Punto de Partida: Alberto Montero y Love

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«Me gusta la actitud punk que tiene, con un sonido eminentemente acústico. Muy diferente del folk hippie que se estaba haciendo en Laurel Canyon en ese momento»

 

El músico valenciano se encuentra trabajando en su nuevo álbum de estudio, Ciudad dormida, que verá la luz en otoño, y de él ya nos ha dejado escuchar como adelanto la canción “Castillos en el aire”. Un tema compuesto durante un retiro creativo hace un par de años y que denota su inclinación natural por el folk de autor más intimista y emocional. Mientras continúa dando forma al que será el séptimo trabajo de su discografía, nos habla del disco que lo cambió todo para él.

 

Love
Forever changes
ELEKTRA RECORDS / RHINO RECORDS, 1967

 

Texto: ALBERTO MONTERO / EFE EME.

 

El tercer álbum de estudio del quinteto de Los Ángeles ha sido el elegido por Alberto Montero como su particular “punto de partida”. Así es cómo recuerda tener consciencia de su existencia: «La primera vez que vi la portada fue en un cartel de concierto, en la facultad de Geografía e Historia de Valencia. Era de una banda de mi pueblo llamada Terremoto Joshua e imitaban la portada del disco, pero con sus caras, y me llamó mucho la atención. Luego, descubrí “Alone again or” en un recopilatorio que me dejó mi primo, creo que del programa de Pepe Navarro, Esta noche cruzamos el Mississippi».

También anida entre sus recuerdos cómo consiguió hacerse con el disco: «Creo que fue en 2002 y por catálogo. Recuerdo que llegaba por correo de vez en cuando un catálogo de discos de las tiendas Tipo, y estoy casi seguro que lo pedí por ahí. Lo compré en cedé, pero no recuerdo el precio. Muchos años después, cuando se convirtió en mi disco favorito, me lo consiguió en vinilo Juan Pedro Parras, mi “curator” personal».

Está claro que este no fue el primer disco que compró Alberto para su colección personal, pero sí es —y sigue siendo— uno de los más especiales: «Ya llevaba unos cuantos comprados, aunque mis gustos musicales ya se empezaban a definir. Creo que el primer disco que me compraron mis padres a petición mía, con 7 años, fue el de Europe: The final countdown. De ahí pasé a Michael Jackson (el Bad me voló la cabeza con 10 años). Después, recuerdo ir a comprar un vinilo de Roxette a una tienda de discos mítica del Puerto de Sagunto, Discos Rama, que tenía el símbolo del choque de manos del Wish you were here, de Pink Floyd, como logotipo. Un par de años más tarde, entré en el mundo más alternativo cuando un amigo me pasó en el insti una cinta con el Nevermind de Nirvana. La siguiente etapa fue el britpop, gracias a Wonderwall, y el Forever changes fue el que me acabó de definir e influenciar en mi propia música. Me gusta la actitud punk que tiene, con un sonido eminentemente acústico. Muy diferente del folk hippie que se estaba haciendo en Laurel Canyon en ese momento. Por supuesto, el punto fuerte del disco son los maravillosos arreglos de cuerda y de vientos que tiene. Es algo que me vuelve loco y que no puedo evitar intentar recrear en mis discos. Pero, por encima de todo, tiene unas canciones mágicas: “Alone again or”, “Old man”, “The red telephone”… y, mi favorita, “Maybe the people would be the times or between Clark and Hilldale”. En el segundo quince, cuando entran los vientos… ufff, carne de gallina».

Asegura Alberto que, para él, «es uno de los mejores discos de la historia». Y añade: «Acudo a él cíclicamente, sí, porque me sigue emocionando. Se llama Forever changes porque a Arthur Lee se le metió en la cabeza que iba a morir pronto y que ese era su legado. Y creo que se nota ese estado de emergencia, esa sensación de no dejarse nada en el tintero y de intentar brillar con la máxima luz propia de la que Arthur era capaz. Y, como se puede escuchar en el disco, era mucha».

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