«Me impactó mucho lo poderoso de las baterías, las líneas de bajo que salían de la “norma” y te hacían culebrear, el juego de guitarras»
Mientras perfila su próximo disco, previsto para finales de este año, le pedimos a Álvaro Suite que nos revele cuál fue el álbum que, como oyente, lo cambió todo. Y no duda en escoger a Blur y su Parklife.
Blur
Parklife
PARLOPHONE, 1994
Texto: ÁLVARO SUITE / EFE EME.
Tras formar parte de Pinball, Suite y Los Labios, Alvaro Suite ingresó en las filas de la prestigiosa banda de Bunbury en 2006 y se encargó de la guitarra en Los Santos Inocentes. Con estos últimos estuvo trabajando tras el abandono inicial de Enrique de los escenarios, pero vuelve a acompañar al maño en su regreso. Y, mientras tanto, va disparando nuevas canciones, como la psicodélica, divertida y ácida “Insecto adicto” o “Cantarranas”, cuyo título es el nombre de la urbanización donde vive y trabaja el productor Paco Loco, una persona fundamental en la carrera de Alvaro Suite, con el que ha grabado todos sus discos. Una influencia tan importante, quizá, como la que ejerció en él descubrir a uno de los grupos de su vida, Blur, de quien elige el disco Parklife como su Punto de partida.
La primera copia de ese álbum llegó a sus manos en 1995. Lo compró en cedé en Record Sevilla, «la legendaria tienda de discos que lleva Juano Azagra, líder de los All La Glory». Sin embargo, volvió a adquirirlo recientemente. «Esta copia en vinilo la compré hace muy poco, presa de un revival de fanatismo desacerbado por Blur a raíz de su regreso a España. Lo compré en Discos Bora-Bora, la fabulosa tienda de discos que regentan mis queridos Majo y Don Gonzalo en Granada. Me costó unos 35 euros. Hay que tener en cuenta que los vinilos estaban prácticamente descatalogados y que han vuelto a fabricarse aprovechando el regreso de la banda al circuito. Estas dos tiendas son las mejores que conozco en el país», afirma Alvaro, que tuvo un pub en Granada, hará unos quince años, precisamente con Juano y Don Gonzalo.
Por entonces la discoteca del músico sevillano ya estaba bastante nutrida. «Entre vinilos y cedés, llevaba alguna centena. De Blur, Parklife fue el tercero que tuve, y lo compré poco después de que saliera, junto con el primer álbum, Leisure (Parlophone, 1991), después de que un amigo me regalara el segundo, Modern life is rubbish (Parlophone, 1993). En un par de meses me hice con los tres primeros discos de Blur y entonces caí rendido a los pies de la banda; de su aspecto, de sus canciones, de su sonido». Le debe el descubrimiento de la banda, pues, a un amigo: «Él sabía de mi debilidad por ese tipo de pop de armonías, guitarras y base rítmica poderosa y original, que sin llegar a ser power pop, sí que te pellizca las pelotas. Blur combina en sus discos momentos punk con rock clásico, joyas de música cerca a la clásica, pop fino, baladas futuristas, coqueteos con la electrónica más elegante, etc. Son increíbles. Además, por aquella época, y por algún motivo de naturaleza cósmica, yo me iba pareciendo un poco a Damon, si no en su rostro, sí en su aspecto. En fin, este amigo mío acertó de pleno al regalarme el cedé. No sabíamos que me iba a hacer tanto bien y que iba a influir muchísimo en mi percepción de la música desde el punto de vista de un compositor».
El impacto que le produjo el cuarteto estadounidense, en concreto en este disco, fue importante. «Parklife es el álbum que catapultaría a cualquier banda a la estratosfera de la industria. Todas son buenas canciones, contiene un par de sus grandes éxitos, “Girls&boys” y “Parklife”, muy buenas letras, una producción, un sonido, increíble, un track list al nivel de los Beatles y en general un aura de clásico, de disco especial, de esos que ni ellos sabrían que estaba haciendo. Es una joya de arriba abajo y otro gran trabajo de la banda junto a Stephen Street, uno de mis productores de cabecera y al que desde aquí lanzo la caña para hacer realidad uno de mis grandes sueños. Este álbum además es, en mi opinión, el que más los acerca a The Kinks como embajadores del sonido y los textos británicos, cronistas de lo que eran las cosas en el Reino Unido por entonces. Y a mí siempre me gustó mucho todo lo relacionado con las islas. ¡Crecí en la frontera con Gibraltar! [risas]
El repertorio le gusta de principio a fin, incluso sus canciones más denostadas. «Me gustan hasta las instrumentales peor catalogadas por los fans de Blur, y me gustan porque aportan fluidez y empaque al álbum, que sin ser conceptual sí que tiene algo parecido a una obra que refleja un momento determinante en la escena musical, política y social británica de la época». Pero hay cuatro canciones que le siguen volando la cabeza, según dice. Una es “Badhead”: «Una preciosa balada que me atrapó durante mucho tiempo, por lo hermoso de su melodía y sus acordes, por cómo está cantada y por la maraña de elementos que la sostienen sin que caiga en ningún momento. El solo de guitarra es sencillamente magistral. Los arreglos de metales y de cuerda (¿sintes?), las teclas, el resto de guitarras, ¡los coros!». Le pasa también con “To the end”: «Es una sobrada inconmensurable. Muy pocas bandas formadas por jóvenes borrachuzos y bullangueros pueden sacarse del sombrero una joya así. Solo los Beatles, Moody Blues, Arctic Monkeys. Tiene el estribillo más hermoso que se pueda cantar a pecho roto, y Damon lo encara con majestuosidad y oficio. Los arreglos son de una talla clásica, de Martin Visconti. Y esa fanfarria en el solo tiene mucha guasa y sin embargo no te la imaginas sin ella. Una canción redonda por la que hubiera matado por que fuese mía».
