Patti Smith
20 de julio de 2010
Veranos de la Villa, Escenario Puerta del Ángel, Madrid
Texto: CHARLY HERNÁNDEZ.
Que una dama del rock and roll se deje ver por la ciudad es ya digno de mentar pero si encima es una leyenda, la noche termina por rendirle homenaje. Patti Smith saltaba al escenario de la Puerta del Ángel a las diez de la noche enfundada con la camiseta de la selección española portando el 9 de Fernando Torres a la espalda.
Enérgica y bastante interactiva con el público que llenaba prácticamente todo el recinto, empezaba la gala con ‘Ask the angels’, perteneciente a “Radioethiopia”, y continuó, guerrera ella, sacando del baúl de su trabajo de debut, “Horses”, clásicos como ‘Redondo Beach’ o ‘Free money’, más tarde sonaría ‘Gloria’. Se desprendió de “la roja” de manera sensual arrancando los silbidos de algún que otro espectador. A la “madrina del punk” le gusta hablar, se defiende en perfecto castellano saludando y a la hora de hacer bromas también, como demostró sonriendo tras escuchar en el silencio el grito de una fémina que allí se encontraba presenciando el concierto. No fue la única anécdota de la noche.
El «cover» preparado para la ocasión fue la stoniana ‘Play with fire’, Lenny Kaye, superviviente de la banda inicial junto al batería Jay Dee Daugherty, destacó en este tema –y en toda la velada– con unos limpios solos y punteos de guitarra que añadían un toque más que magistral al conjunto compuesto por sus otros escuderos, Jack Petruzelli también a la guitarra y Tony Shanahan, encargado del bajo y teclados. Le tocó el turno a ‘Ghost dance’ en forma de mantra que encandiló al personal, Smith centró parte de su repertorio en el exitoso trabajo de 1978 “Easter”, de donde además de esta, tocó ‘Space Monkey’, ‘We three’, el hit compuesto mano a mano con Springsteen titulado ‘Because the night’ y ‘People who died’, con una dedicatoria especial a toda esa gente que amamos y se van, nombrando así a sus padres, a Alexander Moqueen y al que fuera líder de Nirvana, Kurt Cobain.
Sobre la madera y ya enfundada con su característica chaqueta americana, Patti Smith escupía de manera literal los textos de sus canciones y discursos, improvisó una letra sobre la historia española reciente nombrando al poeta Federico García Lorca, a Picasso y por último, a Francisco Franco. La otra sorpresa de la noche vino bajo el manto de una nueva composición, todavía sin bautizar, dedicada al escritor chileno Roberto Bolaños, fallecido hace siete años. Comentó, además, que trata de aprender español utilizando auriculares a la hora de irse a dormir y que en su época escolar, sus profesores de español y francés le hacían confundir ambos idiomas. Momentos anecdóticos aparte, el show contenía la preciosa ‘Wing’, una joya acústica que aparecía dentro del álbum del 96 “Gone again” y que junto a ‘Beneath the southern cross’ dio paso a ‘Dancing barefoot’ extraída de “Wave”, de 1979.
La rabia de la poeta nacida en Chicago era más que evidente, ese sentimiento y el espíritu de libertad que le han acompañado a lo largo de su carrera se hacía notar entre las notas y juegos vocales que cerraban el concierto antes de los bises con ‘Gloria’, lo que hizo levantar al público aplaudiendo y coreando cada frase de la exitosa melodía.
Para despedirse por última vez, se lanzó a la arena con un discurso sobre la celebración y la victoria de la selección española en el pasado mundial de Sudáfrica, alegando que le parece muy bien leer que más de un millón de personas salieran a las calles de Madrid en masa a vitorear al conjunto nacional, pero que hay cosas más importantes por las que salir a la calle, como manifestarnos por nuestros derechos y luchar por las injusticias. Tras los aplausos que siguieron al discurso discurrió ‘People have the power’ y cerrando una performance de lo más sensacional y reivindicativa sacudió las mentes con un nuevo discurso alzando la telecaster al cielo y manifestando que esa es la única arma que utilizaron los de su generación, como Jimi Hendrix. Bajó la guitarra y enlazó sus palabras con ‘Rock and roll nigger’, para terminar rompiendo las seis cuerdas y despidiéndose entre un gentío puesto en pie y más que rendido a los pies –como la noche– de la poetisa americana.