Placeres culpables: “Dookie”, de Green Day

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“Es una propuesta sin la crudeza de Nirvana, sin el clasicismo de Oasis o la épica de Pearl Jam, pero con la cantidad suficiente de melodías facilonas, singles inmediatos y estribillos como para que, durante al menos veinte o treinta minutos, pudieran ser el grupo más divertido de tu vida”

 

Del pop al punk rock en siete días: así se las gasta Óscar García Blesa en su sección, en la que esta semana recupera el tercer trabajo del rebelde trío californiano, apostando una vez más por las buenas canciones, vistan el traje que vistan.

 

 

Una sección de ÓSCAR GARCÍA BLESA.

 

 

Green Day
“Dookie”
REPRISE (1994)

 

“Disfruto con el hecho de que casi siempre se me malinterprete”. Billie Joe Armstrong.

 

Con “Dookie” el punk rock dio el paso definitivo hacía el mainstream, una transformación que dejaba atrás la crudeza rudimentaria de los pioneros para asentarse plácidamente en las listas de éxitos y la efe eme comercial. Con Green Day la beligerancia del género queda como un vago recuerdo del pasado encendiendo las iras de los nostálgicos y elevando el nivel de odio hacía estos tres muchachos de Berkeley hasta límites insospechados. ¡Pero, ay! Los ya no tan jóvenes revolucionarios del 77con imperdibles en sus chupas de cuero se hacían mayores y sobre todo sus ídolos estaban muertos o desaparecidos en combate, y además no compraban discos. Y Green Day vendieron millones. “Dookie” es por derecho propio una lectura realista del nihilismo musical de principios de los noventa, una propuesta sin la crudeza de Nirvana, sin el clasicismo de Oasis o la épica de Pearl Jam, pero con la cantidad suficiente de melodías facilonas, singles inmediatos y estribillos listos para ser cantados como para que, durante al menos veinte o treinta minutos, pudieran ser el grupo más divertido de tu vida.

Miembros de la escena DIY californiana, el cantante y guitarrista Billie Joe Armstrong y su colega Mike Dirnt formaron Green Day en 1986 con tan solo 14 años. Después de dos discos grabados con en el sello independiente Lookout!, “Dookie” los convierte en estrellas mundiales gracias a las más de 10 millones de copias vendidas solo en USA.

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A diferencia del resto de grupos alistados en la escena punk californiana liderada por The Offspring, Rancid y Bad Religion, Green Day no se tomaban muy en serio eso de ser estrellas del rock. Durante gran parte de la primera parte de su carrera jugaron a ser los gamberros de la clase, poniendo muecas raras y estando abonados al “caca-culo-pedo-pis” en su discurso. El batería Tré Cool se incorpora al grupo en 1990 después del primer álbum con Lookout! y justo antes de lanzar el segundo trabajo, “Kerplunk”.

Cuando recogí a los tres chicos de Green Day (más jóvenes que yo, incluso, en 1997) en el hall del hotel en Madrid donde se alojaban, mi sensación de estar pastoreando a un rebaño de gañanes era insuperable. Sin duda aquellos tres muchachos no pasaban por intelectuales, eso era un hecho. En Madrid, dispuestos a promocionar su quinto trabajo, “Nimrod”, dieron buen uso de todos y cada uno de los estereotipos del guiri garrulo: utilizar palabrotas en otro idioma fuera de contexto y sin sentido alguno, eructar y escupir como si no hubiera un mañana o jugar con las migas de pan durante la comida como si tuvieran siete años. Yo había bailado a empujones las canciones de este disco en fiestas de pueblo (en el noroeste de Madrid también hay pueblos, con sus verbenas y orquestas, no se vayan a pensar), y durante los diez minutos previos a mi encuentro con Billie Joe Armstrong tuve cierto cosquilleo de emoción, un come-come propio del que va a trabajar con una estrella del rock que además te lo ha hecho pasar francamente bien. El caso es que tras el primer “di piuta madrrre” y dos eructos después mi emoción inicial se fue a negro para siempre.

Afianzados como una solvente banda independiente, Green Day firman con Reprise para grabar “Dookie” donde fichan a Rob Cavallo como productor del disco tras su trabajo con The Muffs. Grabado en tan solo tres semanas, “Dookie” sale a la venta en febrero de 1994 y es un éxito casi instantáneo, con tres sencillos en el número 1 a lo largo del año (‘Longview’, ‘Basket case’ y ‘When I come around’) despachando la increíble cifra de 20 millones de discos en todo el mundo.

