“Inquieto pero siempre en su sitio, enérgico pero nunca excesivo. El británico es un experto acumulando energía y emitiéndola en la dosis justa que requiere cada canción”
La gira española del veterano músico de Surrey recaló este miércoles en Madrid, donde el padre del sonido mod presentó su último trabajo en directo, “Saturns pattern”. Al concierto acudió Wilma Lorenzo.
Paul Weller
1 de julio de 2015
La Riviera, Madrid
Texto y fotos: WILMA LORENZO.
La palabra elegancia existe para definir a Paul Weller. Ayer la sala La Riviera de Madrid se alzó como el mejor lugar en el que estar un miércoles a las diez de la noche; y la presentación del último trabajo de Weller, “Saturns pattern” (Parlophone, 2015), la mejor excusa para ver en directo al precursor de toda una escena. El apodo “modfather” se le queda corto al artista capaz de convertir el escenario en un centro magnético. Y conseguirlo sin artificio, sin más magia que la suya propia.
Desde el primer acorde, el entusiasmo de Weller salpicó hasta las últimas filas. Inquieto pero siempre en su sitio, enérgico pero nunca excesivo. El británico es un experto acumulando energía y emitiéndola en la dosis justa que requiere cada canción.
Enormes sonarían temas como ‘White sky’ o ‘Into tomorrow’; siendo la distancia temporal entre ambas imperceptible. Esa sería una de las mejores bazas del artista: el tratamiento del show como un todo que lograría encantar desde a aquellos que comenzaron el idilio con The Jam hasta los que descubrieran a Weller en su etapa más reciente.
‘The Attic’ a la guitarra, ‘Saturns pattern’ al piano; Weller alternó a lo largo de la noche su instrumento aliado; pasando del intimísimo de ‘Going my way’ o ‘Empty ring’ a la progresión de fuerza de ‘Porcelain gods’. Todo ello respaldado por una banda a la altura de la juventud de un Weller que dejó sus 56 en casa; y con la que el padre de la escena mod no tendría problema en compartir protagonismo, solos instrumentales incluidos.
Pero lo cierto es que la noche fue suya. Y de todos los que ansiaban escuchar a Weller cantar ese “Hanging on the wire, yeah” de ‘You do something to me’; con una delicadeza tal que cualquiera diría que la persona destinataria de sus palabras estuviera allí mismo.
Un primer bis mostraría su vertiente más sensual (si es que hay otra), con la vibrante interpretación de ‘Out of the sinking’ y ‘These city streets’; para volver por última vez a escena y otorgar al público ‘Town called malice’ y la obligación de abandonar el recinto con una sonrisa y ganas de comerse el mundo empezando por la ciudad.