«Veo liberador que la atención de la industria musical, en busca constante de la novedad y la juventud, nos haga cada vez menos caso»
Pluriempleado en proyectos musicales y artísticos, además de ser guitarrista de La Habitación Roja y fotógrafo, Pau Roca debuta en la novela con Un día en la vida. César Campoy aprovecha para recorrer con él todos los escenarios creativos que habita.
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Fotos: TANA CAPÓ.
Tras la apariencia de hombre tranquilo que suele mostrar sobre el escenario (o tal vez propiciado por ella) se halla un Pau Roca, en muchas ocasiones, desconocido para el gran público. Desde hace muchos años, ese feliz y fructífero vals que lleva danzando con los sonidos modernos, a través de proyectos como La Habitación Roja, Lost Tapes, Litoral o Fantasma #3, convive placenteramente con su apasionada relación con la fotografía y otras artes. Una de ellas, la de la ficción escrita, se muestra al respetable a partir de su primera novela. En Un día en la vida (Aguilar, 2023), el guitarrista de la banda valenciana disecciona, al detalle, hurgando en la herida, el universo cotidiano de Pablo, una persona como cualquier otra, sumergida en una ponzoñosa rutina. Un tipo que, al levantarse de la cama una mañana, apenas es capaz de atisbar cómo acabará aquella jornada.
Pablo, el personaje de tu libro, anda en las antípodas de Pau Roca: es un tipo que vive una vida a priori insulsa, que se dedica a algo que casi aborrece… ¿En qué te inspiraste para crear ese personaje? ¿En aquello en lo que no te hubiera gustado convertirte?
Me interesaba insertar al personaje principal en un entorno radicalmente distinto al mío para poder reflexionar sobre cosas que, desde otro punto de vista, me era más costoso pensar. También era importante meterme, como escritor, en un entorno ajeno para entenderlo. Acercarme a algo que me era muy ajeno me resultaba muy atractivo. Es una novela crítica y me interesaba que esa crítica se realizara desde un punto de vista diferente al mío. Pablo cumple con todos los estándares que la sociedad exige y acaba en una situación que le acaba siendo ajena.
En el caso de Canción de amor definitiva (Plaza & Janés, 2022), el libro de Jorge Martí, la desnudez y esa necesidad de abrirse en canal al lector es evidente. Un día en la vida también es un retrato descarnado, repleto de sentimiento, aunque entiendo que no autobiográfico. No obstante, ¿qué hay en él de tu existencia vital, de tu día a día?
Creo que, para que esa crítica de la que hablo sea eficaz y real, es importante no eximirse de ella, pringarse y no intentar salir indemne. A pesar del entorno del que hablabas, tan diferente al mío, estoy incluido en muchas de esas reflexiones que son, al final, lo más importante del libro. Me gusta mucho una frase que decía Oakley Hall acerca de ser o no autobiográfico. Él decía: «La persecución de los hechos es tarea de la no ficción, la persecución de la verdad es tarea de la ficción». Estoy de acuerdo. El hecho de que no sea real no significa que no sea verdad, más bien todo lo contrario. La ficción es un vehículo muy útil y directo para decir la verdad.
En tu caso, como en el de Jorge y otros muchos artistas, el paso del ecuador de la vida hace que uno se replantee muchas cosas. ¿Cómo te ha afectado, como persona y como creador, este tránsito entre los cuarenta y los cincuenta?
No soy capaz de ver un momento clave en mi propia existencia en el que sintiera ese cambio, pero sí recuerdo pensar o sentir que «ya he vivido más de lo que me queda por vivir». Supongo que es una edad en la que hacer balance es normal. Como creador, ese paso por el ecuador me ha relajado. En cierta manera, veo liberador que la atención que da la industria musical, tan cruel con el paso del tiempo en busca constante de la novedad y la juventud, nos haga cada vez menos caso. Como grupo, y como artistas, nunca aprovechamos en su momento el ser «jóvenes, guapos y sanos», así que, ahora, ya creciditos, no tenemos que dar cuentas por no ser «apetecibles» al mercado. Nunca hemos jugado esa carta. Nuestra apuesta siempre fue a largo plazo, incluso con la necesidad de inmediatez de la juventud, siempre nos pusimos como ejemplo carreras largas como las de R.E.M. o The Cure.
Mucha gente se sorprenderá de que la música no sea la protagonista principal de Un día en la vida, pese a su sonoro título, que nos remite a The Beatles, pero incluye continuos referentes a la cultura. ¿Es un componente que tenías claro que no debería formar parte, de manera prioritaria, de tu primera novela?
Sí. Lo tenía claro. Quizás «demostrarme» sea demasiado épico, pero sí quería ser capaz de escribir sobre otro tema que no fuera el mío. Escribir es una tarea absorbente, más aún de lo que yo preveía, y al final ha sido un acierto que la novela transcurriera en un entorno tan diferente al musical. También influye que la idea que me llevó a escribir fuese esta y no otra. No renuncio a escribir en algún momento una historia enmarcada en un entorno más cercano al mío, de hecho, creo que sería curioso y que me daría pie a muchas reflexiones divertidas, pero tendría que venirme alguna idea interesante de forma natural.
Porque, evidentemente, la vida de Pau Roca va mucho más allá de la música; de La Habitación Roja, de otros proyectos sonoros como Lost Tapes, Litoral, Fantasma #3… o de la composición de bandas sonoras. Mucha gente, incluso, desconoce tu destacada labor como fotógrafo. ¿Cómo es ese Pau fuera de la música?
