Los Sidecars Juancho, Ruly y Gerbass rebobinan a los tiempos de walkman y discman para descubrirnos qué discos les cambiaron la forma de entender la música. Ahí descubrimos sus inicios en el rock and roll, el blues y el metal.
Texto: SIDECARS.
JUANCHO (VOCALISTA Y GUITARRISTA)
Black Crowes
“Shake your money maker”
AMERICAN RECORDINGS, 1990
Mi disco es «Shake your money maker» de los Black Crowes.
El día que entró en mi vida cambiaron muchas cosas en mi cabeza. Me pilló entrando en la adolescencia. Descubrí las guitarras, los tempos lentos, los slides y los riffs de rock and roll. Supongo que, como no entendía lo que contaban, mi atención se centraba en la melodía y detalles de esas guitarras de rock sureño. Aprendí muchísimo desmontandolo instrumento a instrumento. A día de hoy sigue siendo uno de mis cinco discos favoritos, sigo sin entender lo que cuentan y se me sigue poniendo la piel de gallina cuando escucho la intro de ‘Twice as hard’.
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GERBASS (BAJISTA)
The Hellacopters
“By the grace of god”
UNIVERSAL, 2002
Yo voy a hablar de un disco que no fue mi punto de partida en la música, sino en el rock and roll. Es «By the grace of god» de The Hellacopters.
Ya llevaba un par de años muy obsesionado con la música, empezaba a ir a conciertos con un DNI falso (era menor) y escuchaba cosas nacionales como Los Rodriguez, Extremoduro, Platero y Tú… ¿Quién no lo hacía de 1995 al 2000? También escuchaba mucho punk y hardcore exportado sobre todo de las Islas Británicas y EEUU. Eran los años de chaval de instituto, muchas pellas y otras prácticas prohibidas con las que nos encantaba juguetear a la pandilla de amigos.
El curso de primero de bachillerato empezaba sin muchos de los amigos en clase, la mayoría habían repetido. Pero recuerdo a un nuevo compañero, que llegó justo los primeros días de clase de 2002. Fue «By the grace of god» de los Hellacopters, me acompañaba de aquí para allá en mi redondo discman portable, reproductor extinto a día de hoy. Las primeras veces que lo escuché caminaba por la calle y el metro con el paso más decidido y la barbilla más alta de lo habitual. Me hacía sentir de una manera muy especial, me transmitía una energía, una seguridad y un entusiasmo difíciles de describir.
Pensé que si existía una definición de rock and roll, este disco la cumplía con creces. Esos riffs afilados de la guitarra para mí insuperables, unidos a la hipnotizante y reverberada voz del genio Nick Andersson, y cimentados por los grooves acojonantes del combo formado por la batería y el bajo me volaron la cabeza.
A partir de entonces empecé en el rock and roll (me interesé, escuché y leí la historia de este estilo musical hasta la saciedad), me deshice poco a poco de los pantalones caídos y las zapas de skate, y tres o cuatro meses después decidí comprarme mi primer bajo.
Al inicio del curso siguiente, ya transformado en un rocker, me propusieron formar una banda de rock and roll, banda que tras algún cambio que otro acabó siendo Sidecars.
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RULY (BATERÍA)
Rage Against the Machine
“Rage Against the Machine”
EPIC RECORDS, 1992
Diez balazos. Porque eso no son canciones.
Probablemente uno de los discos que más veces he escuchado en mi vida, y que sigo escuchando a día de hoy. Apareció en un momento en el que devoraba todo lo que caía en mi walkman (sí, tenía walkman), desde rock clásico hasta hip hop, rock y punk nacionales, pasando por cualquier banda de «loquesea-metal» que acompañaban una adolescencia con mucho ajetreo y demasiadas expulsiones de colegios/institutos.
Un día, viendo algún programa musical, alguien llamó pidiendo el clip de ‘Killing in the name’ y me quedé embobado no solo con lo que sonaba sino con lo que se veía, un tirillas con rastas con cara de malas pulgas rapeando y enfrentándose a un guardia de seguridad en mitad de un concierto mientras de fondo bajo, batería y guitarra hacían gloria bendita. Indagando un poco, resultó que el hermano mayor de un amigo tenía el disco de esa banda, y le pedí que me lo grabara en una cinta. Y, siendo sinceros, ‘Killing in the name’ pasó a un segundo plano clarísimo ante joyas como ‘Bullet in the head’ ‘Take the power back’ o ‘Know your enemy’. Riffs demoledores y arengas políticas rapeadas y/o cantadas sobre una base de bajo y batería funk rockeada con mucha mala leche. Dinamita pura.
Me dediqué a escuchar la cinta una y otra vez, en bucle, parándome a pensar lo que decían las letras e investigando los temas que trataban las arengas de Zack de la Rocha en un todavía precario internet. El disco entero pasó a ser banda sonora habitual de mi vida desde los 14 o 15 años. Allá por el 2000, la gira de su disco «Battle of Los Angeles» pasó por la cubierta de Leganés en Madrid y me quedé a las puertas del concierto con la entrada porque no coló el DNI que me habían prestado (demasiadas veces había colado ya). Por suerte, pude quitarme la espina años más tarde hasta en dos ocasiones. Estaban más viejos, eran más ricos y estaban menos enfadados. Pero seguían sonando como los ángeles.
Aún hoy sigo tocando sobre muchos de los temas de este disco cuando tengo un rato en el local.
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Anterior entrega de Punto de partida: David Otero y Radiohead.