“En eso estoy precisamente, en la lucha por la supervivencia, haciendo solo lo que me hace sentir bien: música con amor, pasión y mirada racional”
Recién editado “El incendio perfecto”, Carlos H. Vázquez charla con Pecker para adentrarse en sus nuevas canciones y reconstruir sus pasos hasta este noveno trabajo discográfico.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: ANA ESCARIO.
Mark Oliver Everett decía: “Las circunstancias me superan, pero ya no me pasa tanto ni con tanta intensidad como antes, y creo que todas las putadas que me han tocado vivir me han hecho más fuerte, como siempre dicen que pasa”. El cantante de EELS contaba esto cerca del final de “Cosas que los nietos deberían saber”, libro que, a su vez, es uno de los favoritos de Raúl Usieto Aquilué, el artista antes conocido como Pequeño Pecker, que desde 2006 se hace llamar solo Pecker. En estos días publica “El incendio perfecto” (Pecker, 2018), un nuevo trabajo discográfico —el noveno— que ahora disfruta del calor de la autoedición después de algo de más de diez años con DRO (Warner Music).
¿Cómo se sobrevive en esta industria cuando solo te permiten lo que puedes conseguir?
Bien mirado, conseguir lo que uno puede es lo más justo, lo demás podría ser fruto de alguna extraña burbuja o de productos de laboratorio. Porque, al final, el más honesto de los objetivos de cualquier negocio legal y digno sería valerse por sí mismo, ¿no? Y en eso estoy precisamente, en la lucha por la supervivencia, haciendo solo lo que me hace sentir bien: música con amor, pasión y mirada racional.
Pero hablemos del principio. ¿Qué conocías de la música, en general, cuando decidiste ir en serio? De chaval, tu tío te ponía vinilos de Radio Futura, Golpes Bajos, ZZ Top, Ramones… aparte de la música de Los Panchos de tus padres.
Cuando empecé a componer las primeras canciones de Pequeño Pecker había dejado atrás a Soundgarden y Stone Temple Pilots, y escuchaba músicos tan inconexos como Beck, Björk, Perry Blake, Radiohead, Gonzales, Solo Los Solo o La Buena Vida. Es cierto que apenas he escuchado música en español, es mi pecado. Me atraían más otras cosas. Pero era todo lo que necesitaba saber. No tenía ni idea de la industria, ni me importaba. No tenía ni idea de marcas de guitarras ni de sintes ni me interesaba lo más mínimo. Solo me apetecía hacer canciones y decirle a alguien cómo quería que sonaran.
De todos ellos, el disco clave que te marcó fue “Licensed to ill”, de los Beastie Boys. Pero no era un vinilo, sino una casete que te grabó tu tío (la cara B tenía un directo de Paco de Lucía, según he llegado a saber). ¿Hasta qué punto podía cambiarte la vida un disco así? Tenías… ¿trece años?
Sí, trece. Yo creo que cada día suceden cosas que te cambian la vida; siempre estamos en constante mutación, en un continuo infinito de variables que nos ofrecen diferentes posibilidades y escogemos una, por la razón que sea. Ese disco me marcó, desde luego, como lo hizo el “Odelay” de Beck años después. Había algo en los Beastie Boys que me atraía inquietantemente. Esa mala leche al rapear, esas distorsiones, su rock poderoso, su sentido del humor, la textura de la voz de MCA [Adam Yauch]… Aún recuerdo cuando le llegó el vinilo a mi tío y flipábamos juntos tratando de entender lo que estaban haciendo esos salvajes. De todas formas, lo que me influyó realmente fue el amor por la música sin etiquetas que él me mostraba. Me grababa un disco de rap por una cara y ese directo de Paco de Lucía y Ramón de Algeciras por la otra, y se quedaba tan ancho. Y yo devoraba la A y la B por igual. Me emocionaba de la misma forma.
¿Por qué el nombre de Excedentes para un grupo? ¿Qué mueve a un chaval de 14 o 15 años a montar un grupo: la popularidad, las chicas…?
