FONDO DE CATÁLOGO
«La melancolía se mezcla con variantes más vitales y positivas en un sonido limpio buscado a conciencia, con una mezcla sutil y delicada llena de detalles»
Recuperamos un disco fundamental de la carrera en solitario de Paul Simon. Once canciones plagadas de sutilezas sonoras donde abraza todo tipo de músicas y géneros en las que el dominio del lenguaje musical equilibra notables composiciones líricas con una producción exquisita. Por Manolo Tarancón.
Texto: MANOLO TARANCÓN.
Paul Simon
Paul Simon
COLUMBIA / WARNER, 1972
Pasaron casi dos años desde la separación de uno de los dúos más influyentes de la música popular para que Paul Simon diera rienda suelta a un universo particular. Allá por 1965 empezaba oficialmente su carrera en solitario. Pero The Paul Simon Songbook acabó incluyéndose, en su mayor parte, en el aclamado The sounds of silence del dúo. Era objetivamente el primer escarceo real en solitario, aunque no más que un ensayo en la continuación del proyecto ya existente con Garfunkel. Se considera este disco homónimo editado en 1972 la primera intención real de labrarse una carrera al margen, despegándose del sonido folclórico y sobrio que tanto éxito le había brindado. No olvidemos la complejidad y dificultad, por las expectativas generadas, de continuar una carrera donde ya había regalado composiciones de la talla de “Mrs. Robinson”, “The boxer” o “The sounds of silence”, por citar solo las más populares.
En su nueva etapa, la melancolía se mezcla con variantes más vitales y positivas en un sonido limpio buscado a conciencia, con una mezcla sutil y delicada llena de detalles con pinceladas sonoras como elemento característico. No se trata de renunciar al ADN. Las melodías vocales que hipnotizaban al oyente siguen apareciendo. Explora otras tendencias sin olvidar la música compuesta años atrás. Aparecen secciones de viento en los momentos más inesperados, ritmos latinos y africanos a través de la percusión, órganos, pianos y rhodes, violines que, pudiendo representar una pieza bluegrass, nos ofrecen un gipsy jazz que nos traslada a los cafés de los bulevares de París. Sin escatimar en guitarras, eléctricas de una limpieza buscada a conciencia, acústicas y clásicas al servicio de la bossa nova o del folk, donde no falta el slide guitar para brindarnos un blues que, sin previo aviso, gira en un estribillo más cercano al pop. Por no hablar de las líneas corales tan características de la música negra.
La voz de Simon destaca en todo su esplendor, con un dominio en las escalas altas y el falsete donde hace literalmente lo que quiere, remando a favor de la interpretación y de la expresión de las propias canciones. La producción limpia y sutil no hace sino favorecer que su voz brille en unas melodías pegadizas, tiernas y melancólicas cuando deben serlo, vitalistas y coloridas si la canción lo requiere. Aunque esta descripción parece hablar de su obra global (y en cierta manera es así), en realidad ya desgrana lo que supone este maravilloso disco.
El viraje sonoro, la experimentación y la comunión con todo tipo de músicas suponen un punto y aparte a lo publicado hasta el momento. Los colores, las texturas y los ritmos brindan algo nuevo, descubriendo a un artista que se atreve a inventar nuevos caminos sin complejos y con determinación. Lo confirmará en 1986 con el monumental Graceland, grabado íntegramente con músicos africanos, pero aquí encontramos la génesis de esa inquietud que le convierte en un músico diferente y nos deja una obra única.
Reconocer el inicio de un disco en apenas dos compases no es algo que se dé con facilidad. Ocurre, por ejemplo, con el “Like a rolling stone” de Dylan, que da comienzo a su mítico Highway 61 revisited. Aquí, el break de batería fusionado con el dibujo de una guitarra eléctrica nos muestra ritmo y luminosidad trasladándonos a parajes caribeños. Uno de esos inicios tan míticos como adictivos, lo ubicamos más cerca del calypso, al más puro estilo de “The tide is high” de The Paragons, o del reggae. “Mother and child reunion” es un tema redondo, rematado con unos coros magistrales que beben de la música negra, ese soul y gospel al que recurrirá en futuros discos. De este estilo encontramos también “Me and Julio down by the schoolyard”. Puro ritmo y vitalidad con otro de esos comienzos que se graba a fuego en el cerebro de forma irremediable.
No sería de extrañar que Bart Davenport encontrara inspiración en la maravillosa “Everything put toghether falls a part”, una bossa lenta con matices folk donde la voz de Simon aparece como protagonista indiscutible. Una delicia para los oídos es “Run that body now”, un medio tempo que expone una armonía maravillosa llena de matices instrumentales, con el clímax hacia mitad del tema. Un solo de guitarra efectivo y complejo que transmite una fuerza difícil de describir.
La presencia de la voz y la ruptura estructural en la anárquica “Armistice day” nos confirma que estamos ante algo diferente, con un slide guitar que roza la excelencia. Un desarrollo circular donde parecen tres canciones diferentes ubicadas en una sola pista. La fuerza con la que irrumpe la guitarra rítmica hacia mitad del tema se mezcla con las percusiones menores para ofrecernos un final que nos devuelve a la introducción. Una obra de arte.
La breve pieza instrumental, “Hobo´s blues”, ofrece un jazz manouche inspirado en los cafés parisinos de Sant Germain Des Pres, con un afilado y nervioso violín que nos mantiene en tensión sobre una base de guitarra acústica. «Lo que más le gustaba al intérprete de blues era ser libre y poder viajar de acá para allá, como un hobo, es decir, vagabundeando y viviendo de su música en época de vacas gordas y trabajando temporalmente cuando las cosas no pintaban bien», escribe Eugenio Moirón en su extenso artículo “Una historia del blues”. Un guiño a una forma de vida que él siempre respetó como homenaje a lo antisistema, a los que menos tienen y no por ello los menos talentosos.
“Paranoia blues” destaca por sus arreglos y producción. Sin escatimar el género, nos ofrece algo diferente y original a través de ritmos tribales con elementos percusivos. Quizás los temas que más recuerden a su carrera con Arthur Garfunkel sean “Duncan” y “Papa Hobo”, ambos de una belleza y una sobriedad fuera de dudas. La inclasificable balada de cierre “Congratulations” es una sutileza sonora donde los elementos se entremezclan de forma sublime. La línea de bajo, el rodhes, slide guitar, órgano hammond y piano final nos ofrece un lienzo sonoro exquisito como conclusión que no es sino un resumen de equilibrio en la producción que se consigue en todo el disco.
La temática de las canciones afronta la adolescencia, el ecologismo, las reivindicaciones sociales y la convivencia entre iguales sin importar las razas ni las religiones. Una declaración de intenciones muy evidente en el videoclip de “Me and Julio down by the schoolyard”. Un disco variado y delicado con una portada inconfundible, que abre el camino a un artista difícil de encuadrar por su inquietud sonora y compositiva. Pura sutileza sonora.
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Anterior Fondo de catálogo: Javier Álvarez (1995), de Javier Álvarez.