FONDO DE CATÁLOGO
«Un mundo de resonancias muy particulares en el que Ruibal se desborda musicalmente con aires genuinamente andalusíes»
El primer disco en directo de Javier Ruibal, que aunó canciones de los tres anteriores y media docena de temas nuevos, es protagonista hoy en nuestro Fondo de catálogo. De analizarlo se encarga Luis García Gil, autor del libro Conversaciones con Javier Ruibal (Efe Eme, 2022).
Javier Ruibal
Pensión Triana
DON LUCENA RECORDS, 1994
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Si hay un disco que resume el espíritu y la esencia de Javier Ruibal ese es, sin dudarlo, Pensión Triana, que contiene todo su universo y le sirvió además para tomar impulso tras revelarse musicalmente en los años ochenta con sus tres primeros trabajos: Duna, Cuerpo celeste y La piel de Sara. De cada uno de esos álbumes hay huellas indelebles en Pensión Triana, tocado en directo con una banda superlativa. A lo ya conocido, Ruibal suma seis piezas inéditas que completaban el cuerpo de la obra.
El portuense se acercaba a los cuarenta años cuando graba aquel disco de vuelo tan extendido en el que todo encajaba primorosamente, en esa sucesión de gemas revisitadas como “Guadalquivir”, “La dama de la Isla”, “La rosa azul de Alejandría”, “Bulerías”, “Tierra”, “¡Ay, pelao!” o “Pasará”. Cada una contiene todo un mundo de resonancias muy particulares en el que Ruibal se desborda musicalmente con aires genuinamente andalusíes.
En Pensión Triana despuntan los invitados de lujo, felizmente complementarios cuando en la mayoría de los casos nunca habían tocado juntos. Chano Domínguez al piano, Jorge Pardo al saxo y las flautas, John Parsons a la guitarra eléctrica y Antonio Toledo a la guitarra acústica. A ellos se sumaron Luis Dulzaides a la percusión, Marcelo Fuentes al bajo, Martirio y Gema Corredera a los coros, Guillermo McGill al cajón y a la percusión y Carlos Carli a la batería. Con semejantes mimbres de procedencia diversa, de la San Fernando de Camarón —Toledo— al Río de la Plata —Carli—, las canciones, ya de por sí poderosas, encuentran el cauce idóneo para volver a ser enunciadas
La poesía solar de Ruibal tenía que ver con lo arabigoandaluz, pero supo fundirse a los sonidos del presente, a un flamenco revitalizado y a los propios veneros del jazz. Todo desemboca en Pensión Triana, donde resulta aún más estimulante detenerse en los recovecos de canciones que no disfrutarán de tanto recorrido como otras, caso de “La canción del Corto”, de “Tanguito” —«Apúrate, Tanguito, gánale tiempo a la partida»— o de la extraordinaria “Amada”, la preferida de Chano Domínguez, que había grabado en su ópera prima Duna.
Entre todas ellas emerge como gran aparición “La flor de Estambul” en la que Ruibal encuentra en Erik Satie un inesperado hermanamiento musical y una correspondencia asombrosa a partir de la que edifica una de sus historias más rutilantes con ese prodigioso arranque: «Debutó en París / la flor de Estambul / comenzó a bailar / y todo se quedó en silencio…». En Pensión Triana los paisajes y ciudades cantadas tienen su particular relevancia en un disco que es capaz de viajar de un rincón de Sevilla a la entraña parisina de Pigalle.
Otra de las novedades y chispazos de genio de Pensión Triana es la autobiográfica “Y la noche afuera”, toda una oda al deseo amoroso y a su permanencia. En Ruibal se canta la dicha de amar y también hay dentro de su escritura un alma de cronista urbano, relator de personajes marginales en una línea muy próxima a la de Sabina.
Treinta años después la magia de Pensión Triana permanece intacta. Es un disco que desafió a la industria, empeño personalísimo de quien escogió el camino más difícil sin dejarse domeñar por los mercaderes del templo. Cada pasaje del disco es parte de un todo con el que Ruibal plantó un árbol de hondas raíces. Explicaba perfectamente no solo de donde venía Ruibal, sino también los caminos que iba a transitar en el futuro.
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Anterior Fondo de catálogo: Never turn your back on a friend (1973), de Budgie.