendo de otros autores?
En honor a la verdad, la voz hace que identifiques mucho. Hemos intentado hacerlas con cariño, llevarlas a mi terreno sonoro y que no pareciera un disco de versiones al uso, ni por el repertorio elegido ni por la producción. Creo que lo hemos conseguido, después de muchos años lo primero que identificas es la voz, por eso supongo que la primera sensación es que no parecen versiones. Lo hemos intentado, y creo que lo hemos conseguido, pero la voz condiciona mucho esa percepción.
Sí, pero la primera voz que condiciona mucho la canción es la del intérprete original. Por eso muchas veces cuando oímos una versión posterior nos suena artificial.
En los discos de versiones hechos por mucha gente sucede eso. Enseguida ves si a esa persona le importaba la canción, si la ha grabado sin tener ni idea de quién era, si no se ha puesto el cariño suficiente… Cuando hay muchos artistas diferentes es la prueba del algodón. Hay un montón de discos de estas características, discos de homenaje. Ahí canta mucho, ahí se ve el cariño que le ha puesto uno y si otro ha destrozado la canción completamente.
Aunque en sus carreras sean buenos. Se notan las costuras.
Exacto, sí, sí. ¡No daremos nombres! [Risas]
De este Copas de yate, la favorita de la banda es “Fractales”. ¿Qué has aprendido metiéndote en la piel compositiva de Josele Santiago?
Josele tiene una forma de cantar muy característica, tiene muchísima personalidad, es difícil disociar lo que canta de cómo lo canta. Le pasa a muchos grandes, gente diversa pero con mucha personalidad. A Iván [Ferreiro] y a Sabina, por ejemplo. Hay canciones suyas que, si no las cantan ellos, te falta algo. Hay algo en la interpretación, en el gesto, como una intrahistoria, que si no está ese mismo personaje, y esa voz cantando, pierde algo. Con Josele pasa. Podemos pensar que una canción, si es buena, sobrevive en manos de cualquiera. Pero con esa forma que tiene Josele, como de escupir la letra, no sabía si iba a acabar sonando a mí. Tuve que cambiar el tono, me refiero a la intención, no al tono de la canción, que me parece que también lo he cambiado. Tuve que contar la historia de ese tío, al que le da un brote psicótico en medio de la calle, de otra manera, y tolerarme, porque nunca voy a tener la expresión de Josele. Espero que lo hayamos conseguido. Instrumentalmente hemos intentado pasar la canción por el filtro de los últimos discos de Dylan, como de una de esas baladas larguísimas que me encantan, que parece que no pasa nada pero pasan cosas todo el tiempo. Ojalá lo hayamos conseguido.
Acabas de empezar la gira del 25 aniversario. ¿Tienes claro el repertorio de toda la gira o lo vas a ir diseñando concierto a concierto?
Lo voy a ir diseñando una semana o dos semanas antes de tocar. Ahora tenemos sesenta y pico canciones, la primera parte va a ser un disco en concreto. No todos los discos, ni todas las canciones de los discos. Algunos los haremos enteros y por orden, pero otros, por diversas circunstancias, no los haremos enteros. Hay gente a la que le gustaría ver Salitre y vamos a tocar Daiquiri, pero es parte del juego de esta gira. Sé que tiene un punto de riesgo, pero nos emociona y nos excita correr ese riesgo.
Tu banda está muy en forma, como demuestra que podáis hacer conciertos tan variados y decidirlo días antes. Ya que te gustan los símiles futbolísticos, ¿qué tipo de entrenador eres tú, para tu banda?
Me gustaría decirte que Marcelo Bielsa. A los músicos tan buenos, y con tan buen gusto, hay que darles libertad para que se expresen e interpreten las canciones. Hay muy pocas cosas obligatorias. Hay cosas que tienen que ser así, pero otras no. Ellos me lo ponen muy fácil, son muy buenos, muy responsables, vienen ensayados de casa y soy consciente de que les estoy exigiendo mucho, al aprenderse tanto repertorio. Hay canciones que no han tocado nunca, pero también les gusta el reto, el riesgo. Son tan buenos y tan generosos… No hay problemas de ego, nadie se va a pegar por hacer un solo, cosa que sucede en algunas bandas. Ya sabes que me gusta formar parte de algo, tener la sensación de que estoy en una banda. Un día, después de uno de los ensayos que hicimos en Cantabria, me levanté a las ocho y media y me encontré a los tres con los auriculares puestos en una parte de la casa, repasando lo que íbamos a tocar, y fue una buena imagen [risas]. He tenido giras en las que había uno o dos músicos que venían sin ensayar, sin tener aprendidas las canciones. Después de haber sufrido eso, todo es un juego de niños.
Entonces, ¿tu banda también te pide canciones para esta gira?
Sí, me gusta mucho. Jacob quiere tocar “En el backstage”, también es muy fan de “Miss camiseta mojada”, la recuperamos por él. A Toni le flipa “Cerdeña”, Raúl tiene las suyas, y Edu. Y me gusta hacerlo. Salvo con alguna puntual del primer disco, que tampoco insisten mucho, intento complacerles. También se trata de que ellos disfruten, que sea una cosa compartida, que toquemos lo que nos apetezca.
En paralelo a esta gira ya estás perfilando el próximo disco. ¿Por dónde van las canciones? ¿Qué te están diciendo ahora mismo?
Tengo nueve, y espero que salgan más de aquí al verano, que es cuando he pensado meterme a grabar. Creo que es distinto, pero uno siempre lo piensa. Creo que va por otro lado en cuanto a temática, el tipo de disco y de instrumentación. Va a ser un poco más experimental que otros. Me da esa sensación. Quiero hacerlo con tiempo, ver diferentes opciones. Tengo clarísimo que lo quiero grabar con ellos, y aprovechar que estaremos rodadísimos después de la gira. Eso nos dará soltura y facilidad en el estudio. Y luego, lo de siempre, las canciones te irán diciendo qué traje les queda bien. Seguiremos confiando en las canciones.