PISTAS
«Lo mío con Sigur Rós es muy de mito. Y Jeff Buckley está ahí siempre planeando en mi cabeza. Me fui un año a vivir a Mississippi por él, no te digo más»
Divertida, ocurrente y sincera. Así se muestra Nikki García, la actriz y compositora a la que todos hemos conocido por ser la voz de Google, pero que ahora anda volcada en la música. Detrás también de un montón de anuncios, películas, series, videojuegos, ficciones sonoras y audiolibros, acaba de publicar su nuevo single en castellano, «Once de noviembre», tras lanzar estos meses atrás “La mejor actriz” y “La rabia”, con vistas a un nuevo disco. Sin embargo, hoy, Nikki nos abre las puertas de su carácter y de sus gustos, contestado a nuestro cuestionario más personal.
Texto: EFE EME
Último libro que has leído.
Estoy leyendo Liberémonos del narcisismo, de la psiquiatra Maribel Rodríguez. Suena a libro de autoayuda, pero es un análisis profundo de cómo funciona el narcisismo, desde la faceta de rasgo de personalidad hasta la patología en todas sus variantes, porque tiene muchísimas caras.
Última película que has visto.
Smile 2. Me flipa el cine de terror.
Última serie de televisión que has visto.
The Staircase. Me ha tenido horrorizada y fascinada a la vez, y genera mucho debate con mi pareja, eso me gusta.
Último disco que has comprado o escuchado.
Changes all the time, de James Bay.
Último descubrimiento musical.
Lizzy McAlpine. Llego un poco tarde, porque su primer disco es del 2020. En el último disco tiene una canción de minuto y medio sobre enamorarse que escucho compulsivamente. Se llama “The elevator”. Es bellísima.
¿Cuál es el mejor concierto que has visto en tu vida?
Sigur Rós, 21 de noviembre de 2005, Teatro Coliseum de Madrid. Es mi grupo favorito. La intensidad de Sigur Rós siempre me ha llevado a sitios muy extremos de la emoción. Fui con unos amigos y con el chico que me los descubrió, con el que llevaba un par de años saliendo. Desde el inicio del concierto, se me disparó la frecuencia cardíaca y de ahí ya solo fue a más. Recuerdo el telón traslúcido donde se proyectaban sus sombras como si fueran gigantes, escuchar “Glósóli”, de Takk, por primera vez en directo, Jónsi tocando la guitarra eléctrica con el arco como si fuese un cello, su voz agudísima que es como un llanto, las luces estallando al ritmo de las baterías, la distorsión de la guitarra, el desgarro, la reverberación… todo eso me sacudió por dentro. Fue tan acojonante aquel concierto, y yo estaba tan frágil ese día, que a la salida tuve un ataque de ansiedad, de esos de respirar en una bolsa y todo. Todos pensamos que fue porque yo era una intensa de la vida y me sentí culpable por no haber sabido controlarlo. Nueve días después, el día de mi cumpleaños, el chico me dejó. Y mi cabeza no hacía más que volver a ese concierto y entendí que el ataque de ansiedad vino porque en el fondo intuía que se estaba tirando a una “amiga” mía y así era. Cuento todo esto porque la intuición me tenía alerta, y la alerta me tenía muy receptiva, por eso me sacudió tanto la música. A Sigur Rós los he visto muchas más veces en directo y, quizá, haya habido conciertos mejores, pero nuestra percepción de las cosas tiene todo que ver con quiénes somos en cada momento y una parte de mí murió esa noche para que pudiera renacer otra, así que no lo olvidaré nunca. No guardo mal recuerdo, ¿eh? Lo recuerdo como algo increíblemente sensorial.
¿Qué música escuchas cuando estás de gira?
Ahora mismo no giro porque estoy componiendo y grabando, pero paso muchísimo tiempo en el coche y voy escuchando discos en bucle por temporadas. Últimamente vivo en el bucle Holly Humberstone, James Bay, Lizzy McAlpine y Taylor Swift.
¿Cuál ha sido tu peor experiencia como músico?
