«El resultado final es un sonido ‘mod de vanguardia’ lleno de turbulencias y pirotecnia sónica que obliga al oyente a estar muy pero que muy atento para captar los miles de detalles que contiene. Una vez más, Weller ha innovado pero sin dejar de mirar por el retrovisor al tiempo que demuestra todo su acervo musical»
«Wake up the nation», que ha asaltado las listas de venta británicas, es el nuevo y estupendo disco de Paul Weller. Una obra que Àlex Oró analiza con detenimiento en este informe.
Texto: ÀLEX ORÓ.
Directo al número dos de las listas británicas. En el uno, AC/DC. «Wake up the nation», el nuevo disco de Paul Weller –décimo de su carrera en solitario– ha tenido un éxito fulgurante en Gran Bretaña, país en el que es “algo más” que una estrella del rock. No deja de sorprender que después de casi 35 años de carrera artística y a pocos días de cumplir 52 años, el «modfather» sea capaz de dar rienda suelta a su creatividad y apostar por renovarse, una jugada que puede salir bien o, como suele suceder con los artistas veteranos, provoque el rechazo de sus fans, siempre ávidos del “más de lo mismo”.
Precisamente, a Weller siempre le obsesionó que sus artistas favoritos de los sesenta (con la excepción de Paul McCartney), fueran incapaces de mantener su nivel creativo una vez cumplidos los treinta años. Parecía que en 2006 en Gran Bretaña estaban dispuestos a prejubilar al ex The Jam. Le concedieron el Brit Award a toda una trayectoria, un premio que se suele dar a los artistas cuya carrera ha iniciado una irrefrenable cuesta abajo y es una “invitación” a que el homenajeado se retire a un “cottage” y vuelva a editar discos sólo de vez en cuando. Los hijos de la Gran Bretaña son así de sutiles.
Paul Weller se hizo merecedor del premio por agitar el final de la década de los setenta con The Jam, el trío que contribuyó a reivindicar la herencia de los mods de los sesenta, a The Who, a The Kinks y a The Small Faces, entre otros, aunque Weller siempre se ha declarado un gran fan de The Beatles. La banda es recordada por sus letras de agitación juvenil y contra la política de los gobiernos de la «torie» Margaret Thatcher. En 1982 decide disolver The Jam, pese a que la banda tiene un éxito inconmensurable en ese momento y dejar en el paro al bajista Bruce Foxton y al batería Rick Buckler, que le juran enemistad eterna. Fundó The Style Council junto a Mick Talbot, una formación que apuesta por la música de baile y por alinearse políticamente en la Red Wedge, organización de músicos vinculados al Partido Laborista. En 1989, Polydor, su discográfica de toda la vida, le deja en la estacada. Se niega a editar «Modernism: a new decade», temerosa que sea un fracaso de ventas, ya que la carrera de Style Council había ido de más a menos en los últimos años.
En 1992 vuelve a la actividad con «Paul Weller», su primer disco en solitario. Lleno de dudas y todavía inseguro por el fracaso de los Council, este debut tiene una cálida acogida, sobre todo en Japón. En 1993 llega «Wild Wood», el LP más ecológico y pastoral del modfather, que alcanza el número dos en las listas de ventas. En 1995, «Stanley Road» se alza con el número uno. Desde entonces, todos y cada uno de los nuevos trabajos de Weller (exceptuando recopilaciones y directos) se han situado en los cuatro primeros lugares de los exigentes «charts» británicos. Precisamente, el que peor resultado obtuvo fue «As is now», de 2005, en la cuarta posición. Es un buen disco: brioso, musculado, lleno de canciones redondas que recuperaban al Weller más guitarrero desde The Jam pero parecía que el de Woking estaba perdiendo algo de fuelle. Al año siguiente le conceden el Brit Award, pero Weller, el hombre de las decisiones inesperadas, de los golpes de efecto artísticos, el «angry men» capaz de rechazar la medalla Comander of British Empire (CBE) no se retira a un «cottage». En 2008 edita «22 Dreams» y da un nuevo giro copernicano a su carrera. El disco fue aclamado por la crítica y consiguió unas enormes ventas. Para grabar este álbum, Weller despidió a su banda de los últimos años –con la excepción del guitarrista Steve Cradock–, recurrió al productor Simon Dine y optó por coquetear con los más variados estilos, desde la vanguardia al folk, pasando por el R&B y los sonidos latinos.
