«El disco relata un rapto alienígena. Ellas contemplan La Tierra desde ahí arriba. Al final las rescata Marsuf, un personaje con el que juego desde los años en Flow»
El músico y (muy solicitado) productor Fernando Vacas narra en esta aventura la gestación del segundo álbum de Prin’ La Lá, el grupo de sus primas en el que él ejerce de ideólogo. Poesía maldita, ovnis, alienígenas… ¿Quién da más?
Texto: EDUARDO TÉBAR.
El tiempo vuela, como las naves espaciales. Y el esperado segundo álbum de Prin’ La Lá —la anterior referencia data de 2007— constata que, en efecto, quizá estaban secuestradas por galaxias aquellas tres niñas cordobesas, sobrinas del músico y productor Fernando Vacas. Feliz delirio familiar. “El disco relata un rapto alienígena. Ellas contemplan La Tierra desde ahí arriba. Al final las rescata Marsuf, un personaje con el que juego desde los años en Flow. Me he dado cuenta de que Marsuf tiene mucho que ver con Major Tom de Bowie”, resume Fernando, ideólogo de la historia y estoico aglutinador de escritores y creativos para la causa.
En realidad, el lapso de silencio se debe a las ocupaciones de Vacas, muy solicitado por figuras como Howe Gelb, Raimundo Amador, María de Madeiros, Víctor Coyote, La Negra o Carmela La Chocolata. “Yo venía de grabar y tocar en directo flamenco y rock de guitarras eléctricas. La verdad, esto me ha trasladado al planeta Gregorian directamente”. De la cuna a la bola de discoteca sideral. Y esto nació con el antecedente perverso de Vainica Doble y Antonio y Carmen.
El paralelismo con el Major Tom del Duque deriva de una anécdota sorprendente. Allá por 2007, Fernando Vacas conversaba con el entonces presidente de EMI Publishing sobre la odisea espacial de David Bowie. Un directivo, sí, fetichista. Al capo le robaron una copia original que guardaba como oro en paño en su despacho. “Le dije que el siguiente trabajo de las niñas iba a ir en esa onda de ópera space-glam-rock. Simplemente, decidí hacerle un homenaje por amistad. Eso se me quedó en la cabeza durante muchos años”, reconoce Fernando, propietario del sello Eureka. “Después, sobre 2010, nos juntamos mis primas y yo con lápiz y papel para empezar a componer este álbum. Les comenté la idea y empezaron a inventar. La primera a la que se le ocurrió algo interesante fue a la pequeña, Isa, empezando a dibujar algo así como un secuestro a ellas mismas por entidades de otro planeta. A partir de ahí desarrollamos el disco con la música y las letras”.
¿El siguiente reto de Fernado? Hilar los cuentos y versos aportados por colaboradores como Leopoldo María Panero, Bruno Galindo, Curro Bernier, Marjane Starpi o Carlos Pardo. Florilegios como los que deslumbran en la canción que da título al lanzamiento: “Pequeña taxidermia / corazón de otro encuentro / desenterraste algo / y en abril te quisieron”.
Poesía enigmática, metáforas del espacio exterior. Voces etéreas, mecedoras. Una sinfonía de arpas y cuerdas de postal entre dulce encanto gregoriano. Música de otro mundo. Estos autores conocen el saludable intercambio de ocurrencias habitual en el Automático, el bar de Vacas en la calle Alfaros de Córdoba. Se trata de un refugio esponjoso para nombres dispares. Desde el añorado Miguel Bocamuerta hasta Michel Houellebecq. “Los relatos que nos mandaron estos artistazos eran superiores, pero no quería hacer la típica selección de Joan Manuel Serrat cantando a Miguel Hernández. Buscábamos estados de ánimo. Estas niñas cantan demasiado bien para ser de este planeta”.
Lo de Panero nunca resulta fácil. Vicente Molina Foix —sombra fatal del maldito durante décadas— anda todavía afectado por el encontronazo en público durante la reunión de novísimos en el festival Cosmopoética de 2012, en Córdoba. Por allí pululaban, entre otros, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Jenaro Talens y Pere Gimferrer. A pesar del oprobio, Molina Foix reculó cuando me lo crucé por Granada: “La obra de Leopoldo María ha perdido calidad, pero Leopoldo es la mente más prodigiosa de mi generación. ¡Y mira que hay mentes brillantes en mi generación!”. Por lo que parece, Panero —evidente sosias español de Antonin Artaud— se lleva mejor con los músicos.