Confiar en un “productor” que hacía chistes constantemente para infravalorar mi trabajo. Un día, mientras yo le explicaba de dónde venía una canción que había escrito, dijo algo así como: «bueno, que sí, que bla bla, pero tu novio qué opina, porque me fío muchísimo de su criterio». Yo me reí desconcertada, como hemos hecho tantas mujeres tantas veces en situaciones incómodas, pero el tiempo demostró que, efectivamente, no me tenía absolutamente ningún respeto ni como música ni como persona. Luego descubrí que era una actitud habitual que él tenía con otras músicas y entendí que la misoginia es, como el narcisismo, un problema más frecuente de lo que creemos. Al final resultó que vendía más humo que producciones.
¿Practicas algún deporte?
Tengo que hacer pilates porque tengo bastante artrosis y muchos dolores de espalda, y estoy intentando fortalecerme. También paseo mucho con mis animales. Pero lo mejor es que tengo una amiga que tiene caballos y, a veces, me da la oportunidad de ir a montar con ella por el campo. No es lo que mejor me viene para la artrosis, pero galopar con Eva al lado y los caballos disfrutando a saco del momento es una de las mejores experiencias que he vivido nunca y el espíritu también hay que fortalecerlo. O, en palabras de mi traumatólogo: «no te voy a pedir que no montes a caballo si quieres y puedes hacerlo, porque si no vaya mierda».
¿Eres aficionada a algún deporte?
Si te refieres a si veo algún deporte, no, ninguno. De hecho sé que suena poco creíble, pero nunca he visto un partido de fútbol. Además de lo mencionado anteriormente, mi deporte durante años ha sido recoger caca del campo con una pala.
Ciudad favorita.
San Francisco y París son las ciudades más bonitas que he visto nunca, pero mi ciudad favorita es la que reúne la gente a la que amo y esa es Madrid.
Bebida preferida.
He descubierto una infusión que se llama TORRIJA, que encima no tiene teína porque es de rooibos y la tomo cada noche, y siempre digo: «ESTA INFUSIÓN ES LO MEJOR QUE ME HA PASADO EN LA VIDA». Me entusiasmo con poco y tengo el espíritu de una señora de 80 años. Supongo que viene en el pack de la artrosis.
Comida que más te gusta.
Las lentejas. Me vuelven loca en cualquier forma y preparación.
Tus mitos musicales.
Pues lo que te he contado de Sigur Rós es muy de mito. Jeff Buckley está ahí siempre planeando en mi cabeza. Me fui un año a vivir a Mississippi por él, no te digo más.
Un vicio confesable.
El chocolate Kinder. Me tengo prohibido comprarlo. Una vez una amiga me regaló medio metro de barritas de Kinder y me las tomé todas de golpe, me dolió la tripa durante días. Pa’ algunas cosas tengo 80 años y pa’ otras 8.
Afición desconocida.
Es más una responsabilidad autoimpuesta derivada de una afición mía y de mi padre: cuidar de todos los animales que tengo. Ahora son solo cinco, pero han llegado a ser muchos más: perros, gatos, ponis, ocas, tórtolas, cabras. En el coche llevo siempre un termómetro que ha estado en sitios inconfesables (lo limpio cada vez, eh). También llevo guantes de látex y antiparasitario equino. Mi calendario de desparasitaciones es una locura. Me gusta cuidar de ellos. Rascar el verdín de los bebederos y cambiar el agua, ir a comprar el heno y ponérselo, limpiar el terreno de cacas, arrancar posibles hierbas tóxicas… Esos trabajos manuales me descansan el cerebro y ellos necesitan que lo haga, así que su existencia hace mi vida mejor. Siento un gozo inexplicable cuando los veo correr sanos, fuertes, contentos.
Un placer musical culpable.
No me siento culpable por escuchar nada que me apetezca escuchar. La música está para disfrutarla.
¿Con quién te gustaría compartir estudio o escenario?
Con músicos majos.
¿Cuál es el disco que más has escuchado en tu vida?
Grace, de Jeff Buckley.
¿Qué canción te gustaría que sonase en tu funeral?
No sé, la que quieran poner los que lo organicen, yo no la voy a oír. Espero.
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