Creo que es de los peores nombres de grupo que he oído, la verdad. No tengo ni idea de por qué llegamos a ese punto y nunca fui capaz de defenderlo. Pero lo pasábamos increíblemente bien. Mucho antes de montarlo, cuando tenía nueve o diez años, me recuerdo en el huerto de mi padre tratando de inventar alguna melodía y no era capaz de mantener la originalidad. Enseguida acababa tarareando algo que no era mío y que resultaba ser alguna canción famosísima. Quiero decir con esto que desde muy crío tuve la inquietud de escribir melodías. Resulta que mis tres amigos del alma (que lo siguen siendo) tocaban el violín, el clarinete y el piano. Un día nos juntamos en una casa y empezamos a improvisar y decidimos quedar al día siguiente para hacer una canción. Yo llegué con un poema de Lorca que había adaptado a una melodía, así que me puse a cantar. Y hasta ahora. Pero sí, no te voy a negar que además era muy divertido ser conocidos en el instituto y muy agradable que las chicas te sonrieran por los pasillos.
Por cierto: ¿cómo es eso de que teloneasteis a Gabinete Caligari?
Presentamos nuestra primera maqueta a un concurso provincial de pop-rock, nos seleccionaron junto a once bandas más y finalmente quedamos los primeros. El premio era algo de dinero y telonear a Gabinete en Binéfar (Huesca). Yo tenía quince años y me encantaban. Intentamos saludarlos en el camerino, pero no quisieron dejar pasar a aquellos niñatos. Quince años más tarde me encontré con Jaime Urrutia en Warner y alabó ‘Aviones desde el corazón’, una canción que escribí para mi primer disco “Diez y 1 galaxia”. Puedes imaginarte lo bien que me hizo sentir. ¡Ese hombre hizo “Camino Soria”, uno de los discos de mi vida!
“Este disco lo estoy viviendo como si no fuera mío, ¿sabes?, como si me lo hubiera comprado, y me flipa”
¿Y lo de que llevaste una ambulancia?
Asuntos colaterales. Hice la mili en Huesca como voluntario de la Cruz Roja y me propusieron para conducir la ambulancia. Tenía dieciocho años recién cumplidos y todavía poco talento, pero no hice mal mi trabajo. Es verdad que de tanto en tanto nos aprovechábamos de la sirena para saltarnos los semáforos, pero sin maldad, solo con la inconsciencia adolescente.
Se me hace raro imaginarte en la mili… ¿Es verdad que partía la juventud y que al salir uno no sabía dónde estaba?
A mí me vino de maravilla porque en COU me suspendieron varias asignaturas y tuve que repetir con tres. Me coincidió justo ese año, así que de algún modo ya lo tenía perdido. También es cierto que no la hice de militar, fueron los dos o tres últimos reemplazos que íbamos sin uniforme y teníamos mucho tiempo libre; pisé el cuartel un mes y desde el primer día dormía en mi casa. No tuve la sensación de salir de ningún sitio cuando terminé. Lo viví más como un trabajo. Y cuando terminé y aprobé la selectividad me fui a Valencia, a la universidad.
Supongo que con el servicio militar te olvidarías de la música. De hecho, no la retomaste hasta que llegaste a Madrid, después de haber estudiado Imagen y Sonido en Valencia y parte en la capital, en el 98. ¿La carrera (la materia) podía sustituir a la música?
Mientras estuve en Valencia no recuerdo haber cogido ni una sola vez mi guitarra. Estaba en una esquina del salón, haciendo bonito, decorando. En ese momento tenía la mente muy ocupada haciendo exposiciones de fotos, montando instalaciones y performances, publicando fanzines, escribiendo crítica de cine para un periódico local… Me interesaban mucho más las artes plásticas y visuales que la música.
¿Por qué no terminaste haciendo cine? Tengo entendido que tu película favorita es “Atrapado en el tiempo”, de Harold Ramis.
Es una de mis favoritas, sí, una auténtica bomba de relojería, suelo verla como terapia al menos una vez al año. Cuando terminé la carrera empecé a trabajar en un estudio de fotografía. Pero me aburría profundamente, así que decidí marcharme a Madrid a especializarme en cine. Sin embargo el dinero decidió por mí. Necesitaba pasta para sobrevivir allí y entré en una pequeña empresa de publicidad como fotógrafo. Le dediqué cuatro años de mi vida, nada gratificantes. Seguía aburriéndome tanto que dejé de hacer fotos personales y eso precisamente hizo que volviera a coger la guitarra. De todas formas, suelo matar el gusanillo cuando me toca hacer videoclips.
Por cierto, has estado viendo “Los archivos del Pentágono”. ¿La recomiendas?
