Qué me dices. Entrevistas, de José Miguel Ullán

Autor:

LIBROS

«Un libro necesario, bellísimo, que recupera un arte del que no estamos muy sobrados hoy en día»

 

José Miguel Ullán
Qué me dices. Entrevistas
LIBROS DE LA RESISTENCIA, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El tiempo ha hecho que, poco a poco, me fuera olvidando de José Miguel Ullán, de lo importante que fue su presencia en una época tan poco productiva para ciertas artes como los años ochenta. También me fui olvidando de que me gustaba mucho su poesía, su aire de tipo inglés, elegante y despistado, sus programas de televisión y de radio y sus crónicas escritas. No llegué a enterarme, porque son actividades tapadas para el gran público, de sus colaboraciones con músicos o artistas gráficos, o de las exposiciones de las que él mismo era objeto. Pero las que sí salían a la luz en periódicos y medios de comunicación me fascinaban, sobre todo porque parecía un señor que se movía por la alta cultura, pero que no le hacía ascos a entrevistar a una folklórica, o al último ídolo juvenil. Y además, los trataba de la misma manera que al más alto filósofo. En ambos casos se podía ajustar perfectamente a su lenguaje y sus coordenadas. Una forma de periodismo que se ha perdido.

Porque no es solamente que se enfrentara a Roland Barthes —aviso, para los filólogos, Barthes es como Elvis para los rockeros—, es que podía llevarle la conversación, no en vano había estudiado con él una temporada que estuvo exiliado en París. Y si trataba a los músicos con infinito respeto —aunque alguna puya se le iba—, también entrevistaba a los intelectuales como si fuesen admirados por las masas. Lo hace con Borges, cuando vino a España en 1985 para presentar Los conjurados como una estrella de rock. Un Borges que, como no, soltó alguna boutade mientras cenan y se desliza entre los platos la entrevista.

Esto también hace que Miguel Bosé (sí, el Miguel Bose que ustedes conocen, entonces veinteañero) tenga opiniones osadas para la época, pero acertadas e inteligentes, porque el pop las puede tener si el entrevistador sabe llevarlo con inteligencia. Este mundo se ve representado por María Jiménez, Rocío Jurado, los Pecos o El Fary de sus primeros años, porque esa es otra de las virtudes de Ullán, que estaba atento a cualquier fenómeno en el justo momento en que nace.

Tampoco hace asco a los veteranos y con Raphael establece un partido de tenis dialéctico. La prueba del idéntico trato que reciben intelectuales y músicos son las introducciones. Muchas veces, las entrevistas son crónicas que tienen entreveradas las palabras del entrevistado, así que requieren una buena introducción, y Ullán, a veces, pone todo su hálito poético en ellas. No el dulzón, no se confundan, el que pinta la realidad poniendo otros colores en lo visible y sacando a la luz lo invisible. Pues bien, las dos introducciones impecables, las más perfectas, son las de Antoni Tapies —que sigue su entrada en coche a Barcelona— y la de Marifé de Triana.

Hay mucho espacio para pintores y escultores, Eduardo Chillida o Antonio López, y para profesionales de la palabra, con mucho análisis político, como en el caso de Julio Cortázar o Marguerite Duras, en pleno 1977, con la política a flor de piel, en unos días en los que estaba a punto de legalizarse el Partido Comunista. Especialmente emotivas son las charlas con Octavio Paz, que desliza sus recuerdos sobre los poetas españoles exiliados a México, y María Zambrano, después de años y años en el extranjero.

Es un libro necesario, bellísimo, que recupera un arte del que no estamos muy sobrados hoy en día, y expuesto gracias al trabajo de Manuel Ferro, el albacea de Ullán que encontró en una carpeta todo este material, incluso con transcripciones escritas de programas de televisión. Por ejemplo, la entrevista a Roland Barthes proviene del programa Imágenes, otra maravilla de la época, el programa que llevaba Paloma Chamorro antes de La edad de oro y que tanto podía hacer reportajes sobre Maruja Mallo, como dar cancha a unos Radio Futura que se acababan de formar. Algo increíble, como si hoy Antonio López y Alcalá Norte coincidiesen en un mismo programa. Como verán, algo imposible que fue posible.

Anterior crítica de libros: Cuentos incompletos, de T.C. Boyle.

 

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