«Me hacía querer conocer aquellos lugares que mencionaba en sus versos y a aquellas personas que los protagonizaban»
La periodista, música y escritora África Egido ha publicado recientemente con esta casa Conversaciones con Lichis, un libro en el que pregunta a pregunta, y respuesta a respuesta, abordan de la mano —músico y autora— la vida y obra del que fuera alma de La Cabra Mecánica que, tiempo después, emprendió una reconocida carrera en solitario con la que continúa. Precisamente mañana, 31 de mayo, ambos estarán en la Feria del Libro de Madrid firmando ejemplares de este volumen (caseta 75, El Argonauta); sin embargo, hoy, África viene a hablarnos del disco que marcó un antes y un después para ella.
Franco Battiato
Nómadas
EMI, 1987
Texto: ÁFRICA EGIDO / EFE EME.
Tras ser el primer artista italiano en vender en su país más de un millón de copias, Battiato se lanzó en 1987 con su primer disco en castellano, Nómadas. Hasta él regresa hoy África Egido para dar con su “punto de partida” musical: «Era muy pequeña, tendría unos once años cuando cayó en mis manos aquella cinta de casete. La compré —o más bien me la compraron— en Discoplay y no recuerdo cuánto costó. Ya adulta me hice con el álbum en otros formatos hasta que llegó el vinilo. En aquella época (finales de los ochenta), iba con mi familia cada sábado a un supermercado en el centro comercial La Vaguada de Madrid. Allí, nada más subir las escaleras desde el aparcamiento subterráneo, estaba Discoplay, una amplísima tienda de discos que me parecía un auténtico parque de atracciones. No sé qué me atraía o de dónde brotaba la magia, pero sí recuerdo que era la parte divertida de la visita a La Vaguada. Creo que no había sábado que no hiciésemos una parada (antes o después de la compra semanal) en aquella tienda. Allí compré varios discos, tanto en casete como en vinilo».
Seguramente no fuera este Nómadas el primer disco que África consiguió tener en sus manos. Ella misma nos lo cuenta: «No recuerdo si fue el primero que pedí, junto con alguno de Mecano, por pura inercia generacional. En aquella época escuchaba mucho pop comercial aunque, en casa, me atrapaban los discos que tenían mis padres. Recuerdo el enganche que me producían discos de Aute, Stevie Wonder, Leonard Cohen… Es curioso cómo esos tres artistas que acabo de mencionarte llegaron para quedarse en mi “musicografía” y, sin embargo, gran parte de aquel pop comercial que tanto escuchaba entonces se esfumó de mi vida con el paso de los años. Supongo que Wonder, Cohen o Aute tienen discos que, de alguna manera, también me provocaron ese clic. Ya había escuchado en casa otro disco de Battiato, Orizzonti perduti, y me encantaba. No escuchaba a nadie de mi entorno hablar de Battiato, ni sonaba en las radios convencionales, pero como el Orizzonti perduti me gustaba mucho, cuando vi Nómadas en Discoplay, lo compramos».
Puede que no fuera el primero y por su imaginario pasaron muchos más, algunos para quedarse, otros —como ella misma confiesa— para esfumarse, pero Nómadas, sin duda, fue de los que hicieron huella en ella: «Me sorprende que, a esa edad, Battiato me conmoviese de esa manera. Sus letras y sus metáforas eran difíciles de entender para una niña de mi edad y, aun así, me calaban. No había rimas ni lugares comunes —y menos aún referencias que pudiese entender con once años—, pero aquellas canciones me llevaban a parajes a los que no me habían llevado otras canciones. Me hacía querer conocer aquellos lugares que mencionaba en sus versos y a aquellas personas que los protagonizaban. Creo que aquel disco me hizo conocer y entender por primera vez la música como un viaje. Me hechizaba la capacidad de Battiato de hacerme pisar tantos paisajes, tantas texturas, colores y climas. ¡Podía tener ganas de bailar y de llorar dentro de una misma canción! También me fascinaba no ser capaz de predecir las cadencias ni los giros de cada tema. No era pop, tampoco parecía rock, canción de autor o música clásica, pero a veces su música se paseaba por todo ello con solvencia. Con el tiempo, cuando comprendí la crítica social y su análisis del mundo y el ser humano, Battiato se convirtió en un artista de visita obligada. No me ha entusiasmado toda su discografía pero siempre he respetado y admirado su espíritu de búsqueda y… qué puedo decir, me encanta la “mirada Battiato” del mundo. No sé si podría decantarme por una sola canción, porque mi percepción de ellas está empañada por el impacto emocional que me provocan. Hay varias canciones que me emocionan por el descubrimiento que me aportaron. Las tengo tan integradas que puedo identificarlas escuchando solo la mitad de su primer compás. Las que más me conmovían puede que sean “Nómadas”, “Yo quiero verte danzar”, “Perspectiva Nevsk”, “La era del jabalí blanco”, “Otra vida”… Y, claro, “Bandera blanca” porque, aunque después entendí la crudeza de esa canción, en aquel momento no superaba aquel: «Yo prefiero la ensalada a Beethoven y Sinatra, a Vivaldi uvas pasas, que me dan más calorías». ¿Ves? ¡Al final he mencionado casi todas!».
«Nómadas es un álbum traducido al español que incluía canciones de otros discos: La voce del padrone, Fisiognomica, Orizzonti perduti y Patriots. Eso lo convierte en un gran disco, pero soy incapaz de señalar uno solo como su mejor trabajo. Battiato ha pasado por épocas muy diferentes, y cada una tiene un brillo, cada una refleja una etapa muy distinta de su música, por lo que es difícil comparar sus discos. Además, hay álbumes de su última época con los que me ha costado conectar. Me quedaría, quizá, con estos cinco: La voce del patrone, Ecos de danzas sufís, Fisiognomica, Come un camello in una grondaia (si te gusta la música clásica) y L’ Imboscata», continúa matizando África, al tiempo que confiesa que a día de hoy no lo escucha muy a menudo, «pero me gusta guarecerme en sus canciones cuando quiero regresar al pasado, cuando busco “la paz en el crepúsculo”, como cantaba el propio Battiato».
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