Prin’ La Lá, hasta en el nombre, emana de los Panero. En el epé de debut, “Los espíritus de Syd y Gospel” (2006), incluían una adaptación del poema ‘En los pantanos de la memoria’. “Leopoldo nos ha ayudado mucho”, admite Vacas. “Nos ofreció unos versos de los que hemos partido para desarrollar la literatura que más nos gusta. Es el punk como forma de pensamiento. Macarena es muy punk. No está siempre en desacuerdo con las cosas, pero tampoco está siempre de acuerdo. El sofá es peligroso. Mola más el catamarán. Las cosas, cuando no las piensas mucho, y sí las digieres, empiezan a cobrar sentido, a asociarse unas con otras. Las letras han funcionado como coartada perfecta para vomitar muchas sensaciones de la situación generalizada en la que vivimos, sobre todo en nuestras vidas, las de mis primas, que siempre son las protagonistas de esta historia”.
DE LA CUNA A LA DISCOTECA
Ordenar el caos, la espeleología de lo cotidiano, el sabor del pomelo que dejan las rupturas. En el Automático, músicos y escritores cruzan inquietudes. Un intercambio cada vez menos frecuente en las capitales musiqueras, donde unos y otros se emborrachan en bares distintos. Compartimentos estancos: el inventor de pop y el inventor de poemas no suelen hablar. Ni se miran. Desde luego, no es el caso del periodista Bruno Galindo, habitual en iniciativas de «spoken word». Las más recientes, con Babasónicos y Javier Díez Ena. “Bruno Galindo es el único que de verdad ha participado de manera activa en las letras. Lo que hice fue deconstruir su relato en ‘Un nuevo orden’ y volverlo a construir según la música iba devorando las palabras. La canción es rara. Como una profecía, como un camino hacia algo. Es como perderse en un bosque en el que nunca sabes qué se esconde detrás de cada árbol. Es como la vida”, reflexiona Vacas.
Pero, ojo, los parámetros psicodélicos han cambiado. Las niñas ya no son niñas. Macarena y Blanca superan la veintena, mientras que Isabel, de quince añitos, conecta aún con el imaginario de los orígenes. En “Un nuevo orden”, la paleta de colores vira hacia el synth-pop, los arbustos oníricos de una peli de dibujos y el universo de Kubrick. Hasta asoman tics ochenteros (‘Oda a América’, ‘Un segundo más’). “Han sido mis primas las que han reclamado esta mutación. Están escuchando mucha música de baile, perdiéndose de noche. Peaches y Pj Harvey han sido referencias claras para ellas. Por otro lado, ha sido un placer contar con Angélica V. Salvi en las arpas. Hacía mucho tiempo que pensaba meter arpas en el mundo Prin’ La Lá. Terminamos grabando todas en Oporto y eso también le dio un toque diferente. El problema viene con el directo, porque necesitamos el carro que utilizó Werner Herzog en ‘Drácula’ para contar con el arpa de la señorita Vázquez Salvi”.
Destaca, asimismo, la mezcla final de Mandy Parnell, ingeniera de sonido de Bjork, PJ Harvey y Chemical Brothers. “Las chicas entienden mejor a las chicas y los chicos a los chicos, aunque, en ocasiones, el mejor amigo de un chico pueda ser una chica, y viceversa. Con esto quiero decir que yo sabía que este disco de chicas lo iba a entender mejor una chica. Mandy lo ha entendido a la perfección. Por eso conté con ella. Ten en cuenta que está masterizando con la mitad de la mesa de mezclas que los Beatles utilizaban en Abbey Road”.
Asegura Fernando Vacas que Prin’ La Lá ha cogido carrerilla. El pasado mes de diciembre regalaron una caja de Navidad. Han musicado en vivo “Nosferatu” de Murnau. Con apenas un mes en la calle, “Un nuevo orden” entró en la lista de los mejores discos españoles del año en EFE EME. Y este verano han conseguido el reconocimiento al mejor álbum de 2012 en los Premios de la Música Independiente, dentro del apartado de ‘Los 33 de Radio 3 RNE’. “Sí, creo que ha costado saber qué dirección íbamos a tomar. A partir de ahora nos hemos planteado tocar mucho más y desarrollar el disco a varios niveles: conciertos, remezclas, incluso salir al extranjero. De todo un poco. En Córdoba nos aburrimos mucho, con lo cual es todo más fácil a la hora de crear. Para colmo, mi estudio ahora está a un nivel óptimo y eso ayuda. Me da vergüenza quejarme a veces. Tenemos suerte”.
Taciturno y obsesivo, como Brian Wilson y Kubrick, el cerebro de Prín La Lá plantea conciertos galácticos. El ovni se instala en el proscenio del teatro. Parte de los efectos corren a cargo de Collin Arthur, artífice de las virguerías de “2001: Odisea en el espacio” y la “Historia interminable”. Todo fluye en la cabeza de Fernando Vacas: “Cuando me preguntaban por Prin’ La Lá, siempre dije que musicalmente era como si vieras a Syd Barret haciendo la ‘holly comunion’. Y todavía lo sigo pensando, aunque ahora lo veo más bien como un refugio en el que a lo mejor no cabe de todo, pero sí que caben todos los que quieran entrar. Así lo veo”.