«En Brasil es muy común que los compositores compartan canciones y las escriban juntos»
El músico canario publica un triple disco, Parceiros, con 37 canciones en las que se acompaña de artistas como Bunbury, Valeria Castro, Coque Malla, Rocío Márquez o Amaral, entre otros muchos. Por Luis García Gil.
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Fotos: TAMARA DE LA CRUZ.
Pedro Guerra nació el año que Bob Dylan alumbró Blonde on blonde. Parece que fue ayer cuando publicó Golosinas, del que se han cumplido treinta años y que constituyó toda una revelación musical a mediados de los noventa, cuando se hablaba de una especie de renacimiento de los cantautores, que en realidad nunca habían dejado de estar presentes, aunque muchos de ellos se las vieran y se las desearan para mantenerse a flote en la difícil industria musical.
Guerra siempre tuvo algo de verso suelto forjado en los soniquetes del llamado Taller Canario de Canción. Ese espíritu de los comienzos, esa frescura compositiva en la mirada y en el quehacer musical, nunca han dejado de acompañarle. Ahora acaba de dar a luz Parceiros, una trilogía compartida con otros músicos cuyo proyecto nació en pandemia. Un trabajo de gran delicadeza como todo lo que emprende un músico tan sutil como Guerra.
De origen portugués, la palabra parceiros tiene su equivalente en castellano en partenaire, que el DRAE define como «persona que interviene como compañero o pareja de otra en una actividad, especialmente en un espectáculo». Guerra la utiliza pensando en la música brasileira, espejo en el que siempre se ha mirado, y en el uso que la palabra parceiros tenía allí, que hacía referencia a ese momento en el que dos músicos se juntaban como hizo Vinicius de Moraes con Antonio Carlos Jobim o con Toquinho o Chico Buarque con Edu Lobo. Ahí cimenta sus bases el proyecto del canario. «En Brasil es muy común que los compositores compartan canciones y las escriban juntos», comenta a Efe Eme.
Ese espíritu brasileiro mueve su nueva obra, Parceiros, que abraza el concepto de trilogía tan querido por Luis Eduardo Aute. Guerra fue contactando durante los meses de pandemia con distintos colegas musicales y les ofreció la posibilidad de escribir canciones juntos. Un disco que nace del placer de compartir, del amor a la música, del deseo de explorar caminos con artistas diversos, de tal modo que de ese intercambio y de esa suma nace un disco riquísimo en texturas, en sonidos, en matices en el que el cantautor tiene la virtud de no perder su sello, su huella, su impronta.
Otro tramo de El viaje
Por un lado, se explora la creativamente la dinámica del dúo, muchas veces entendida de una manera superficial y comercial, y por otro se ofrecen treinta y siete canciones muy en sintonía con el propio quehacer poético y musical de Guerra, que prosiguen la senda de inspiración abierta por su anterior disco, El viaje, publicado en 2021, en el que hay un elemento común relevante: la producción musical de Pablo Cebrián.
«La última vez que había trabajado con un productor fue con Carlos Narea, con el que hice un par de discos a principios del año 2000 y que había producido Golosinas. Después he trabajado solo, me he producido mis propios discos, pero en El viaje se produjo ese encuentro con Pablo Cebrián que también es “parceiro”, porque ya en aquel disco compusimos dos canciones y en Parceiros hay una canción con él, “El mundo era otro”. Creo que a veces uno necesita una mirada externa. Encerrarse en uno mismo puede llevar a un callejón donde dejas de ver con claridad. Pablo que es conocedor de mi música creo que aporta esa mirada externa, ser capaz de llegar y ver a donde yo no llego. Él es un guitarrista excepcional y un productor muy potente. En Parceiros estamos como coproductores y él aporta muchísimo, sobre todo esa mirada que está fuera de mí».
Explorando territorios sonoros
Desde Golosinas a Parceiros en Pedro Guerra siempre ha habido una voluntad de no encerrarse musicalmente, de explorar territorios sonoros, y esta exploración está más presente que nunca en esta ambiciosa trilogía: «Siempre, desde el primer momento busco que mi música no se quede anclada en un solo lugar, y para alcanzar mi sello personal busqué influencias en diferentes lugares, mezclé los elementos brasileiros con los elementos cubanos o propios de la Islas Canarias o la música argentina. Y no es la primera vez que escribo canciones con otros. Lo hice con Luis Pastor, Mercedes Ferrer o Javier Álvarez. Además, he colaborado, he hecho dúos, me gusta siempre plantear estos encuentros no tanto desde el punto de vista industrial o comercial, sino de enriquecimiento mutuo que pueden propiciar esos encuentros».
