«Muy seguramente, me dedico a la música por culpa de este disco y de esta persona, aunque me da mucho pudor decirlo»
Hace solo unas semanas que ha visto la luz Puntos de fuga, el cuarto disco del músico valenciano Luis Carrillo. Un trabajo en el que revisita parte de su repertorio anterior, escogiendo algunas de sus mejores piezas y grabándolas con otro enfoque, y las combina con composiciones inéditas. Su modus operandi esta vez es bien especial: todas están grabadas en directo, en diez estudios diferentes de la Comunidad Valenciana y con algunas colaboraciones de músicos amigos. Es el caso de “La duda”, la canción que ha grabado con Chica Sobresalto, y “La manzana”, la que ha compartido con Santero y Los Muchachos. Tras presentar este trabajo en Alicante y Castellón, este 11 de junio aterriza en Madrid (en el café La Palma), tras lo cual pasará por Barcelona (17 de junio, Oncle Jack), Murica (23 de junio, sala Revolver) y Valencia (1 de julio, Loco Club). Unos cuantos escenarios sobre los que desplegará la verdad que siempre ha perseguido y que halló como oyente, por vez primera, cuando se topó con una de las mejores obras del pop español: Nunca el tiempo es perdido, de Manolo García. Así lo descubrió.
Manolo García
Nunca el tiempo es perdido
SONY, 2004
Texto: LUIS CARRILLO / EFE EME.
Me encontré con las canciones de este disco en una cinta que ponía mi padre para los viajes largos de coche. Años más tarde, me lo compraría en Discos Revolver durante un viaje a Barcelona, en Carrer de Tallers.
Nunca el tiempo es perdido se estrenó en mi plena adolescencia. Por 2004 ya trasteaba con la música y fantaseaba con poder dedicarme a ella algún día.
El mestizaje que tiene entre rock, flamenco y el idioma tan característico de Manolo para hacer canciones me sacaron de los complejos y los encasillamientos musical que suele tener un chaval de 14 años. No sé si es mi disco favorito, pero sí el que más me marcó y me influenció. Por suerte, mis padres me ponían buena música, cosa que agradezco.
No soy muy fan de nadie, pero he de contar que, muy seguramente, me dedico a la música por culpa de este disco y de esta persona, aunque siempre me da mucho pudor decirlo. Incluso llevo canciones de este álbum tatuadas.
“Levedad” es mi tema favorito del mundo. Cada vez que lo escucho, me recuerda a paseos por el monte, a viajar con mis padres, a limpiar la casa toda la familia los sábados por la mañana, a noches cantando… Está sonando mientras escribo esto.
Agradezco muchísimo que este disco se cruzara en mi camino, porque fue una piedra esencial con la que tropezarse. Formó al músico que soy hoy en día. Gracias a él, entendí que no solo tienes que centrarte en un género y ponerle etiquetas a todo; puedes trastear entre un bolero y un rock and roll tranquilamente, mientras sea de verdad y te venga desde bien dentro.
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Anterior Punto de partida: José Manuel García Gil y Luis Eduardo Aute.