«Reinosa no será la ciudad más bonita del mundo pero me parece la menos hostil. A mí Reinosa me permite ser Raúl Gutiérrez porque ser Rulo a veces es un auténtico peñazo»
En este reportaje, paseamos con Rulo por su ciudad, Reinosa, mientras reflexiona del camino andado en estos años de subirse al escenario, de los últimos meses y de su futuro.
Texto y fotos: JR ÁLVARO GONZÁLEZ.
La cita es en una de las gasolineras de Reinosa, la que está más cerca de la A67, la autovía que une Cantabria con la Meseta. Acaba de entrar el otoño y ya hace bastante frío. Me espera apoyado en la barra, ni siquiera se ha quitado el abrigo. No nos conocíamos personalmente pero tal y como me habla parece como si fueramos amigos. Todavía no me han puesto el café y ya le están pidiendo una foto y un autógrafo. Es una mujer de mediana edad y dice que es para su hija. Es una de las pocas personas que lo hará durante el día que pasamos juntos en su pueblo, donde Rulo deja de ser Rulo para volver a ser Raúl Gutiérrez, el hijo de Tomás.
Rulo cierra un año de éxitos. Ha conquistado España y América con su segundo disco en solitario «Especies en extinción». Más de cuarenta conciertos con la Contrabanda, incluyendo lleno absoluto durante dos noches en La Riviera de Madrid, le recolocan por meritos propios en el estrellato del rock, aquel del que salió despedido de manera brusca al romper con su antiguo grupo, La Fuga.
Sus poses, su manera de caminar o la forma de hablar me muestran lo contrario, pero Rulo es una estrella del rock. Y en su pueblo lo saben, por eso le respetan. Desde que tenía poco más de veinte años ha paseado el nombre de Reinosa por toda España y parte de América del Sur. La capital de la comarca de Campoo es una de las ciudades más activas de Cantabria. Si hoy es nudo de comunicaciones con Santander, Palencia, Burgos y Bilbao, antaño prosperó gracias al trasiego de productores entre Castilla y ultramar, a través del Camino Real. “Es mi residencia. Reinosa no será la ciudad más bonita del mundo pero me parece la menos hostil. A mí Reinosa me permite ser Raúl Gutiérrez porque ser Rulo a veces es un auténtico peñazo. Cuando estoy de vuelta puedo ser yo, el hijo de Tomás. Y los que me paran en Reinosa para hacerse fotos, suelen ser gente de fuera.”
Subimos en coche hasta el castillo de Argüeso, una fortaleza construida a medio camino entre Reinosa y la Estación Invernal de Alto Campoo. Terminado en el siglo XV, el castillo se mantiene en pie gracias a afanosas y costosas rehabilitaciones. “Aquí tocamos en acústico, uno de los mejores conciertos que he dado con la Contrabanda. Fue en septiembre, en el patio, y fue un momento muy emocionante.” Aunque la lluvia impidió que saliera como Rulo había pensado, lo cierto es que fue un momento íntimo con los fans más cercanos, los fans de Reinosa, los que han visto cómo Rulo ha forjado una carrera artísitica sólida. “Me parece alucinante mirar atrás y ver que tengo editados diez discos, cuando mis sueño era publicar uno. Son diecinueve años en los escenarios, trece con La Fuga y el resto con la Contrabanda. Con una banda de rock and roll pasa todo muy deprisa, ojalá queden otros veinte por delante.” dice mientras vuelve la vista hacía el patio como buscando su rincón.
Y «Especies en extinción», su ultimo trabajo le está allanando el camino. “El disco está funcionando muy bien. Hemos vendido más de 16.000 copias, una burrada, en una época en la que vender más de 3.000 discos es una utopía. Está muy cerca de ser disco de oro.” Su voz denota orgullo sin perder este tono bajo y casi sibilante mientras bajamos la cuesta empedrada del castillo de Argüeso. Una naturalidad no fingida. “Hemos dado más de cuarenta conciertos y hemos viajado a Argentina y Colombia, y en 2014 nos vamos a México. Vamos a hacer más países y más conciertos en cada país.”
Su obra está íntimamente ligada a Reinosa y a Cantabria. “Mis canciones son un continuo homenaje a Cantabria: Reinosa la menciono en no sé cuantas canciones; muchos de los temas del último disco están compuestos entre Reinosa y Santander… Cuando escribes en tu entorno y sobre tu entorno estás todo el rato haciendo homenajes a tu tierra.” Por un momento no sé si la luz de sus ojos aparece al hablar de su ciudad o es un reflejo de las primeras aguas del Ebro. La Fuentona, en Fontibre, es un emblemático paraje en el que los verdes y los azules se mezclan dibujando meandros que parecen sacados de una historia de JRR Tolkien. Aquí nace el Ebro y como si les fuera la vida en ello, los cántabros lo veneran. Está coronado por una pequeña estatua de la Virgen del Pilar en la que están inscritos los escudos de todas las provincias por las que pasa el río hasta su desembocadura.
En Reinosa poco queda de aquél centro industrial de primera mitad del siglo XX, solo un cigueñal a la entrada de la ciudad y alguna industria dispersa que no da trabajo y a una décima parte que hace treinta años, cuando una feroz reconversión industrial puso en pie de guerra a este pueblo y a su gente. También el espíritu de Gonzalo Ruiz en la primavera del 87 permanece, algo que estos día Rulo echa en falta entre los músicos como agitadores de conciencias a través de la cultura. “Estamos todos adormilados, la cultura que era la que despertaba antes, también lo está. La situación política y económica que hoy vivimos si pasa hace veinte años sería otra historia, se cantaría y se gritaría mucho más. La cultura es que la siempre ha despertado a la gente y está un poco dormida.”