Dejó el listón muy alto, lo cual siempre es peligroso a nivel artístico. Es más fácil darte el batacazo que superarte. Pero resulta que ha elevado su nivel de autoexigencia y con la ayuda de Simon Dine (coautor de todas las canciones del disco) se ha superado.
LA NUEVA OBRA
Cuando llegaron las primeras noticias sobre «Wake up the nation», debo reconocer que temí lo peor. A nivel personal, la vida de Weller había experimentado cambios muy importantes. Por una parte, tuvo que afrontar la muerte de su padre hace poco más de un año y por otra, un nuevo divorcio y el inicio de su relación con Hannah Andrews, un «affaire» muy aireado por los tabloides británicos. Todo ello hubiera podido influir en el resultado artístico del disco pero no ha sido así. También su título, que se podría traducir como «Despierta la nación», podría hacer pensar que volvía el Weller más politizado, coincidiendo además con la campaña de las elecciones generales británicas. Pero como dice él mismo en los créditos del disco y en algunas de las entrevistas concedidas en las últimas semanas a medios de su país, el título del LP y de una de las canciones sólo habla de política “con p minúscula” y la coincidencia con los comicios es eso, una coincidencia. El modfather añade que «Wake up the nation» critica la perdida de protagonismo de los individuos y de la identidad británica, ahogada por las normativas internacionales. Es un canto contra la globalización y el mal uso de algunas herramientas tecnológicas como Facebook.
Weller explica que «Wake up the nation» se empezó a gestar cuando Simon Dine apareció con algunas ideas para nuevas canciones. Ambos se encerraron en el estudio que el productor tiene en Manchester y trabajaron sobre la marcha, sin un grupo fijo de músicos de estudio como en anteriores ocasiones. Así, Steve Cradock, por ejemplo, no participa en todos los temas pero hay invitados de lujo como el batería Bev Bevan (ex Move y ex ELO), Kevin Shields de My Bloody Valentine y… ¡Bruce Foxton!, el bajista de The Jam, con quien Weller no se hablaba desde hace 28 años. Ha sido inevitable que en todas las entrevistas se le pregunte sobre esta inesperada colaboración. Weller puntualiza que, tras la muerte de su padre, llamo a Foxton ya que se enteró que su esposa estaba gravemente enferma. Pat Foxton también falleció en 2009. Al de Woking le pareció una buena idea reclamar los servicios de su ex compañero “por razones personales pero también por razones artísticas”, aunque continúa cerrando la puerta a un regreso de The Jam. El resultado final es un sonido “mod de vanguardia” lleno de turbulencias y pirotecnia sónica que obliga al oyente a estar muy pero que muy atento para captar los miles de detalles que contiene. Una vez más, Weller ha innovado pero sin dejar de mirar por el retrovisor al tiempo que demuestra todo su acervo musical. En las notas que acompañan al disco se afirma que el resultado final de «Wake up the nation» es algo así como si “Stockhausen se citara con los Small Faces”, es decir, como si lo mejor de la música clásica contemporánea se fundiera con la cultura mod.
Analicemos pues, canción a canción, que nos ofrece Wake up the nation:
‘Moonshine’
El tema que abre el disco tiene todo lo que hay que tener en estas ocasiones. Es un energético trallazo de R&B, con un piano que recuerda a Little Richard (otra de las debilidades de Weller). Tremenda batería de Bev Bevan.
‘Wake up the nation’
La canción que nos invita a irnos del Facebook tiene un sonido abrasivo y funk. Es como si la Velvet Underground se hubiera pasado a la música negra. Gran sección de metal.
‘No tears to cry’
Esta es la canción que se ha escogido como segundo single del disco. Colabora Clem Cattini, antiguo batería de The Tornados, de 72 años, que consigue que este tema tenga un aire a las grandes baladas soul de los sesenta. Una canción que, seguramente, le hubiera encantado a Willy de Ville.
