“Aunque la complicidad se instala rápidamente en sus shows, frente al micrófono, cuando no canta, Guerra musita y se escuda en un simpático y cándido sentido del humor”
Pedro Guerra cruzó el charco para presentar la gira de su último disco, “Arde Estocolmo”. El canario actuó en Lima, La Paz y Bogotá. A este último concierto acudió Umberto Pérez.
Pedro Guerra
Auditorio Las Bethlemitas, Bogotá
25 de agosto de 2016
Texto: UMBERTO PÉREZ.
Fotos: ANDRÉS WOLF.
El viento de agosto en Bogotá es bravío y atrevido, levanta faldas, despeina melenas, invoca a la lluvia y despierta al frío a cualquier hora del día, sobre todo en la noche. La del jueves 25 de agosto fue particularmente gélida, amenazó lluvia. Desde las siete de la noche a las puertas del Auditorio Bethlemitas empezaron a asomar hombres y mujeres abrigados que buscaban calentarse en vano con un café o una aromática de yerbas. El antídoto estaba dentro. A las ocho y cinco Pedro Guerra salió al escenario para calentar los corazones del público colombiano que, fiel a su fea costumbre, tardó en llenar el recinto.
El buen oficio que Guerra ha cultivado por más de tres décadas lo enseñó con una inquietante interpretación de ‘Canto de trabajos’ en la que su voz cautivó a los presentes dejándolos listos para un show largo y emotivo. Enseguida el güimarés abordó sus más recientes discos de estudio: cantó y contó ‘Arde Estocolmo’ haciendo referencia a la noticia que le dio la idea del álbum, continuó con ‘Márgenes’ y antes de introducir ‘La fe del carbonero’, el primer soneto musicalizado de la noche, puso de manifiesto la emoción de estar cantando en Colombia en un momento tan importante para la historia del país: apenas dos días atrás en La Habana, el Estado y la guerrilla de las FARC firmaban el fin de un conflicto armado que supera el medio siglo de duración.
“Guerra volvió dos veces y cantó ‘Mujer que no tendré’, ‘Contamíname’ y ‘La lluvia nunca vuelve hacia arriba’ para transformar un recital íntimo en una fiesta”
Acompañado de Luis Fernández, su teclista habitual, volvió sobre su repertorio más querido para traer de vuelta ‘Quisiera saber’ y ‘Cerca del amor’ antes de presentar a la cantautora Marta Gómez, primera invitada de la noche. Junto a esta colombiana radicada en Barcelona, que ha sabido hacerse a un lugar propio dentro de la canción y el jazz, hicieron de ‘Ofrenda’ una celebración elevando el clima del show. Casualidad o no, nadie se acordaba que afuera helaba mientras Pedro despachaba ese himno entrañable de fogata que es ‘Pasa’.
Aunque la complicidad se instala rápidamente en sus shows, frente al micrófono, cuando no canta, Guerra musita; pero se escuda en un simpático y cándido sentido del humor. De esa manera presentó ‘La risa’, del disco nuevo, a la vez que habló del timple, un instrumento canario semejante al ukelele o al cuatro del que, bromeando, hizo énfasis en su origen. Inmediatamente después estremeció con ‘La perla’, también de ‘Arde Estocolmo’, no sin antes hacer referencia a la novela de John Steinbeck, para luego presentar a Andrés Correa, su segundo invitado. Junto al bogotano, quizás el más agudo de esa rica generación de cancionistas colombianos que aparecieron a comienzos de siglo, cantaron ‘Oasis’ creando uno de los momentos más emocionantes sobre el escenario entre Guerra, Fernández y el invitado.
“Esa noche, Pedro Guerra conjuró la canción para derribar al frío y transformar al agosto bogotano en un momento estival”
El segundo disco que el canario editó este año es un homenaje a Joaquín Sabina, en donde musicaliza 14 de los sonetos que el de Úbeda reuniera en ‘Ciento volando de catorce’; mientras bromeaba con su ingenio para titular trabajos y canciones, presentó ‘A sabicas’ y luego se detuvo para contar una anécdota de su soneto favorito, titulado ‘Sin puntos ni comas’, que en el disco canta junto a Silvia Pérez Cruz y Jorge Drexler: dicho soneto, también del gusto del uruguayo, habla del sectarismo, pero ninguno pudo haberlo imaginado y hubieran preferido que Sabina no se lo contara. El último invitado de la noche, el cantante Santiago Cruz, puso su voz al tema ‘5.000 años’.
El final del show empezó a acercarse con ‘El encantador de serpientes’, ‘Malditos benditos / Benditos malditos’ y cuatro temazos consecutivos que los bogotanos cantaron enteras: ‘Deseo’, ‘El marido de la peluquera’, ‘Daniela’ y ‘Otra forma de sentir’. Si el concierto hubiera terminado en ese instante todos habrían partido dichosos hacia sus casas, pero Guerra volvió dos veces y cantó ‘Mujer que no tendré’, ‘Contamíname’ y ‘La lluvia nunca vuelve hacia arriba’ para transformar un recital íntimo en una fiesta. El asunto es que Pedro Guerra es un artista consecuente: si bien en las últimas canciones del concierto derrocha generosidad, y a pesar de que hace ratos sus discos dejaron de editare en Colombia y, por tanto, sus nuevas canciones no pasan por la radio, se despidió con ‘Esperando por mí’, una canción que evoca otro agosto, otra fiesta y una nube que no llovió. Esa noche, Pedro Guerra conjuró la canción para derribar al frío y transformar al agosto bogotano en un momento estival.