FONDO DE CATÁLOGO
«Canciones que juegan con el estéreo, los ecos y una atmósfera espacial, para terminar transformándose en ensoñaciones y, a veces, en ingeniosas pesadillas de sonido»
Spacemen 3
Playing with fire
FIRE, 1989
Texto: SARA MORALES.
Con sus dos primeros álbumes de estudio, el primerizo Sound of confusion (1986) y The perfect prescription (1987) —la obra maestra de su carrera que llegó a reeditarse hasta en cuatro ocasiones—, ya demostraron que el rock de guitarras era lo suyo. Más claro quedó todavía con aquel disco en directo que publicaron en 1988 llamado Performance, en el que revivían el concierto que habían dado en febrero de aquel año en Ámsterdam, durante la gira de presentación de su aclamado segundo elepé. Por eso, cuando solo un año después llegó esta nueva entrega, Playing with fire, las credenciales de Spacemen 3 estaban más que asentadas y no hacía falta mucho más para considerar a los de Rugby una de las bandas más innovadoras a las cuerdas de los ochenta, precursores también del shoegaze.
Los fundadores, Jason Pierce y Peter “Sonic Boom” Kember, nacidos curiosamente el mismo día, no solo compartían cumpleaños, también un gusto acérrimo por la obra de The Velvet Underground y Suicide, al tiempo que Pierce siempre mostró su fijación por los Stooges y Kember por los Cramps. Imperiosa y fibrosa miscelánea de influencias que fueron a parar a la creación de una personalidad propia, perfecta para moverse con holgura entre el post punk y el acid house, la época sonora que les tocó vivir.
Llegó la revolución
Con Playing with fire intentaron superar la potencia en riffs de The perfect prescription, llevarla hasta el extremo todavía más, pero también bucear en las profundidades de la serenidad, de una belleza delicada ciertamente pueril e incluso anestésica, que llevó a Spacemen 3 a ser comparados con algunos de los mejores grupos de psicodelia de los años sesenta y setenta. Lograr eso a punto de comenzar la década de los noventa, estando en un punto de sonadas confrontaciones internas, tiene su mérito; más todavía cuando para este disco debieron asumir la marcha del bajista Pete Bain y contar con uno nuevo, Will Carruthers, quien un año después pasaría a fundar Spiritualized junto a Pierce.
El trío, al que se sumó un batería cuyo nombre nunca fue desvelado en los créditos del disco, dio vida a un repertorio enérgico, pero de arreglos sutiles. Un puñado de canciones que juegan con el estéreo, los ecos y una atmósfera espacial, para terminar transformándose en ensoñaciones y, a veces, en ingeniosas pesadillas de sonido. Y por supuesto, “Revolution”, single que precedió al lanzamiento, se convirtió en la gran dama de la colección. Obsesiva, agresiva, frenética y explosiva. Muy Stooges, casi MC5 y, a la vez, totalmente Spacemen 3. El amuleto perfecto para tambalear la calma de otros pasajes como “Come down softly to my soul” o “Lord can you hear me?”, la virulencia precisa para recordarnos quiénes eran, a pesar de los oasis balsámicos tan cercanos al cosmos hippie y góspel que se gastaban cuando querían.
El minimalismo hipnótico propio de Kember, las letras a modo de susurros y los acercamientos a la música espiritual hacen grandes cortes como “Honey” o “I believe it”; pero no nos engañemos, enseguida vuelve a saltar todo por los aires con “Suicide”, el único tema del disco compuesto a medias por Pierce y Kember, en lo que ya se intuía como el principio del fin de esa unión que, tiempo atrás, había sido inquebrantable.
Y así fue. Aunque Playing with fire fue recibido con buenas críticas por parte de la prensa, los elogios no siguieron su curso en las listas de éxitos; pero, aun así, Spacemen 3 se lanzaron con un cuarto álbum, Recurring, que llegaría en 1991 con un repertorio totalmente dividido entre los dos creadores. Había llegado el final.
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Anterior entrega Fondo de Catálogo: Subir, subir (1983), de Hilario Camacho.