‘Fast car/Slow traffic’
Conocida como “la que toca Bruce Foxton”. Es un tema que refleja la angustia de vivir en medio de los atascos de las grandes ciudades. Pasajes de free-jazz y una línea de bajo que recuerda, cómo no, a The Jam.
‘Andrómeda‘
La composición más psicodélica del disco, con cacharrería sonora que evoca a los Beatles, temática espacial y melodía arrebatadora.
‘In Amsterdam’
Al igual que hiciera en «22 Dreams», Weller ha incluido algunos instrumentales en este LP. Guitarras que parece que floten e imaginería sonora de aires circenses gracias a un mellotrón. Una pequeña joya.
‘She speaks’
Una de las pocas canciones de «Wake up the nation» que tiene reminiscencias de los primeros discos de Weller en solitario, también conocida como “la otra en la que toca Foxton”. La letra está basada en un poema que escribió Weller anteriormente sobre el mar como metáfora de la vida.
‘Find the torch/Burn the plans‘
La más “beatlealiana”. La herencia de los experimentos sonoros de ‘Tomorrow never knows’ está muy presente en esta composición de arrebatadora melodía. Es otra de las canciones con cierto contenido político. Entre las colaboraciones estelares, la hija de Weller y “su colega”, tal y como reza en los créditos, que se encargan de los coros.
‘Aim high’
Una de las piezas que ejemplariza la excelencia de «Wake up the nation». ‘Aim high’ es una composición funk irresistible, en la que Weller canta algunos estrofas en falsete y a lo Bobby Womack el resto. Guitarras rabiosas y sobresalientes arreglos de cuerda y metal. Para enmarcar.
‘Trees’
Mini opera rock de poco más de cuatro minutos, con cinco partes completamente diferentes. Comienza como si fuera un viejo R&B de New Orleans, evoluciona hacia el acid jazz para seguir con un endiablado punk-pop, viaja hasta la psicodelia espacial para acabar con Weller cantando acompañado sólo por un piano. Es la única canción inspirada en la enfermedad que provocó el deceso de John Weller. El modfather la compuso tras visitarlo en el centro donde estaba internado.
‘Grasp and still connect’
Canción de amor. Quizás la más clasicota en el sentido “welleriano” de la palabra.
‘Whatever next’
Segundo instrumental. Recopila en cierta manera todos los experimentos hechos por el tándem Weller/Dine.
‘7+3 Is the strikers name’
Fue el primer single y el primer aviso de lo que se avecinaba. Kevin Shields utiliza toda su colección de pedales de efectos. La música de vanguardia se fusiona con la herencia mod. Compleja y hechicera al mismo tiempo.
‘Up the dosage’
Weller salta a la pista de baile con un tema más próximo a la música disco que al soul o el funk. Suena a divertimento pero es efectiva como lo podían ser los temas bailables de Blondie.
‘Pieces of a dream’
Comienza con el sonido de guitarras y pianos. Lentamente va se van sumando otros instrumentos y efectos. Va evolucionado hasta lograr una impactante tormenta sonora.
‘Two fat ladies’
«Wake up the nation» acaba en alto. Este tema está a medio camino entre la psicodelia, el estilo de Pete Townshend, el punk y la motown. Tremenda.
En conjunto, dieciséis canciones que se reproducen en poco más de cuarenta minutos. «22 Dreams» tiene veintiuna y es un disco doble, por lo que otra de las conclusiones a las que podemos llegar tras escuchar «Wake up the nation» es que Weller ha tenido la necesidad de componer un disco más rápido, directo y cercano al oyente. Como es habitual en sus lanzamientos, «Wake up the nation» ha sido editado en varios formatos: CD sencillo, LP de vinilo, digital y edición Deluxe. Esta última tiene un segundo CD con catorce mezclas alternativas de las canciones.
Viendo la vitalidad de Weller resultan odiosas las comparaciones con algunos de los músicos británicos que iniciaron su carrera en la segunda mitad de los setenta. Piensen en Sting, Bob Geldof, Mick Jones, John Lydon… quizás sólo se salve Elvis Costello con su hetereogenea discografía. No es de extrañar, pues que el «NME» eligiera hace poco al modfather como «Godlike Genius» (genio divino) del pop británico.