Punto de partida: Izaro y Pedro Guerra

Autor:

«Caló en mí la forma cuentacuentos, de escribir las letras de forma muy visual, como ir haciendo imaginarios sonoros»

 

Poco antes de que publique su nuevo disco, cerodenero, previsto para el 8 de diciembre, le pedimos a Izaro que escoja el disco que le cambió la vida. Su elegido es Ofrenda, de Pedro Guerra.

 

Pedro Guerra
Ofrenda
ARIOLA, 2001

 

Texto: IZARO / EFE EME.

 

Tras Limones de oro, el disco doble repleto de colaboraciones con el que nos sorprendió el año pasado, Izaro encara la recta final del que será su quinto disco, cerodenero, previsto para el 8 de diciembre. Un trabajo que desplegará por auditorios y salas a partir del próximo mes de enero. Según ha adelantado la compositora vasca, se trata de un álbum conceptual en el que narra un viaje interior relatado a base de pop, folk, electrónica y músicas de raíz, en el que brotan pinceladas de poesía y metáforas. Un trabajo, al mismo tiempo, luminoso y salvaje, que no habría sido posible sin todos los discos que la han conformado como creadora y como oyente. Sobre esto último nos interesamos al preguntarle por el álbum que le marcó por encima del resto, y ella se decanta por Ofrenda, el trabajo que Pedro Guerra publicó en 2001.

 

«El disco era de mi madre y de mi padre, estaba en el coche, guardado en la puerta del asiento del copiloto, era amarillo ajadito, y tenía mucha fruta. Yo tendría unos 8 o 9 años. Lo escuchaba desde el asiento de detrás del conductor, mirando por la ventana. Tengo muchos recuerdos de discos sonando mientras el mundo pasaba por la ventana del coche», relata a Efe Eme. En su casa los discos reinaban por doquier: «Mi madre y mi padre compraban muchos. Yo iba descubriéndolos, y probablemente este fue de los primeros que me hicieron volver al coche a buscar la carcasa y mirarla. Los conocía solo de manera auditiva, y luego volvía al coche para encontrar aquellos que me habían atrapado y mirarlos».

Cuando escuchó Ofrenda, se interesó por el artista. «Pregunté a mi madre a ver quién era, me diría muchas cosas pero solo me acuerdo de una: que era de Tenerife. Me fascinó ese dato, no sé por qué, y desde entonces le tengo especial cariño a la isla, y he ido bastante, quizás no sea solo casualidad. También me acuerdo de la primera vez que le vi en la tele, que me dijo mi madre: “Izaro, hori da Pedro Guerra”. Y me quedé embobada, cantaba en directo en algún lugar».

Las maneras del cantautor canario le cambiaron la forma de entender las canciones, y también el mundo. «Me impactó la manera de contar las cosas, podía ver cosas cuando escuchaba las letras, supersugerente, yo podía ver las canciones. Las melodías, la magia de las palabras cuando se usan en el orden adecuado, la sonoridad, la manera de rimar, los arreglos y la producción. La paz de su voz, esa forma de cantar como de cuentacuentos, y también la de escribir, de cuentacuentos», describe, conectando con los sentimientos que le despertó el disco entonces. «Adoraba y adoro Ofrenda, todo ese sonido de la intro, toda esa raíz, su voz brillante, la festividad en el sonido, la forma tan maravillosa de usar cada palabra, supervisible, superpalpable. “Lleno un cazo de agua y lo dejo en la puerta, para que vuelvas. Trigo y aceituna, miel y hierbabuena”. Adoro cada palabra», admite.

Izaro viaja por el interior de este disco para aportar algunos detalles que le gustaron de aquella colección de trece canciones. «“Miedo” que da miedo, del miedo que da. Realmente un deleite. A mi padre le encantaba cantarla, y yo cantaba bajito también. En “Niños” estaba Julieta Venegas, que luego me engancharía también a ella, con Limón y sal en 2006. Pero esta canción me producía mucha pena. “Dirán”, que está hecha entera de adjetivos, jamás me la he podido aprender. Una canción que reivindica la escucha al prójimo. Me encantó la sencillez con la que está hecha y lo complejo que es llegar a hacer eso. “El encantador de serpientes” me daba miedo, no sé por qué. Siempre pedía que la pasaran, creo que me recordaba a la serpiente de El libro de la selva. “El aire que no estás” es preciosa. Me puedo quedar aquí de una a una, recordando», describe.

Cuando piensa en el resto de la carrera de Guerra, no se atreve a considerarlo el mejor de su obra, y explica el motivo: «No podría hacer esa comparativa. Cada disco es el mejor reflejo de ese momento concreto de la vida de cada artista. Pero sí que es su disco más especial para mí». Por eso hará un par de meses que ha vuelto a él, y lo escucha sin parar. «Ha sido un reencuentro precioso, lo estoy cantando mucho, estoy de vuelta a todos esos paisajes que veo cuando lo escucho. Creo que ha dejado bastante huella en la forma en la que escribo yo, en la que cuento las cosas yo. Caló en mí la forma cuentacuentos, de escribir las letras de forma muy visual, como ir haciendo imaginarios sonoros. Muchas imágenes, algo muy físico, muy sensorial», explica, conectando ese álbum con su propia manera de componer canciones.

Descubrir Ofrenda en los primeros compases de este milenio le llevó, como ha explicado, al Limón y sal de Julieta Venegas, pero también fue el camino hacia otros, como el Feels like home: «Lo amé, me sentí muy identificada y vi una referencia real de algo que quizás yo quisiera poder hacer: un disco. Yo ya estaba en plena adolescencia. De ahí salté a Taylor Swift, que llegó a mí con Fearless, prendada me quedé de ella. Probablemente, el primer disco que compré yo fue Speak now, que sacó después de Fearless. Y desde entonces no se ha ido nunca. Pasé de manera natural de Hannah Montana a Miley Cyrus… todas ellas han dejado mucha huella en mí. Yo he crecido mirándolas y escuchándolas, y ellas crecían siendo miradas. Las admiro y quiero mucho la verdad».

Anterior Punto de partida: Santiago C. (Él Mató a un Policía Motorizado) y Weezer.

Artículos relacionados