Parceiros es ejemplo de ello, un disco que, en cierto modo, conecta con un proyecto anterior del canario, el que le llevó hasta los sonetos de Joaquín Sabina en 14 de ciento volando de 14, donde había duetos, tríos y una suma importante de estimulantes parceiros o cómplices. En Parceiros cada canción requiere de un acento, de una tonalidad propia, según con quien se comparta. Es el juego de hacer canciones a la manera que Gil de Biedma se refería al juego de hacer versos. Un juego en el que prevalece la poesía distintiva de Guerra, su sensibilidad musical, pero con la aportación de artistas muy diferentes: «Como Parceiros está basado en la admiración, hay gente joven, más mayor, de diferentes estilos, pero a todos los admiro. Creo tener un conocimiento de a quién me dirijo en cada caso. Si soy el autor de la letra, que es la gran mayoría de Parceiros, busco una letra que sienta que le va bien a la persona a la que se la envío. Lo mismo en la música. Ellos a su vez me han manifestado su admiración y se han tomado el trabajo con mucha seriedad y han dado lo mejor de sí cada uno. Al final el hilo conductor del proyecto, lo que le da unidad, soy yo, mi estilo, mi forma de escribir y concebir la música. Pero aparte de esa unidad creo que hay una variedad, treinta y siete variedades. Con Bunbury nos vamos a un territorio, pero con Valeria Castro o Juan Luis Guerra a otro diferente. Y esto hace que el proyecto, a pesar de ser grande, sea variado y no se haga cansado al visitar muchos lugares».
Entre esos lugares a los que se refiere destacan momentos puntuales como “Loco” con Enrique Bunbury, que abría la primera entrega de Parceiros o el paisanaje canario que le lleva hasta la maravillosa Valeria Castro, con quien graba “Si yo pudiera” en la segunda de las entregas. No es la única conexión canaria del disco. También está el rapero Cruz Cafuné, con quien graba “Con los dos en la cabeza” en el segundo volumen. En el caso de Valeria, sus padres eran seguidores de la música de Pedro Guerra, lo que ya creaba de antemano vínculos relevantes.
Un proyecto intergeneracional
Sea a través de conexiones íntimas o buscadas, cada dueto lleva a un lugar diferente pero reconocible en el propio modo de fijar la canción del canario, de templarla y echarla a andar. Guerra se cruza con compañeros de travesía como Ismael Serrano, pero también con Coque Malla, Amaral, Juan Luis Guerra o Juanes, con el que comparte uno de los momentos más bellos de todo el conjunto, “Niebla”, una melodiosa perla, en Parceiros vol.2. Lo que importa es trazar un mapa de artistas de distintas generaciones, de Alice Wonder nacida en 1998, cuando Pedro Guerra grabó “Raíz” a Andrés Calamaro, nacido en 1961, un lustro antes que el canario viniera al mundo. Del universo indie a Alfred García, nacido de un programa televisivo como Operación Triunfo. Todos ellos tienen un porqué y no hay ningún dueto que sea circunstancial, que no contribuya al todo armónico del conjunto. A la madrileña Ede, por ejemplo, la conoce en un concierto de Ismael Serrano y ese el origen de que terminen cantando “Secreto”, cuyo arreglo parece evocar aquellas ondas Martetot con las que Jacques Brel dibujaba la atmósfera de sus canciones.
«Encerrarse en uno mismo puede llevar a un callejón donde dejas de ver con claridad»
Para Guerra, Parceiros supone también una oportunidad de cruzarse con artistas más jóvenes, de aproximarse a ellos: «En general no tengo dificultades para acercarme a gente joven, y es verdad que se ha perdido el contacto de nuestra generación de artistas con la gente más joven. Ahora es muy fácil encontrarse gente de diecinueve o veinte años que ni siquiera saben quién es Ana Belén o Serrat, a no ser que sus padres los escucharan. Yo pienso que esto no debiera pasar, porque uno debe tener ciertas inquietudes y si las tiene debería saber quién es Serrat. En mi caso, por suerte, voy contactando con gente y me tienen en mente. No significa que me escuchen, pero saben quién soy y hay una especie de respeto, y esto se percibe en Parceiros y en los jóvenes que aquí participan».