Fui a verla, sí. Es una historia realmente interesante que está, además, muy bien contada y los actores están inmensos (por muy obvio que pueda parecer). Pero no me aporta mucho más que información, un rato de entretenimiento y una lección de corrección academicista. La que de verdad me conmovió fue “Tres anuncios en las afueras”, esa sí la recomiendo con entusiasmo, una lección sobre el amor, el perdón y la venganza.
Volvamos a lo musical. Empezaste a ser Pequeño Pecker en 2001, pero el primer disco (“Diez y 1 Galaxia”) no salió hasta 2004. ¿Por qué ese lapso de tiempo?
Empecé al revés de lo habitual. Al principio no me interesaba subir al escenario, yo lo que quería era hacer un disco increíble. En mis tres primeros años en Madrid escribí cuatro canciones que definían las líneas que iba a seguir como Pequeño Pecker, y las fui grabando poco a poco en el estudio de un amigo. Y cuando las tuve en una maqueta conseguí que las escucharan en Warner. Era 2001. La discográfica se entusiasmó. Así que ese fue el pistoletazo de salida. Pero desde ese momento, y aunque ya había firmado un contrato con ellos, tardé dos años más en terminar el disco porque trabajaba doce y catorce horas diarias como fotógrafo, y no me quedaba tiempo para escribir.
Finalmente, el álbum sale con Warner (DRO East West) e Iván Ferreiro canta en el tema ‘Astronauta 7’. ¿No era poner el listón muy alto nada más comenzar?
¿Por qué? No. En absoluto. Yo era muy fan de Piratas y cuando me lo propusieron me pareció un regalo, no lo entendí como un impulso comercial sino como una aportación creativa que se sumaba a mi admiración profunda. El listón lo pusieron muy alto porque tenían clarísimo que yo arrasaría en los 40 Principales y allí les dijeron que mi música era demasiado rara, que la gente no la entendería. Así que la burbuja se desinfló. De todas formas, yo no tenía ni idea de cómo funcionaba la industria, yo solo amaba la música y me parecía flipante lo que me estaba pasando.
¿Las expectativas de “2 y las nadadoras”, en 2006, fueron mayores porque había que superar “Diez y 1 Galaxia”? De haberlas, ¿tus expectativas se parecían a las del sello (DRO Atlantic esta vez)? En este caso no está Ferreiro, pero sí Miqui Puig, que canta en ‘Encantadora lunática’.
No, al contrario. Ellos se habían dado el batacazo y yo también. Lo que no se esperaban es que yo quisiera seguir haciendo canciones, no se daban cuenta de que se había convertido para mí en una necesidad vital. Así que ese disco fue mi encuentro con la realidad. Ellos redujeron la inversión a un 10% y aún así dije que quería y podía hacerlo. Pero ya sabía que la ilusión irreal del principio se había desvanecido. En ese momento me convertí en un músico de verdad. Por otro lado, la colaboración con Miqui surgió de un encuentro casual no programado por nadie, así que en ese sentido fue absolutamente honesta.
En “2 y las nadadoras” pasas a llamarte Pecker. ¿Qué fue del “pequeño”? De hecho, el tercer elepé, ya en 2009, se titulaba “Pecker” directamente.
Precisamente tiene que ver con lo que te acabo de contar, me sentía más maduro, había aprendido mucho al respecto del negocio de la música, ya era un autor de verdad, un luchador de la expresión musical, ya nada tenía que ver con un producto que quiere lanzar una empresa. Estaba yo solo ante el abismo. En esa situación, ¿quién quiere llamarse “pequeño”?
Me pregunto qué tipo de contrato firmaste con DRO (Warner) cuando empezaste. ¿Tenías que publicar un número determinado de discos por contrato o te dejaban sacar más si el primero funcionaba? Te hago esta pregunta -desde el cariño- porque en 2010 se publicó “Grandes éxitos de un hombre invisible”, que no es un recopilatorio al uso, pero sí contiene una revisión de temas, aunque con novedades. De hecho, en él podemos escuchar a Bimba Bosé en ‘Me quemas bastante’.
Creo recordar que firmé por tres álbumes. Pero después de la bofetada del primero me dieron la carta de libertad, y para el segundo hicimos una licencia por 5 años. La verdad es que siempre he tenido muy buena relación con todo el equipo de Warner, nos tenemos mucho cariño. Más allá de la cuestión comercial, la realidad es que ellos no han dejado de creer en mi música y con cada disco hemos tenido la libertad de inventarnos una fórmula nueva para sacarlo. El grandes éxitos fue idea suya porque sinceramente pensaban que era una pena que cayeran en el olvido algunas canciones, y a mí todo eso me pareció divertido. Yo decidí incluir algún tema nuevo y la colaboración con Bimba, con la que nos habíamos hecho muy amigos unos meses antes. Y le busqué esa ironía al título.
