«Doy gracias de haber llegado a esta edad para empezar a comprender lo que es la música y lo que significa la música. Me lo pasaba muy bien con la música, me lo pasaba muy bien en el escenario, grabando, de juerga, pero no lo había comprendido. Ahora es cuando lo entiendo»
Peret, a los 74 años, presenta su nuevo disco, «De los cobardes nunca se ha escrito nada», en el que versionea algunos temas ajenos que fueron importantes para él antes de dedicarse profesionalmente a llevar la palabra y el ritmo de la rumba catalana por el mundo entero. Al disco lo acompaña un DVD con un documental y actuaciones históricas en televisión. Como no podía ser de otro modo, charlamos con él. Con el maestro. Con el Rey de la Rumba.
Texto y fotos: JUAN PUCHADES.
En el Centre Artesà Tradicionarius, en pleno corazón del barrio barcelonés de Gracia, Peret presenta en rueda de prensa su nuevo disco, «De los cobardes nunca se ha escrito nada» (Universal), un álbum de versiones de temas de diferentes épocas, previos a sus inicios en la música; canciones –entre otros géneros hay cuplé, tango, copla, samba o aproximaciones hispanas al jazz– que él escuchaba, que le marcaron y que, por tanto, forman parte del viaje musical iniciático del inventor de la rumba catalana. Además, al disco lo acompaña un DVD que incluye una entrevista con él y grabaciones históricas de todas las épocas recogidas del archivo de RTVE. Es decir, material a tener muy en cuenta por sus seguidores.
La presentación será a las doce del mediodía, pero desde un par de horas antes, un Peret de 74 años, con aspecto de risueño y cercano patriarca rumbero, está recibiendo a algunos medios en entrevistas personales. Mi turno es a las diez y media de la mañana. Tras un recio apretón de manos, amable y sabedor de que vengo desde lejos, lo primero que hace es preguntarme si he tenido buen viaje y si ha sido muy duro el madrugón para estar aquí. No, Peret, madrugar para charlar un rato cara a cara con el Rey de la Rumba, siempre estará justificado y será un placer. Y es que Peret solo hay uno. Ese Peret que ya no tiene nada que justificar, que lo ha sido todo en la música popular de nuestro país, que triunfó en medio mundo haciendo bailar a los públicos más heterogéneos. El creador de decenas de canciones que, casi siempre con ritmo alegre, han ido trazando su particular filosofía vital, plasmando verdades como puños en versos de genial y natural sencillez. Peret, el hombre que vendía trajes a domicilio antes de dar forma a un género musical que echa sus raíces en la calle de la Cera de Barcelona; el mismo Peret que a comienzos de los años 80 lo dejó todo y se transformó, durante una década, en predicador de la Iglesia de Filadelfia; el que puso ritmo a las Olimpiadas de 1992. El que siempre ha luchado porque la rumba perdure y el que hoy canta mejor que nunca y piensa en su siguiente disco, en su próxima gira, en dar forma a una escuela de la rumba catalana… Lo dicho, Peret solo hay uno. Ahora está aquí, sentado al otro lado de la mesa, mientras con sus profundos ojos oscuros responde mirando con simpatía a los del entrevistador.
Este disco, entre otros temas, recoge algunos que escuchabas antes de dedicarte profesionalmente a la música, ¿no?
Sí, canciones, que yo cantaba cuando tenía doce años por los teatros de Cataluña, de Palma de Mallorca.
¿Con aquel dúo infantil que tenías con tu prima, Los Hermanos Montenegro?
Exacto. Cantábamos mi prima y yo. Éramos quince o dieciséis chavales y chavalas actuando en festivales, eran verdaderos grandes artistas, pequeñitos, pero grandes artistas, uno cantaba ópera, el otro cantaba flamenco…
¿Entonces, cantabas y tocabas la guitarra?
Sí, y también bailaba. Aquí hay tres de esos temas: ‘La otra casa’, ‘La Medallona’, en este tema de la medallona hacía como que le pegaba y todo en el escenario [risas], sí, sí. La tercera es ‘María de la O’.
¿Era un reto acercarte ahora a estas canciones e interpretarlas a tu manera de hacer?
Sí, el reto era poder cambiarlo un poco, sin pasarse y que el que lo escuche ahora diga, «ay, mira lo que ha metido aquí este gitano, hostia, ¿pero, qué es esto?». Es sorprender.
