Entre la incredulidad y la perplejidad se ha recibido la noticia (que vuela en los medios) de que Paul McCartney abandona la compañía en la que estuvo desde los orígenes de los Beatles y firma con el sello discográfico de la cadena de cafeterías estadounidense Starbucks. Un gesto que, de acabar por confirmarse oficialmente, marcaría un antes y un después en la industria musical, pero que no debe de extrañar dada la grave crisis que atraviesa el sector.
Pero Starbucks –con 7.102 establecimientos repartidos por el mundo–, no es nueva en esto de la música. Su nombre se relaciona con el pop desde hace tiempo: tiene el sello propio Hear Music, edita los recopilatorios Artists choice y ha promovido operaciones comerciales con grandes discográficas para distribuir a través de su cadena de cafeterías discos exclusivos durante un determinado periodo de tiempo, entre ellos el directo de Bob Dylan Live at the Gaslight 1962.
Según las noticias que se han filtrado, Starbucks Records (parece que este va a ser el nombre definitivo de la discográfica) y Paul McCartney se harían no sólo con la obra futura del ex Beatle, sino que se llevarían de EMI todos los discos que McCartney ha grabado en solitario y con los Wings. Los discos de Starbucks no sólo se distribuirían en las cafeterías de la cadena (como ha sucedido hasta ahora), también estarían disponibles en tiendas convencionales y en las plataformas digitales.