Otra de sus favoritas es “Trouble in the message centre”: «Es una píldora de las que me encienden y me arman de coraje para asaltar solo al ejército enemigo, incluso para revelarme contra el aliado. Me gusta mucho la batería tan poderosa de Dave, marca de la casa; el arreglo de sinte insecto que pulula por la estrofa, de nuevo los coros, y la voz sugerente, sexy y chulesca de Damon. Y es curioso, porque si la tocas con una acústica ves que no es una canción típica de pop y sí se acerca más al heavy o a algún estilo más duro». También le maravilla “Clover over dover”: «Otra joya marca de la casa. Pop brillante y con mucha clase. La melodía y el registro de las voces es propia de maestros de la composición. De nuevo los coros, el riff de guitarra, el resto de guitarras. Quizás la más Kinks del álbum, con ese clavicordio), la línea de bajo de Alex es más chula que un ocho».
Y aunque sienta debilidad por Parklife, para Alvaro Suite el mejor disco es el homónimo que publicaron tres años después. «Digamos que Blur es mi favorito porque fue en ese álbum donde la banda se despegó del resto de coetáneos y se fue a otra dimensión. Ese álbum es una verdadera locura, de un nivel altísimo, un rato en otro lugar acompañado de unos tipos que saben lo que hacen y que manejan un repertorio único en la escena del momento. De ese álbum me gusta todo lo que oigo y todo lo que me sugiere; aprendí muchísimo con él. Quizás Parklife esté aún muy anclado en lo que se denominó, a mi juicio erróneamente, brit pop, aunque ello no quite que también tenga un pleno al diez en calidad y originalidad». Lástima que ese no lo tenga aún en vinilo, algo que también le ha influido para elegir Parklife como su Punto de partida: «Como comprenderás, no iba a salir en la foto con un cedé», ríe.
El regreso de Blur a España ha llevado a Alvaro Suite a pinchar todos sus discos de nuevo. «Llevo un mes manejando diferentes órdenes: cronológico, los que más me gustan, aleatorio, etc. Y he vuelto a encontrar todo lo que me dio cuando los conocí. Este Parklife y el Blur están siendo las bandas sonoras de viajes, momentos de hacer nada, cocinar o pérdida de consciencia. Pero también le estoy dando leña al The great escape (Parlophone 1995), al 13 (Parlophone, 1999), Think tank (Parlophone, 2003) o al segundo, Modern life is rubbish, el primero que cayó en mis manos y me atrapó con joyas como “For tomorrow” o “Blue jeans”».
La influencia de Blur en la forma de entender la música de Alvaro Suite ha sido crucial. «Soy definitivamente otro, en todos los sentidos, después de haber conocido a Blur. Piensa que hasta entonces yo era un talibán que, con muy pocas excepciones de los ochenta y escasísimos nombres de los noventa, solo defendía la música hecha entre los cuarenta y los setenta. Con 10 años me sabía todo de muchas bandas de los sesenta y los setenta, y no conocía nada de lo que me correspondía por edad. Siendo adolescente, en los noventa, mi vida eran Hendrix, Joplin, AC/DC, Creedence CR, Floyd, la Velvet, Dylan, Stones, Who, Kinks, Zeppelin, Otis, Aretha, Brown, Bowie, etc. Y cuando entraron estos en mi vida salí de la burbuja a respirar un poco de aire nuevo, fresco y, joder, ¡coetáneos! Los podía ver en directo y comprar los discos que fuesen publicando. Lo que hizo que los considerase “mis amigos”, muy cercanos, y no unos maestros. Conocí a unos nuevos amigos que me molaban un huevo y que hacían unas canciones que me cautivaban; al principio lo hacían porque a mi oído le resultaban familiares las melodías y los coros». Fue una época de empaparse de todo lo que ocurrí a su alrededor y empezar a destripar las canciones con bisturí: «En esos años era una esponja y empezaba a bucear en las canciones para analizarlas desde las entrañas, aprendiendo todo lo que podía sobre producción, arreglos, sonido, melodías y demás movidas. Me impactó mucho lo poderoso de las baterías, las líneas de bajo que salían de la “norma” y te hacían culebrear, el juego de guitarras, muchas guitarras dentro de una misma canción, con diferentes sonidos, texturas y registros, las voces con efecto, los coros, los pasajes instrumentales; todo me resultaba familiar pero de otra manera más excitante y cercana, como si pudiera hacerlo yo. Desde entonces sigo pretendiendo hacerlo».
De hecho, según confiesa, hay algo de Blur en las canciones que está editando últimamente, “Insecto adicto” y “Cantarranas”, y en el resto de las canciones que piensa publicar a finales de este año con el sello MusicHunters. Su nuevo disco «está teñido de ácido y chispa noventera como concepto desde el que encararlo, y todo es gracias a lo que disfruté de aquellos años de experimentación con mi primera banda, Pinball, con la que quisimos ser Blur». Continúa a la caza de los vinilos que le faltan, que son tres, y agradecido por el viaje que inició gracias a ellos, que le llevó a conocer a Pixies, The Jam, Buzzcocks, Violent Femmes, Primal Scream, The Cure, Radiohead, The Charlatans, The Lemonheads, Kula Shaker, Oasis, Ride o The Dandy Warhols. Nombres, todos ellos, que conoció gracias a Parklife en la segunda mitad de los noventa. «A partir de ellos hice un viaje en el tiempo que aún disfruto y que me ha llevado a conocer desde siguen siendo fuente de inspiración y lugar de remanso. De hecho, hoy más nunca. To the end».
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Anterior Punto de partida: Carlos H. Vázquez y Gabinete Caligari.