Lo que me ha soprendido es que no haya ninguna versión de Antonio Machín, al que sé que admirabas mucho.
¡Sí, hombre! A ver, estaba previsto, estaba ‘Angelitos negros’, pero es que no se puede meter todo en un disco, el corazón es elástico y en él se puede meter, siendo muy pequeño, todo el amor del mundo, pero en un disco, llega un momento que ya no cabe más y lo ideal son diez temas. A veces tú tienes un tema y a la hora de grabarlo no le encuentras el camino y lo apartas, a lo mejor para otro disco.
También sorprende el título del disco, «De los cobardes nunca se ha escrito nada», sobre todo porque en tu libro de memorias, contabas que no te gustaba nada el término cobarde.
Sí, nada, no me gusta nada.
Entonces, ¿por qué este título?
Estaba en mi estudio, con los de la discográfica, estábamos escuchando los temas, y comentándolos, y me dicen que está muy bien y les digo que sí, pero que es un disco muy valiente, que es arriesgado, que salir con esto es valiente, pero que, bueno, de los cobardes nunca se ha escrito nada. «¡Este es el título!», me dijeron. Nunca me he fijado demasiado en los títulos, me he fijado más en la música.
Sí que es cierto que es un disco valiente, puede ser un poco duro de escuchar por las generaciones para las que ‘María de la O’, por ejemplo, no forma parte de nuestra memoria, que es un tema más bien, de nuestros padres o de nuestros abuelos. ¿Eres consciente de ello?
Claro, y tanto que lo sé. Fíjate que en ‘María de la O’ el momento cumbre, que yo no lo pongo, es el tercio flamenco, que todos lo han hecho, pero yo no lo he metido, para mí esto es lo que tiene el tema este, y luego la bailaora que hemos metido: Me puse un zapato de mi hija en una mano y otro zapato en la otra, con el micro en el suelo y grabamos así, haciendo las percusiones.
Ya en tus primeras grabaciones para grabar la percusión cogías cualquier objeto.
Sí, lo que había, esto por ejemplo [toca en un bote de cola], una cuchara contra otra cuchara, cualquier cosa.
Creo que tu tema favorito es el tango ‘Por qué la quise tanto’, que no me extraña, porque ha quedado impresionante.
A mí también me lo parece. Se ha quedado la voz de referencia. Yo empiezo a grabar con una percusión, elijo un tiempo para la canción y pongo una guitarra y una voz de referencia, pero no vale ni la guitarra ni la voz. Sobre eso, luego pondré la guitarra, grabaremos los instrumentos y más tarde, el día que me encuentre bien, pondré la voz que será la buena. Bueno, ¡la buena! Lo mejor que yo lo pueda hacer. Pero en esta canción se quedó la voz de referencia, no la quise tocar.
¿Las adaptaciones de los temas son tuyas?
Sí, cuando me pongo a trabajar el tema voy trabajando los arreglos. En este caso, con un músico conmigo al lado [Nacho Lesko], que también es productor; hemos producido los dos el disco. Él ha hecho los arreglos de los metales y el piano.
Es una producción muy elaborada.
Está muy trabajado este disco. Está muy bien el metal, son muy buenos músicos todos ellos.
Lo que tienes en estos momentos es una voz impresionante.
Ahora estoy mejor, cada día que pasa estoy mejor. Porque es un día más desde que dejé de fumar.
¿Cuántos años llevas sin fumar?
No lo sé.
¿Ya no te acuerdas?
No, es que esto es dejar de fumar. Cuando uno dice llevo siete años, tres meses, seis días, cuatro horas, veinte minutos y dos segundos sin fumar, éste vuelve a fumar.
A ti te marcó mucho el tabaco.
Muchísimo. A mí y a muchísima gente.
Pero, quizás, si no hubieras fumado durante tantos años, hoy no tendrías la voz que tienes.
Hombre, esto no lo sé. Yo sólo sé que el tabaco te mata, te destroza la vista, el pulmón, te destroza el oído, el olfato…
¿Crees que te destroza el oído?
Sí.
Pues para los músicos está jodido.
Jodidísimo. Y la voz no hace falta decirlo, te mata la voz.
Volviendo a la voz que tienes ahora, ¿te sientes a gusto con ella?
