“En el fondo, aunque hayan pasado más de quince años su esencia no ha cambiado. Nunca ha hecho concesiones a la galería y su actitud sigue siendo incorruptible”
El músico madrileño se encuentra inmerso en la gira “Carta blanca”, donde toca solo y deja al público elegir lo que sonará esa noche. Javier Escorzo estuvo en uno de los dos conciertos que ofreció en San Sebastián.
Quique González
13 de febrero de 2015
Acuario de San Sebastián
Texto y fotos: JAVIER ESCORZO.
Fue la cuarta canción del segundo disco de Enrique Urquijo y Los Problemas. Se titulaba ‘Aunque tú no lo sepas’, la firmaba un tal Quique González y me obsesionaba tanto que tuve que salir corriendo a una tienda de discos, donde me hice con “Personal”, su enérgico debut. Entonces no lo sabía, pero acababa de descubrir a uno de los artistas que marcaría mi vida… y la de tantos.
Después fueron llegando los siguientes discos, su historia de amor y odio con las discográficas y muchos conciertos en locales prácticamente vacíos. Eran actuaciones de tú a tú, donde Quique preguntaba a su escaso público qué canciones quería escuchar. Así recorrió todas las salas, garitos y tugurios de este país, sin más compañía que la de su piano y su guitarra. Estaba peleando a la contra. Estaba fraguando su leyenda. Estaba ascendiendo irremediablemente hacia la gloria.
Hace ya años que Quique González es una referencia indiscutible de nuestra música. Son muchos los grupos y artistas que le citan entre sus principales influencias, y son todavía más quienes, sin mencionarlo, suenan a él. Sus discos son esperados con un fervor casi religioso por multitud de seguidores, y sus conciertos, ahora en salas bien acondicionadas, auditorios y teatros, siempre están llenos. Y yo, que siempre he celebrado el éxito de los artistas a los que admiro, me alegro por ello. Aunque confieso que a veces me invade una sensación agridulce, llamémosle nostalgia, pensando en aquella época en la que sólo unos pocos elegidos conocíamos el hermoso secreto llamado Quique González, y podíamos disfrutarlo a pocos metros de distancia, todo para nosotros, e incluso pedirle canciones.
Parece que Quique también añora esos tiempos. Por eso ahora, tras presentar triunfalmente en directo su último disco (“Delantera mítica”), y darse el gustazo de girar con su admirado José Ignacio Lapido en el tour “¡Soltad a los perros!”, se embarca en un nuevo proyecto: una veintena de conciertos sin banda ni repertorio predefinido. Tan solo él, sus canciones y su público.
En San Sebastián tuvo que actuar dos noches, porque las entradas para la primera fecha que se anunció se agotaron en cuestión de minutos. El lugar elegido era mágico: el Acuario de la ciudad, con una enorme pecera detrás del escenario. “Nunca había actuado para tantos peces gordos”, bromeó al comienzo de su actuación, que inició con ‘Dos tickets’ y ‘Crece la hierba’.
Tras esas dos canciones se abrió el turno de las peticiones, que abarcaron todas las etapas de su carrera: hubo muchos temas de sus discos más antiguos (‘Se nos iba la vida’, ‘Fito’, ‘Salitre’, ‘Bajo la lluvia’, ‘Rompeolas’, ‘Ayer quemé mi casa’, ‘Pequeño rock’n’roll’, ‘Reloj de plata’…). Sorprendentemente, faltaron algunos de sus primeros himnos; nadie pidió ‘Cuando éramos reyes’, ‘La ciudad del viento’ o ‘En el backstage’, y esa es la prueba más patente de que las nuevas composiciones del madrileño han logrado imponerse a sus clásicos, algo de lo que pocos músicos pueden presumir. El público prefirió escuchar temas más recientes como ‘Backliners’, ‘Cuando estés en vena’, ‘Hasta que todo encaje’ o ‘Me lo agradecerás’.
También hubo versiones: ‘Hoy no’, de Enrique Urquijo, y ‘La casa cuartel’, de Kiko Veneno, que formaba parte de su repertorio hace más de una década. Y es que Quique se atrevió con todo, incluso con una de las primeras canciones que escribió en su vida, como fue el caso de ‘Ardiendo a un clavo’. Únicamente le tembló el pulso cuando, sentado al piano, alguien le pidió ‘Kamikazes enamorados’. “Llevo mucho tiempo tocándola con banda y no se cómo me saldrá… La dejo para luego”, se excusó, aunque finalmente no se decidió a interpretarla.
Tras una primera tanda de bises compuesta por ‘La cajita de música’, ‘Me lo agradecerás’ y ‘Dallas Memphis’, en la que contó con la presencia del batería Karlos Arancegui, (formó parte de su banda en la época de “Avería y redención”), Quique volvió a salir al escenario. Sus técnicos se miraban entre ellos encogiéndose de hombros. Aquella propina no estaba en el guión, y de hecho ya había rebasado el horario previsto. Pero su público pedía más canciones y el artista no pudo negarse. ‘Y los conserjes de noche’ y ‘Clase media’ pusieron el punto final a una velada en la que Quique González volvió a sus orígenes durante un par de horas. Porque en el fondo, aunque hayan pasado más de quince años, su esencia no ha cambiado. Nunca ha hecho concesiones a la galería y su actitud sigue siendo incorruptible. Ha triunfado, y lo ha hecho sin traicionar ni uno solo de los puntos de aquel manifiesto que firmó a principios de siglo. Sigue siendo fiel a sus canciones; por eso su público sigue siendo fiel a él.