Pereza han crecido de manera sorprendente, hasta tal extremo que en estos momentos representan a la cada día más maltrecha –por inexistente– escuela del rock español de masas. Así lo constataron en su último show madrileño.
Texto: JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Está claro que Rubén y Leiva se encuentran en un gran momento. No sólo han grabado uno de los mejores discos del año, sino que en directo se muestran más fuertes y confiados que nunca. No sólo han crecido en el ámbito creativo, sino que su poder de convocatoria no hace más que aumentar: 8.000 personas en Madrid (1 de diciembre; Telefónica Arena) para escuchar a una banda de rock no es ninguna tontería corriendo los tiempos que corren. La virtud de Pereza siempre ha sido la de aglutinar públicos, han sido capaces de jugar según las leyes de mercado pero manteniendo su autenticidad, en parte gracias a su espontaneidad y a haber mamado mucho rock clásico.
Cuando se apagaron las luces y el grupo hizo su aparición, pudimos comprobar que el despliegue técnico que llevan en su actual gira es impresionante. Son conscientes de que cada vez tocan en locales de mayor aforo y su puesta en escena es consecuente con ello. Gran despliegue de luces, muy buen sonido y pantallas de efectos y vídeos. Un lujo.
Al margen de detalles lúdicos, Pereza ofreció un set bastante potente haciendo parada en casi todos sus trabajos. Así, abrieron con «Manager» y continuaron con «Animales», cerrando con «Niña de papa» y «Frágiles» un inicio demoledor. Leiva se mostró tan activo como siempre y Rubén aún más dinámico que de costumbre, dominando el escenario entre ambos sin problemas. Como algunos ya saben, Leiva ha abandonado el bajo en directo, compartiendo las labores a las seis cuerdas con Rubén. El cambio realmente ha potenciado el sonido del grupo y, además, permite a Leiva demostrar lo buen guitarrista que es. Ha perdido parte de su imagen más punk aunque ha ganado la faceta rockera más clásica. Se repartieron los solos entre ambos y fueron muy bien respaldados por su ampliada banda de acompañamiento.
El público respondía a cada tema con euforia, y el nivel por parte de los musicos fue constante aunque debo destacar que esperaba que una canción tan explosiva en LP como «Ella tiene un don» sonara demoledora en vivo y no fue así: Correctamente ejecutada, no acabó de explotar. De todos modos pronto se recuperaron con «Aproximación» y «Beatles». Sorprendentemente no atacaron «Dímelo» ni «Dos gotas», dos de los puntos más álgidos de su último trabajo (quizá lo hagan según avance el tour).
A lo largo del show se sucedieron homenajes a los Stones, Beatles, The Knack y hasta Extremoduro, que en algunos momentos entorpeció el desarrollo de la canción en la que se colaban. Un buen ejemplo fue la despedida con «Pienso en aquella tarde», que alargaron demasiado aunque la factura general del concierto fue de nota y a esas alturas poco importaba cuidar el climax, pues se mantenía solo.
Dentro de sus clásicos jugaron con la renovada introducción de «Yo sólo quiero», tocaron una intensa versión eléctrica de «Madrid» y no dejaron de golpear a la audiencia a ritmo de singles y temas redondos, dejándola sencillamente K.O. El Telefónica Arena no dejó de vibrar en ningún momento y la sensación era la de estar contemplando a un grupo asentado que no deja de crecer y que es capaz de facturar rock de masas no exhento de sentimiento. Defintivamente Pereza se han vuelto a superar.