Junto a Cavallo, la cabeza medianamente pensante en todo este tinglado no era otro que Billie Joe. Autor de todas las canciones del disco (a excepción de los dos únicos momentos prescindibles, ‘Emenius sleepus’ y ‘All by myself’, escritas cada una por los otros dos tarugos del grupo), Armstrong tenía un verdadero don para escribir melodías aceleradas capaces de tener virtudes comerciales en tan solo un par de minutos. Sobre los temas de sus canciones, que quieren que les diga, Shakespeare puede estar tranquilo. Aquí lo que hay es temática literaria de primera: mucha pajilla adolescente (‘Longview’), fumar canutos hasta ponerse amarillo (‘Welcome to paradise’), ataques de ansiedad y pánico (‘Basket case’), bisexualidad (‘Coming clean’), padres separados (‘In the end’), pegarse en el patio del colegio (‘F.O.D.’ o algo así como ‘Fuck off and die’), amores de espinillas (‘She’) o simplemente el motivo que da nombre al disco, ‘Dookie’, relacionado con la frecuente diarrea (literal) de los miembros del grupo, todo pura poesía. Teniendo en cuenta que Epi de Barrio Sésamo era el personaje de la contraportada del disco, uno puede dimensionar fácilmente los referentes literarios del grupo.

A pesar de lo peregrino de sus textos, el trío introdujo momentos ciertamente brillantes, detalles que lo hicieron un trabajo musicalmente luminoso. La línea de bajo de ‘Longview’, el riff de ‘When I come around’ o sencillamente la manera de cantar de Armstrong en ‘Burnout’ son argumentos suficientes para colocar el disco como la obra referencial del género y guía de estilo para todos los imitadores que les siguieron. “Dookie” era una estupenda obra de punk modernete que muchos intentaron copiar pero ni un solo grupo fue capaz de mejorar.

Si hay algo objetivamente indudable es la capacidad de Green Day para convertir la agresividad y mala leche del punk (ya saben, punk de gominola) en algo muy divertido, transformando el pop tradicional en música acelerada, pegajosa, dinámica y potente, ideal para pegar botes en un concierto o en una discoteca llena de jóvenes cerveceros. Lo más curioso del caso es que ellos, asociados por decreto al género punk, defendían con sus canciones unos valores opuestos a los del propio punk, es decir, no tenían sentimiento de culpa alguno, no conocían el significado de egocentrismo (ni de nada en realidad), tenían sentido del humor y eran muy divertidos, igualito que Sex Pistols.

Y es aquí donde está el quid de la cuestión, la respuesta a su descomunal éxito: “Dookie” era en realidad un disco de pop mainstream. Ese trabajo y (en menor medida) el “Smash” de The Offspring ayudaron a popularizar un nuevo género, el punk pop. Sí, tocaban la guitarra muy deprisa y eructaban en sus entrevistas, pero estos tres muchachos de California no eran otra cosa que una boyband con cresta y los pelos pintados de color verde, eso sí, haciendo estupendas canciones de pop melódico. Y eso les hizo populares y diferentes, ofreciéndoles un universo muy variado de futuros clientes en forma de fans de todo tipo y condición. Los gamberros de la clase y las niñas buenas con espíritu rebelde se juntaron para corear las mismas canciones, unas canciones tan tarareables como las de los New Kids On The Block, pero molando mucho más, donde va a parar.

Resulta pasmoso que aquel descerebrado tuviera una habilidad verdadera para construir canciones mínimamente decentes, pero el caso es que las melodías de este disco eran francamente irresistibles, una colección de riffs y giros vocales de los que era difícil escapar repitiéndose en tu cabeza durante días, canciones que –independientemente de su evidente falta de mensaje social– tuvieron la habilidad de transmitir un sentimiento universal de fiesta y rebeldía innegable.

Volvamos por un instante al hotel de Madrid. ¿Cómo es posible que dos tarados con cara de lerdos como Dirnt y Cool fueran capaces de articular un gesto mínimamente artístico? Bien, el caso es que estos dos elementos ofrecían una sólida sección rítmica al conjunto de melodías que salían de la cabeza de Armstrong. Si, en aquel hotel estuvieron lanzándose miguitas de pan mientras hacían entrevistas como si se tratara de dos idiotas, pero lo cierto es que sabían tocar el bajo y la batería francamente bien. Poco o nada importaban el tipo de respuestas que ofrecían a los periodistas (algunos colaboradores de Sálvame Deluxe podrían pasar por Premios Nobel a su lado), aquellos dos cerebros estaban programados para aporrear la batería y caminar por la línea del bajo. Nada más. (Bajo estas líneas, un recuerdo que Billie Joe dejó en la cabeza de Óscar en aquella visita).