Sí, me siento a gusto porque a la hora de trabajar tengo a los músicos pendientes de mí porque no saben qué voy a hacer, porque la voz me lo permite. Y a mí me encanta tanto improvisar que los vuelvo locos. Siempre tienen que estar así, mirando, «a ver qué hace este tío».
«Antes, entre gala y gala, grabábamos un disco. Grabábamos en una pista y cuando se equivocaba el piano, había que repetir todo, y si se equivocaba la chica del coro, a repetir todo de nuevo. Y llegaba un momento que te quedabas sin voz, pero es que grababas un disco en dos días»
GRABANDO EN DOS DÍAS
El anterior disco, «Que levante el dedo», formalmente era mucho más sobrio, casi solo guitarra, voz y percusión. Lo contrario a este. A ti siempre te ha gustado hacer discos diferentes.
Sí, no me gusta aburrirme. A mí hacer siempre lo mismo… Antes la langosta me encantaba, ahora me vuelvo loco con el bacalao, y a lo mejor dentro de cuatro días volveré a comer langosta. Conviene cambiar, y también es bueno dejarte llevar por tu estado de ánimo, por tus ganas de interpretar, en el anterior disco hay un tema, ‘Tú y las nubes’, que lo quería grabar hace treinta años y nunca conseguía grabarlo. Es un tema mejicano, y al final lo grabé.
¿Te pasa mucho esto de tener pendiente canciones que te gustaría grabar?
Sí, mucho, lo mismo que cuando estoy actuando, cuando llegas lo primero que te dicen es qué repertorio harás, y yo digo «y yo qué coño sé lo que voy a cantar». En serio, no lo sé, los músicos tampoco, todo es inspiración. No va de broma que todo es inspiración, porque hay gente que dice que inspira pero siempre lo hace igual.
¿Y los músicos, cómo te siguen, porque han de conocer un repertorio muy amplio?
Sí, es que es así. Pero es que aunque yo saque ahora una canción que ellos no conocen, puedo empezar la canción igual, que ellos me siguen, que no pasa nada. ¿Por qué? Porque es lo mismo, son matemáticas.
¿Quiénes te acompañan ahora en directo?
Mi nieto, un sobrino mío, una sobrina… bueno, todos son familia [risas]. Otro sobrino, y así.
Siempre has echado mucha mano de la familia.
Siempre he llevado a muy buenos músicos, a los mejores, y he aprendido mucho de ellos. Pero mi familia son los que han mamado esto. Mi nieto… mi hija estaba embarazada y yo estaba grabando discos y desde la barriga de mi hija él escuchaba a mi hija cantar y me escuchaba a mí tocar la guitarra. Lo ha mamado desde antes de nacer.
¿Qué edad tiene tu nieto?
Dieciocho.
Y ya lo llevas contigo.
Y, no sólo eso, sino que lo escucho mucho y le hago caso, porque a veces me dice, «yayo, esto no vale nada», y bueno, pues «fuera, fuera».
¿Qué dice tu nieto del repertorio de este disco?
Mi nieto, igual que mi hijo, siempre le encuentra pegas a todo. Pero esto es lo que a mí me interesa, si siempre te dicen bien, malo.
Tu hijo también es músico y habéis grabado y en ocasiones habéis hecho cosas juntos, creo que, incluso, compartíais un estudio.
Sí, sí. Pero, ya te digo, es muy exigente. Se pasa.
¿Y no quieres trabajar con él?
No, no, no, es que todo… todo tiene un límite. Tiene un oído extraordinario, y ha habido veces que me ha dado vergüenza y todo, estar con músicos afamados y decir «eso no está afinado», y yo «¡calla, calla, no digas nada!». Claro… se pasa, y mi nieto igual.
Dices que hay canciones que te gustaría grabar, pero, ¿hay alguna, de las tuyas, que con el tiempo te hayas arrepentido de ella?
Hay muchas cosas que no me han salido como yo quería y que me gustaría volver a hacerlas. A lo mejor un día hago un disco con esas canciones, hay grandes temas que no han llegado a la gente, pero ha sido mi culpa, por no haberlo hecho bien yo, porque piensa que antes, entre gala y gala, grabábamos un disco. Grabábamos en una pista y cuando se equivocaba el piano, había que repetir todo, y si se equivocaba la chica del coro, a repetir todo de nuevo. Y llegaba un momento que te quedabas sin voz, pero es que grababas un disco en dos días.
