“No hay nada malo en este disco: está bien ejecutado, increíblemente bien cantado y contiene singles a porrillo, y por más que uno ha intentado transmitir las bondades de estas deliciosas canciones el grupo no ha logrado entrar en el selecto club de los buenos. El pop es cruel”
A veces una canción pegadiza puede llevar al éxito absoluta, pero también puede ser una condena, como les pasó a Phil Solem y Danny Wilde, “culpables” de la sintonía de “Friends”. El justiciero Óscar García Blesa acude esta semana en defensa de su disco de debut.
Una sección de ÓSCAR GARCÍA BLESA.
THE REMBRANDTS
“The Rembrandts”
ATLANTIC/WEA, 1990
“Antes de Friends tocábamos en clubes underground. Lo de ‘I’ll be there for you’ fue tan bestia que acabamos tocando en estadios casi de la noche a la mañana. La gente nos preguntaba cuántas palmaditas incluíamos en la canción. Fue en ese momento cuando perdimos la gran mayoría de nuestros fans de siempre y la gente dejó de tomarnos en serio”. Danny Wilde, The Rembrandts.
Bien, a estos dos muchachos podríamos encasillarles dentro de ese enorme conjunto de pequeños grupitos monos ensalzados puntualmente gracias a un “one hit wonder”, pero me temo que con The Rembrandts no estaríamos siendo del todo justos. Todos hemos escuchado la maldita ‘I’ll be there for you’ cientos de veces. Es más, casi nadie seguramente se paró a pensar ni un solo segundo quién estaba detrás de la sintonía de la serie de moda en los 90 (ni siquiera aparecía su nombre en los títulos de crédito durante la primera temporada). La canción de Friends les llevó a despachar millones de discos casi sin darse cuenta, pero su historia era mucho más grande y sobre todo empezaba antes de la televisión.
Su debut como The Rembrandts es, digámoslo cuanto antes, una estupenda colección de sencillas canciones pop. No hay nada malo en este disco, no tiene ningún defecto reseñable; está bien ejecutado, increíblemente bien cantado y contiene singles a porrillo, y por más que uno ha intentado transmitir las bondades de estas deliciosas canciones el grupo no ha logrado entrar en el selecto club de los buenos. El pop es cruel y The Rembrandts son uno de sus más evidentes ejemplos.
En 1991 hice un viaje por el sur de Portugal y escuché este disco en modo repeat a la ida y a la vuelta, 2.000 kilómetros de pop azucarado en vena . Tienen estas canciones una querencia natural a la carretera, son amables para conducir y contienen las dosis justas de estribillos canturreables sin ser exagerados. El rock me gusta mucho, pero al cabo de un rato provoca cierta agresividad en mi manera de conducir. En el otro extremo están las canciones de Leonard Cohen o Nick Drake, o ya puestos las de Bon Iver o Fleet Foxes, hermosas pero demasiado sosegadas para mantener la atención en la autopista. The Rembrandts, como Crowded House o Lloyd Cole tienen ese punto de melodía ideal sin alterar los estados de ánimo de los pasajeros.
The Rembrantds se forman en 1990, cuando Danny Wilde y Phil Solem deciden hacer una aproximación al pop de toda la vida. Años antes los dos habían pertenecido a los estupendos Great Buildings, grupo de Californa de sonido new wave que intentó competir con bandas como The Knack o Rubinoos. Después de grabar maquetas en el estudio del garaje de Wilde, las cintas llegan hasta ATCO, quienes, impresionados, las publican tal y como están. Es decir, el disco que tengo ahora entre las manos son las maquetas que el dúo realizó para convencer a los A&R del momento. O bien ATCO no quería gastarse ni un dólar en el estudio o aquellas grabaciones caseras de Wilde y Solem estaban realmente de puta madre. Seguramente y dado que en los noventa las disqueras no escatimaban precisamente en presupuestos de grabación me quedo con la segunda opción.
“The Rembrandts” (el disco) incluía el éxito ‘Just the way it is baby’, cancioncilla ligera que alcanzó el top 20 de las listas sin pestañear y que (seguramente) junto a ‘I’ll be there for you’ (la de Friends que iría en su siguiente disco) sean las únicas canciones del grupo conocidas. El álbum se instaló confortablemente en el Billboard Hot 100 y acabó despachando la nada despreciable cantidad de 2 millones de discos (¡qué tiempos!).
Lo maravilloso de este disco de debut es que su single (a pesar de ser una más que aceptable canción) no es ni de cerca lo mejor del lote. Expertos en fabricar armonías y estribillos irresistibles, las trece canciones aquí incluidas funcionan como un curso acelerado de composición, una especie de tutorial del tipo: “Si quiere escribir una canción pop de éxito, escuche esto”.
Regresemos por un segundo al boom de Friends. Después de finalizar las canciones de su segundo disco (hasta el nombre del disco es bonito, un nostálgico y solitario “L.P.” como único distintivo), Solem y Wilde reciben el encargo de crear un Jingle de apenas 45 segundos para una serie de televisión. El grupo, con unas ventas más que aceptables y sobretodo, con un núcleo de fieles seguidores muy estable, acepta el encargo, pero haciéndolo de manera anónima. Cuando la serie se convierte en el mayor fenómeno televisivo en USA desde “El Show de Bill Cosby”, ATCO le reclama a The Rembrandts una versión extendida del jingle en forma de canción de 3 minutos, tema que acabaría siendo número 1 y que sorprendentemente acabaría por enterrar al dúo, quienes vieron en la sintonía de “Friends” algo que no eran ellos (cosas de artistas).
