«Sonaba a completa fantasía. Desde la primera canción, aluciné. Qué belleza, qué disco tan lindo y cuánto optimismo transmitía»
El redactor freelance y escritor, Eduardo Bravo, acaba de publicar con Efe Eme su nuevo libro, Almanaque chatarra. Efemérides subterráneas y vidas ejemplares, una colección de relatos que encapsulan pequeñas e insólitas historias de la cultura popular , o de personajes singulares, del siglo XX. Hoy, sin embargo, como melómano que es, viene a hablarnos del disco que marcó un antes y un después para él: el que publicó el cantante Pep Laguarda en 1977, acompañado por el grupo Tapineria.
Pep Laguarda & Tapineria
Brossa d’ahir
OCRE, 1977
Texto: EDUARDO BRAVO / EFE EME.
Lo compré hará unos veinte años en Discos Babel, en la Costanilla de los Ángeles número 5 de Madrid. Es esta misma copia, en formato elepé, y lo del precio os lo cuento más adelante porque sí que me acuerdo, pero me da un poco de pudor. Cuando me hice con él ya llevaba unos cuantos discos comprados. Sin embargo, creo que, de haberlo encontrado cuando comencé a comprar discos, allá por mi primera adolescencia, ni siquiera hubiera reparado en él y, de haberlo comprado por casualidad, dudo mucho que me hubiera gustado. Así de desastre somos los seres humanos en la adolescencia. Definitivamente, el que no sabe es como el que no ve.
Me lo descubrió Carlos, de Discos Babel, que había sido quien, varios años antes, me había hecho escuchar por primera vez Dioptria, de Pau Riba. De hecho, me regaló una cinta de casete con los dos Dioptria porque, por entonces, era prácticamente inencontrable, salvo que se pagase mucho dinero y eso que estoy hablando de la reedición de Edigsa. Por entonces, la edición de Concentric con el Dioptria 1, con la portada abierta, y el Dioptria 2, con la imagen movida de Riba en blanco y negro, vendidos por separado solo las había visto en fotos.
Como Carlos sabía que me gustaba Riba, cuando le llegó el disco de Pep Laguarda, me lo puso en la tienda y me contó que había sido producido por Pau en los estudios Banana Moon Observatory de Daevid Allen. Sin haberlo escuchado, ya sonaba a completa fantasía. Efectivamente. Desde la primera canción, aluciné. Qué belleza, qué disco tan lindo y cuánto optimismo transmitía. Me quedé tan absolutamente prendado que quise llevármelo. Solo había un problema: era carísimo. Pero carísimo carísimo. Solo en Discos Melocotón tenían discos tan caros. Era una rareza porque, por entonces, no había salido la reedición de Mandrax y el precio era realmente prohibitivo. De hecho, no quiero ni acordarme de lo que costaba porque me da bastante vergüenza decirlo. Sin embargo, estaba tan ilusionado por tenerlo, que llegué a un acuerdo con Carlos.
Convinimos que le pagaría una cantidad en dinero y el resto en discos. Me fui a casa, saqué todo aquello que ya no me interesaba tanto pero que realmente merecía la pena y volví a Discos Babel. Me desprendí de una cantidad bastante considerable de discos, pagué la parte restante, Carlos quedó conforme porque se quedaba con un material que no era para nada malo y yo también porque sabía que me llevaba una maravilla de disco.
Algún tiempo después, en ese paraíso que era La Metralleta encontré otra copia de Pep Laguarda & Tapinería a un precio de risa. Aunque ya no era esa Metralleta de un disco 350 pesetas, tres discos 1.000 pesetas, el precio era tan ridículo que no lo pude dejar allí. Me lo llevé y se lo regalé a un amigo porque me parecía que especular con un disco tan hippie y tan buenrollista, que había encontrado tirado de precio, era una falta de respeto, una traición y poco menos que desafiar al karma.
De este álbum me impactó todo. Desde la percusión del principio de “Caseta del plater”, pasando por la armónica y las voces de “Cims i abismes” hasta llegar a “Balada del àngel bru”, que es una joya de canción. Debo decir que uno de mis discos favoritos es el de Música dispersa con Sisa, Cachas y Selene, y el de Pep Laguarda, en cierta manera, me recordaba mucho a él, así como a Jo, la donya i el gripau, de Pau Riba, por la flauta, las percusiones, las armonías de las voces, el violín… Además, tirando del hilo de Pep Laguarda conocí a otros grupos o artistas valencianos como Remigi Palmero i Bon Matí y esa locura que es Humitat relativa, y encontré ese eslabón perdido que unía el folk rock de esa época con el pop rock posterior representando por gente como Julio Bustamante o Los Auténticos.
Lamentablemente —o afortunadamente, porque cuando uno firma un trabajo como este cualquier otra cosa que haga se va a tener que medir con una obra maestra— Pep Laguarda i Tapineria solo grabaron ese disco. Al menos así lo entiendo porque, aunque en 1979 Laguarda grabó un segundo trabajo, no lo hizo con Tapineria, sino con The Reisons, y no sería publicado hasta 2012. Además, siendo un disco muy interesante, suena totalmente diferente. Por eso, para mí, Brossa d’ahir es como si fuera el único.
Y, por supuesto lo sigo escuchando. Es uno de mis discos favoritos entre los muchos discos favoritos que tengo, que son muchos y los que quedan por ser, que espero que sean muchos más.
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Anterior Punto de Partida: Twanguero y Dire Straits.