“No creo que esté en paz conmigo mismo, quizá sí con la música, pero desde luego todo lo que he vivido me ha hecho más fuerte y no solo eso, he aprendido a ser más honesto, a perder el miedo”
Atención, pregunta (léase con la voz en off de “Saber y ganar”): en una estantería de discos ordenados alfabéticamente, ¿en qué letra se colocaría un disco hecho a cuatro manos? Me refiero a “Interludio”, el epé que grabaste con Manso (con Outstanding Records en 2012).
(Risas) Pues imagino que por la “P”. Así lo decidimos. El disco se firmó bajo el nombre de Pecker & Manso. Esto fue pura diversión. Vivíamos a veinte minutos el uno del otro, pero lo construimos cada uno en su casa, en nuestros ratos libres. Manso me mandaba una base y yo escribía una letra, la grababa y se la reenviaba. Quedó una cosa bien curiosa.
Después de cinco años con Warner, acabas de publicar “El incendio perfecto”, y has podido hacerlo gracias al crowdfunding. Ahora mismo, y haciendo una comparación, ¿qué echas de menos de estar con una multi y qué le falta a la autoedición a pesar de sus ventajas? ¿Tal vez la estabilidad? Hay que recordar que “Perversiones”, el epé de versiones que lanzaste en 2016, era autoeditado también.
En este momento soy todo euforia así que no echo nada en falta. Bueno, quizá una cosa: tiempo. (risas). Hay que tener una cosa en cuenta, y es que mi relación con Warner era muy cómoda, pero muy ligera. Quiero decir: mi discográfica básicamente fabricaba mis discos y los distribuía, y yo por mi cuenta me encargaba de la promoción contratando a un tercero, si podía. Así que ahora mismo la diferencia es que yo he tenido que contratar una fábrica y yo estoy distribuyendo mis discos. Pero obviamente la sensación de control al 100% y de propiedad al 100% es maravillosa. Eso, sin nombrar lo que a mí me parece más emocionante, que es la aproximación con la gente que disfruta de lo que hago.
Creo que en la época de “Comercial”, en 2013, tu desencanto con Warner era un poco latente (o al menos así lo notaba yo). ¿Puede ser? “Suite”, tú último disco con ellos, ¿pudo haber sido diferente en el aspecto más comercial, promocional y de distribución?
Desde “2 y las nadadoras” todo ha sido muy parecido, y mi desencanto no era tanto con ellos como con la industria de la música en sí y mi lugar en todo ese universo. Siempre he tenido la sensación de no haber llegado a donde creía que merecía y eso precisamente es lo que me ha mantenido en pie: mi perseverancia, esa insistencia, una lucha. Por otra parte, posiblemente “Suite” llegó más lejos porque era mejor disco y porque hicimos un mejor trabajo de promoción.
Hace nada leí en tu Facebook que este era tu primer día de descanso desde el 2 de enero y que lo único que se te había ocurrido fue ponerte a escuchar el disco. ¿No es un ejercicio peligroso, dado que puedes acabar encontrándole fallos todo el rato?
Nunca he vuelto a escuchar uno de mis discos una vez terminado. Bueno, sí, los he vuelto a escuchar, pero pasado mucho tiempo. Sin embargo, este lo estoy viviendo como si no fuera mío, ¿sabes?, como si me lo hubiera comprado, y me flipa. Tienen que ver dos cosas: la mitad de las canciones las escribí durante el último año y el resto un mes antes de entrar a grabar en el estudio, y después de doce años he vuelto a trabajar con productores que han conseguido que viva mi música de un modo mucho más objetivo.
Sé que el último disco siempre es el mejor, pero aparte de este, ¿cuál de todos tus trabajos discográficos crees que ha sido el mejor?
Probablemente “Pecker” o quizá “Suite”. No sé, ahora solo tengo ojos para mi incendio.
¿Eso hace que estés en paz contigo y con la música, sobre todo después de lo sucedido con tu segundo mánager?
No creo que esté en paz conmigo mismo, quizá sí con la música, pero desde luego todo lo que he vivido me ha hecho más fuerte y no solo eso, he aprendido a ser más honesto, a perder el miedo.