Atravesamos el puente de Carlos III y llegamos al bar Las Nieves, en pleno centro de Reinosa. Antes hemos pasado por el colegio de su hija, a la que cuando está en la ciudad acompaña cada mañana. Es su primera fan, seguida de todas las demás compañeras y compañeros. No es coña pero cada septiembre Rulo se lleva a casa todas las carpetas de las niñas del colegio para firmarlas tranquilamente y evitar así que cada día, a las 8 de la mañana, tenga que ejercitar la mano firmando autógrafos. “Llegué al acuerdo con las maestras de traerme las carpetas a casa y firmarlas aquí, en octubre cada niña tiene ya su carpeta firmada por Rulo y yo puedo volver a ser Raúl cada vez que llevo a mi hija al colegio.”
Estamos en la parte antigua, donde la arquitectura confunde Cantabria con Castilla, y donde la meseta está mas cerca. En Las Nieves café y pantortillas para desayunar. Hasta allí se acerca un amigo que es el que le hace el mechardising, una periodista local, varios compañeros de viaje… y un chaval sentado en la mesa de al lado viste la camiseta de su último disco. Si lo hubiéramos preparado no hubiera salido mejor. «Me gustan los lugares que me son comunes porque es donde hago mi vida: el bar de abajo, donde voy siempre, el pub en el que me reúno con mis amigos, la tienda donde compro el pan…” Y como buen cántabro dedica tiempo a la naturaleza. “Me gusta mucho la montaña, pero no solo en Reinosa, voy a escalar, a caminar, o a montar en bici. Tengo varias motos de trial, aquí la gente está muy en contacto con la naturaleza y con los bares.” Y a alguien que viniera por primera vez a Cantabria ¿qué le recomendarías? “Los Picos de Europa y la playa. Yo con lo que más alucino es con darme un paseo por la bahía de Santander. O coger la lancha e irte a Somo, me conmuevo cada vez que cruzo la bahía y lo he hecho un millón de veces. No soy de esloganes pero Cantabria está hecho de rincones mágicos.”
Nos despedimos de la gente y seguimos camino hacía la plaza de España, muy cerca de su coqueto ático en el que atesora guitarras, biografías sobre grupos o músicos de rock, y posters históricos como el del concierto que dieron en Londres y que le costó una Gibson. “El fin de gira pasado tocamos en Londres y estrenaba una Gibson, de las de tres mil euros, y los de Heathrow me la destrozaron.” Ni entonces consigo que se cabree. “Intento ser positivo siempre, cuando me pasa algo malo digo que esto le pasa a los que están de gira, a los que están en constante movimiento, a los que están en casa no les pasa.” Es un consuelo.
Uno de las muchos sucesos que le han ocurrido a este viajero empedernido. “He estado en 34 o 35 países. El otro día me regalaron un mapa mundi grande en el que se pueden rascar los países en los que has estado y me puse a contarlos.” ¿Cómo te gusta viajar? “Yo creo que es mejor viajar siempre acompañado. Los mejores viajes son los compartidos, pero no se puede viajar con cualquiera, tiene que haber mucha afinidad.” Me desvela que siempre lleva cuaderno y grabadora y que el buen viajero es el que se adapta a las circunstancias. “Puedo estar en una pensión o en un sitio genial, dependiendo del momento. De hecho mi vida implica eso. Igual vas a tocar a una ciudad muy pequeña con un hotel cutre en el que tienes que pasar un par de días, y vas a Madrid a un hotelazo en el que solo estás de paso. Creo que el mejor viajero es el que se adapta a lo que va surgiendo.” Le hablo de las continuas referencias viajeras en sus canciones. “Reinosa sale en muchas de mis canciones, también le he compuesto canciones a Madrid o a Buenos Aires, y he utilizado muchas otras como metáfora.”
Por calles empedradas y edificios casi en ruina se explaya hablando del “momento dulce” en el que se encuentra artísticamente al mismo tiempo que se lamenta por el futuro del rock. “Pienso que internet está democratizando cada vez más la música, pero por otro lado ha hecho que las discográficas no apuesten por grupos nuevos. Hay una remesa nueva de bandas que no salen por la crisis de la música. Hace falta una hornada nueva de bandas que no existen.”
Ya en la plaza de España los soportales que la remantan por el este son testigos de nuestra alcohólica conversación.“Cuando me divorcié de La Fuga, porque fue un divorcio, me encontré con que Reinosa se me quedó pequeño para sobrellevar la ruptura. Aquí es muy difícil divorciarse musicalmente y sentimentalmente porque era imposible tener esa mínima tranquilidad que se necesita para restañar las heridas, componer y concentrarse, así que me largué lejos. Acabé recorriendo ocho países en nueve meses. Y no era para huir de nada sino para encontrarme a mí.”
Y en la comida continúa. “En los últimos tiempos no estaba a gusto en La Fuga pero con Rulo y la Contrabanda me encuentro bien desde el minuto cero”, me confiesa delante de unas judías con pollo ecológico mientras mira como cae un temporal afuera de la Cuchara del Camesa. “He notado que artísticamente me permite cosas que con La Fuga no me permitía. Ahora, al ser yo el que lleva el timón artístico, es más personal la historia. Porque no todo es hacer discos o conciertos sino que también hay una cosa que se llama crecer artísticamente, y que a mí me interesa: enredar, explorar y divertirme.”
Nos despedimos en la misma gasolinera. Hace más frío y comienza a llover. Suena el móvil, tareas en el hogar le reclaman. Es parte del cargo, el que supone ser Raúl Gutiérrez, el vecino de Reinosa, el hijo de Tomás, en lugar de Rulo.