Prince: Sesenta años de un artista de leyenda

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“Es difícil imaginar que el mundo tendrá que seguir sin él, aunque por mucho que se haya ido no habrá un mundo sin Prince”

 

Se cumplen sesenta años del nacimiento de Prince, momento que aprovecha Óscar García Blesa para reflexionar sobre el inmenso y prolífico legado que dejó antes de marcharse en 2016.

 

Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.

 

Un día como hoy hace 60 años nacía en Minneapolis Prince. Aún resulta difícil asimilar que no escribirá más canciones. De todas las irremplazables perdidas que azotaron el universo pop en el maldito 2016 (David Bowie, Leonard Cohen, Glen Frey, George Martin…), la suya fue seguramente la más inesperada. Si Bowie preparó al mundo para despedirle con un glorioso epitafio musical como grand finale (“Blackstar”), Prince se marchó sin preaviso. Nos levantamos tranquilamente un 21 de abril y, de repente, ya no estaba.

A pesar de su permanente halo de artista de vida misteriosa, su coqueteo con las drogas (en realidad potentes analgésicos para atenuar sus constantes dolores en la cadera), la incurable tristeza después de asistir al fallecimiento de su hijo o su acercamiento a los testigos de Jehová, lo cierto es que los últimos días antes de su muerte hacía una vida de lo más normal. El sábado anterior, coincidiendo con el Record Store Day, se acercó hasta Electric Fetus, la tienda de discos donde se dejaba caer de vez en cuando, para hacerse con una copia de Stevie Wonder, Joni Mitchell, Swan Silvertones, Chambers Brothers, Santana y otro del grupo de synth pop ochenteno Missing Persons. Nadie podría imaginar que su final fuera a estar tan cerca.

Recordar la brutal influencia de su prolífica y diversa obra resulta dolorosa cuando uno echa mano a su fecha de nacimiento: el 7 de junio 1957. Su muerte accidental por sobredosis de Fentanyl (un potente analgésico cincuenta veces más potente que la heroína) con tan solo 57 años conmocionó a todo el mundo. Murió muy joven, demasiado, y al contemplar su legado de canciones quedamos mudos pensando desolados lo mucho que todavía podría darnos.

 

 

No habrá nadie que remotamente pueda parecerse a Prince. Músico descomunal, revisionista del funk y el soul, asombroso bailarín, guitarrista privilegiado, autor de, al menos, una de las diez canciones pop más maravillosas de toda la historia… Su influencia ha sido bendecida por fans de todo el mundo y los más notables artistas de la realeza del pop mundial.

Nos enseñó, con su inimitable estilo y propuesta andrógina, que ser diferente estaba bien. En el pico de su popularidad y creatividad (el periodo que abarca “Dirty mind” en 1980 hasta “Lovesexy” en 1988), con permiso de Michael Jackson, no había una estrella de rock comparable en todo el planeta. Incluso en las etapas más marcianas de su carrera, cuando se escondía detrás de un impronunciable símbolo que significaba “The Artist Formerly Known As”, su obra resultaba incontestable.

 

 

Sus hitos y momentos de brillantez son innumerables. Fue capaz de colocar en el número 1 ‘When doves cry’ sin una linea de bajo, conquistar en 1984 las listas de Europa y América con una banda sonora, lanzar ‘Around the world in a day’ en 1985 sin anunciarlo y ni una sola entrevista (Beyonce fue noticia por hacer lo mismo treinta años después), reducir a guitarristas “ profesionales” a comparsas en un homenaje a George Harrison  o agrupar decenas de canciones sueltas pensadas para su alter ego femenino y reconvertirlas en 1987 en el mejor álbum de su carrera, “Sign o’ the times”. Apuntes de la cabeza privilegiada de un visionario. Por mucho tiempo que pase, cada vez que me sumerjo en su catálogo alucino.

Hijo de un pianista de Jazz y una trabajadora social, se sobrepuso a tragedias fatales. Su vulnerabilidad lo convertía en un artista mágico y magnético. Su contribución artística es de valor incalculable. Es difícil imaginar que el mundo tendrá que seguir sin él, aunque por mucho que se haya ido no habrá un mundo sin Prince. Muchos sentimos sus canciones como parte de nuestra vida, su aparente inocencia y fragilidad construyeron la banda sonora de millones de personas. Pero hoy no recordamos su adiós, hoy celebramos el nacimiento de una de las estrellas de rock más grandes de todos los tiempos. Afortunadamente, las canciones se quedan para siempre.

 

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