 

El disco se abría con ‘Burnout’, una canción divertida con hasta cuatro solos de batería, ¡cuatro en apenas dos minutos!, una especie de calentamiento previo a una maratón de riffs y mamporrazos. ‘Having a blast’ no enseña nada muy relevante más allá de estar francamente bien cantada. ‘Chump’ contiene una parte instrumental estupenda construida con tan solo tres notas, notas que dan paso a la excelente ‘Longview’, primer sencillo del disco y uno de los momentos más celebrados del grupo gracias fundamentalmente a esa línea de bajo inmortal. ‘Welcome to paradise’, canción regrabada procedente de su anterior álbum, es power pop de toda la vida. ‘Pulling teth’ incluye el primer solo de guitarra propiamente dicho de todo el disco y tiene unas armonías vocales bien construidas. ‘Basket case’ es la mejor del disco, al menos para mí. Es exótica, pegadiza y esta increíblemente bien escrita. Es sencilla y siempre funciona, La canción de su carrera y por la que serán recordados.

‘She’ ofrece otra línea de bajo magistral con un estribillo a la altura de lo mejor de su repertorio. ‘Sassafrass Roots’ es flojita (sí, es una canción de relleno), pero sirve de comodín y prólogo a la excelente ‘When I come around’, tema rítmicamente algo más lento que sus predecesores, lo que ofrece algo de aire y descanso en el disco y que se agradece. La canción está construida con un solo acorde y de manera increíble no se hace monótona. Una canción para enmarcar.

En ‘Coming clean’ Billie Joe canta muy arriba y funciona y ‘Emenius Sleepus’ es otro relleno. Supongo que no debe ser casualidad que los dos temas más flojos del disco no estén firmados por Armstrong. ‘In the end’ es divertida y muy acelerada, como un aviso de “no se vayan, aún hay más” de super ratón. ‘F.O.D.’ es la única pieza con guitarra acústica de todo el disco, un mensaje de despedida modelo fuego de campamento hasta que las guitarras eléctricas y batería explotan a mitad de canción. El disco encierra una marcianada con regusto tropical con guitarra acústica y unos bongos. ‘All by myself’ es solo eso, una boutade de grupo de niños punk haciendo lo que más o menos les da la gana. En definitiva, en conjunto es una colección que no cansa y no fracasan en su objetivo de hacer pasar un buen rato.

Toda la magia del disco se condensa en treinta y pico minutos, un batallón de canciones que no da descanso. “Dookie” es un disco revolucionario, igual que “Nevermind” fue un producto forjado desde la escena independiente que supo sacar todo el partido de su primer presupuesto multinacional. Si Nirvana no dejaban de ser unos bichos raros que apostaron por la crudeza del sonido indie, Green Day fueron decididamente comerciales, utilizando el canal creíble del movimiento punk californiano como tarjeta de presentación para los puristas más intolerantes. Eran tan punks como The Buzzcocks o tan pop como The Jam, o al revés, una suerte de power pop con las dosis de actitud justas para que los jóvenes adolescentes de todo el planeta no se sintieran excluidos. Honestamente yo no veo diferencia alguna entre Take That y Green Day. Unos llevaban los pantalones caídos y tocaban la guitarra muy rápido y los otros se peinaban con gomina y usaban trajes, los dos empezaron en pequeños clubes (o salas de fiesta) y acabaron tocando en estadios, contaban con millones de fans y ambos vendieron millones de discos haciendo cancioncillas de pop canturreables. Le podemos llamar como queramos, les podemos poner la ropa que nos apetezca, pero, desde un punto de vista exclusivamente estilístico no había diferencia alguna, algo que por otro lado no tiene nada de malo.

No obstante, y con cierta perspectiva, lo cierto es que las canciones incluidas en “Dookie” a pesar de su mensaje evidentemente juvenil, funcionan también para oídos algo más maduros. Las canciones son buenas, están bien escritas y el grupo suena sin duda muy bien. A veces uno lee que si tal disco no ha envejecido bien, que si la producción acusa el paso del tiempo, y ese tipo de lecturas tan científicas que tanto gustan. Este álbum pasa con nota el control de calidad del tiempo, un trabajo que puede trascender de padres a hijos sin temor al sonrojo, una estupenda muestra de pop rock acelerado ideal para pasar un buen rato. Si no fuera por aquel concurso de eructos en un hotel de Madrid les tendría más cariño, y aún con el eco de los sonidos de gases vocales del grupo, ‘Basket case’ me sigue pareciendo una canción memorable haciendo que el rock fuese otra vez algo bastante divertido.

 

 

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