En tiempos de apresuramientos, de consumo rápido e inmediatez, un disco que dura 114 minutos invoca a una escucha atenta, interpela a la sensibilidad del oyente. Parceiros es un proyecto laborioso que Guerra ha desarrollado durante un lustro. Las primeras canciones nacen en el confinamiento y las últimas a finales de 2024. Todas ellas componen un rutilante fresco que retrata perfectamente las búsquedas y hallazgos de un artista que no ha dejado de crecer a lo largo de su carrera y que ha huido de la monotonía compositiva.
«A mí, en un momento dado, no me preocupó el tamaño del proyecto porque hoy en día se habla todo el rato de crear contenido y desde el primer momento pensé en hacer tres discos, pero con un mismo concepto a medida que iba teniendo canciones. Mientras grababa el primer Parceiros ya estaba escribiendo canciones para el segundo, y mientras grababa el segundo ya estaba escribiendo para el tercero. El proyecto ha ido construyéndose a sí mismo. Intenté que en cada volumen hubiera variedad de artistas de diferentes edades. Son cinco años y durante todo este tiempo no he dejado de trabajar en Parceiros, de pensar y repensar en el encaje de cada canción».
De lo íntimo a lo social
No falta en el disco ni la mirada amorosa, tan consustancial al Guerra más íntimo, ni la social, enmarcada en los furibundos e inhóspitos tiempos que corren. «Ahora estamos entrando en un momento de oscuridad y debemos mantenernos firmes, porque lo que se nos viene no es bonito entre tanto odio y manipulación que nos rodea». En la utópica y equilibrista “Todo puede suceder”, que canta con Conchita, reivindica anhelar imposibles y en “La rueda de la violencia”, con el brasileño Lenine, muestra su compromiso con los más desfavorecidos, discurso que estaba latente en discos como Ofrenda o Hijas de Eva. Respecto al amor, a los sentimientos, no ha modificado en exceso su manera reposada, íntima de cantarlo desde aquella lejana “Mujer que no tendré”.
Guerra es fiel a sí mismo y también a quienes fueron determinantes en su propia carrera, como Ana Belén y Víctor Manuel, con quienes se reencuentra, a treinta años vista del “Contamíname”, y con quienes ahora comparte “Somos un río”, otra hermosa apelación a la confraternización con música de Víctor. He aquí la única vez en que se rompe la noción de dueto, porque era obligado y hermoso que Ana Belén se uniera a la canción.
Todo fluye como un río en el inagotable caudal de Parceiros, pero donde más inspiradora resulta la energía creadora del disco es cuando Guerra se junta con savia nueva y con artistas que pueden estar más lejos de su propio estilo, como su estimulante cruce con la flamenca Rocío Márquez en “Cerca del fuego”. Guerra se considera un seguidor tardío del flamenco, por el que empezó a interesarse cuando llegó a Madrid y se dio su cuenta de su alcance, que compara con la música brasileña. Sin irnos del ámbito sureño respira también de un modo especial la canción que graba con Javier Ruibal, “Ha sido un placer”. En este caso, la letra la pone el portuense y la música del canario se adapta a su estilo.
Parceiros es un disco de un músico que otorga la misma importancia a la letra que a la música, refutando el concepto equívoco de cantautor que todavía recoge el DRAE en el que prevalece sobre la música un mensaje de intención crítica y poética. Él cuestiona esa definición: «Para mí la música y la letra son importantes al cincuenta por ciento. No concibo una canción que tiene una letra increíble con una música que no está a la altura, ni al revés. Es verdad que hace treinta años tenía más claro el concepto de que cantautor no es solo quien compone y canta, sino que había algo que tenía que ver con el compromiso. Al final, lo de cantautor vinculado al compromiso ha acabado estigmatizando la palabra, y con el tiempo todas las barreras entre los diferentes géneros musicales se han ido diluyendo. Hoy día lo más propio es hablar de música y canciones».
Y música y canciones es lo que Pedro Guerra derrama con inspiración casi constante en las tres entregas de Parceiros, una catedral de sensaciones tan lírica como expresiva en la que conviven muchas fuentes musicales, como Leonard Cohen, de cuyo verso bebe en “Quizá te cure una canción”, compartida con Haydee Milanés. El último suspiro de este balsámico Parceiros de larguísimo aliento, la obra de mayor envergadura de cuantas ha emprendido el cantautor canario.