Solem y Wilde grabaron las trece canciones de “The Rembrandts” con la ayuda de Pat Mastelotto (quién terminaría en King Crimson) a la batería. La idea original del álbum era la de preparar material para otros artistas (lo del master de composición de éxitos me sigue pareciendo un buen plan) y quizás con algo de suerte conseguir que alguien les firmase (como así fue, ATCO recuerden). Después del éxito de ‘Just the way…’, el grupo lanza la preciosa ‘Someone’ como segundo sencillo, canción que también alcanza el top 40. El disco sigue sonando brillante más de veinticinco años después, mostrando a todo el mundo las increíbles habilidades compositivas de la pareja. ‘Just the way…’ es la muestra de canción pop perfecta, ‘Burning timber’ es una canción de altura, intachable en su estructura y ‘New King’ es power pop en esencia. ‘Everyday people’ la hubieran firmado Coldplay y ‘Follow you down’ alimenta los oídos como una nana de susurro ranchero, una delicia western que cierra este precioso trabajo de canciones honestas, sencillas y atemporales.
The Rembrandts fueron capaces de escribir un álbum memorable de manera anónima. Nadie les recuerda, ya no tienen fans, no salen de gira y cuando de manera accidental aparece su nombre por alguna emisora de la efe eme, la canción de la maldita serie de televisión está justo a su lado, esa pegadiza obrita de pop que inconscientemente ha martilleado nuestros oídos durante los últimos veinte años, ese recuerdo de la penúltima copa que no deberías haber tomado, su albatros.
Este grupo del sur de California tocó la gloria y con la misma canción del triunfo se desvaneció para siempre. Su historia de “grupo-busca-la-fama-y-trata-de-que-lo-escuchen-y-cuando-lo-logra-se-separa” no es nueva. Pero en su caso da cierta lástima. Sus seguidores les acusaron de vender su alma al diablo, pasando de un estrellato independiente en la escena alternativa moderado a capitalizar por derecho el trono pop mainstream del momento. La idiotez del asunto es que la idea original de montar un grupo de rock es en esencia justamente esa: ser muy conocido, vender mogollón de camisetas y comprar una casa interesante en la playa de Malibú. Todos persiguen lo mismo pero no todos están igual de felices cuando lo consiguen, paradojas inexplicables del rock and roll, qué quieren que les diga.
Todo lo de “Friends” y lo que vino después fue pura casualidad. Fue una casualidad que la serie triunfara como la Coca Cola (lo de “Friends” pasa una de cada cien veces). Casualidad que el productor de la serie fuese fan del grupo y les encargara directamente la sintonía (Michael Stipe de R.E.M. y Natalie Merchant estaban en el banquillo de los reservas en el caso de que The Rembrandts dijeran que no). Fue casualidad que no buscasen una melodía de biblioteca como era la norma habitual y quisieran un grupo de verdad. Y casualidad es que después de alcanzar el número 1 en la radio decidieran abandonar, cuando cualquier otro artista se hubiera subido al carro de los bolos alimenticios por América cantando la sintonía televisiva en cualquier club a 10.000 dólares la noche.
A pesar de no formar parte de la historia de la música pop, The Rembrandts representan perfectamente ese enorme conjunto de pequeñas bandas capaces de realizar buenas canciones y ser disfrutables sin temor al qué dirán. En un plano parecido estarían los australianos Crowded House, autores de increíbles y propietarios de melodías sencillamente sensacionales, pero francamente lejos de los atributos necesarios para ser considerados cool. En su momento, cuando me sumergí en las canciones de The Rembrandts casi todas las referencias apuntaban al “Woodface” de Crowded House. Si hablamos de pequeñas canciones pop, armonía, melodía, segundas voces y mucha clase herencia directa de los mejores momentos de Brian Wilson y The Beatles, estos dos grupos sobresalen por encima de la media en los primeros años de la década de los noventa.
Resulta excitante que las canciones de The Rembrandts florecieran en pleno apogeo de la sublevación grunge, resulta difícil imaginar propuestas más antagónicas. El efímero triunfo del dúo pop alcanza cotas épicas cuando sus rivales en las emisoras eran Pearl Jam y Nirvana. Mientras Kurt Cobain abrasaba a la juventud norteamericana con una propuesta embrutecida y salvaje, Solem y Wilde se ponían los disfraces de Lennon y McCartney y domesticaban con elegantes melodías un público decididamente más selecto.
En definitiva este es un disco muy recomendable. Su propuesta de jangly guitar resulta inofensiva y perfectamente disfrutable para cualquiera. Les gustan The Beatles (¿a quién no?), pero han escuchado muchos discos de The Byrds, Crosby, Stills, Nash & Young y sobre todo los Everly Brothers, grupo del que podemos sacar el parecido más razonable. “The Rembrandts” es un trabajo modesto hecho por un grupo cercano pero con ingredientes de obra grande. Estas canciones no tienen fecha de caducidad, no hace falta que te abalances hasta tu equipo y busques el disco en Spotify. Mañana seguirán sonando frescas, y el año que viene, y dentro de veinte.
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