Píldoras culturales, de Martín Escolar

Autor:

LIBROS

«Apuesta por una serie de saberes que aparentemente no tienen resolución práctica, pero que le reconcilian a uno con la vida»

 

Martín Escolar
Píldoras culturales
PENÍNSULA, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En uno de los libros reseñados hace poco —Almanaque chatarra, de Eduardo Bravo— hablábamos para encauzar su andadura, de Los conocimientos inútiles, de Bertrand Rusell. Pues bien, este Píldoras culturales recorre el mismo sendero, apostar por una serie de saberes que aparentemente no tienen resolución práctica, pero que le reconcilian a uno con la vida, la hacen más amplia. Parafraseando al filósofo, desde que sé que los tomates eran, al principio, venenosos (y el motivo), me saben mejor. Y ese es el provecho que se saca de esta lectura, extraerle gusto a la existencia.

En principio, el formato. Esa maquetación cuadrada, el blanco plastificado de la portada, recuerdan sobremanera a esas novelas juveniles que editaba la editorial Rialp, en su colección Nuevo Auriga, que tantas tardes de gozo nos proporcionaron a los catorce años. Más adelante, el contenido. También juvenil. Recuerdo un volumen —Dime qué es—, con quinientas preguntas y mil respuestas (una dedicada a los más pequeños y otra a secundaria), que fue best seller absoluto en los últimos setenta, de las que me han quedado en la mente algunas como «¿Por qué estornudamos?». Pues bien, el libro que presentamos viene a ser una versión adulta con doscientas preguntas que abarcan varios temas.

Ahí aparecen cuestiones de historia, geografía y mitología. También de ciencia, de lengua, de arte y de literatura. Así, las ventas en la antigua Roma de frascos de lujo con sudor de gladiadores conviven con unidades de medida cuya distancia es el camino que puede andar un reno sin orinar o con ritos de paso salvajes.

Las cuestiones geográficas son, quizás, las más curiosas. Las banderas destacan, pero también ríos que desembocan —con su delta y todo— en el desierto (no en el mar), o puntos extremos, como el más alejado de todo otro lugar habitable. Y preguntas tan tontas como cuántos continentes hay. Exponen todas las posibilidades. Sobre husos horarios y cambio de fecha también hay sorprendentes curiosidades.

Sorprendente es, asimismo, que el fútbol fuera propuesto para el Premio Nobel de la Paz en 2001, o que los hipopótamos —el segundo mamífero, sin contar el hombre, que más muertes causa al año— dominan en Colombia y no aparecen en el resto de América. O que el spam, que es una marca de carne en conserva, haya pasado a significar una anticipación en las películas.

En la introducción, el autor propone que se tome el libro como motivo de juegos –juegos de mesa, incluso—, y está bien que sea así, que el aspecto lúdico de la cultura se potencie. Otro día ya nos dedicaremos a estudios más serios.

Anterior crítica de libro: Soñando en público.

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