“Una magistral ‘The werewolf’, en la que el mestizaje de sonidos deja patente el espíritu de explorador incansable de Paul, mezclando un instrumento de cuerda indio, arpa de boca, diyeridú y aullidos”
La presentación de su último disco, “Stranger to stranger”, trajo a Paul Simon a nuestro país. David Pérez acudió al directo que ofreció en Madrid.
Paul Simon
Barclaycard Center, Madrid
18 de noviembre de 2016
Texto y fotos: DAVID PÉREZ.
Pues sí, es un soplo la vida… Pero veinticinco años no son nada si al final tienes la suerte de vivir veladas como esta. Nueve mil personas esperan con los brazos abiertos una cita con la historia de la música, y Paul Simon, con la frente marchita, la sien plateada y una voz eternamente joven, no tardará en recuperar el tiempo perdido.
Abre el show la majestuosa banda de nueve músicos que lo acompaña con la instrumental ‘Gumboots’, para seguir en “Graceland” (1986) cuando sale a escena Mr Simon con ‘The boy in the bubble’, llevándose la primera de las múltiples ovaciones de la noche. Elegante, carismático y agradecido, nos dice que está encantado de volver después de tantos años, que nos levantemos y bailemos aunque los de seguridad digan lo contrario. Y eso hacemos bajo la lluvia de ‘50 Ways to leave your lover’, ‘Dazzling blue’ o la country ‘That was your mother’.
Ya hemos dejado de preguntarnos por qué no están encendidas las pantallas gigantes y casi tenemos hecho el oído (la potencia de sonido elegida para un recinto tan grande es demasiado justa), pero es tras ‘Rewrite’ cuando llega ‘America’ y caemos totalmente en sus redes. ‘Mother and child reunion’ y un ‘Me and Julio down by the schoolyard’ y la rebelión festiva es completa. El público abandona sus butacas y baila hasta tomar las primeras filas.
Un pequeño respiro y nos adentramos en una selva en la que un brujo nos da un brebaje, bajo sus efectos vemos una anaconda y suena ‘Spirit voices’. Llega la hora de presentar el que quizás sea su mejor disco de las tres últimas décadas, “Stranger to stranger” (2016). La canción elegida es la que da título al álbum, para el que se suma un cajón flamenco y un bailarín que zapatea mientras Simon toca los palillos y canta.
La velocidad es ya de crucero y no tocaremos el suelo hasta el final. Dos joyas más de su etapa junto a Garfunkel: ‘Homeward bound’ y ‘Cóndor pasa’, tema que funde con una versión de ‘Duncan’ que se nos quedará pegada en la piel durante mucho tiempo.
Seguimos en la cima con una magistral ‘The werewolf’, en la que el mestizaje de sonidos deja patente el espíritu de explorador incansable de Paul, mezclando un instrumento de cuerda indio, arpa de boca, diyeridú y aullidos. En ‘The cool, cool river’ la banda se fusiona en la oscuridad y termina estallando la sesión de vientos, con solo iluminado e imposible del pianista para acabar. Dos ases más del “Graceland”: ‘Diamonds on the soles of her shoes’ y cierre con ‘You can call me Al’, que canta y baila todo Madrid.
Tras la instrumental ‘Proof’, reaparece con ‘Wristband’, seguida de la esperada ‘Graceland’ y de una ‘Still crazy after all these years’ que deja marca, cantando solo junto al pianista, mientras la banda reaparece y se suma poco a poco. Vuelven a las tablas casi antes de marcharse con ‘Late in the evening’, el swing de ‘One man’s ceiling is another man’s floor’ y una ‘The boxer’ que tras el nudo en la garganta y romper todo techo, nos muestra el cielo estrellado para que elijamos próximo destino.
Una nueva despedida y esta vez sale Simon solo con su acústica, para marcarse una ‘The sounds of silence’ en la que se mezclan las lágrimas de varias generaciones. Por sí sola, habría valido ya la pena esperar un cuarto de siglo, viajar a Madrid, a la luna o más allá. Llega el adiós final y el público, con una sonrisa de oreja a oreja, comienza a levantarse para abandonar el Barclaycard Center, pero Paul Simon quiere concedernos un penúltimo baile con ‘I know what I know’, subrayando la palabra inolvidable y regalándonos ‘Bridge over troubled water’, la eternidad y un día.