Diría que soy inquieto. Pero no conozco a nadie al que solo le interese la música y ya. Lo normal es que si alguien es melómano también sea, en cierta medida, cinéfilo o le interese la lectura o la danza, la pintura o lo que sea. Al final, lo importante es tener algo que decir y encontrar alguna manera de expresarlo. Lo demás se reduce, aunque no sea poca cosa, a aprender una técnica concreta. Obtengo más placer en el proceso que en el resultado. Ahora mismo tengo varias ideas para seguir escribiendo; sigo haciendo fotografías mientras giro con La Habitación Roja, un proyecto continuo, sin fecha de conclusión, y estoy retocando unas fotografías que le hice a Ricardo Lezón para un proyecto que tiene casi concluido. Musicalmente, con LHR estamos grabando disco, y Lost Tapes a punto de sacar un epé en Japón y Estados Unidos, y también preparando nuestro segundo disco de estudio.
«A veces, para ser fiel a la realidad hay que dar muchas vueltas y se llega a ello de maneras no planeadas»
Precisamente en el campo de la fotografía vienes desarrollando un importante trabajo. Tu libro B (Handshake, 2019) muestra, de manera muy personal, ese lado oculto y menos conocido del artista mientras gira. También firmas retratos o portadas de discos de La Habitación Roja, y de otros artistas como Julio Bustamante o Iván Ferreiro. ¿Te enfrentas de manera diferente a un trabajo fotográfico para LHR, y a uno para otro creador? Me refiero a anímicamente y artísticamente.
No tienen nada que ver, pero a la vez es fácil trazar similitudes entre ambas facetas. A nivel técnico, por ejemplo, disparo en analógico y musicalmente me gusta también que todo tenga un toque real y atmosférico. Eso se puede aplicar tanto a mi forma de ver la música como la fotografía. La pulcritud técnica siempre la he supeditado a la emoción y eso lo traslado a todas las cosas que hago. Al fin y al cabo, grabar un disco es hacer un retrato sonoro de un momento de un grupo y en ambos casos me gusta cuando lo que se ve o escucha es fiel a la realidad. Aunque, a veces, para ser fiel a la realidad hay que dar muchas vueltas y se llega a ello de maneras no planeadas.
Tanto aquel B, por sus imágenes, como este Un día en la vida, en sus palabras, muestran unos decorados que huelen a desazón, a decadencia. ¿Qué te lleva a adentrarte, en este sentido, por esos senderos y no por otros más luminosos?
Me gusta que las imágenes que capturo generen historias en la persona que las contempla. Que sugieran preguntas como «qué ha pasado» o «qué va a pasar». A nivel literario también me gustaría que el lector, y me consta que a mucha gente le está pasando, se lleve las frases, ideas o acontecimientos del libro fuera de esas doscientas sesenta páginas y sienta algo. Ya sea incomodidad, placer o risa, me gustaría que el lector sienta cosas con los personajes del libro y lo relacione de alguna manera con su propia vida. En ambos casos, creo que dejo entrever luz al final. Aunque sea de forma tenue está presente. El sentido del humor ayuda también, y creo que está presente en ambas facetas.
De la misma manera que Pablo se siente agobiado por ese mundo que le rodea, salvando las distancias, a veces, ¿tú también sientes la necesidad de escapar de ese universo de popularidad, viajes, y giras?
En eso me parezco más al Pablo del final del libro; perdón por el mini spoiler. No me resulta nada difícil escapar de todo eso. Al nivel en el que me muevo, esa popularidad es minoritaria y fácil de llevar. Creo que tenemos un público genial en ese aspecto: muy respetuoso y, en su abrumadora mayoría, agradable. Los viajes, giras o grabaciones son actividades muy complementarias que enriquecen una vida que, en mi caso y en el de mis compañeros, es bastante tranquila.
Hablando de escapar de la música, Jorge y tú estáis girando, presentando en pareja vuestros libros, en algunos casos, aprovechando la celebración de algún concierto. ¿Cómo está yendo esa experiencia, que no deja de ser nueva? Después de más de veinticinco años de convivencia, los dos os veis en un escenario diferente.
Es bastante refrescante no tener que responder a la pregunta de «¿de dónde viene el nombre del grupo?», aunque no tengo ningún problema en volverla a contestar, que conste. Me parece alucinante hacer algo sin tener que cargar con nada. Tanto en la música como en la fotografía, cargar con el equipo es una condena. Siempre tengo la sensación de que me dejo algo cuando salgo de una presentación. Me está resultando una experiencia muy divertida y en alguna presentación o conversación sobre el libro he descubierto cosas en él en las que no había reparado.
Con tu capacidad creativa, ¿nunca has pensado en potenciar, mucho más, tu faceta como compositor en La Habitación Roja?
Jorge escribe muchas canciones. El grupo nació así y, aunque alguna vez haya compuesto alguna canción, prefiero centrarme en mi faceta de guitarrista, teclista ocasional o los instrumentos que pille por el estudio, y arreglar las canciones y componer para mis otros proyectos.
Como avanzabas, andáis metidos en la grabación, en los remozados Little Canyon Studios, del próximo disco de La Habitación Roja. ¿Cómo va el proceso?
Pues estamos ya trabajando con cuatro canciones que, como el estudio, tienen muy buena pinta. Es uno de los procesos más divertidos de la música: empezar a grabar y afrontar nuevas canciones. A estas alturas, nos conformamos con hacer un disco que nos guste y que contenga tres o cuatro canciones que se puedan tocar en nuestro futuro repertorio y que estén a la altura de nuestras canciones más conocidas, que no es poco. Y creo que estamos en el camino de conseguirlo.