Diego A. Manrique dedica su último artículo de “El País” a “Mapa dibujado por un espía”, un nuevo libro con escritos póstumos de Guillermo Cabrea Infante. El escrito Cubano hace la “crónica de un período de callado dramatismo que vive en 1965. GCI ha creído alejarse de las luchas intestinas de la Revolución al instalarse en Bruselas, como agregado cultural; allí está Miriam Gómez, su esposa, también empleada de la Embajada. Hasta que retorna a Cuba para el entierro de su madre.”
Cuando iba a tomar un avión de regreso a Bruseles, se le ordenó permanecer en el país. “Lo que sigue es una pesadilla: cuatro meses varado en La Habana, temiendo un zarpazo del castrismo, que le sospecha disidente, aunque públicamente se muestra muy prudente. Tiempo suficiente para apreciar la pobreza general, la degradación urbana, el surgimiento de las jineteras, el miedo que asfixia a los círculos artísticos e intelectuales.”
“Cabrera Infante va descubriendo nuevos niveles de represión: el pepillo al que putean en el servicio militar al saberse que escucha música pop, ya que expresamente prohibida en radio o TV, también está mal vista su audición privada. Para el régimen, la música pop en inglés es contaminación ideológica.
Con su habitual cintura, Castro sí da el visto bueno al pop español, que alcanza inmensa popularidad a través de ‘Nocturno’, un programa de Radio Progreso. Entran en tromba Los Brincos, Juan & Junior, Los Mustang, Los Bravos, Fórmula V, Los Diablos.”
Poco antes de su partida, Cabrera Infante vendió su colección de discos de jazz (esa misma noche el comprador fue detenido), música que también estaba mal vista por el régimen. “GCI aprende que urge cortarse el pelo y evitar los pantalones estrechos. Para los jóvenes, la disidencia estética es señal de desafecto ideológico, un billete de ida para los trabajos forzados en las brutales UMAP. ”
El escritor “También se desencanta con la nueva música cubana. Da un aprobado raspado a Los Zafiros pero suspende a Pello El Afrokán, que ‘hace un ruido infernal sin jamás organizarlo en música’. Su mejor experiencia ocurre en una reunión del compositor Harold Gramatges, donde Ela O’Farrill y Frank Emilio interpretan ‘canciones de la época del feeling; exceptuando los himnos, no había una canción revolucionaria que valiera la pena’.”
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Prohibieron la música pop”.