Grabaciones muy rápidas.
Sí, dos días. Y claro, además, a lo mejor quedaba aquella canción, que a lo mejor era un buen tema, pero había otro, que era el comercial, que se lo comía.
Aquellas grabaciones tuyas de los 60 y 70, tenían mucha espontaneidad y sonaban como un cañón.
Pues disfrutarás con este DVD. El que ha hecho la selección [José Manuel Gómez], se ha pasado, porque es un fan y el fan se pasa, ya se lo dije a él, que es un fanático: «¡Tú eres un fanático, coño!». Rectificamos y se quitó algo, pero con los temas en blanco y negro se volvió loco, yo también, ¿eh? Lo pienso y se me pone la piel de gallina de verlos a ellos [se refiere a los músicos que le acompañaban, los coristas, los palmeros]. Aquello era… Hostia, ahora comprendo aquellos éxitos, ahora los entiendo. Llegar a Polonia, que aquello es la capital de la música, y salir un artista y cincuenta profesores, y luego otro artista y cincuenta profesores, y luego salir yo con dos gitanitos, un micro para los dos y un micro para mí y la guitarra, y ganar el festival. Claro, allí había algo que con los cincuenta profesores no podían dar.
¿Tú eras consciente en aquellos años de la música que estabas hacienco?
No, yo he aprendido y doy gracias de haber llegado a esta edad para empezar a comprender lo que es la música y lo que significa la música. Me lo pasaba muy bien con la música, me lo pasaba muy bien en el escenario, grabando, de juerga, pero no lo había comprendido. Ahora, ahora es cuando lo entiendo.
Cuando en el año 86 me da por coger uno de aquellos primeros EPs tuyos, estaba ‘La lagrima’ y ‘Lo mato’, me cambió completamente la cabeza, por la fuerza que tenía aquello, por su poder de comunicación, y a partir de ahí empezó la enfermedad de buscar discos tuyos. Es que impresiona el sonido de aquellas grabaciones, es algo abrumador.
Sí, sí, vamos a ver, si te tengo que enseñar a tocar la guitarra, te diré que no aprietes mucho porque distorsiona y la guitarra suena mejor si no la aprietas, pero es que yo no podía tocar así, tocaba de una forma que me comía la guitarra, aquello se nota, en las grabaciones se nota. Y las palmas se notan, y el genio se nota, y el ole, y el Peret, aquello de «¡Eh, Peret!», era auténtico, no hay nada escrito, no hay nada pensado allí, es lo que sale en el momento. Es un espíritu, y esto llega, las cintas de grabación lo graban y cuando tú lo escuchas, te llega también.
En el documental, dices que te sorprende ver en los conciertos que los chavales conocen tus canciones.
Sí, pero es que en mi carrera ha habido cosas muy duras, diez años sin cantar, ya me contarás.
Ya, pero siempre he tenido la sensación de que tú nunca le has dado demasiada importancia a lo que hacías.
No, para nada, ahora sí. Antes no.
Creo que eras consciente de que habías inventado un género, la rumba catalana…
Y de que la gente se lo pasaba de puta madre, pero nada más, nada más.
¿Creías que era música divertida, poco más?
Sí, y sabía que yo no canto igual en el escenario, en un disco, en una película o en un vídeo, que aquí con cuatro amigos con la guitarra, aquí ellos se rompen la camisa y yo me rompo la garganta, la pierna izquierda y las uñas.
A la vez está esa otra parte tuya, de canciones que poca gente conoce como ‘El jilguero’, ‘Pensando en ti’, ‘Mi raza’, ‘La lluvia’, ‘Sigo enamorado’… Temazos. ¿A esas otras canciones sí les has dado importancia?
Mucha, y me gustaría que el público las conociera… Pero sabes qué pasa, yo he hecho esto: Mira, esto es la aguja del tocadiscos [con la mano, Peret simula ir moviendo el brazo de un tocadiscos], y estoy escuchando música cubana y ahora viene un bolerito y lo paso [hace el gesto de saltar una canción] y ahora viene una canción romántica, y la paso. Yo esto lo he hecho y creo que con mi música, pues también han hecho lo mismo, «oye, que esta es lenta», y la pasamos. Para mí el tema de este disco es ‘Por qué la quise tanto’, claro, tengo la satisfacción de que la discográfica me dice, ‘Por qué la quise tanto’; que el productor me dice, ‘Por qué la quise tanto’; que el técnico me dice ‘Por qué la quise tanto’; sólo me falta mi nieto, y me dice, ‘Por qué la quise tanto’. Pero no es el que sacamos de promoción.
