LIBROS
«Solo alguien con un amplio conocimiento de la música puede armar unas páginas tan completas e instructivas»
Carlos Pérez De Ziriza
Prefab Sprout, la vida es un milagro
EFE EME, 2021
Texto: XAVIER VALIÑO.
En bastantes ocasiones, demasiadas quizás, debemos disociar al artista de la persona que hay detrás, so riesgo de no querer volver a saber nada de su obra. No es el caso de Paddy McAloon. Sus canciones forman, al menos para quien esto suscribe, el corpus más conseguido en el mundo del pop de las últimas cuatro décadas, situando a su autor a unos niveles cercanos, por no decir similares, a los de Burt Bacharach, Brian Wilson, Paul McCartney o Cole Porter, aunque nunca haya alcanzado la misma popularidad.
Además, en su caso, se trata de un auténtico caballero británico, educado, respetuoso y, lo que es más importante, con mucho que contar. Mis dos entrevistas con él me llevan a confirmar, palabra por palabra, lo que se recoge en este libro recién editado, Prefab Sprout. La vida es un milagro: «Otra cosa es que, en cada entrevista, muestre una escrupulosa educación, una forma pausada, reflexiva y atildadísima de expresarse, una extremada corrección con el lenguaje una serenidad de ánimo… Una bendición para el periodista, en cualquier caso, porque bajo esas formas meticulosamente amables siempre hay argumentos de peso, poco usuales (además) en el gremio. Y una palpable sinceridad, dotada de un gran sentido de la autocrítica y ninguna clase de postureo».
Tras sendos libros en inglés —que solo cubren los inicios—, francés y japonés, aparece ahora la primera obra dedicada al grupo en castellano. Carlos Pérez de Ziriza escapa de la trillada historia narrada cronológicamente y decide dividirla en bloques temáticos por capítulos, además de recoger las dos entrevistas que ha hecho a McAloon —la segunda, más extensa e interesante, realizada ex profeso para este libro—. Así, repasa la importancia del nombre del grupo, los inicios en la independencia, el trabajo y la colaboración con distintos productores —entre ellos, claro está, el imprescindible Thomas Dolby—, la evolución desde unos inicios de textos más biográficos hasta una dimensión más espiritual en su música, sus numerosos discos inacabados, su influencia en otros artistas o su discografía comentada álbum a álbum.
Restan otros dos capítulos en los que el autor va más allá. En el primero de ellos recoge las influencias, referencias y guiños en las canciones del grupo a otros artistas, algunos explícitos, otros velados y algunos más que Pérez de Ziriza ha atisbado a descubrir. Solo alguien muy atento, con conocimiento de la música en un sentido amplio y que ha desmenuzado las letras a conciencia, puede armar unas páginas tan completas y, al mismo tiempo, instructivas.
El segundo sería aquel en el que se dedica a desmenuzar las cincuenta canciones más destacadas de la banda que, como bien dice, podrían ser sesenta, setenta o más. No hay ausencias reseñables —si acaso, se podría añadir alguna exquisita cara B como “Real life”, “Bearpark”, “Just because I can”, “Girl I’m here” o “The end of the affair”— y, de nuevo, sus reflexiones acompañan al lector descubriendo detalles y nexos que o intuía o, directamente, ni se le habían pasado por la imaginación. Conviene leerlo escuchando las canciones recogidas en la lista de Spotify con la que se cierra el libro: la experiencia será todavía más gratificante.
Se asegura al principio del libro que es casi imposible traducir en palabras lo que las canciones de Prefab Sprout transmiten. «Este libro no es más que la pretensión de explicar una emoción. De intelectualizar un reguero de destellos de belleza. Y ya solo por eso está abocado al fracaso. O a conformarse con alguna victoria pírrica». Pues bien, resulta difícil pensar que nadie pueda llegar a estar más cerca de lograr eso que parecía imposible. De hecho, no cabe ninguna duda de que lo mejor que podría suceder es que alguien le tradujera este volumen a Paddy McAloon. Seguro que le haría feliz saber lo que puede motivar su música, esa que definió en una de sus mejores canciones como una «princesa». Esa media sonrisa que seguro le arrancaría sería una inequívoca señal de aprobación y el mejor piropo por su parte. Y en ese caso no se debería precisamente a su exquisita educación.
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Anterior crítica de libros: Al final siempre ganan los monstruos, de Juarma.