No ha habido el atrevimiento de sacarla como vídeo, de single.
Aquello ya no sería valiente, sería hacerse el harakiri.
Una curiosidad: Desde hace años existe el rumor, la leyenda urbana, no sé si el deseo, de que durante tu periodo religioso grabaste cintas de casete con música religiosa.
No, al principio vino un señor con una cara que no me gustó nada y me propuso grabar cintas y le dije que no, y nunca grabé. No me gustó la forma, se quería hacer un negocio de aquello y no me gustó.
¿Los temas que incluye el disco «Jesús de Nazareth» (1996), sí son canciones compuestas en ese periodo?
Sí, ahí se recoge un trabajo de diez años. Durante esos años, cuando me retiré, escribí esas canciones, que no pensé en grabarlas, las hacía para la iglesia, para que las cantaran en el coro.
La última, Peret, otra curiosidad: ¿Quién le puso el nombre al ventilador [forma de tocar la guitarra, inventada por Peret, consistente, en esencia, en tocar las cuerdas y golpear con los dedos la madera para tocar a la vez percusión]?
Gato Pérez, que lo dijo en una canción. Yo interpreto lo del ventilador como una forma de tocar, que es el movimeinto de la mano, también podemos interpretar que es el aire que lleva el movimiento.
¿Y antes de que Gato Pérez le llamara ventilador al ventilador, cómo lo llamabais?
No lo llamábamos de ningún modo, lo tocábamos [risas].
LA ESCUELA DE LA RUMBA CATALANA
Terminamos y Peret me pide un favor: Que luego, en la rueda de prensa, si nadie le pregunta por el ventilador, le pregunte yo por él. Así lo hago, momento que él aprovecha para dar una clase, guitarra en mano, de lo que es el ventilador y para anunciar un proyecto que le ronda la cabeza, crear una escuela de rumba catalana: «El ventilador puede ser esto [toca un ritmo rumbero con leves cadencias caribeñas], esto es un ventilador. Pero con un ventilador no llegarás ni al Paseo de Gracia, porque hacen falta muchos ventiladores. Porque cada canción tiene su ventilador [ahora toca algunos compases de «El muerto vivo»], esto es un ventilador. Y esto es otro ventilador [arranca con ‘Don Toribio’], cada canción tiene un arreglo de ventilador distinto, entonces, a mí me gustaría crear una escuela de la rumba donde enseñáramos esto, donde enseñáramos a componer, a hacer la rumba catalana. Porque la rumba catalana no se ha hecho con un lápiz y un papel de música, se ha hecho con una forma de sentir, con un corazón, con un espíritu, con un ritmo, y a lo mejor hoy has hecho la rumba de una manera y mañana, la misma canción, la haces de otra forma, entonces, claro, no podremos enseñar un ventilador, tendremos que enseñar un ventilador para cada canción. Por ejemplo, de aquí a un mes tu niña cumple años, y te gustaría que cantara y tocara rumba y que todos bailasen, ¿os gustaría eso, en un mes? Bien, pues yo os enseñaré en un mes cómo tocar el ventilador que corresponde para aquella canción que tú cantes y toques, no es difícil, ¿no es guapo que te enseñen así? Y si dices yo lo que quiero es ser palmero, bueno, pues el Toni [Valentí] o el Peret [Reyes] os enseñarán a hacer las palmas, que tampoco es difícil, hay que hacer esto [Peret toca las palmas golpeando sobre la mesa], mira que es fácil. ¿A que sería guapo que todos los catalanes pudiésemos cantar y tocar rumba catalana y con alegría? Bueno, pues eso es lo que estoy pidiendo, y si no me lo dan, pues buscaré un local y pondré anuncios diciendo que el que quiera aprender rumba catalana, que venga aquí y le enseñaremos lo que es nuestra rumba».
El mensaje ya está lanzado. Pero antes, en la misma rueda de prensa, Peret ha dejado otro mensaje mucho más universal y que resume su filosofía vital: Que riamos y que hagamos mucho el amor. Pero que lo hagamos bien. Palabra de Peret. Palabra del Rey.